jueves, 31 de octubre de 2013

Discursos

Lo he leído, me lo han explicado y también lo he comprobado: a los niños no hay que "echarles" discursos o sermones. Si te extiendes en una explicación o una regañina se pierden pronto.
Pero aún así, aún sabiéndolo, y sobre todo cuando estoy enfadada, echo unos discursos de mucho cuidado.

Me pasa sobre todo con el mayor. Cuando tiene curiosidad por algo y me pregunta, y sobre todo si sé la respuesta, me lío a explicarle cosas sobre el tema, a darle opciones, a preguntarle si quiere que busquemos más información... y de pronto me doy cuenta de que en algún momento ha dejado de prestarme atención y yo ni me he enterado. Normal.
También me pasa cuando me enfado y quiero dominarme para no perder los nervios. Entonces parece que sustituyo los gritos o las malas maneras por una explicación detallada y prolongada de por que me siento así, por que creo que no está bien lo que ha hecho, por que... y bla, bla, bla...

miércoles, 23 de octubre de 2013

Totalmente de acuerdo, pero...


Estoy totalmente de acuerdo con esta reflexión, pero a veces es frustrante ver que nuestros esfuerzos no tienen frutos. Pero no es cierto, se por experiencia propia que todo esfuerzo tiene su recompensa, mi hijo mayor es la prueba y me lo demuestra todos los días, y aún así no puedo evitar sentirme triste y desilusionada.
Hay días en los que la paciencia y la comprensión brillan por su ausencia, en los que no consigo ponerme en su lugar y entender por qué actúa así. Hay que aceptarlos como son, no intentar cambiarlos, pulirles, en todo caso. Y no deja de ser un niño de casi 6 años, impulsivo, que actúa como siente y no se para a pensar antes.
Yo soy la que me tengo que parar a pensar y reconocer que en el fondo se parece a mí. No hace tanto que yo dejé las malas formas, de hecho todavía las utilizo, y siempre me arrepiento. A mi edad, mi modo de actuar lo veo como una forma de protegerme de las desilusiones, del daño que te pueda hacer la gente, pero a la suya...
No puedo pensar que a él le va a pasar lo mismo, somos parecidos, pero no iguales. No puedo dejar que mis miedos le marquen el camino, le coarten y le digan cómo no actuar. En cambio, dejaré que mi juicio le guíe y le muestre las consecuencias de sus actos, cómo repercuten en los demás y cómo eso puede influir en sus relaciones con el resto de la gente.

martes, 22 de octubre de 2013

A mí me ha gustado

Hace días leí esto y me gustó mucho.
Normalmente no suelo hacer comentarios ni leer los que los demás dejan en los blogs que leo, aunque me gusten mucho, pero en esta ocasión si lo hice. Y me gustó tanto lo que leí y me sentí tan identificada con algunas palabras que la verdad es que me sorprendió mucho que todo el mundo no pensara lo mismo.
Y aquí viene cuando tengo que recordar que todos no pensamos igual, y que lo que yo puedo ver de color blanco, otros lo pueden ver negro, o gris. Que igual que yo pienso, creo y estoy segura de que los demás están equivocados, ellos pueden pensar lo mismo respecto a mí.

Lo que más me gustó de todo fue la última parte: "Tan solo te pido un favor, si has de volver a mirar a mis hijos despectivamente mientras piensas que los tuyos son mejores, procura que yo no esté cerca, porque esa mirada me ha partido el corazón, y es que yo no lo haría, ya ves, esta madre, aunque imperfecta gasta algo de dignidad, y sobretodo... no escupas hacia arriba, no vayas a calcular mal la trayectoria y te caiga encima..."
¿Y por qué me gustó tanto esta parte? Pues porque siempre que vamos al parque hay alguna de esas, de las que te miran por encima del hombro, de las que miran con desprecio a los hijos de los demás. A algunas las conoces, a otras no, pero cada vez que coincides con ellas, desearías no haberlo hecho.






sábado, 5 de octubre de 2013

No son buenos tiempos para el amor

Hay días en los que la vida es estupenda, maravillosa, perfecta, hasta, para a quien le guste, de color de rosa.
Hace unos días que mi vida no es estupenda ni maravillosa, se aleja mucho de ser perfecta y tiene más de gris que de cualquier otro color. Y no se si es por casualidad, el tiempo, la edad, por solidaridad o decir tonterías, que hay muchas amigas a mi alrededor que estos días se sienten como yo, e incluso peor. He tenido épocas peores, pero eso no me consuela. No es la primera vez que estamos así, y el motivo es el mismo, cosa que me entristece y preocupa a partes iguales.
Me entristece porque cuando no estamos bien  nada me sale bien, no disfruto de mi vida en familia y todas las situaciones son forzadas. Me preocupa porque si con todos los años que llevamos juntos todavía no hemos conseguido superarlo querrá decir algo ¿que tenemos que seguir intentándolo o que no tiene solución y no vale la pena seguir? Deseo con todas mis fuerzas que sea lo primero.
Cuando estamos bien le quiero con toda mi alma, daría mi vida por él y no me la imagino ni un día sin estar a su lado, pero cuando estamos así... me pasan mil cosas por la cabeza que me hacen plantearme si los días buenos no son un espejismo.

miércoles, 2 de octubre de 2013

¿Por qué no puedo?

No se por que me cuesta tanto mostrar afecto. Desde siempre. Me cuesta horrores el contacto físico con cualquiera que no sean mis hijos y mi marido.
Soy capaz de sufrir por los demás más que cualquiera que se prodigue en besos y abrazos, pero soy incapaz de demostrarlo, ni con palabras ni con gestos.
No es nuevo, siempre me ha pasado, pero nunca me ha preocupado. Ahora no es que me preocupe, pero me pregunto el por qué.
Y después de todo soy afortunada porque siempre ha habido en mi vida alguien dispuesto a darme lo que yo no puedo dar en ese aspecto. Siempre he tenido un beso, un abrazo o unas palabras de afecto cerca... y eso me hace pensar que yo pueda ser egoísta, aunque no me sienta así. Y no me siento así porque no es que no quiera, es que no puedo.

martes, 1 de octubre de 2013

Pedir perdón no es suficiente


Antes de tener hijos no concebía la posibilidad de pedirles perdón.
Un día descubrí que se puede pedir perdón a los hijos. No solo que se puede, sino que se debe. Que como con cualquier persona hay que disculparse cuando se les ofende, se les falta al respeto o se les agrede física o verbalmente.
Yo no recuerdo que mis padres me hayan pedido perdón alguna vez, ni de niña ni de adulta.
Pero pedir perdón no es la solución, aunque me tranquiliza, me reconforta y estoy segura de que hago bien, lo que quisiera es conseguir dejar de hacer lo que hago, que es lo que me lleva a tener que pedirles perdón.
Quisiera tener la paciencia suficiente para no hacer algo de lo que después me pueda arrepentir, por que está muy bien saber pedir perdón, pero mejor estaría no necesitar pedirlo.

Ayer me porté muy mal con mi chico el pequeño. Ya por la tarde, a la hora de volver a casa después de haber comido en casa de mis padres, el camino fue estresante. Por el mayor no hay problema porque aunque iba con la bicicleta no cruza las calles sin mirar y se para cuando se lo digo. Pero el pequeño es otro cantar: además de que parece que vuela con la moto no se para cuando se lo pido y nunca sabes si va a cruzar la calle o no. Así que la vuelta fue una carrera constante (por mi parte), cargada de bolsas y gritando su nombre a casi cada esquina. Al final, como ya le había avisado, le quité la moto y lo dejé andando un rato por no pararse cuando yo lo llamaba. La reacción era de esperar: llantos y gritos pidiendo la moto.
En esos momentos mi nivel de tolerancia estaba bajo cero y lo único que quería hacer era llegar a casa, aunque sabía, y no me equivoqué, que eso no quería decir que la situación se arreglara. Nada más entrar al portal se puso a gritar, costumbre muy desagradable que tiene y que no hay manera que deje. Le pedí varias veces y de buenas maneras que no lo hiciera, que era muy molesto, que no se grita, patatín y patatán. Pero decidió hacerlo una vez más, y más fuerte, y ahí yo perdí los nervios.
Me arrepiento de mi reacción, de lo que hice, y la culpa fue sólo mía. Primero porque ni recordé ni tuve en cuenta en ningún momento que el niño ese día no había dormido la siesta, y ya sabemos los que pasa cuando los niños tienen sueño. Y segundo por todo lo demás: porque es un niño, porque yo había pasado casi dos horas sentada en el sillón del dentista mientras me reconstruían una muela y no me sentía bien, porque para él todo es juego, porque es pequeño y no tiene conciencia del peligro que supone cruzar una calle sin mirar, porque la sensación de libertad que da correr calle a bajo con una moto teniendo dos años y medio no da para pensar en nada más.
Le pedí perdón ¿pero de qué sirve?
Tengo claro que crecerá, que todo será más fácil, que "hará más caso", que entenderá mejor las cosas. Lo tengo claro porque tengo la prueba, porque tengo otro hijo mayor con el que también pasé momentos que creí no mejorarían y el tiempo me ha hecho ver que todo pasa, que crecen.


En mi contra a veces pienso que mi chico el pequeño me puede, que hace cosas que el mayor no hizo, que protesta más, que "hace menos caso", que me desafía. En mi favor pienso que estoy más cansada, que tengo que repartir mi atención entre los dos niños, que llevo muchas más cosas sobre mi espalda.
No es cuestión de buscar excusas, ni cosas a favor o en contra. No quiero tener que pedirles perdón porque no actúo bien. No quiero que me tengan miedo, que teman mis reacciones porque no puedo controlar la situación. No quiero sentirme así y no quiero que ellos se sientan mal por mi culpa.
Quiero poder pararme a pensar, tomarme el tiempo suficiente, el que ellos necesiten, y que la situación se solucione sin gritos, lloros, nervios, sentimientos de culpabilidad y, como siempre, pidiendo perdón.