miércoles, 18 de julio de 2012

Lo aprenden todo, hasta lo que no les enseñas

Hace meses que con Gonzalo hemos vuelto a "actividades" que ya teníamos olvidadas porque Rodrigo ya es mayor para según que cosas. Y sino fuera porque tengo la experiencia del mayor, no me creería que sirve de algo repetir las cosas 1000 veces.
Y lo que sirve, además de repetir, es dejar pasar el tiempo, porque poco a poco les van interesando otras cosas, y dejan de subirse a la mesa pequeña cada vez que tienen oportunidad para encender y apagar todas las luces de la casa, y después tocar todo lo que hay en las estanterías a las que antes no llegaban.
Es cierto que no hace falta pegar para que aprendan, que con repetir las cosas (las veces que haga falta) al final aprenden lo que se puede hacer y lo que no.

Queremos enseñar a nuestros hijos muchas cosas, todas buenas y de provecho. Sobre todo cosas que creemos le van a facilitar la vida y la convivencia con los demás. Podemos llegarnos a preocupar porque por más veces que les decimos que se pongan la mano en la boca cuando tosen, no lo hacen. Porque les hemos repetido mil veces que no griten, se metan el dedo en la nariz o porque no están quietos como clavos en la silla mientras comen.
Muchas veces, esas cosas que insistimos tanto en que aprendan, no son tan importantes, y al final acabarán aprendiéndolas igualmente. Y si les dejáramos el tiempo y el espacio que necesitan, nosotras no nos preocuparíamos tanto y ellos no se sentirían tan presionados.

El tener otra vez un bebé en casa me ha servido para ver al mayor desde otro punto de vista. Y el tener la experiencia de un hijo mayor me ha servido para tomarme las cosas con más calma con el pequeño.
Con Gonzalo tengo la seguridad de que todo lo que haga  y diga servirá de algo, porque eso me ha pasado con Rodrigo.
Con Rodrigo quiero disfrutar de lo que le enseño, de lo que aprende, y con lo que me sorprende cada día. Quiero dejar de preocuparme por detalles que con el tiempo se limarán poco a poco, para sorprenderme por esas cosas nuestras que están pasando a ser suyas.
Quiero tenerle en cuenta muchos detalles que son de agradecer, detalles que salen de él, como que hable en voz baja (todo un esfuerzo para él) si su hermano duerme, y no tirar de la cadena cuando hace pis para no despertarlo.
También hay cosillas que copia de nosotros y que nunca le hemos dicho que haga, como recoger el cinturón de seguridad del coche cuando se lo quita o, cuando me ayuda a barrer, quitar las pelusas del cepillo de la escoba con la mano.

Pero no todo lo que aprenden, aunque tú no se lo enseñes, es bueno. Durante esta semana, ante un momento de frustración, la reacción de Rodrigo me ha sorprendido mucho y, sobre todo, no me esperaba las palabras que ha utilizado. En dos ocasiones ha intentado hacer algo que no le ha salido a la primera, y en una de esas ocasiones dijo que era tonto, y en otra que era un inútil.
No es una actitud propia de nuestra casa, aunque sí de algunos adultos de nuestro círculo más cercano; pero   tengo claro que aunque aprenda cosas de ese tipo fuera, lo que cuenta es lo que vive día a día en su casa. Aunque reconozco que me ha sorprendido, y preocupado, que lo haya utilizado para referirse a él mismo.
Es normal que experimente, que utilice palabras y expresiones que aprende, pero claro, cuando es algo que no te gusta o crees que no es bueno para él, te llama más la atención.

De todas formas la sensación que me queda es de tranquilidad, de ánimo y de avance. Y sobre todo de alegría.

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