lunes, 24 de septiembre de 2012

No le gusta. Y punto

Este año Rodrigo ha empezado el curso sin llorar (tercero de infantil), contento y "emocionado por ver a sus compañeros", según sus palabras. Pero hoy, después de dos semanas, ha entrado llorando al cole porque dice que no le gusta pintar...
Ya el miércoles pasado me llamaron del colegio para que fuera a buscarlo porque el niño decía que le dolía la garganta. Cuando llego al centro me comenta la profesora que al niño se la habían ido todos los males en cuanto se terminó el tiempo de pintar la ficha y pasaron a otra actividad, que había almorzado bien y que en esos momentos estaba tan contento jugando en el patio. Y que además había tenido la cara (sinceridad infantil) de reconocerle que no era cierto que le doliera nada, pero que había vuelto a intentar engañarla otra vez en cuanto volvieron con la ficha de pintar.
No me gustó esto, me preocupó y me sigue preocupando por varios motivos. Se que está experimentando, probando la manera de no hacer cosas que no le gustan, pero no me gusta nada que utilice la mentira, aunque estoy segura de que todavía no entiende lo grave que puede ser mentir.
Tampoco me gusta que algo como pintar (o cualquier cosa) suponga para él una actividad tan dura como para llorar.
Tampoco me gusta la sensación que me queda de que tendría que hacer algo, aunque no sé el qué.
Cuando recogí al niño del cole le pregunté como todos los día qué tal le había ido, y porqué tenía mala cara. Él, como siempre sin  muchas explicaciones, me dijo que habían tenido examen de pintar, y que no le gustaba. Yo le dije que lo hiciera lo mejor que pudiera y ya está, y que a veces tenemos que hacer cosas que no nos gustan demasiado. Él me dijo que el examen no le preocupaba, pero no le gustaba pintar y punto.
No le comenté nada de que había ido al colegio porque la profesora me había dicho que le dolía la garganta, preferí hablarlo primero con su padre, además de que si quieres que te escuche y esté receptivo tienes que elegir muy bien el momento en el que hablarle.

Después de hablarlo, su padre y yo convinimos en explicarle que no está bien mentir para no hacer algo, y que no hay que fingir estar enfermo. Así que mientras nos preparábamos para irnos a dormir le comentamos que su profesora nos había llamado y lo que nos había contado, y que si era cierto que había mentido para no hacer la ficha. Y nos reconoció, como hizo con la profesora, que no estaba malo, pero que no quería hacer la ficha...
Y en ese momento aproveché para contarle el cuento del niño aquel que se aburría mientras cuidaba el rebaño y gritaba diciendo que venía el lobo, cuando en realidad era mentira... Y después le expliqué lo que ya le he dicho tantas veces: que en ocasiones tenemos que hacer cosas que no nos gustan tanto como otras, pero que intente hacerlo más llevadero pensando que eso será un momentito, y que después vendrá algo que le gusta más.
Cuando ya parecía que habíamos sorteado el problema, tanto que incluso se rió muy a gusto con el cuento y me aseguró que había entendido que no estaba bien mentir porque sino el día que dijera la verdad no le creería, en el momento de estar con las luces apagadas y abrazados, empieza a llorar y a decirme que al día siguiente no quería ir al cole porque no le gusta pintar, que había examen y tenían que pintar un tren muy grande, con muchas cosas.
Nos levantamos y fuimos a buscar algún libro de los muchos que tiene para pintar, cogimos colores y casualmente encontramos un tren. Le dije que mirara el dibujo y pensara cuántas partes le parecía que tenía (tres: máquina, vagón y ruedas), que en vez de ver el tren entero, con todas las cosas, pensara por partes, y las fuera pintando una por una. Entre los dos fuimos pintando,cada uno eligiendo la parte que quería pintar, y parece que algo le alivió, ya que cuando llevábamos medio tren dijo que ya estaba bien, que nos íbamos a dormir. A la mañana siguiente lo fuimos comentando de camino al cole y parecía que, al menos de momento, había encontrado la manera de no agobiarse.
Pero eso era la semana pasada, hoy ha sido cuando ha entrado llorando porque no quería pintar...





sábado, 8 de septiembre de 2012

Madres monotemáticas

Tienen razón mis amigas, las que no tienen hijos, en que las que los tenemos no hacemos más que hablar de ellos.
Pero creo que es inevitable, y que a todas las madres nos pasa (por lo menos a las que yo conozco), que incluso esos ratillos en los que estamos sin ellos, sin querer acaban siendo nuestro tema de conversación. Y por supuesto, siempre los llevamos en el pensamiento.
Desde que somos padres, alguna vez mi marido y yo nos hemos ido a comer o cenar solos, no demasiadas, pero alguna. ¿Y de quien hemos terminado hablando? Pues de los niños, jejeje...

Y para muestra de lo monotemáticas que podemos ser las madres, este blog y otros muchos, y estupendos, que hay en la red.
No recuerdo cómo llegué a los blogs, cómo encontré esta fuente de información, de descubrimiento y desahogo que nunca se acaba, y que cada día me descubre alguno nuevo. Y aunque no todos los que leo tratan sobre lo mismo, para qué engañarnos, el 99% de los blogs que sigo están escritos por mujeres, madres que hablan de su vida con hijos, de la maternidad, de la educación, de todo lo que gira alrededor de esas personitas que consiguen poner patas arriba nuestras vidas.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Contar hasta diez

No siempre tengo la paciencia y la lucidez necesaria para aplicarlo, pero he comprobado que si desde que le pido a Rodrigo que haga algo, hasta que él lo hace, le diera de tiempo lo que a mí me cuesta contar hasta diez (o quince, o veinte a veces), evitaríamos muchos nervios, enfados y conflictos innecesarios.
Y es que no entiendo cómo espero que haga lo que le digo antes de YA, cómo espero de él una capacidad de reacción que no tiene ni mi propio marido.
Y la mayoría de las veces, cuando hablamos entre nosotras y decimos de nuestros hijos que si "tiene el día torcido", que si "se ha levantado con el pie izquierdo", que si "está raro", creo que no son ellos, que somos nosotras las que no gestionamos bien ciertos momentos y nos faltan recursos para salir airosas de ciertas situaciones.
Poco a poco consigo tener presente este truco (el de contar hasta diez), pero aún así hay días en los que él me gana y con lo de contar no hay suficiente. Hay días en los que  no me tendría que haber levantado de la cama, en los que todo me sabe mal y cualquier reacción de los niños que contraríe lo que yo quiero me la tomo como un desafío por su parte.
Porque, ¿y esas veces en las que le dices al niño que deje de pegar golpes en la pared y él te mira, da un golpe más, y después te dice "vale"?
Porque a veces no somos un niño y un adulto, a veces somos dos niños peleando por tener la última palabra...

jueves, 6 de septiembre de 2012

Cuatro años después del destete

Anoche Rodrigo me pidió teta.

Como todas las noches, nos fuimos a la cama su hermano, él y yo, los tres juntos.
Unas noches leemos un cuento, otras apagamos la luz y contamos una historia y otras noches es demasiado tarde para el cuento y la historia, pero aún así, tardamos bastante en dormirnos porque jugamos, nos abrazamos, intentamos que el pequeño no nos pise mientras baja de la cama y vuelve a subir...

Cuando Rodrigo se destetó, estuve tanto tiempo intentando que volviera a cogerse al pecho, que creo que lo único que conseguí fue agobiarle, ya que cada vez que lo cogía para intentar darle teta me apartaba con los brazos estirados. Ha sido después de mucho tiempo, y muy poco a poco, que ha vuelto a sentir interés por mis pechos, a tocármelos o jugar con ellos. Y también ha sido a raíz de nacer Gonzalo, de verme darle pecho y verme las tetas todo el día a todas horas, que ha vuelto a tener "una relación normal" con esa parte de mi cuerpo.

Muchas veces, mientras Gonzalo mama, se acerca a nosotros y se acurruca sobre mí apoyando su cara en el pecho que está libre, mientras acaricia la cara de su hermano y me dice que le gusta estar conmigo. Algunas veces le digo si quiere teta y me dice que no, que ya es grande y que sólo toman teta los bebés.
Pero anoche no tuve que ofrecérsela, fue él quién me dijo que quería teta. Se metió el pezón en la boca, intentó succionar y se enfadó porque dijo que no salía nada. Intenté explicarle cómo hacer para sacar la leche y dijo que no, que lo hacía como yo decía pero que no salía nada. Decir que el enfado le duró muy poquito. Pronto volvió a abrazarse a mí.
Fue un momento muy tierno, mágico y a la vez curioso. Tenía casi ocho meses cuando se destetó y en diciembre ya cumple los cinco años.
Lo que busca en mí no es leche, lo tengo claro. Quiere calor, cariño, mimos, mamá... y eso lo ha tenido, lo tiene y lo tendrá siempre.

domingo, 19 de agosto de 2012

Razones humanitarias

Hablan de razones humanitarias para excarcelar a un preso que padece cáncer con metástasis.
Me pregunto que razones humanitarias tuvo él en cuenta para secuestrar a un hombre y tenerlo en un zulo durante 532 días, sin salir en todo ese tiempo y con la única luz de una bombilla.
532 días en un agujero húmedo de 3 metros de largo, por 2,5 metros de ancho y 1,8 metros de alto que solo le permitían dar tres pasos.
532 días durante los que sólo le daban de comer fruta y verdura, y el agua para asearse en el mismo orinal en el que tenía que hacer sus necesidades.
532 días durante los que el secuestrado perdió 23 kg, masa muscular y densidad ósea.
532 días que le dejaron el sueño alterado y la mente bajo el dominio del estrés postraumático, la ansiedad y la depresión.

No entiendo como aunque haya leyes, no hay excepciones en las que a mi parecer está tan claro que hay gente que no se merece ni un gesto de humanidad (aunque bien pensado ¿quién dice que la humanidad es buena?)
Este preso no se ha arrepentido de lo que ha hecho, está enfermo, se va a morir y punto. Ahora, como durante toda su enfermedad, está siendo atendido (como se atiende a las personas, y no como él lo hizo con el secuestrado durante casi dos años). Considero incluso que se le ha tratado mejor de lo que se merece.

Este tipo de cosas sacan a flote lo peor de mí  misma.



martes, 14 de agosto de 2012

Decepciones

Me había vuelto confiada, había vuelto a bajar la guardia y el tiempo me ha confirmado que no puedes confiar en cualquiera y, sobre todo, que no tienes que aceptar cosas que no te convencen de los demás (pensando que cada uno es como es, y que hay que aceptarlo como tal) a costa de no escuchar tus intuiciones.
Siempre había intentado mantener las distancias, no ilusionarme demasiado con las personas, pero el tener hijos había hecho que se despertara en mí una fe en la especie humana que he vuelto a descubrir no se merece.
Está claro que cada uno somos como somos, y que no podemos gustarle a todo el mundo, incluso, a estas alturas, acepto romper una amistad o relación porque no seamos compatibles, pero... no se, creo que no se lo que digo.

Estos días, no entiendo porqué, le estoy dando vuelta a las dos últimas decepciones que he tenido, y me doy cuenta de que aunque ya han pasado varios meses, todavía me duelen.

Yo tampoco quiero que empiece el colegio

Se acerca septiembre y parece que la pregunta obligada a los niños es "¿tienes ganas de que empiece el colegio?"
A mi chico mayor ya se lo han preguntado varias veces, sobre todo familiares a los que no ve muy a menudo y que deben de pensar que es la mejor pregunta para romper el hielo.
Hasta ayer no me había dado cuenta de lo que está calando esa pregunta en el niño, y cuánto le están haciendo pensar en el futuro. Por la noche, mientras se iban a la cama, le preguntó a su padre entre pucheros que si faltaba mucho para que empezara el cole, y al día siguiente a mí me dijo que prefería estar conmigo a estar en el colegio...
Creo que sus pensamientos y sentimientos respecto al tema son muy lógicos ¿quién no prefiere estar de vacaciones, no madrugar y tener todo el tiempo del mundo para jugar y no hacer nada que no te apetezca?
Pero que le entienda no quita que yo también empiece a sentir un poco de ansiedad al pensar en ese día que no tengo ningunas ganas de que llegue.
¡Y es que hace cuatro días estábamos impacientes porque empezaran las vacaciones y ya queda menos de un mes para empezar un nuevo curso!

Quiero hablar con él del tema. Que pueda explicarme qué es lo que no le gusta de volver al colegio, o qué es lo que prefiere de no estar en él. Quiero dejarle claro que lo entiendo, y que puede expresar lo que piensa y siente respecto al colegio.
Pero también quiero que empiece a aceptar (no me gusta demasiado la palabra) que durante nuestra vida haremos cosas que nos gustan mucho y otras que no nos gustan tanto, e incluso algunas que nos gustan poco, pero que tenemos que hacerlas.

De todas formas, conozco a más de uno, con unos cuantos años más que mi hijo, que daría lo que fuera para no ir a trabajar y quedarse en casa todo el día viendo la tele, jugando a la consola o sentado frente al ordenador. Así que parece que referente a las obligaciones no somos tan diferentes los adultos y los niños.

Se que me esperan días en los que me diga que no quiere ir al cole, que tiene sueño o que está enfermo. Y le   veré entrar a clase, con un par de lágrimas resbalándole por las mejillas, y preguntándome si vale la pena, sino sería mejor tenerlo para siempre en casa conmigo.
Y también habrán días en los que vaya saltando de alegría porque tiene gimnasia, porque llueve y puede meterse en los charcos con las botas de agua, o porque celebran el cumpleaños de algún compañero.

Estos dos años, al final de curso la profesora del niño nos ha dado un dvd con fotos de todas las actividades que hacen, y ahí puedo ver a mi chico tal y como es. En algunas fotos está de morros, no conforme con algo, pero en la mayoría está sonriente, haciendo alguna mueca y mostrando cara de niño feliz que disfruta con lo que están haciendo.

Tengo un recuerdo. Soy jovencita y es domingo por la noche, en el cine, y de pronto me asalta la angustia de que cuando acabe la película me voy para casa, a cenar, dormir... y al día siguiente es lunes y hay que volver al colegio.
Mis recuerdos del colegio no son ni buenos ni malos y mi época de estudiante la recuerdo sin pena ni gloria. Pero es cierto que aunque me arrepiento de haber dejado de estudiar, no quisiera volver a aquellos años. Y es que aunque en el colegio no estuviera mal, siempre estaba en casa mejor, con mi madre, o en la calle jugando, con mis amigos.

martes, 7 de agosto de 2012

Calor

Lo que menos me gusta del verano es el calor: prefiero el invierno, el frío. Llevo mejor lo de ponerme cuatro mangas para abrigarme, que estar sudando todo el día, lleve la poca ropa que lleve. También hay que decir que en la zona en la que vivo los inviernos no son nada duros, ni demasiado fríos, así que quién sabe cómo llevaría lo de vivir en un lugar en el que se pasan el invierno bajo cero y no pueden salir de casa.

Todo en la vida tiene sus pros y sus contras, y el verano no es diferente. Lo que pasa es que algunos de esos pros y contras han cambiado desde que tengo hijos.
Los contras (para mí) que no han cambiado son que como tienes las ventanas abiertas, se escucha todo lo de la calle como si lo tuvieras metido en casa, incluida esa moto que lleva el motor de un reactor en el momento más interesante de la película. O ir a comprar al supermercado de siempre y encontrártelo lleno de gente que está de vacaciones, que compran en grupo de no menos de cuatro, sin prisa, parándose en medio de los pasillos, y tomándose media hora para decidir si compran peras o manzanas...
Y algo que no me molestaba y que ahora puede ponerme muy nerviosa, son los niños que vienen a jugar al balón en mi calle, que es peatonal, a la hora que el pequeño duerme la siesta. Y ya se que el verano es para jugar en la calle, y que los niños son niños, pero no puedo evitar acordarme de sus padres cuando me despiertan al niño. ¡Y pensar que quizás el día de mañana será otra la que se acuerde de mí cuando sean los míos los que jueguen al balón!

Pero bueno, el verano también tiene muchos pros, muchos alicientes que hacen que sea la mejor época para otras muchas cosas, y de estas las que más me gustan son las que he descubierto, o las que me gustan, desde que tengo hijos.
Este es el segundo verano desde que Rodrigo empezó el colegio y disfruto mucho de tenerlo en casa y estar todo el día con él.
Esto me recuerda que el año anterior hubo mucha gente que me recomendó, incluso advirtió, de que como no apuntara a Rodrigo a alguna escuela de verano me volvería loca con los dos, que las vacaciones se me harían eternas. También me dijeron que al niño le hacía falta, que necesitaba seguir con la rutina de madrugar y de estar con más niños. Y no fue así. De hecho este verano se me está pasando rapidísimo, y valoro estos meses mucho más desde que Rodrigo va al colegio, porque está conmigo en casa. Y no, ni le hace falta madrugar ni estar con un montón de niños más que no conoce, ya tiene bastante con sus compañeros de clase durante el curso (dicho por él mismo).
Durante el día duerme la siesta si quiere, y por la noche nos vamos a la cama cuando tenemos sueño. Por la mañana, a no ser que tengamos que ir a algún sitio, se levanta cuando se despierta, y siempre de buen humor, ya que ha dormido lo que le hace falta.
Soy consciente de que podemos permitirnos estos horarios porque yo no trabajo, por eso lo disfruto mucho más. La única rutina es la que nosotros nos marcamos, e intentamos no tener muchos compromisos ni obligaciones, para poder hacer en cada momento lo que nos apetece. Además, siempre he pensado que el verano es para no madrugar, para ver dibujos, para jugar, divertirse, para descansar de todo lo que tenemos que hacer el resto del año, para estar de vacaciones...

lunes, 30 de julio de 2012

Lo que me había perdido

Rodrigo se destetó antes de los ocho meses. Gonzalo a cumplido año y medio y seguimos con la lactancia materna.
Una de las espinas clavadas que me quedaron cuando Rodrigo se destetó era no haber vivido situaciones "de niño grande que toma teta". Situaciones graciosas, simpáticas y llenas de complicidad.
Con Gonzalo estoy disfrutando mucho de la lactancia, y siempre me aparece un puntito de tristeza cuando pienso en lo bonito que hubiera sido llegar hasta aquí con Rodrigo.
Pero bueno, guardo muy buenos recuerdos de esos casi ocho meses con Rodrigo, y valoro mucho cada día que pasa y Gonzalo sigue tomando teta.

Con Gonzalo comparto momentos y me encuentro en situaciones que nunca hubiera pensado relacionadas con la lactancia: a veces me agobio un poco, otras me enfado, pero la mayoría las disfruto y las vivo con alegría y ternura.
A veces me agobio cuando tiene uno de esos días en los que no me deja ni ir al baño y en cuanto me pierde de vista empieza a llorar diciendo "tetaaaaa, mamaaaaa". O tengo las manos ocupadas con el cesto de la ropa y no veo ni dónde piso, y de pronto me hace un placaje agarrándome las dos rodillas y gritanto "teeeetaaaa". Últimamente, como quiere estar en todo, me pide teta, me siento para darle, y cuando me saco la teta se baja para hacer otra cosas. Entonces le dijo si quiere o la guardo, no me contesta, y en cuanto me tapo y me levanto viene a pedirme otra vez.
Otras veces me enfado porque me hace daño. Para según que posturas necesitaría que mis tetas fueran de goma y su cuello girara 360º. Entonces se mueve y se estira tanto que me da más de un tirón.
Pero sobre todo lo disfruto y me encantan los momentos que compartimos y las risas que me echo con él. Ya es él el que decide de qué teta quiere tomar, o cuando cambiar de una a otra. Me dice "ota" para cambiar de teta, pero hasta que no me tapo la primera no toma de la segunda. Y después dice "má", y vuelve a la primera. Todo esto entre risas y aplausos, y levanta los dedos índice para decir que tengo "do" tetas. Conmigo no se duerme sin la teta, pero si yo no estoy no tiene problemas para dormirse.
Algunas noches, cuando se incorpora, le enseño la teta antes de que diga nada, se coge y se vuelve a dormir. Otras, cuando yo no me he dado cuenta de que se ha despertado o está Rodrigo entre él y yo, viene a buscarme mientras dice dormido "teta, teta".
Hay muchos momentos tiernos, en los que está muy tranquilo mientras mama y me acaricia el otro pecho, la cara, el brazo, la barriga... o se duerme apoyado en mi hombro, o totalmente tumbado sobre mí, cuando estamos en la cama.
Además, estar mamando no le impide estar al loro de todo lo que pasa a su alrededor, y mira de reojo cualquier cosa que se mueva.
Y sobre todo, me encanta cuando llego a casa y me recibe con los brazos abiertos, una sonrisa de oreja a oreja y gritando "teeeeeeetaaaaaaaaaa".

Así que estoy encantada, disfrutando de la lactancia, de mi chico pequeño y del grande, que a veces se acurruca como puede en mi regazo mientras su hermano toma teta.

sábado, 28 de julio de 2012

Parece que ya están preparados

Los hijos crecen, poco a poco maduran y están más preparados para separarse de nosotras pero... ¿que pasa con las madres?
Estos días me estoy dando cuenta de que los necesito incluso más de lo que creía. De que estoy tan acostumbrada a ellos, a hacer lo que puedo con el tiempo y el espacio que me dejan, que estas mañanas en las que llego a estar hasta más de cinco horas yo sola, no sé que hacer ni cómo aprovechar el tiempo.
Esta semana en la que ya he perdido la cuenta (y la noción del tiempo) de los días que Rodrigo duerme en casa de los yayos, mi suegra a venido por la mañana  a llevarse también a Gonzalo a la playa. Se lo lleva antes de las doce y no lo veo hasta las cinco o las seis.
Es la primera vez que estamos tanto tiempo separados, que no está conmigo a la hora de comer.
Gonzalo ya tiene año y medio, y aunque sigue tomando mucha teta, come de todo sin problemas, pero hasta ahora nunca habíamos estado separados a la hora de la comida porque no había hecho falta. Y no es que estos días haya hecho falta, pero se ha presentado la ocasión y no ha habido ningún problema.
Ha tomado teta antes de irse, ha estado estupendamente en la playa, al medio día ha comido de lo que le han dado, ha dormido la siesta cómo y cuando ha querido, y no ha preguntado por mamá ni por la teta ni un momento.
Por lo menos, cuando me ve llegar, corre hacia mí y me dice "tetaaaaaa".

jueves, 19 de julio de 2012

Un sueño que se repite

Abandoné los estudios en BUP, después de haber repetido varias veces.
Muchos me dijeron que no lo hiciera, que me arrepentiría. Y aunque en aquellos momentos yo no pensaba que podía estar equivocada en algo de lo que estaba tan segura, me equivoqué, ellos tenían razón.
De vez en cuando tengo sueños relacionados con ese arrepentimiento. Sueño que vuelvo a matricularme, que estoy con gente nueva o de entonces, que hay exámen y no he estudiado, que no entrego un trabajo  a tiempo, que llego tarde...
Y siempre me despierto de esos sueños angustiada. Cierto es que en la misma mañana se me pasa la angustia, pero ya me paso el día pensando en que tendría que haberme esforzado más, haber aguantado unos años más, que tendría que haber terminado los estudios. Pero bueno, eran otros tiempos y yo pensaba en otras cosas y, por supuesto, no sabía todo lo que se ahora.
No es que tener estudios te arregle la vida necesariamente, pero es algo que siempre tendrás ahí, que es tuyo y puede servirte para hacer lo que te gusta.
Esta noche he vuelto a soñar con el tema, aunque esta vez quién llegaba tarde¡era Gonzalo! Tenía que irse de excursión con la clase y a mí no me daba tiempo de prepararle la mochila porque no encontraba nada de lo que necesitaba. Y mientras corría de aquí para allá pensaba en buscar el número de teléfono del colegio para decirles que le esperaran, que llegaría tarde pero llegaría.
¿Tendrá algo que ver que me acosté pensando en que esta mañana tenía que prepararle la mochila porque iba a venir su abuela a llevárselo a la playa? ¿Y por qué lo he mezclado con el sueño de los estudios?

miércoles, 18 de julio de 2012

Lo aprenden todo, hasta lo que no les enseñas

Hace meses que con Gonzalo hemos vuelto a "actividades" que ya teníamos olvidadas porque Rodrigo ya es mayor para según que cosas. Y sino fuera porque tengo la experiencia del mayor, no me creería que sirve de algo repetir las cosas 1000 veces.
Y lo que sirve, además de repetir, es dejar pasar el tiempo, porque poco a poco les van interesando otras cosas, y dejan de subirse a la mesa pequeña cada vez que tienen oportunidad para encender y apagar todas las luces de la casa, y después tocar todo lo que hay en las estanterías a las que antes no llegaban.
Es cierto que no hace falta pegar para que aprendan, que con repetir las cosas (las veces que haga falta) al final aprenden lo que se puede hacer y lo que no.

Queremos enseñar a nuestros hijos muchas cosas, todas buenas y de provecho. Sobre todo cosas que creemos le van a facilitar la vida y la convivencia con los demás. Podemos llegarnos a preocupar porque por más veces que les decimos que se pongan la mano en la boca cuando tosen, no lo hacen. Porque les hemos repetido mil veces que no griten, se metan el dedo en la nariz o porque no están quietos como clavos en la silla mientras comen.
Muchas veces, esas cosas que insistimos tanto en que aprendan, no son tan importantes, y al final acabarán aprendiéndolas igualmente. Y si les dejáramos el tiempo y el espacio que necesitan, nosotras no nos preocuparíamos tanto y ellos no se sentirían tan presionados.

El tener otra vez un bebé en casa me ha servido para ver al mayor desde otro punto de vista. Y el tener la experiencia de un hijo mayor me ha servido para tomarme las cosas con más calma con el pequeño.
Con Gonzalo tengo la seguridad de que todo lo que haga  y diga servirá de algo, porque eso me ha pasado con Rodrigo.
Con Rodrigo quiero disfrutar de lo que le enseño, de lo que aprende, y con lo que me sorprende cada día. Quiero dejar de preocuparme por detalles que con el tiempo se limarán poco a poco, para sorprenderme por esas cosas nuestras que están pasando a ser suyas.
Quiero tenerle en cuenta muchos detalles que son de agradecer, detalles que salen de él, como que hable en voz baja (todo un esfuerzo para él) si su hermano duerme, y no tirar de la cadena cuando hace pis para no despertarlo.
También hay cosillas que copia de nosotros y que nunca le hemos dicho que haga, como recoger el cinturón de seguridad del coche cuando se lo quita o, cuando me ayuda a barrer, quitar las pelusas del cepillo de la escoba con la mano.

Pero no todo lo que aprenden, aunque tú no se lo enseñes, es bueno. Durante esta semana, ante un momento de frustración, la reacción de Rodrigo me ha sorprendido mucho y, sobre todo, no me esperaba las palabras que ha utilizado. En dos ocasiones ha intentado hacer algo que no le ha salido a la primera, y en una de esas ocasiones dijo que era tonto, y en otra que era un inútil.
No es una actitud propia de nuestra casa, aunque sí de algunos adultos de nuestro círculo más cercano; pero   tengo claro que aunque aprenda cosas de ese tipo fuera, lo que cuenta es lo que vive día a día en su casa. Aunque reconozco que me ha sorprendido, y preocupado, que lo haya utilizado para referirse a él mismo.
Es normal que experimente, que utilice palabras y expresiones que aprende, pero claro, cuando es algo que no te gusta o crees que no es bueno para él, te llama más la atención.

De todas formas la sensación que me queda es de tranquilidad, de ánimo y de avance. Y sobre todo de alegría.

martes, 17 de julio de 2012

Cuando no hay relevo


Intento que no pase, pero hay días en los que "necesito" que mi marido venga a comer para aprovechar esa hora y media en la que puede echar un ojo a los niños mientras yo me ducho, subo a la terraza a tender la ropa, o quiero hacer alguna de las cosas que se hacen más rápido y mejor sin niños de por medio.
Y aunque intento que no pase, hay días en los que, inexplicablemente, se tuercen las cosas de tal manera que espero las dos y media del medio día en candeleta.
Normalmente el papi llega a comer, yo hago lo que tengo que hacer y todos contentos. Pero también me ha pasado que algunos de esos días no ha venido; media hora antes de lo que suele llegar me llama para decirme que hoy no come en casa. Y ese día, si parecía que las cosas no podían ir peor, pues sí que pueden hacerlo...
Y es esos días, sobre todo, cuando me acuerdo de las madres (también habrá algún padre, pero la mayoría siempre son madres) que no tienen relevo. Que ya sea por lo que sea, no disponen de esa hora y media para delegar, que al final del día no tienen a nadie con quien comentar la jornada o tomar la decisiones importantes para el futuro de los niños.
Supongo que pueden ser infinitas las circunstancias que lleven a una madre a criar sola a sus hijos. Sola porque no tiene a nadie, sola porque aunque lo tenga es como si no lo tuviera, sola porque lo ha elegido, sola porque no le han dado opción a elegir.
Yo cuento con mi marido, con mis padres, con mi hermano, con mis suegros cuando están, incluso tengo amigas que se me harían el favor de ocuparse con los niños en un momento puntual, pero... ¿y quién no tiene nada de todo eso? Tiene que ser duro, muy duro.

lunes, 25 de junio de 2012

Nuestros colores

Estamos en crisis, España se hunde.
Cada vez más familias se encuentran con que tienen que dejar la casa por la que han trabajado durante toda su vida porque no tienen trabajo para poder pagarla, hay gente que tiene que ir a comedores sociales para poder comer, y mientras yo todavía no me he acostumbrado a ver por lo menos dos veces al día a alguien hurgando en los contenedores de la calle, mis hijos ya están acostumbrados a esa imagen porque están creciendo con ella.
Normalmente parece que nos avergonzamos de ser españoles, nadie lleva una bandera de España o combina el rojo y el amarillo por si piensan que está orgulloso (o que al menos acepta) de nacer en el país que ha nacido.
Pero este fin de semana todo es diferente. Nuestros héroes son personas que dudo tengan dificultades para llegar a fin de mes. Viajamos donde haga falta para ver un partido de futbol o una carrera de Fórmula 1. Compramos deprisa y corriendo una bandera de España para poder lucirla en el balcón y nos pintamos en la cara los colores de guerra de los que normalmente nos avergonzamos. Este fin de semana, todos somos españoles y nuestros corazones son del mismo color.
No creo que esté mal olvidarse de lo malo de vez en cuando, pero es que me desconcierta ver lo que parece que nos une.
En estos tiempos inciertos en los que el futuro solo se pinta de color negro, me cuesta olvidarme totalmente de lo mal que están las cosas para sentir algo que yo ya siento normalmente: soy española, para lo bueno y para lo malo, y no quiero hundirme en lo que no hacemos bien, quiero mejorar lo que no me gusta y disfrutar de lo bueno que tenemos.

jueves, 7 de junio de 2012

¡Me lo pasaré bien!

Hoy Rodrigo iba muy contento al cole.
Es jueves, tiene gimnasia (asignatura que al final de mi vida escolar pasó a ser educación física y a la que ahora la llaman psicomotricidad) y ese es un aliciente importante para él. Le encanta el ejercicio físico, moverse y todo lo que tenga que ver con utilizar el cuerpo de manera activa, muy activa.
Todas las mañanas, cuando me despido de él en la puerta del colegio, le digo que se divierta o que se lo pase bien. Hoy le he dicho "¡Hasta luego!" y antes de completar la frase me ha respondido con un "¡Me lo pasaré bien!"
Pues eso espero, que entre normas, fichas, hora del patio, almuerzo, hacer fila para entrar a clase y demás, también se lo pase bien.
Bueno, y también espero que aprenda, no vayáis a pensar. Pero lo primero es lo primero, que niño sólo se es una vez y se recuerda toda la vida.

lunes, 7 de mayo de 2012

Nada es lo que era

Hay días y fiestas que acaban convirtiéndose en un negocio: el día de los enamorados, el del padre, el de la madre... Algunos parece que surgen de la nada, que nunca han hecho falta y de pronto te encuentras celebrando algo que no sabes muy bien para qué sirve. Otros siempre han estado ahí.
Recuerdo haber hecho manualidades en el colegio para regalar a mi padre y a mi madre, a cada uno en su día. Incluso ya más mayorcita, hacer yo por mi cuenta tarjetas diciéndole cuánto les quería y admiraba. Ya de más mayor, cuando empezaba a tener algo de dinero ahorrado de mis pagas semanales, les compraba cosas típicas de ese día, como los platitos dedicados al mejor padre o a la mamá mas guapa del mundo.
Ahora soy yo la madre, pero las cosas han cambiado mucho desde entonces.
Hay que decir que ni mi marido ni yo somos demasiado detallistas en estos días tan concretos. Pensamos que somos padres 365 días al año, y que seguiremos enamorados el uno del otro lo que nos queda de vida. Aún así, para que mentir, me hacía ilusión pensar que algún día mis hijos me traerían un regalo hecho en el colegio para ese día.
Celebran otros días y, además de explicarles en qué consisten, traen manualidades hechas por ellos relacionadas con el tema: el día de la paz, de Santa Catalina, Sant Antoni, Sant Jordi... pero ya no hacen nada relacionado con el día del padre o de la madre.
No se desde cuando ni si es así en todos los centros, pero mi hijo empezó el colegio el año pasado y ya no hicieron nada. El motivo: que las familias ya no son lo que eran. También desconozco si fue una iniciativa del colegio o se tomó esa decisión porque algunos padres comentaran algo.
Nada es lo que era y todo cambia pero, personalmente, pienso que no ofendía a nadie mantener una actividad relacionada con ese día. Son de esas cosas que se hacen desde hace tanto tiempo que se convierten en tradición.
Ahora hay más libertad y es más normal encontrar familias en las que hay dos mamás, dos papás, en las que tu padre o tu madre cambia a menudo de pareja... y en las que como toda la vida, has tenido la desgracia de perder a alguno de tus progenitores porque a muerto. O simplemente porque tu madre ha decidido ser madre soltera.
Pero bien pensado, tiene que ser triste y difícil de entender para un niño estar haciendo un regalo en el colegio para alguien a quien no tiene para dárselo. Visto así, entiendo porqué han dejado de hacer el detalle para esos días.




domingo, 6 de mayo de 2012

Diez minutos más

Nunca me ha costado levantarme de la cama cuando suena el despertador. A mí eso de ponerlo para que vuelva a sonar más tarde y dormir unos minutillos más no me aprovecha nada; empiezo a dar vueltas en la cama y lo único que consigo es ponerme nerviosa.
Pero desde que tengo hijos, desde que duermo con ellos, todo es diferente. Ahora si que me aprovechan esos diez minutos más, pero no durmiendo.
Todas las mañanas, antes de levantarme, dedico unos instantes a mirarlos, a contemplarlos. Les tapo si están destapados, les beso la carita y acaricio sus manos. Me gusta ser consciente del gran regalo que tengo a mi lado mientras escucho sus respiraciones acompasadas. Meto mi nariz en su cuello para sentir ese olor a carne tierna tan característico de los niños pequeños.
Y me levanto contenta y feliz porque sé que esa misma noche volveré a dormir con ellos, y que a la mañana siguiente disfrutaré otra vez de esos diez minutos más.

martes, 24 de abril de 2012

Todo llega

Hay una mamá a la que me gusta mucho leer por la visión tan positiva y optimista que tiene de las cosas.
Hace unos días comentaba que su hija, al ser nacida en noviembre, todos los cursos los comienza un poco "justilla". Pero que al final consigue ponerse a la altura del resto de la clase.
Me alegra (y alivia) leer esto porque Rodrigo es de finales de diciembre y también va más justo que algunos de sus compañeros. Y es que se lleva casi un año completo con algunos de los niños de su clase.
Varias personas me han comentado que, en el caso de algunos niños, este "retraso" se nota durante todo infantil y a veces parte de primaria. Incluso han habido casos en los que les han recomendado repetir curso para ir a la par de sus compañeros.
Y me pregunto: en vez de matricular a los niños el año que cumplen tres años ¿no podrían hacerlo el curso en el que cumplen los tres años?

Creo que todavía es pronto para prever el futuro escolar de Rodrigo. De momento progresa adecuadamente, está dentro de lo normal. De hecho, las observaciones que nos hace la profesora en las evaluaciones tienen que ver más con el comportamiento (le cuesta esperar su turno a la hora de hablar, no suele sentarse bien...) que con la adquisición de conocimientos.

En lo que sí he notado más esa diferencia de edad entre mi chico y sus compañeros es en el comportamiento, en la comprensión y en la forma de actuar. Cuando son tan pequeños, esos meses de más o de menos pueden situarlos en etapas diferentes y a veces poco compatibles.
A mi chico se le unen varias desventajas: le está costando más que a la mayoría hablar bien y es más grande y fuerte que muchos de los niños de su edad. Estas dos "características" nos han hecho vivir situaciones un poco... incómodas; notas como la gente se queda extrañada ante reacciones de un niño que por aspecto físico esperas que hable mejor y tenga más edad.
De todas formas he aprendido que todo es cuestión de tiempo, que no puedes hacerles madurar más rápido para que estén al nivel del resto. De hecho, ahora me río de cosas que antes me preocupaban muchísimo y que no sabía si algún día llegarían.
Pero al final, todo llega.


jueves, 12 de abril de 2012

Un millón de primeras veces





Este fin de semana pasado, gracias a tres entradas que nos regalaron para la película "El Lorax. En busca de la trúfula perdida", llevamos a Rodrigo al cine por primera vez.
Era algo que teníamos pendiente y que no nos decidíamos a hacer porque, aunque estábamos dispuestos a no terminar de ver la película, no nos decidíamos por ninguna. Ninguna nos parecía que pudiera interesar lo suficiente al niño.
En esta ocasión no teníamos nada que perder, ni siquiera que elegir, ya estaba todo hecho. Así que el domingo por la tarde fuimos al cine sin saber cómo iba a resultar la experiencia. ¡Y fue estupenda! El niño estaba impresionado por el tamaño de la pantalla, y nosotros emocionados porque era la primera vez que íbamos al cine con él.
Además, la película y el "cacahuete peludo" (como llama él al Lorax) captaron su atención desde la primera escena. No paró de reír y de dar botes en el asiento, y bailó y cantó todas las escenas con música.
¡Así que repetiremos la experiencia!


Cuando tienes hijos todo se convierte en sus primeras veces: la primera vez que te mira, que sonríe, que le sale un diente, que gatea, que anda, que te llama mamá...
Y las primeras veces con ellos: la primera vez que vais con ellos de vacaciones, que vais al cine, al parque de atracciones...
Y así nos queda por delante una vida llena de primeras veces.

miércoles, 11 de abril de 2012

¿Estamos obligadas a trabajar fuera de casa?

Cuando hace cinco años me quedé embarazada y dejé de trabajar, poco podía yo imaginar cuánto iba a cambiar mi forma de ver las cosas.
Durante el embarazo empiezo a hacer planes aplicando todo lo que he aprendido sin darme cuenta gracias a la televisión, los comentarios y consejos gratuitos... Tengo claro que disfrutaré de las 16 semanas de baja por maternidad, pero que inmediatamente después volveré a trabajar dejándole el niño a mi madre para que lo cuide. Sin olvidarme de buscar guardería y tener la plaza guardada para cuando cumpla el año.
No le echo la culpa a nadie. Yo nunca dudé de lo que iba aprendiendo, nunca me planteé que había otra opción, que otra forma de hacer las cosas era posible. Simplemente me dejaba llevar y veía como normal lo que hacía la mayoría.
Ni que decir tiene que ahora no pienso así, y que al final tampoco fueron así las cosas.
Fueron pasando los días, las semanas y los meses de embarazo. Yo me encontraba estupendamente, me encantaba mi tripa, todo lo que estar embarazada significaba y sentir que había vida dentro de mí.
Cuando vi a Rodrigo por primera vez, cuando me lo pusieron sobre  mi pecho desnudo y pude notar todo su calor y humedad, que hasta un instante antes había sido también mi calor y mi humedad... mi vida dio una vuelta completa y nada volvería a ser lo mismo. Todavía recuerdo los ruidos, los olores y las luces de aquel momento.
A partir de ahí nada iba a ser como lo había imaginado, nada transcurrió según lo planeado. Los días se llenaron de Rodrigo, de momentos de caricias, de largos ratos contemplándolo, de horas y horas de pecho y leche.
Así que cuando llegó el momento de volver a trabajar me encontré con que no estaba preparada para separarme de él, que no quería dejar de darle el pecho y de verlo durante más de ocho horas seguidas por volver al trabajo. Por eso, y por un sin fin de razones más, decidí no volver al mundo laboral; elegí quedarme en casa, ocupándome de nuestro hogar y criando a nuestro hijo.
Entiendo y respeto que hayan madres que prefieran volver a trabajar, dejar al niño al cuidado de otra persona, y probablemente contratar los servicios de alguien para que les limpie la casa. También entiendo que habrán madres que no puedan elegir, que no tengan otra opción.

Un día surge el tema y se te ocurre decir que cuando a ti te llegó el momento de volver a trabajar te lo pensaste. Sopesaste las dos opciones y la que más te compensaba era la de trabajar en casa, ocupándote de tu casa, y pasando el mayor tiempo posible con tu hijo. Y para rematarlo les dices que no te arrepientes, que es lo mejor que podrías haber hecho.
Entonces llegan las preguntas y con ellas el sentimiento de culpabilidad y la duda de si estarás haciendo lo correcto. Pero, lo correcto ¿para quién? Te preguntan si llegas a fin de mes sólo con un sueldo, si no te vuelves loca todo el día en casa con los niños, si no sabes que un niño necesita estar con más niños, que necesita socializarse...
Evidentemente, aunque llego a fin de mes, lo hago mucho más justo con un sueldo que con dos. No podemos salir a gastar sin mirar los precios ni comprar nada que no sea necesario. Y ya os podéis imaginar que cambia mucho el concepto de necesidad cuando se tienen hijos. A veces sí que me vuelvo loca en casa con los niños, pero afortunadamente tengo a mi tribu, mi red de apoyo, mis amigas, que están en una situación como poco parecida a la mía y me escuchan y entienden. Y lo de que un niño necesita socializarse os lo puede explicar mucho mejor Armando que yo.
Curiosamente, con quien más violenta me siento hablando de este tema es con algunas madres que trabajan fuera de casa.
Mas de una vez hemos hablado varias madres de las que cosas que nos gustaría hacer si tuviéramos más tiempo, y después de algunas conversaciones  he llegado a la conclusión de que entre algunas madres de las que trabajan fuera de casa corre la creencia de que a las que no trabajamos fuera nos sobra el tiempo.
Cuando alguna vez he comentado que formo parte de dos clubs de lectura  me han llegado a decir que como no trabajo, tengo tiempo y puedo leer. Precisamente leer es una de las cosas que puedes hacer mientras das el pecho o estás en el baño haciendo tus necesidades, por ejemplo. Claro que si una de tus aficiones es pintar cuadros entiendo que no sea tan fácil encontrar tiempo. O igual es que mis hijos dan mucho trabajo, o yo me organizo mal, porque no encuentro por ninguna parte el tiempo del que hablan.
De todas formas este es un tema de esos en los que hay tantas opiniones como gente para opinar, y todas diferentes.

Tampoco está bien "quejarte" de tu situación. Si tu has elegido quedarte en casa con lo que ello conlleva, no te quejes, que tú has elegido. Nada de decir que necesitas tiempo para ti, ni respirar aire fresco para ver las cosas de otra manera ¿No tienes lo que querías?

Otras veces tengo la sensación de que no produzco, de que no soy de provecho para la sociedad. Que sino me incorporo al mundo laboral y al estilo de vida que más se vende es como sino contara para lo demás.
Y me pregunto: ¿seré la única que se siente así? ¿que siente la obligación de trabajar fuera de casa?



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sábado, 17 de marzo de 2012

Gente tóxica

Gente tóxica es el título de un libro escrito por Bernardo Stamateas.
Hace tiempo que sabía de este libro, que me llamaba la atención y que me apetecía leerlo. Ahora que lo tengo espero encontrar el tiempo para hacerlo.
He echado un vistazo a la introducción y me gusta lo que dice de que cada capítulo es independiente del resto, ya que cada uno está dedicado a una clase de gente: el envidioso, el manipulador, el quejoso, el orgulloso...
Por cierto, he buscado tóxico en el diccionario y dice:
tóxico,ca: (Sustancia) venenosa o que produce efectos nocivos sobre el organismo.
Y para asegurarme sobre nocivo:
nocivo, va: Dañino, pernicioso, perjudicial.

Y es que yo creo que siempre, en todas las épocas de nuestra vida, tenemos a gente tóxica cerca de nosotros.
Ahora, me gustaría saber si son tóxicos para nosotros por lo que ellos pueden hacer, o por el poder que nosotros les damos.
Si las circunstancias te permiten alejarte o no tener relación con alguien así, no hay problema. Lo complicado viene cuando esa persona es de tu entorno, cuando forma parte de tu círculo de amistades, cuando es miembro de tu familia o de la de tu marido...
Si no eres una persona decidida y sin pelos en la lengua que deja las cosas claras y los límites bien marcados, optas por ignorar a la persona en cuestión. Pero no siempre es fácil.

El tiempo y la edad nos enseñan a conocernos a nosotros mismos, y las desilusiones y los tropiezos a saber con quien queremos estar y con quien no.
Yo he cambiado con el paso de los años, y lo sigo haciendo. La maternidad, la vida que llevas cuando tienes hijos, "te obliga" a tomar decisiones y caminos pensando en el bienestar de esas personitas por las que darías la vida.
Así que ahora quiero a gente alegre, optimista y con ganas de vivir a mi alrededor. Quiero ver todos los colores que tiene la vida.
Necesito estar con gente que me de energía, sentir que recargo las pilas y los sentidos.
Quiero estar sin miedo a ser observada, criticada o corregida, reírme de mis equivocaciones y aprender de ellas.
No quiero gente mal pensada, negativa o controladora a mi lado. En la medida en que pueda evitarlo, no quiero relaciones en las que tenga que ir con pies de plomo.
No me interesa la gente que cree que lo sabe todo, que nada tiene que aprender y se dedica a corregir a los   demás. Esa gente que solo da por buena su opinión, y que piensa que la única manera de hacer bien las cosas es la suya. Que utilizan la buena acción de aconsejar para decirte lo que haces mal.

Pues eso, que voy a poner todo lo que esté en mi mano para seguir siendo feliz, rodeándome que quienes me hagan sentir así.

Bueno, y también hay que tener en cuenta que (cabe la posibilidad de que) nosotros también podemos ser tóxicos para otros ¿no?

miércoles, 22 de febrero de 2012

Poco tiempo y mucha pereza

Me costó mucho decidirme a escribir un blog.
Me apetecía contar y compartir experiencias, tener por escrito lo que pienso y siento en esta etapa tan importante de mi vida, pero no quería tener otra obligación a la que no poder atender.
Cuando por fin me decidí a escribirlo tenía muy poco tiempo, aunque muchas ganas, y ahora me encuentro con que tengo menos tiempo todavía. No es una excusa, es el motivo principal, aunque no el único, por el que escribo tan poco. El otro motivo, creo que tan importante (o quizás más importante todavía) como la falta de tiempo, es la pereza. Cuanto menos escribo, más me cuesta hacerlo cuando me pongo a ello; más me cuesta encontrar las palabras, el momento, y el ritmo que necesito para hacerlo. Y al final todo es falta de práctica.
Y por si fuera poco y me diera poca pereza ponerme a escribir, cuando me pongo a ello me encuentro con que tengo que instalarme Google Chrome porque mi navegador ya no es compatible con Blogger. Que como no tengo tiempo suficiente para estar frente al ordenador, no tengo narices de averiguar cómo centrar la imagen de cabecera que tengo en el blog. Y para colmo, como no estoy acostumbrada al nuevo aspecto de Blogger, ni me gusta ni me aclaro con él.

Pero bueno, aunque he empezado quejándome, tengo que reconocer que no todo es malo, ni mucho menos.
En casa estamos todos bien de salud, nos queremos y somos felices. Disfrutamos del tiempo que pasamos juntos y cada día está lleno de juegos y de risas, aunque a veces también de estrés y llantos.

Espero que esto sea el principio de algo que ya empezó hace tiempo, que pueda dejar la pereza de lado y arañar un poquito de aquí y otro poquito de allá para poder escribir más a menudo.