domingo, 31 de julio de 2011

¿Cuestión de tiempo?

Nunca creí que llegáramos a esto.
Estoy cansada de buscar las palabras para explicarte lo que siento y no encontrarlas.
Cuanto más tiempo pasa, menos segura estoy de que lo que necesites sea eso; tiempo.
Los recuerdos, las fotografías, los vídeos, los mensajes y los regalos me dicen que nuestra amistad, nuestra vida en común ha existido. Pero tu actitud, tu indiferencia, tu rechazo, tu silencio me dicen que para tí no he significado nada.
Intento imaginar qué piensas, cómo estás y qué sientes para que actúes así. Para que puedas ver mis llamadas perdidas y no responderme. Para que puedas leer mis correos y mensajes y no contestarlos.
¿No me merezco que contestes al teléfono y me digas "déjame tranquila"? ¿No me merezco que me devuelvas los mensajes aunque sea con un "no quiero volver a saber de ti"?
No pensaba que el silencio fuera tan grande, que albergara tantas respuestas, ¿cuál será la cierta?
Tengo en cuenta que puedes estar mal, muy mal, pero ni aún así me sirve de excusa que "estas cosas no se hablan por teléfono", sobre todo sino eres tú quien me lo dice.

Eres mi mejor amiga, esa persona que sabe lo que voy a decir antes de que lo diga. La única persona, a parte de César, a la que puedo decir lo que pienso sin pensar lo que digo, (¿te recuerda a algo esta frase?)
¿Tan mal me quieres para hacerme esto?

Te echo de menos, no te imaginas cuánto.

Que las cosas no vuelvan a ser nunca como antes no es motivo para que terminen.
Yo te quiero por quién eres, por cómo eres, con todas tus cosas y tus cosillas, y no me importa que ya no estéis juntos.

No puedo creer que no pienses en mí, en César, en los chicos. ¿No tienes curiosidad por conocer a Gonzalo? ¿No te gustaría comprobar que Rodrigo sigue siendo el niño dulce y alegre de siempre?

Todas las palabras me parecen pocas porque siempre quiero decir más de lo que digo. Por que me da miedo no encontrar las adecuadas para convencerte, para conseguir que nos aceptes en tu nueva vida.

No me has dejado consolarte, acompañarte, en este mal trago. ¿No lo necesitabas o no lo querías? Da igual.

Te dejo tranquila, y no porque no quiera saber de ti, sino porque tú no quieres tenerme cerca.

Te esperaré, pacientemente, viendo a mis hijos crecer, imaginando las conversaciones que tendríamos, guardándote tu puesto de mejor amiga.

No te guardo rencor, ni siquiera estoy enfadada. Sólo muy triste y dolida. Como no sé los motivos ni las razones que te llevan a actuar así, no puedo sentirme de otra forma.

Te quiero Noelia.

domingo, 8 de mayo de 2011

Amor das, amor recibes

Me encanta besar y abrazar a mis hijos. No necesito ningún motivo para hacerlo y cualquier excusa es buena para achucharlos y hacerles mimos.
Rodrigo está acostumbrado desde siempre, y Gonzalo responde con sonrisas y gorjeos a las fiestas y cariños que le hacemos.
Yo soy de la opinión que si un niño recibe cariño, es eso lo que da. Si para él es habitual recibir besos, abrazos y caricias en su casa y su entorno, eso será lo que él ofrezca a los demás también.
¿Hay niños que aunque reciban todo eso no son cariñosos? ¿Se nace cariñoso o te hacen cariñoso? Pues no lo se.

Cuando Rodrigo se despierta y lo saco de la habitación, lo cojo en brazos y él me rodea el cuerpo con sus piernas y el cuello con sus brazos. Mientras, yo le acaricio la espalda y le doy besos en el cuello y en la cara. Y desde hace tiempo él me responde con lo mismo: me acaricia la espalda con sus manitas y me llena la cara y el cuello de besos cuando lo saco de la habitación.

Una noche en la que él había cenado primero se tumbó en el sofá a ver la película de dibujos de los payasos de la tele, que cantan la canción de "Susanita" o "Don Pepito y Don José". Yo intentaba terminar de cenar en la cocina mientras él insistía en que me tumbara con él a verla, y como yo le decía que quería cenar va y me dice: "Yo eque ve pipa ico bazaooooo, mama" (Yo quiero ver la película del circo abrazado, mamá)
Ahhhhhh... pues mis quilos de baba y yo, madre enamorada, vamos al sofá a abrazarnos y acurrucarnos con mi chico. Y mientras le tengo abrazado se gira para mirarme y decirme: "A mi si guta mama chucha mi" (A mí si me gusta que mamá me achuche).
Y bueno..., creo que las palabras sobran, que cualquier madre se puede imaginar lo que sentí.
Momentos como ese te dan la razón, te demuestran que el amor y el cariño, las caricias y las palabras dulces son una semilla que da sus frutos. Unos frutos tiernos, cálidos y dulces que nos alegran el día más negro y nos curan todas las penas.
Por momentos como ese en concreto, y por muchos más, merecen la pena las horas de sueño, las rabietas, los enfados, las prisas y el desorden, esquivar jueguetes tirados por el suelo, la falta de tiempo para una misma y todo eso y más que es la vida de cualquier mujer que sea madre.

viernes, 25 de marzo de 2011

Sin chupete y con un cuento

Anoche fue la cuarta que Rodrigo se durmió sin chupete, y lo hizo mientras le leía un cuento.

No recuerdo en que momento le dimos el chupete, pero creo que el motivo fue que se chupaba el dedo. Entonces empezaron los consejos bienintencionados sobre lo perjudicial de chuparse el dedo, que mejor un chupete que se lo podría quitar cuando quisiera, que les relaja mucho..., y cosas por el estilo. Así que le pusimos chupete.
Y en algún momento que tampoco recuerdo, el niño se encariñó con un conejito de peluche, por lo que hasta ahora ha estado durmiendo con el "chupe y nino".
La semana pasada, no se como, surgió la conversación y quedamos que a partir de este Lunes ya no utilizaría chupete para dormir. Podría dormir con el conejito pero no con el chupete.
Hay que decir que hace bastante tiempo que el chupete lo cogía exclusivamente para dormir, y como ahora madruga y no duerme siesta, no llegaba a cinco minutos el tiempo que lo usaba, porque en cuanto se lo ponía caía rendido. También han sido más las ocasiones en las que a la hora de la siesta (las pocas veces que la ha dormido desde que va al cole) se ha dormido sin él, porque solo se lo dábamos por la noche.
El caso es que llegó el Lunes y volvió a pedir el chupete como todas las noches. Le dijimos que no, que ya habíamos quedado en que no lo volvería a usar, que se había ido pero que el conejito se había quedado con él para hacerle compañía.
LLoros y más lloros, sofoco, yo ofreciéndole el conejito, besos, abrazos, leerle un cuento, pero nada. Poco a poco se fue calmando, aceptó el peluche, que lo abrazara y lo besara, que lo acunara y le acariciara, y al final se durmió.
El Martes lo volvió a pedir, le recordamos lo que habíamos hablado y no insistió, aunque le costó un poco conciliar el sueño. El Miércoles ni lo pidió, y se durmió mientras su padre le leía un cuento en el sofá. Y ayer tampoco lo nombró, me pidió el conejito, nos fuimos a la cama y se durmió durante la segunda lectura del cuento.

Recordando ahora el Lunes veo que no lloró tanto, y que él sabía que se iba a cumplir lo hablado y no había marcha atrás.
Ha sido fácil, mucho más de lo que me esperaba, pero aún así a Gonzalo no quiero darle chupete. ¿Que se chupa el dedo como hizo Rodrigo? Pues ya veré lo que hago entonces.
De momento las abuelas ya me han preguntado unas cuantas veces cuando pienso darle el chupete a Gonzalo, sobre todo estos días que parece que se ha encontrado el puño y se lo chupa como si fuera a sacar de ahí algo.
Y yo recuerdo lo que comentó una vez Merche, la matrona que había en el taller de lactancia cuando empecé a ir con Rodrigo. Que se chupan el dedo porque es lo que "les llega", son tan pequeñitos y están tan acurrucaditos que la mano les pasa por delante de la boca y se encuentran el puño, lleno de dedos. Y la succión les calma.
Con Rodrigo, cuando se chupaba el dedo y yo creía que no podía ser hambre, pues le daba el chupete. Con Gonzalo, si veo que se chupa el dedo, no voy a pararme a pensar si es hambre o no lo que tiene, le ofreceré el pecho y entonces veremos lo que pasa.
O al menos es la intención que tengo, porque nunca se sabe lo que puede pasar, y no soy de las que dice "de este agua no beberé".

Esta semana ha sido importante tanto para Rodrigo como para mí.
Para él por el avance que supone haber dejado el chupete. Y para mí porque, como gran lectora que soy, siempre he querido leerle un libro a mi hijo antes de dormir.
Esto último podéis pensar que es fácil, o común entre los niños, pero a Rodrigo los libros le interesan los justo, a no ser que traten sobre coches, maquinaria o medios de transporte. Y no hace tanto y tanto que aguanta el tiempo suficiente como para que le leamos un cuento y aún encima se duerma durante la lectura.

Mamás guapas

Miro con cierta envidia a las mamás que van guapas y arregladas.
“Pues es tan fácil como ir guapa y arreglada tú misma”, me he dicho muchas veces. Y aunque lo he intentado algunas, siempre vuelvo a lo que tengo, que al final es lo que soy: zapatillas, vaqueros y sudadera.

Hace poco estaba en el taller de lactancia cuando una amiga me pregunta: ¿De dónde sacarán el tiempo para ir siempre tan guapas y arregladas? Refiriéndose a un grupo de madres.
Nosotras parecía que nos habíamos peinado con prisa y vestido con lo primero que habíamos encontrado. Mientras que las otras madres parecían haber dedicado mucho más tiempo para elegir su aspecto: bien peinadas, maquilladas algunas, y con complementos a juego con su ropa a la moda.
Igual estoy siendo exagerada…
No, en serio. Hay mujeres que siempre se han arreglado más, que no tienen que sacar tiempo de ningún sitio porque siempre les ha costado lo mismo. Y cuando son madres siguen arreglándose.
Después también hay mujeres como yo, que nos dedicamos poco tiempo y vamos con cualquier cosa y claro, el día que te quieres arreglar algo más no sabes de dónde sacar el tiempo.
Mi conclusión es que no es cuestión de tiempo, sino de cómo eres. Si siempre has sido de las que se arregla, lo seguirás haciendo cuando seas madre.

He intentado en varias ocasiones dedicar más tiempo a mi aspecto físico: maquillarme, vestirme de una forma más femenina o más arreglada, recordar ponerme los pendientes y pulseras que tengo, hacerme algún peinado diferente a la tan socorrida coleta..., pero de momento siempre ha quedado en un intento.
Quizás con el tiempo.

lunes, 14 de marzo de 2011

La mejor ayuda

Después de unos meses en paro, mi marido volverá a trabajar.
Es la segunda vez que está en casa durante tanto tiempo, y aunque económicamente no es una situación agradable, he de decir que esta vez me ha venido muy bien.
Ha estado conmigo los últimos meses del embarazo de Gonzalo, ayudándome con Rodrigo. Y estará también los dos primeros meses de vida de Gonzalo, ayudándome con los niños y todo lo demás.
Quiero puntualizar que aunque para mí él siempre "podría hacer algo más", está siempre dispuesto a hacer lo que le pidas. Y no es lo mismo estar disponible porque tu tiempo te lo permite, que estar dispuesto a ayudar en lo que te pidan. Y él siempre ha estado ahí, tanto para limpiar, como cocinar, comprar, duchar a los niños, cambiar pañales, llevar al mayor al cole...
Y aunque es lo que tendría que ser, no siempre lo es, y lo sé por experiencia.
Así que tengo que reconocer que cuando me dió la noticia de que volvía a trabajar, además de alegrarme por lo que supone para la economía familiar, también me "molesté" un poco porque pensé "se me termina lo bueno", y me asusté porque pensé también "¿podré con todo?".
Lo de "molestarme" no es algo que me guste reconocer, pero lo sentí y quiero ser sincera.
Siempre me las he apañado yo sola, y no me gusta nada pedir ayuda, pero en cuestiones domésticas pienso que tenemos los mismos derechos y obligaciones, aunque normalmente siempre es la mujer la que carga con la mayoría de tareas. Así que estos meses que mi marido ha estado en casa he sido bastante sargento, y he querido que vea (y experimente en sus carnes) todo el trabajo que comporta llevar una casa, con niños incluídos.
¡¡Ojo!! Esto lo he hecho ahora que está parado; si él trabaja fuera y soy yo la que estoy en casa, el trabajo de casa es mi trabajo, y entonces lo que recibo de él si que es una ayuda, mientras que si ninguno de los dos trabajamos fuera el trabajo de casa se reparte a partes iguales.
Así que llevaba tanto tiempo compartiendo tareas que creo que me había vuelto algo vaga, jejeje.
Y lo de si podré con todo... No soy la primera, ni seré la última que se encuentre en esta situación, y tengo claro que me las arreglaré, de mejor o peor manera.
Cuando Rodrigo también me encontré ante la novedad de la situación, con la duda de si podría atenderlo todo, de cómo me desenvolvería... y aquí estoy, contenta con el resultado.
Además, tengo la suerte de tener a mis padres y mi hermano cerca, y a mis suegros dispuestos a ayudar cuando vienen a vernos.

Gracias a internet conozco a muchas mamás, madres y super madres que se las arreglan con tres niños, una casa, un blog... Leer sus vidas y sus historias me ayuda a reir unas veces y a consolarme otras.
Conozco sin conocer a mujeres estupendas, con vidas lejanas e interesantes con las que comparto una visión de la vida descubierta desde que soy madre. Con ellas puedo hablar sin miedo de mis miedos sobre la maternidad, los hijos, la educación... Ellas no juzgan, escuchan (o leen en este caso), acompañan y aconsejan sólo si tú lo pides.
En sus palabras escritas puedo leer que no soy la única que siente lo que yo siento; que es normal molestarse, asustarse, agobiarse en algunos momentos de esta vida que hemos elegido, pero que a veces nos ofrece resistencia.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Ellos no son rencorosos, pero nosotros les enseñamos

Puedo decir que me encuentro bien de ánimo, aunque hay momentos en los que tengo mis bajones.
En esos momentos no estoy nada orgullosa de mi comportamiento, y acabo actuando como tantas veces le reprocho a otros que lo hagan.

Es habitual que Rodrigo y su padre se peleen. Tienen un carácter tan parecido que chocan muy a menudo.
Esta semana sin ir más lejos se han vuelto a pelear, y se enfadaron mucho los dos. Así que la cosa terminó con que yo me fui a dormir con Rodrigo mientras mi marido se quedaba con Gonzalo. Mientras hablábamos antes de que se durmiera me dice "si guta papá ama mir" (o lo que es lo mismo: me gusta que papá venga a la cama conmigo a dormir). Así que se quedó tan tranquilo cuando yo me levanté y se quedó su padre con él.
Entonces me dí cuenta de lo poco, o mejor dicho, nada, rencorosos que son los niños. Mientras mi marido seguía enfadado con él, el niño ya ni se acordaba de lo que había pasado, sólo quería tener a su padre al lado antes de dormirse.
Esto fue lo que me hizo acordarme de algo que leí en el libro Bésame mucho, de Carlos González.
En la segunda parte del libro habla de que nuestros hijos son buenas personas, desinteresados, generosos, ecuánimes, valientes..., y que saben perdonar.

Su hijo sabe perdonar.
Emilia y su hijo Óscar, de seis años, han tenido una fuerte diferencia de opiniones. Para no perdernos con los detalles, digamos tan sólo que Emilia era partidaria de que Óscar se duchase, mientras que este último se sentía muy limpio. Ha habido gritos, llantos, insultos y amenazas. Un testigo imparcial reconocería que la mayor parte de los llantos han venido de una de las partes del conflicto, y la mayor parte de los insultos y de las amenazas, de la otra.
De eso hace una hora. ¿Cuál de estas personas cree usted que está ahora contenta y feliz, y continúa con sus ocupaciones como si nada hubiera ocurrido, mostrándose incluso inusualmente alegre y zalamera; y cuál, por el contrario, es más probable que esté todavía enfadada, haciendo reproches, rezongando? "Mira, mamá, mira qué hago." "No, mamá no ríe." "¿Iremos al zoo el domingo?" "A ver, ¿tú crees que te lo mereces? ¿Te parece que te has portado bien?"
Arturo, el padre, vuelve ahora del trabajo. ¿Cuál de las siguientes frases le parece que oirá?:
a) "Mamá se ha puesto tremenda esta tarde, no sabes la escenita que me ha hecho. Tienes que decirle algo."
b) "Este niño ha estado toda la tarde muy impertinente, no me hace ni caso. Tienes que decirle algo."
Nuestros hijos nos perdonan, cada día, docenas de veces. Perdonan sin doblez, sin reservas, sin reproches, hasta olvidar completamente el agravio. Se les pasa el enfado mucho antes que a nosotros.


A mí me cuesta mucho que se me pasen los enfados. Hay momentos en los que considero necesario enfadarse con Rodrigo; está en un punto en el que no es suficiente explicarle, las veces que haga falta, que lo que hace no está bien. Y enfadándonos es la única manera que hemos encontrado de que vea que a veces nos disgusta su actitud, que sus acciones tienen consecuencias.
Y a veces me encuentro con que me esfuerzo en que me dure el enfado, en que él se de cuenta de cómo me afecta su comportamiento, de que me gustaría que no hiciera ciertas cosas, de que me gustaría que a veces actuara de otra forma. Y no es justo...
No es justo porque a él los enfados no le duran ni un minuto.
No es justo porque él ni siquira recuerda el motivo del enfado.
No es justo porque él quiere estar contigo y comerte a besos aunque tú, como lección, le hayas quitado el juguete con el que golpeó la mesa.
No es justo, y además es una tontería y una pérdida de tiempo enfadarse de esta manera con un niño.
¿Qué le estoy enseñando con mi actitud? Pues a ser rencoroso, a que no olvide, a que no tenga en cuenta que todos cometemos errores y que nos merecemos la oportunidad de intentar arreglarlos pidiendo perdón...
No veo mal enfadarme; yo también tengo derecho a dar rienda suelta a mis sentimientos, a poder expresar cuando algo me enfada o me disgusta, y quiero que él también aprenda a hacerlo. Que pueda reconocer sus sentimientos y emociones para poder expresarse, pero sin ser esclavo de sus reacciones.

Así que si quiero que él aprenda, yo tengo que enseñarle, predicar con el ejemplo.

lunes, 28 de febrero de 2011

Encontrar las palabras

El Sábado falleció la madre de una amiga.
Una amiga reciente. Una amiga de las muchas que me ha traído la maternidad.
La conocí hace tres años, Viernes a Viernes, cuando iba al taller de lactancia con Rodrigo. El tiempo ha hecho que algunas de las madres que nos conocimos entonces compartamos aficiones, intereses, proyectos...
Esta amiga es una persona especial, inteligente, con conocimientos y carrera, que te explique lo que te explique nunca te hace sentir de menos, o ignorante, aunque tú no tengas ni idea del tema.
Todavía no he tenido la oportunidad de hablar con ella, de decirle que lo siento, de intentar reconfortarla con mis palabras. Aunque supongo que en esta situación no habrán palabras que logren consolarla.
Porque en estas situaciones, yo nunca encuentro las palabras.
Quizás rebusco demasiado, quizás sea suficiente con un "lo siento", con un "no encuentro las palabras". ¿O puede ser esta una de esas ocasiones en las que las palabras sobren, en las que sea preferible tener un hombro donde llorar? Pues seguramente sí.

Hace años murió la madre de otra amiga, y aunque pienso muy a menudo en ella y creo que a mi amiga le gustaría saberlo, nunca me atrevo a decírselo porque, como siempre, no encuentro las palabras.

domingo, 20 de febrero de 2011

Culpable

Así es como me siento por no poder dedicarle más tiempo a Rodrigo.
No es que me demande mucho más que antes, ni que pida hacer conmigo cosas que antes no pedía. Pero claro, un recién nacido alimentado con lactancia materna necesita tiempo, un tiempo que antes era todo para Rodrigo.
Por las mañanas me prefiere a mí en vez de a su padre, así que hasta ahora he conseguido organizarme para llevarlo yo al colegio.

Cuando no he podido atenderle como él quería porque le estaba dando el pecho a Gonzalo; cuando ha accedido (unas veces de mejor y otras de peor manera) a esperar o a que le atienda su padre; cuando no ha entendido que si el bebé llora hay que darle de comer, que no se puede esperar.
Todas esas veces yo intento hacerle comprender de la mejor forma posible la situación, pero hay momentos en los que me puede el sueño, el cansancio y el dolor y mi reacción no es la que yo quiero, no es la que él se merece. Entonces él termina enfadado o llorando, y yo enfadada conmigo misma y sintiéndome culpable por haberlo tratado así.

viernes, 18 de febrero de 2011

Y llegó Gonzalo

El Jueves 27 de Enero, dos días antes de la fecha prevista, nació Gonzalo.
Fui a monitores, y cuando vieron que tenía las aguas sucias, me dijeron que me quedaba: me provocaban el parto. Todo fue bien, rápido, y en dos días estábamos en casa.
Ahora somos cuatro. Y aunque ya hace unas semanas que estamos en casa, todavía es el descontrol el rey de algunas situaciones.
Y he comprobado que cuantas más cosas tienes que hacer, más fácil es que el mundo se ponga de acuerdo en llamarte al móvil, al fijo, que llegue el cartero con un paquete, que la vecina suba a conocer al bebé.... Pero bueno, yo estoy contenta y feliz con mis dos chicos, con Rodrigo, con Gonzalo.

jueves, 27 de enero de 2011

Miedo al dolor

No han faltado mujeres que me dijeran que el segundo parto se lleva mejor porque ya sabes a dónde vas; ya sabes lo que te espera; es más rápido porque como el primero hizo el camino el siguiente lo tiene más fácil para salir… y cosas por el estilo.
Y arriba he puesto mujeres, no madres, porque esto me lo han dicho muchas, tanto si han sido madres como sino, tanto si han tenido un hijo como varios. Así que supongo que esta es una de las muchas cosas que como las has oído siempre las tomas como ciertas, sin ni siquiera pararte a pensar antes de hacer cierta afirmación.
Yo todavía no se si mi segundo parto será más fácil y rápido (sea por los motivos que sea), pero os puedo asegurar que estos días previos estoy más nerviosa que en el primero, y que sigo teniendo los mismos miedos y preocupaciones que la primera vez, y eso que se supone que sé a dónde voy y lo que me espera.
Mi primer parto no fue traumático, ni de esos que cuentan que te mueres de dolor (la epidural tuvo mucho que ver). Pero aún así, cuando pienso en el momento, cuando pienso en el dolor, tengo miedo.
He leído artículos y visto vídeos en los que parir con placer, literalmente, es posible, incluso tener un orgasmo durante el parto. Claro que para que esto ocurriera el parto se ha dado en una situación muy concreta: un parto respetado, en casa, sin prisas, respetando los ritmos de la mujer y el bebé, dejando hacer a la madre pero sin dejar de atenderla en todo momento, permitiéndole seguir sus instintos y necesidades.
Es el concepto que tenemos del dolor lo que nos hace sufrir, tenerle miedo, no reaccionar bien en los momentos de sufrimiento.
Pero ahora, aquí sentada, nerviosa y ansiosa por ver la cara de Gonzalo, tenerlo en brazos y ofrecerle mi pecho, intentando darle otro sentido al dolor, no consigo alejar el miedo.
Y se, como cualquier madre, que en un parto el dolor merece la pena, que la recompensa supera con creces esas horas de contracciones, de dolores, de sufrimiento, pero…
Creo que hace falta mucho más que unos cuantos pensamientos para sentir de otra manera el dolor, para no tenerle miedo.Que hay que entrar muy adentro de una misma y borrar todo lo que tenemos grabado hasta ahora en nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestros recuerdos para sentirlo de otra manera.

domingo, 23 de enero de 2011

Esperando a Gonzalo. Pensando en Rodrigo.

Tengo muchas ganas de ver a Gonzalo, tenerlo entre mis brazos, darle el pecho y repetir todo lo que añoro de cuando Rodrigo nació.
Cuando intento imaginar cómo será todo en este segundo parto, segundo puerperio, segunda maternidad, no puedo evitar pensar en Rodrigo, en cómo ha sido todo con él.
Y casi cada pensamiento que empiezo con Gonzalo, lo termino con Rodrigo.
Cuando pienso en qué momento me pondré de parto, pienso en si sería mejor en fin de semana, para que Rodrigo pueda venir al hospital en cualquier momento, o entre semana, para que él vaya al colegio y note lo menos posible mi ausencia.
Cuando me imagino a Gonzalo dentro del cuco, moviéndolo de aquí para allá en casa, pienso en si Rodrigo no lo utilizará de coche y nos lo encontraremos haciendo carreras.
Cuando pienso en las veces que tendré que levantarme por la noche para darle el pecho, me preocupa que Rodrigo se pueda despertar y pase sueño.
Y así en casi cualquier cosa; pero supongo que es normal. Porque aunque por una parte estoy más tranquila porque cuento con la experiencia de un primer hijo, y dudas que tenía antes ya no las tengo, ahora me enfrento a la inexperiencia de ocuparme de dos niños, de no dejar de atender al mayor mientras me ocupo del pequeño.
Una amiga que tiene tres hijos (de 7, 4 y casi 3 años) me dijo que se arrepentía de “haber hecho mayor” al primero cuando llegó el segundo. Y esa debe de ser una de las cosas que se hacen sin darse cuenta, a las que te ayuda la gente con los comentarios típicos (¿todavía llevas chupete? Pues si tú eres el mayor; no llores, sólo lloran los bebés, tú ya eres grande; ¿aún no te vistes solo? Con lo grande que eres..., y como estos muchos mas) y que tú misma refuerzas cuando el mayor vuelve a reclamarte como cuando era bebé y tienes miedo de satisfacerlo por si haces mal, por si lo estás consintiendo.
Que lo hayamos convertido en el hermano mayor no quiere decir que como persona esté preparado para serlo. Que ahora tengamos en casa un bebé que necesite de cuidados y atenciones constantes no quiere decir que él deje de necesitarnos, o que tenga que aprender a lavarse los dientes y a vestirse solo de golpe, simplemente porque haya llegado el otro, por ejemplo.
Para mí Rodrigo todavía es pequeño, sólo tiene 3 años, hasta hace bien poco era un bebé. No me imagino privándole de atenciones y cariños por su edad, por su tamaño. Y ni me lo imagino, ni quiero hacerlo, así seguiré achuchándolo, besándolo y abrazándolo como he hecho desde que nació hasta ahora.

jueves, 20 de enero de 2011

¿Por qué siempre el peor de los casos?

Supongo que cuando alguien te da un consejo (lo pidas o no) lo hace con la mejor de las intenciones. O cuando te avisan, te advierten de lo que te va a pasar, según en la situación que te encuentres. Pero curiosamente la mayoría de todos esos consejos, advertencias, avisos,... son para prepararte para lo peor, para el peor de los casos. Todo tiene su parte positiva y negativa, y como lo malo llega aunque no lo llames, ¿por qué no ver lo bueno de las cosas?, ¿o no verlo todo tan malo?

Durante todo el embarazo hemos hablado del bebé a Rodrigo; le he ido explicando cosas nuevas a medida que me crecía la tripa y la situación iba cambiando. Leemos cuentos sobre el tema que le gustan mucho. Ha visto, me ha ayudado y ha jugado con el carrito, el cuco y demás cosas que hemos ido sacando de cuando él era bebé para tenerlas preparadas para su hermano... En mi opinión ha llevado estupendamente mi embarazo; nos trata a la barriga, al bebé y a mí con mucho cariño y cuidado. Habla a su hermanito, le dice "hola" y le explica las cosas de papá y mamá que no podrá coger para que no se rompan,... Es más cariñoso si cabe y no pierde la oportunidad de darme besos en la tripa, acariciármela y decirme que pronto tendremos al bebé en casa mientras sonríe y se frota las manos con gesto impaciente.
También le hablo de como nos cambiará la vida cuando Gonzalo esté en casa: que como no sabrá hablar llorará para todo, que mamá le dará leche de la teta, que lo cogeremos cuando llore para saber que le pasa, y le daremos besos y cariñitos. Pero tampoco quiero insistir mucho en este aspecto porque de momento es él quién está aquí, no he de quitarle antes de tiempo el protagonismo que después tendrá que compartir. ¿Cuántas veces nos hemos preparado para una situación que nos angustiaba, nos hemos mentalizado de lo que nos esperaba, y aún así en el momento no hemos podido dominar nuestros sentimientos? Pues eso creo que le puede pasar también a él, que por mucho que le explique, no he de extrañarme si después su reacción no es totalmente de mi agrado.


Durante el embarazo no han faltado comentarios bienintencionados que me advertían de que por muy bien que se comporte ahora, por pocos celos que demuestre, todo eso cambiará en cuanto de a luz. Sé que puede cambiar su comportamiento, mostrar celos, estar más agresivo y demandante, más llorón, y muchas otras cosas que en un principio pueden parecer negativas. Pero son al fin y al cabo reacciones normales ante la nueva situación. Pocos te animan sobre la nueva situación, o te dicen que aunque tengas el doble de trabajo todo es cuestión de organizarse, o simplemente que es el doble de todo, también de lo bueno, no sólo de lo malo. Parece que se sienten en la obligación de prepararte para lo que se te viene encima, como si quisieran abrirte los ojos por si no sabes donde te has metido. Y no es cuestión de mentir, simplemente de no ver sólo lo malo. O igual es que yo soy demasiado optimista. Pero bueno, en todo caso no me quedé embarazada sin querer, nos lo pensamos y lo hablamos antes, no es que me vaya a encontrar con algo que no esperara.
Verlo todo negro, o gris oscuro, es una actitud ante la vida, y yo hace tiempo que opté por disfrutar del resto de colores.

lunes, 17 de enero de 2011

Gonzalo

Nos ha costado pero ya nos hemos decidido; el hermanito de Rodrigo se llamará Gonzalo.
Me gusta, me encanta el nombre, y me pasa como con Rodrigo, que cuanto más lo pronuncio mejor me suena.
Y como Rodrigo no sabe decir Gonzalo le llama "Lalo", así que tendremos en casa un "Yiyo" y un "Lalo".

Disfrutando de mi estado

Me queda poco ya; el 29 de Enero es mi FPP. Así que aquí estoy, disfrutando de esta enorme tripa.

Me gusta estar embarazada, me siento bien. Se me apacigua el carácter y me encuentro con más energía. Además, me encanta verme con tripa de embarazada, y me hago gracia a mí misma cuando me veo desde fuera, con mis andares inestables de mamá pata.
Me río cuando abro la puerta del armario y choco con mi tripa, o cuando me quedo atascada al intentar pasar por algún sitio más estrecho de lo que parecía para lo que yo ocupo ahora o, simplemente, cuando llega mi barriga antes que yo...

El único momento en el que quiero dejar de tener esta enorme panza es cuando cojo a Rodrigo y me doy cuenta de que él ya pesa demasiado, y yo aguanto muy poco.
Como he tenido un embarazo tan bueno no he tenido que privarme prácticamente de nada a la hora de jugar con él, de cogerle o llevarle cuando me lo ha pedido, pero claro, ahora es más querer que poder, porque sino se puede, no se puede. Pero bueno, el lo entiende y es super comprensivo con mi estado, y si le digo que no puedo hacer algo no insiste, incluso es el quién muchas veces va con cuidado por el bebé.
De todas formas ya me queda poquito para recuperar mis dimensiones normales, llevar pantalones sin una cintura elástica de 20 cm, y poder correr y jugar como antes con mi chico.

jueves, 6 de enero de 2011

Al final... siempre coches

Desde bien pequeño Rodrigo ha mostrado un claro interés por una clase de juguetes: coches, o en su defecto, casi cualquier cosa que lleve ruedas.
Recuerdo cuando bien chiquitín nos juntábamos con otras madres y sus hij@s, y mientras que el resto no sabía ni como hacer rodar los coches, Rodrigo sabía perfectamente para que servían esas cosas redondas tan curiosas que tanto le han fascinado desde siempre, las ruedas.
A mi marido también le encantan los coches, y tiene una colección de esos que se miran pero no se tocan, que de vez en cuando es asaltada por Rodrigo, que mira con las manos. A mí tampoco me desagrada nada el tema, así que se puede decir que el niño lo lleva en la sangre.

Mi gran afición son los libros, la lectura. Y aunque desde siempre he intentado inculcársela a mi hijo también, me he dado cuenta de que de momento me tienen ganada la batalla los coches.
Siempre me ha visto leer, está acostumbrado a ver libros por casa y el tiene estanterías habilitadas para los suyos. Y aunque mis libros están mucho más accesibles que los coches de su padre, nunca lo he pillado cogiendo uno con la cara de pillo y satisfacción que pone cuando consigue hacerse con uno de los coches prohibidos (¿tendrá algo que ver eso, que sean prohibidos?)
Uno de mis lugares favoritos para perderme en el tiempo son esas librerías que tienen de todo, libros, libretas, colores, material de escritorio, pinturas,... , y tengo que contenerme para no comprarle algo a Rodrigo cada vez que voy a una.
Al principio me decía a mí misma que "ya le interesarán estas cosas, lo compro ahora y después ya lo tendrá". He intentado que tenga en casa las cosas necesarias para hacer lo mismo que en el colegio: pintura para pintar con las manos, los lápices de colores triangulares que dicen son mejor para aprender a cogerlos, acuarelas, tijeras y cartulinas de colores, plastilina,... Y cada vez parece que sale un poquito más de él pasar algún rato haciendo alguna de estas actividades, pero al final casi siempre me encuentro que me quedo yo toda encantada pintando y el ¿qué hace?, pues lo de siempre, jugando con coches.

Me he dado cuenta que tiene un carácter, unos gustos y unas preferencias muy concretas desde muy pequeño, ¿que no son las mismas que las mías? No me importa. Y me encanta ir por la calle y ver como con sólo tres años se sabe casi todas las marcas de los coches, la memoria que tiene para eso, cómo con una vez que se lo expliqué sabe distinguir perfectamente entre llanta y tapacubo.
Yo seguiré ahí, ofreciéndole el mundo de los libros y las letras, proponiéndole pasar ratos pintando, recortando o jugando con pegatinas, sin agobiar, sin imponer, pero haciéndoselo posible y estando disponible cada vez que a él le apetezca.

Y ¿a qué venía todo esto?... A que después de la variedad de regalos que ha tenido este año (parchís, una cocinita con sus accesorios correspondientes, juegos varios de mesa más didácticos, entre otros) al final siempre termina con un coche en la mano, haciéndolo rodar por alguna de las pistas que le regalaron cuando cumplió el año o paseándolo por el sofá imaginándo que son montañas, para terminar metiéndolo en un garaje que antes era la caja uno de esos juegos didácticos, con números y letras que a mí me gustan tanto.

lunes, 3 de enero de 2011

Encontrándole la gracia

Por lo general los bebés son graciosos, monos, entrañables... Por muy poco o nada que te gusten los críos un bebé siempre se mira con una pizca de ternura, como poco.
Pero llega una edad en la que conforme crecen "pierden la gracia", y te preguntas que ve la gente, que ven los padres en sus hijos de 3, 4, 5 o más años.
Pues ahora sé que lo ves todo, que tu hijo es y será siempre tu hijo, y que cada edad y cada etapa tiene su gracia, su miga, su chispa.
Rodrigo ha cumplido 3 años, y aunque ya no es un bebé, ya no tiene esa gracia de la que hablo más arriba, tiene otras muchas.
Cada etapa tiene su encanto, supongo, y no se cuál será el que tenga Rodrigo a los 15 años, pero de momento voy a disfrutar del momento que estamos viviendo.

¡A los tres años cambian!

Tengo una amiga, que su hijo tiene ocho meses más que Rodrigo, que ya me avisó de que cuando cumplen tres años los niños cambian, se hacen más movidos.
Yo pensé dos cosas. Primero, que comparado con Rodrigo su hijo (para mí) es muyyy tranquilo, y claro, con que se hubiera "espabilado" un poco a ella le podía parecer que se había convertido en un niño movido. Y segundo, ¿podía ser más movido todavía Rodrigo?
Pues no sé si es porque ha cumplido tres años, y si la palabra es movido, pero en estos días hemos notado un claro cambio en su comportamiento. Aunque yo soy más partidaria de pensar que han sido un cúmulo de circunstancias las que han propiciado este cambio y no una fecha en concreto.
Se le han juntado las actividades propias de estas fechas en el colegio, estar en casa enfermo con anginas, la celebración de su cumpleaños en casa y en el colegio, las vacaciones, pasar unos días en Zaragoza con visita a urgencias incluida, y volver a casa para seguir de vacaciones y en un ambiente totalmente festivo. Son motivos más que suficientes para estar algo alterado ¿no? Y eso sin contar con que me queda menos de un mes para dar a luz y mi barriga, más que evidente, me impide cogerlo todo lo que quisiera y jugar a ciertas cosas.
¿Le justifico, le defiendo? Pues sí; aunque a veces me pregunto si no estoy perdiendo la perspectiva, si con tanto ponerme en su lugar lo único que hago es pasarme al bando de las madres que piensan que su hijo no hace nada mal.
No, ahora en serio. ¿Tantos cambios en tan poco tiempo no son motivos suficientes para estar... llamadlo como queráis?
El problema no lo tienen los niños, lo tenemos los padres que somos los que no sabemos como reaccionar ante sus demandas, como entender lo que nos piden, lo que necesitan. Les pedimos que ..., ¡bueno, que estoy diciendo! ¡No les pedimos nada! Nos los llevamos de aquí para allá, los incluimos en celebraciones de las que no saben nada, vamos arriba y abajo visitando a familiares y amigos que ellos apenas conocen, les cambiamos los horarios y la rutina... ¿Y qué esperamos entonces?
Aquí, los pobrecitos, los mátires, no somos los padres, sino los niños, que no tienen sufiente con subirse al tren de los adultos que aún encima tienen que ponernos las cosas fáciles.

domingo, 2 de enero de 2011

¿Comprensiva o permisiva?

He buscado la definición de las dos palabras.
Comprensivo,va: Que tiene facultad de comprender o entender una cosa.
Permisivo,va: Excesivamente tolerante, que concede con facilidad.
Lo que me ha llevado a buscar otras dos, y aquí uno de los significados de cada una.
Comprender: Encontrar justificados o razonables los actos o sentimientos de otro.
Tolerancia: Respeto hacia las opiniones o prácticas de los demás.

Yo quiero ser comprensiva, pero a veces me encuentro en la duda de si no estaré siendo demasiado permisiva. ¿Y qué es lo que me plantea esa duda? Pues ahora mismo pienso que no es el comportamiento de Rodrigo, ni los resultados que veo en mi forma de tratarlo, sino los desacuerdos a la hora de hacer con mi marido y, sobre todo, que creo que no estoy haciendo NADA como pensaba que iba a hacerlo.
Me gusta lo que hago y como lo hago, lo que leo y aprendo. Me parece mucho más sensato y respetuoso para con el niño que lo que pensaba antes de ser madre. Pero es todo tan diferente a lo que pensaba...
¿Y qué pensaba? Pues muy poco, o más bien nada, de lo que pienso ahora.
Me sorprendo de lo mucho que hago ahora, de cuánto tengo en cuenta al niño como persona, de las explicaciones que le doy, de mi interés por ponerme en su lugar en las situaciones que pueden resultarle molestas o complicadas, de lo que "aguanto" de él, ... y sobre todo me sorprendo de mi paciencia.
Y no tengo más paciencia que nadie, ni lo aguanto todo, ni mantengo la compostura en todas las situaciones, pero tengo tantísima más de la que esperaba que no puedo más que asombrarme.
Y no es que me preocupe, pero a veces me pregunto que pensará la gente ante tanta paciencia, la gente que piensa como yo pensaba antes. Porque viendo lo que hago (o que no hago como los demás) muchos pueden llegar a pensar que mi hijo me domina, que lo tengo demasiado en cuenta, que le dejo hacer lo que quiere, que le doy derechos de adulto, que para qué tantas explicaciones...

Siempre me ha gustado leer, y tengo preferencia por una librería en la que si no tienen lo que me interesa, me lo piden sin problema. Desde que nació Rodrigo, y por los temas que me interesan ahora, son muchos los libros que han tenido que pedirme porque en una librería pequeña no se pueden permitir tener muchos títulos que no sean comerciales. El caso es que he hecho cierta amistad con el dueño, o más que amistad, nos tenemos cierta confianza, y supongo que fué por eso por lo que un día se atrevió a decirme que "para que leer tanto (sobre crianza y educación, que es sobre lo que más leo), si al final todos salen iguales".
No me ofendió, y sin embargo me hizo mucha gracia. "Es evidente que todos no salimos iguales, no somos iguales. Y yo estoy convencida que la forma en la que nos crían tiene mucho que ver en cómo somos de mayores, porque sino, todos seríamos iguales".
Yo sigo comprando libros allí, y el señor no ha vuelto a hacer ningún comentario al respecto. Creo que con los años hemos llegado a conocernos lo suficiente como para saber que sobre este tema pensamos diferente, y eso que creo que lo que comento más arriba es la única conversación que hemos tenido sobre el tema.

Algo que me hace pensar estos días en mi forma de hacer es que Rodrigo está especialmente movido, rebelde, agresivo, poco tratable,... Y cuando está así es más fácil que su padre y yo tengamos opiniones diferentes en como tratarlo, como afrontar la situación.
Pero bueno, ya se sabe, cuando las cosas van bien, cuando no hay problemas, todo se ve de mejor manera.