jueves, 14 de febrero de 2019

No es tan fácil

Otro borrador.

"No es tan fácil no castigar, no quitar privilegios, no sufrir las consecuencias...
Nosotros no utilizamos la palabra castigo, no castigamos (se supone), pero sí quitamos privilegios o dejamos que el niño sufra las consecuencias de ¿lo que hace mal, lo que no hace bien, lo que debería de hacer y no hace, lo que no debería de hacer y hace?; lo escriba como lo escriba suena mal. O mejor dicho, escriba lo que escriba, suena a excusa.
Yo pensaba que no es que lo hiciéramos bien, pero que realmente no lo hacíamos tan mal. No le decimos a los niños "estáis castigados con no ver la tele", pero si (por ejemplo) estamos jugando, toda la casa llena de juguetes y decidimos cambiar de activad, vale, pero primero vamos a recoger. "¡No queremos recoger!", responden, pues vale, no recojáis si no queréis, pero no se hará lo siguiente hasta que los juguetes estén recogidos. A ver, la situación no es exactamente así, ni tampoco siempre. Muchas veces terminan de jugar, o simplemente no terminan, les apetece cambiar de actividad un rato, hacen otra cosa, se queda todo por en medio, y no pasa nada, después lo recogen o vuelven a jugar con ello, pero en algún momento recogemos.
Normalmente, cuando llegamos por la mañana después del colegio, quieren ver la tele. Antes, si no se lavaban las manos nada más llegar, no la ponía. Unos días se lo tomaban mejor que otros, pero al final conseguimos que fuera una rutina y aunque casi siempre preguntaban si podrían ver dibujos al llegar, y yo les decía que cuando se lavaran las manos, había ocasiones en las que ni preguntaban, iban directos al baño a lavarse las manos. 
Pero llegó un día en el que, no recuerdo cómo fue, alguno de los dos dijo que no se quería lavar las manos mientras que el otro ya las tenía limpias. Como no me parecía bien dejar sin televisión al que se había lavado, ni iba a sacar del comedor al que no lo había hecho, le dije que vale, pero que con las manos sucias no iba a comer. Llegó el momento de la comida y aunque protestó porque se quería sentar a comer sin lavarse las manos no le dejé, y al final se las lavó y comió con el resto de la familia.
Aquí fui yo la que decidí que no era tan grave no lavarse las manos nada más llegar a casa, que con que las tuvieran limpias para comer, que para mí es lo importante, daba igual el momento en que se las lavaran. Y ahí empecé a aflojar, a darme cuenta que podía ahorrarme muchas discusiones, que muchas cosas, la gran mayoría, no tenían porque ser aquí y ahora".

Parece que hace un siglo de esto, que las discusiones de esos días serían para siempre, que  nunca harían o dejarían de hacer esas cosas en concreto... bien, pues puedo decir que hicieron o dejaron de hacer aquellas cosas en concreto, y que ahora son otras cosas las culpables de nuestras discusiones. 
Las discusiones, en algún sitio leí que son señal de convivencia, de resolución de conflictos, de una familia sana. Bueno, supongo que en su justa medida, y por lo que merece la pena discutir, claro.
Hemos aprendido, aunque no hemos terminado, a adaptarnos a las situaciones, a buscar otra perspectiva cuando lo que hacemos no funciona. A tener siempre presente que es pasajero, no para dejarlo estar y no buscar solución, sino para darnos cuenta de que es otra fase, otra etapa, tan necesaria como las demás.
Intento tener presente no hacer lo que no me gustaría que me hicieran, que una explicación enseña y se agradece, que un ataque retrae y pone a la defensiva. 
Intento vivir el presente, porque ya me he dado cuenta de lo rápido que llega el futuro, y de que el pasado a veces se olvida, aunque no queramos.


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