jueves, 21 de marzo de 2019

A veces me alejo

A  veces me alejo de todos, lo máximo que puedo. Estos días son una de esas veces.
No tengo muy claro el por qué, solo que no tengo ganas de nadie. Necesito encogerme sobre mí misma y lamentarme. También que me busquen, aunque me agobie, que me digan que me echan en falta, aunque lo dude, que se preocupen por mí, aunque tenga miedo de la necesidad de esa demostración.
Si me paro a pensar, prefiero llegar a la conclusión de que es una actitud provocada por mi inseguridad, y no por egoísmo.
No soy persona a la que le guste tener gente revoloteando a su alrededor, alabando y contemplando todo lo que hace. Pero sí que necesito, de vez en cuando, que me hagan saber que me aprecian.
Y bueno, pensándolo bien, sí que hay un punto de egoísmo. Teniendo en cuenta lo poco dada que soy a los cumplidos y muestras de cariño nunca me ha faltado ni lo uno ni lo otro. Los abrazos, ese contacto físico que tanto me cuesta y al que no le encuentro todas las propiedades que los demás predican, siempre han estado ahí.
Es fácil valorar poco algo que nunca nos ha faltado.
¿Por qué lo hago? Pues no lo sé, pero no me gusta: ni hacerlo, ni sentir lo que siento y que es lo que me lleva a esta situación.
Igual tiene una explicación más sencilla y menos profunda, tipo: las hormonas, la primavera, que estamos a mitad de mes...
Son esas cosas que no me gusta reconocer de mí misma. ¿Y qué cosas son esas? Inseguridad, necesidad, debilidad. A veces, lo único que saco en claro es que he perdido el tiempo. Otras, que es algo necesario por lo que tengo que pasar de vez en cuando.

A menudo necesito la soledad, y aun así tengo miedo a quedarme sola, a no tener a nadie a quien decir que me deje espacio, que me de tiempo. Y me siento como una niña pequeña que no sabe lo quiere, que patalea pidiendo algo y que, cuando lo consigue, sigue pataleando, aunque no sabe el por qué.

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