martes, 27 de noviembre de 2018

Todos en casa

Me gusta mucho la soledad: la necesito. Y en casa, cuando estamos todos, es difícil encontrarla. A veces me escondo, o lo intento, porque parece que lo intuyen, y en cuando desaparezco, me buscan.
Y no es lo mismo estar sola cuando los tengo cerca, que cuando no hay nadie en casa.
Me gusta acostarme antes que ellos y leer mientras oigo sus voces de fondo. En ese momento estoy sola, tranquila, pero los tengo cerca. 
También me gusta levantarme la primera, desayunar y dedicarme tiempo mientras ellos duermen. En ese momento también estoy sola, pero los tengo cerca.
Y así me gusta estar, en casa, todos juntos.

lunes, 26 de noviembre de 2018

¿Te gustaría saber qué día vas a morir?

¿Qué harías si supieras que hoy va a ser el día de tu muerte? ¿Te gustaría tener esa información?
En "Al final mueren los dos", de Adam Silvera, esto es posible.
Habla de un mundo en el que existe una organización llamada Muerte Súbita que te avisa por teléfono 24 horas antes de morir de que ese es tu último día. Nada más, y nada menos, porque no te da más detalles: ni cómo, ni cuándo, ni dónde.
Pensé que sería una historia superficial, sin interés ni trasfondo, pero me he equivocado. A mí al menos me ha gustado y sorprendido.
Mateo y Rufus se conocen en su último día a través de una aplicación llamada Último Amigo, gracias a la que los Fiambres (personas a las que les han comunicado que hoy van a morir) pueden encontrar a alguien con quien compartir sus últimas horas. Ninguno de los dos tiene más de 18 años, y los dos van a morir hoy: en principio es lo único que tienen en común.
Esta historia nos cuenta cómo 24 horas son suficientes para perder miedos, enamorarse, y vivir más intensamente en tu último día que en todos los anteriores.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Hay libros que necesitan más tiempo

Hay libros que, aunque no me dejan indiferente, no me acaban de gustar cuando termino de leerlos. 
Este es uno de ellos.


Pero como me ha pasado con otros, es de esos libros que cuanto más tiempo pasa después de haberlos leído, más te gustan. 
He tenido tiempo de pensarlo, de "verlo desde lejos", de mirarlo desde otra perspectiva, y me he dado cuenta de que es una historia triste, pero bonita. 
Al final del libro, cuando ya conozco toda la historia de Rosario y Milagros, me es más fácil entender su forma de ser y de actuar. Aunque no puedo quitarme de encima la idea de que esos nombres no deparan un destino fácil.

"Qué raros son los recuerdos que nos hacen disfrutar de una felicidad de la que no nos dimos cuenta y con la que no fuimos felices".

"Todos somos muy perspicaces a la hora de predecir el pasado, pero en el presente la mitad de las cosas pasan delante de nuestros ojos sin que nos demos cuenta de su verdadero sentido".

"A lo mejor tendríamos que haberlo hecho más profundo, Milagros, por seguridad -dije, utilizando ese plural absurdo que se emplea a veces cuando no has hecho nada".

"Los niños quieren a sus madres, aunque estén locas, aunque sean drogadictas, aunque sean borrachas, pero ese amor incondicional que todo lo perdona se acaba, como cortado de raíz, si la madre se quita la vida".

"La mañana en que enterramos al niño cada uno de nosotros rumiaba su futuro, ventilábamos al aire fresco nuestras intenciones más inmediatas. A Morsa no le hizo falta ponerme un ultimátum, ni pronunciar ningún discurso, ni declararse, ni dejarme. Fui yo, la que después de leer los Salmos, tomé la decisión. Le vi allí, de espaldas, con las manos en los bolsillos, de pronto me pareció un hombre al que podría llegar a querer o al que a lo mejor ya estaba queriendo. Pensé que hay cualidades en las personas que no apreciamos hasta que no las vemos actuar sin que ellas sean conscientes de nuestra mirada. Él no sabía que yo lo estaba mirando, así que no había ninguna afectación en su presencia, ni la sonrisa de medio lado, ni su afán de parecer interesante, no quería darme a entender nada con sus gestos. Estaba simplemente allí, entregado al paisaje, mirando, oliendo, pensando en el futuro, cogiendo el cigarro entre los dedos como antes lo hacían los hombres, con la brasa mirando hacia la palma de la mano, diciéndose a sí mismo, ¿a quién tengo yo en la vida? Deberíamos ver a las personas, pensé, cuando estas creen que no las miramos".
Así es como nos enamoramos, observando a la persona, descubriendo sin querer miradas y gestos que nos atrapan y dan calor al interior de nuestro cuerpo. Observando descubrimos a la persona que hay debajo de todo eso que el otro muestra porque piensa que nos va a gustar más, sin saber que para nosotros ya es perfecto como es.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Toallas a juego

En casa tenemos dos baños, y en cada uno de ellos están guardadas las toallas que les corresponde. Están ordenadas de forma que sea fácil, lógico e inevitable cogerlas de manera que hagan juego. O por lo menos eso creo yo.
Mis hijos y mi marido, ni por casualidad, ponen las del mismo conjunto, ni siquiera del mismo color. Es como si lo hicieran a propósito, como si el objetivo fuera poner dos toallas lo más diferentes posible entre sí. 
Yo necesito poner las que hacen conjunto, no puedo evitarlo.
Bueno, necesitaba. 
He tenido que hacer un ejercicio de contención y un duro entrenamiento mental para elegir, o mejor no elegir, las toallas que poner.
¿Y qué ha pasado?... ¡Pues nada!
¿Y de qué me ha servido el experimento? Pues de mucho. Y sobre todo para darme cuenta de lo poco importante que es que las toallas sean del mismo color.
Y quien habla de toallas habla de cosas más importantes, de como algo que para nosotros es necesario, para otros no. Que a veces hay que ceder un poco, ponerse en el lugar del otro, dejarse llevar, y permitir que cada uno haga las cosas a su manera.
Total, al final hay toallas limpias en el baño, que es lo que cuenta.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Demasiado largo para escribirlo

El martes de la semana pasada fue un martes de mierda. Un mal día que se empezó a estropear el lunes por la noche.
¿Y por qué espero ahora a escribirlo? Pues por lo que pasa siempre, que dejo pasar el tiempo, que busco las palabras, que no encuentro un buen momento... y al final el momento pasa.
Y es lo que siento ahora, que ya ha pasado todo, que no ha sido para tanto, aunque sigo pensando lo mismo. Y si me volviera a pasar (que pasará), volveré a sentirme igual.
De hecho empecé a escribirlo, a explicarlo, y me pareció demasiado largo, que iba perdiendo sentido mientras lo escribía, porque parecía que me estaba excusando.
Y bueno, que lo que en ese momento me pareció injusto, me sigue pareciendo igual, pero es lo que hay. Si no trabajas fuera de casa, estás para adaptarte al ritmo que marque la vida de los demás, y para improvisar ante cada cambio de última hora. 
Así que sí, sigo pensando que tenía todo el derecho del mundo a molestarme. ¡¡Ojo!! que digo molestarme, no enfadarme, ni cabrearme, ni indignarme.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Conversaciones de vestuario

Una de las conversaciones cruzadas hoy en el vestuario del gimnasio-piscina:
M es un mujer casada, con dos hijos, que también trabaja fuera de casa, pero ahora está de vacaciones. Hoy comentaba que se sentía mal si cuando estaba en casa se tomaba un descanso, si paraba para no hacer nada, si se sentaba a esperar a que llegara el niño del colegio y se quedaba dormida unos instantes... nadie le ha dicho que eso esté mal, pero ella no se siente bien.
A mí también me pasa, y pienso que al no trabajar fuera, "tengo todavía menos derecho" a tomarme esos descansos. ¿Me lo ha recriminado alguien alguna vez? Sí, yo.
Algún día tendré que volver a trabajar fuera, a llegar a casa cansada y seguir trabajando, y ahora pienso que entonces no me sentiré mal si descanso en casa, porque me lo habré ganado, porque he trabajado fuera. Por lo que ha comentado M esta mañana, veo que no será así.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

MIERDAS

Así, con todas la letras y en mayúsculas: MIERDAS.
Y es que no se les puede llamar de otra manera: ni cacas, ni excrementos, ni deposiciones...
Siempre hay cagadas de perros en la calle, siempre. Pero es que hoy me he encontrado un par de mierdas que nos las cago ni yo.
¿Y en serio que al dueño del animal de la igual dejar eso en la calle? Aunque sea por egoísmo ¿no piensa que puede pisarla él o cualquiera de su familia? ¿No le da asco? Porque perdona, una mierda da asco, sea de quien sea y por mucho que quieras al perro. Ahhhh, claro que le da asco, y por eso no la recoge. Pues oye, esto es como con lo de cambiarle los pañales a tus hijos: no gusta, pero hay que hacerlo.