jueves, 30 de noviembre de 2023

El que venga detrás


Ilustración de MrN0Mbre (@mrn0mbre). Instagram

Se acerca el final de nuestra jornada y en lo único que podemos pensar es en el momento en el que todo lo que tenemos entre manos pasa a ser responsabilidad de otro, del que viene detrás.
El cansancio que conseguía ralentizarnos ha sido sustituido por la falsa ilusión de que los problemas desaparecen solo porque se los pasamos a otra persona.
Son tantas las ganas de estar en otro lugar que no somos capaces de ver que mañana volveremos y que nosotros también somos «el que viene detrás».
Maldeciremos cualquiera que sea la situación que nos encontremos antes de reconocer que nosotros hacemos lo mismo.
Y como siempre, en vez de dar ejemplo con un «no haré a los demás lo que no me gusta que me hagan a mí», cerraremos un círculo infinito con un «que se las arregle el que venga detrás».


lunes, 27 de noviembre de 2023

La piel fría


Imagen de Internet

Cuando el protagonista de esta historia acepta el puesto de oficial atmosférico en una isla remota durante un año no es por el sueldo. El resto no lo sabe, pero en realidad está huyendo y lo que busca es un lugar donde sentirse seguro. La primera noche descubrirá que se ha equivocado.

Esta novela no ha sido elección propia, era la que nos tocaba en el club de lectura para el mes de octubre. Como me ha pasado en otras ocasiones, he descubierto un gran libro que no hubiera leído sino haber sido por obligación.
He necesitado pocas páginas para engancharme a la historia. Algunas más para decidir que sería una lectura rara y darme cuenta que me recordaba mucho a El año de Gracia.

El título La piel fría me era familiar, quizás por la película basada en la novela, aunque no la he visto. Os dejo a continuación el enlace a la página por si tenéis curiosidad y os apetece verla.

Cuanto más breves son las descripciones más me gustan. Admiro ―y envidio― la capacidad de evocar una imagen tan clara y concreta con pocas palabras.

 «La luna llena manchaba de purpurina la superficie del mar».

«Temblaba como una hoja de laurel hirviendo en una olla». 

«Los rayos llenaban el horizonte en forma de raíces gigantes». 

«La luz solar que entraba por la grieta le retrataba los ojos como una máscara de carnaval».


Como curiosidad, si yo no lo he pasado por alto, no se menciona en ningún momento el nombre del protagonista que nos narra la historia. Sin embargo el que se repite una y otra vez es el del farero, Batís Caffó. Si os resulta familiar el nombre puede ser por las embarcaciones que se utilizan para inspeccionar las profundidades del mar, que se llaman batiscafo.
 
Hacía tiempo que la tensión de una historia no me atrapaba hasta incomodarme. La primera noche en la isla del oficial atmosférico pasé miedo, igual que él, porque estaba convencida de que no llegaría al día siguiente.

Me cuesta leer fantasía pero si la historia consigue atraparme al final la agradezco. Salir de lo lógico y racional puede suponer un respiro. Reconozco que al principio lo de las criaturas marinas con forma humana me ha hecho dudar en un par de ocasiones de seguir leyendo o no, pero estaba todo tan bien integrado que no he tardado en sentirlo como lo más normal del mundo. Y eso que en alguna ocasión he sentido que no entendía lo que leía, por contradictorio que parezca.
Esta es una de esas lecturas que incluso sabiendo que a la mayoría puede no gustar la recomendaría; si pudiéramos clasificarla en una categoría sería en la de «vale la pena darle una oportunidad».
 
Necesito dejar constancia de lo que más me ha sorprendido de la novela y para eso es necesario hacer spoiler. Estáis avisados.

Seguramente alguien lo haya visto venir, pero yo soy bastante lenta en esto de adivinar tramas y giros en las historias. Tampoco es nada del otro mundo ni un recurso novedoso y aun así me ha sorprendido que la novela termine como ha empezado. Descubrir que el farero era en realidad el oficial atmosférico anterior ha sido como entender de golpe a ese personaje y de paso comprender que todo se va a repetir.
Durante la historia es como si Batís Caffó tuviera momentos de lucidez, los menos, quizás en alguno de ellos se viera reflejado en el nuevo habitante de la isla y recordara cuando él estuvo en su situación. He terminado el libro dudando de quién es el verdadero protagonista de la novela.
Pese a que la historia se desarrolla en un ambiente hostil también hay momentos para la ternura, introducida de una forma tan sutil que casi me pasa desapercibida.  Entre ellos el final del libro, donde dedica el último pensamiento a triángulo, el niño citauca.
 
 

jueves, 23 de noviembre de 2023

Piedras en el camino


Imagen de Internet
 
Siento que cada piedra que lanzo hacia delante apartándola de mi camino pesa un poco más cuando la tengo que volver a levantar. Hay momentos en los que me maldigo por este sabotaje que me hago y del que ya ni me escondo. Algunos días me felicito por seguir, aunque cansada, levantando las mismas piedras una y otra vez. Ellas son duras pero yo cabezota.
Celebro conmigo misma cada una de esas piedras que levanto y si en vez de lanzarlas hacia delante las dejo a un lado del camino, perdiéndolas de vista, además doy un saltito con el puño en alto. 
Cuando me hablo, me cuido y me doy ánimos, siento que me hago fuerte para poder seguir enfrentándome a la piedras que me quedan y a las nuevas que puedan aparecer.  
 
 

lunes, 20 de noviembre de 2023

Inés Del Revés

Inés es una de esas personas que no recuerdo cómo descubrí pero que me alegro mucho de haberlo hecho. Seguramente YouTube me mostró algún vídeo suyo como sugerencia.
Por mi edad, que no por la suya, la veo como una niña. Me inspira ternura y a la vez admiración. Siento que es una chica tan normal y natural que en estos tiempos de filtros y redes sociales eso me parece extraordinario.
En agosto y como celebración por los 400 suscriptores de su canal propuso hacer un videopoema colaborativo juntando los versos que le enviáramos.
El resultado ha sido muy bonito y original. A continuación os dejo el vídeo y mis versos, que aparecen al final.
 
Verano imperfecto. Inés Del Revés
 
 
«Cuando aprendamos que el verano perfecto
siempre será el anterior,
disfrutaremos del verano imperfecto
que vivimos cada año.
 
Corremos hacia experiencias
que no cumplen nuestras expectativas
y es la distancia con ese velo extraño
la que nos hace apreciar el tiempo pasado». 

 

jueves, 16 de noviembre de 2023

Quererme a mí primero

Ilustración de @endmion1. Instagram

No siempre que me han pedido ayuda la he dado. Cuando he actuado así ha sido porque por las circunstancias y la persona creí que incluso le estaba haciendo un favor obligándola a enfrentarse a ese problema. Con el paso del tiempo y después de encontarme en situaciones parecidas he llegado a la conclusión de que yo no estaba preparada y es probable que no hubiera sabido qué hacer.
Las ocasiones en las que negué mi ayuda fue después de pensármelo mucho y tener en cuenta que esa persona había acudido a mí incluso antes de intentarlo ella. Y lo más importante, no era la primera vez que lo hacía.
Si por una parte negarme me pareció egoísta por otra supuso la solución a una actitud que con los años había dado por normal pero que me generaba presión y angustia.

He empezado esta entrada con el sentimiento de culpa rondándome y la intención de explicar que a veces no somos como los demás creen, que no los podemos ayudar solo porque así lo quieran. Ni nosotros somos tanto ni ellos tan poco. Pasar el marrón a otro a las primeras de cambio, sin haber intentado solucionarlo por ti mismo, se puede interpretar de muchas maneras: demostración ciega de confianza, dependencia extrema, comodidad o abuso. Entre otras.
Incluso con el alivio que me ha proporcionado escribir estas líneas la culpa sigue aquí. Supongo que es lo que tiene no hacer lo que nos piden las personas a las que queremos. Si con el tiempo este sentimiento incómodo no desaparece tendré que acostumbrarme a él porque no voy a renunciar a la paz que experimento cada vez que consigo quererme a mí primero.

lunes, 13 de noviembre de 2023

Quién me lo iba a decir




Cada vez que alguno de vosotros avisáis de que os vais a ausentar un tiempo o incluso de que dejáis este espacio no lo entiendo, pero lo agradezco. Y os odio, un poquito.
No lo entiendo porque siento que estáis dando unas explicaciones que no son necesarias, que podríais dejar de escribir sin más. Ya tendréis bastante con dejarlo como para además rendir cuentas.
Lo agradezco porque me he acostumbrado a vosotros, formáis parte de mi vida y llevo muy mal que me quiten algo que me gusta. Que me priven del placer de pasar, cuando me apetezca, un rato con vosotros.
Os odio, un poquito, porque me siento abandonada. Si tenéis el detalle de informar de vuestra desaparición me enfado, pero os comprendo. Cuando no avisáis me pilláis por sorpresa, os  voy echando en falta y después de menos.
Siempre he pensado que a mí no me pasaría, lo confieso. Que si desapareciera de aquí sería porque yo quisiera, no porque las circunstancias me obligaran a elegir desaparecer. Tengo la impresión de que sueno un poco dramática y eso que no es la primera vez. Pero sí es la primera que lo hago teniendo tantas amistades.
Me sorprendió que algunos preguntarais por mí, pero vuestra preocupación me templó el corazón y descubrí que me hacía falta. A nadie le hace daño una muestra de afecto espontánea, resultado de años de intercambio de confidencias y de encuentros que no piden nada a cambio.
¿Por qué me sorprendió? Porque siempre he sido así; siempre he pensado que es fácil olvidarme. ¿Por qué? Me esfuerzo en pasar desapercibida y no destacar. Y aunque hace ya un tiempo que no me importa que se me oiga, que se sepa que estoy aquí, no había previsto que esto es lo que podría pasar, que hubiera gente que me viera. Y pese a que es muy lógico pensar que si a mí me entristece dejar de leeros os puede pasar lo mismo conmigo, nunca contemplé esa posibilidad.

Me era más fácil entender que alguien abandonara el blog porque no le apeteciera escribir que porque no tuviera tiempo. Mientras lo escribo me digo a mí misma lo estúpida que soy, como si a lo largo de mi vida no hubiera tenido que dejar de hacer cosas que me gustan por falta de tiempo.
Ahora entiendo el porqué de quien ha tenido el detalle de dedicar al resto un «nos vemos pronto» o un «hasta siempre, ha sido un placer». También comprendo a quien decide no despedirse.

Creo recordar que me costó bastante elegir el nombre del blog, pero no podría haber sido más acertado. En trece años he cambiado mucho, pero mi capacidad de asombro sigue intacta en mí. No pasa día en el que no pueda decir «quién me lo iba a decir».
Me ha sorprendido haber desaprovechado el tiempo y no cumplir con los objetivos que me había marcado. No voy de sobrada, realmente creí que podría hacerlo.
Lo que no me ha sorprendido es echaros de menos, sentir que me pierdo parte de vuestra vida. Tampoco el alivio que he sentido al no poder pasar por aquí. Quizás es contradictorio, pero algo me dice que más de uno lo entiende.

Si yo fuera uno de vosotros sé lo que me diría, los consejos y ánimos que me dedicaría. Insistiría en la recomendación de no sentirme mal por no llegar a todo. Me recordaría que soy humana y que de vez en cuando se necesita parar, bajar el ritmo o lo que sea que el cuerpo pida.

Podemos desaparecer y al final todo el mundo se acostumbraría a nuestra ausencia, es triste pero cierto (quizás triste no, pero cierto seguro). Sí que de vez en cuando vendríamos a la mente de alguien, pero ¿cómo era aquello de que «no morimos mientras sigamos en el recuerdo de los demás?». Pues eso, aun así hay que tener en cuenta que en algún momento no quedará nadie que nos recuerde, por lo que será como si desapareciéramos tantas veces como personas nos hayan conocido, como si en realidad no hubiéramos existido nunca.

Recuerdo alguno de los blogs que en su día leía y dejaron de publicar. Sé que hay más, pero el tiempo ha conseguido que los olvide. De algunos llegué a conocer los motivos por los cuales se lo dejaban y de otros nunca supe si fue por algo importante o simplemente porque se cansaron.
Rectifico: también es importante dejar algo porque te cansas de ello, sobre todo si seguir haciéndolo es una obligación que te hace sentir mal.
Me agobia saber que volverá a pasar, que algunos de los que hacéis que todo esto sea más llevadero dejaréis este espacio, pero lo acepto aunque no lo lleve bien. Y hay épocas, como esta, en las que os entiendo mejor que nunca.
 
Las palabras, que tanto daño pueden hacer, siempre han conseguido darme lo que nada más puede hacerlo. Ya sean las que yo escribo o las que leo en vuestros textos y me dicen tanto de vosotros; de vuestras penas y alegrías, preocupaciones o logros, gustos y disgustos. Las de los libros que devoro y tienen el poder de llenarme, incluso las de los que no termino porque no son lo que necesito. Las que dejo, poblando libretas y hojas de papel que nunca faltan por casa, a la espera de encontrar otras con las que poder decir lo que quiero contar.
Nunca dejará de hacerme falta la palabra, aunque lo que me falte sea el tiempo para compartirla.

Quizás algún día esta se convierta en una casa fantasma llena de confidencias olvidadas y conversaciones trasnochadas. O simplemente desaparezca y no deje rastro de su existencia. De momento, mientras siga habitada, sois bienvenidos.