domingo, 26 de septiembre de 2010

Ser diferente

Las diferencias nos hacen únicos, especiales, diferentes, al fin y al cabo. Un día lo descubres, y puede que no estés preparado para defender esas diferencias, para disfrutarlas, para aceptarlas.
Recuerdo cuando de jovencita buscaba pasar lo más desapercibida posible dentro de un grupo de jovencitas con la misma intención, así que el resultado era todo lo contrario.
Llevábamos todas el mismo estilo de ropa, de calzado, de complementos, de peinado,.... Vamos, como ahora cuando vas a la moda (y a la moda me refiero estar al día con lo último, lo más nuevo).
Quería que en casa se me respetara como persona diferente y separada de la familia, mientras que en la calle quería ser tan diferente que al final terminaba siendo como mis amigas, como el resto, como todas.
Si llamabas la atención por ser más alta, menos delgada, demasiado simpática, poco sociable,..., ya no sabías que hacer con eso.
Me costó tiempo, y considerarme adulta, para darme cuenta del tesoro que se tiene cuando se es diferente. Bueno, más que cuando se es diferente, cuando valoras lo que te hace diferente. Y me refiero a cosas tan tontas y banales como las nombradas más arriba, no a algo que pueda causar complejos o problemas graves en la persona que lo sufre.
Cuando eres joven buscas ser aceptada a toda costa, y eso es lo que te lleva a ser lo que eres, o a parecer lo que quieres ser. Afortunadamente llega un momento, y una edad, en la que te aceptas a tí, a tu cuerpo, a tus peculiaridades, y haces de ello una bandera, porque tú eres así.
Desde hace tiempo me fijo en lo diferente, en lo particular, y sigue siendo difícil encontrarlo. Sin embargo es más común ver rebaños (con todo el respeto) de niñas con un aspecto tan parecido que parece calcado, de niños con un comportamiento tan predecible que te los imaginas ensayando delante del espejo. Y me refiero a niñ@s sin ánimo de ofender, que yo también he sido una de ell@s. Lo que pasa es que ahora, en la lejanía, y con mi edad, lo veo como cosas de niños, cosas propias de la inocencia, de la edad del descubrir, de la emoción de lo nuevo.
Aunque todavía es pronto, todavía queda mucho tiempo, me pregunto de cuáles será Rodrigo: de los niños guapos y vestidos a la moda, de los que parece que no les interesan nada más que no sean los amigos y los videojuegos, de los deportistas, de los macarras,... O de los especiales, los únicos, de los que son como son a contra corriente, porque están seguros y orgullosos de sí mismos. De los que han recibido en su casa y su familia todo el respeto y el apoyo necesario para entender que ser diferente no es malo, que hay que respetar esas diferencias y, en todo caso, disfrutar de ellas, de la variedad que nos dá la vida.
Todavía es pronto.
Y para mí siempre será RODRIGO.

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