Después de 19 años (o eso creo) tomando la píldora anticonceptiva, he decidido dejarla.
Y no me apetece tener la regla otra vez, sufrir dolores, y notar la molestia de los tampones, pero el cuerpo me lo pide.
Empecé a tomar la píldora cuando empecé a salir con el que hoy es mi marido y el padre de mis hijos. Y la verdad es que no recuerdo por qué me decanté por ese método anticonceptivo y no otro.
Desde entonces solo la he dejado para quedarme embarazada, que además es algo que no me costaba demasiado. Así que si le restamos el tiempo de quedarme, el de estar, y el de después, quitamos dos años y medio, por lo que redondeando he estado tomando una píldora cada mañana, cada día de mi vida, durante 16 años y medio. Ahora mismo eso me parece demasiado tiempo.
Mis reglas siempre han sido dolorosas, largas y abundantes, así que cuando después del primer parto pasé a tomar una píldora anticonceptiva compatible con la lactancia que hacía que no tuviera la regla cada mes pensé que "para esto está la ciencia. No voy a volver a tener la regla en mi vida". Y vi recompensados mis miles de retortijones, mis horas de estar en la cama hecha un ovillo por culpa del dolor.
Pero poco a poco algo dentro de mí, primero en voz baja y después cada vez más alto, me iba diciendo que estaba cansada de la píldora, que aún con todo lo que ello conllevaría (me duele solo de recordarlo), quería volver a tener la regla.
Pero hay un antes y un después, un momento que marcó la diferencia, un clic que hizo que me decidiera a pedir a mi marido que se hiciera la vasectomía, algo que ya hacía mucho tiempo que se había ofrecido a hacerse.
El verano pasado, o el anterior, tuve anemia y el médico me recetó hierro durante unos meses.
Una mañana, como todas, me preparo la bandeja donde desayunamos en la cocina, con el café con leche, la píldora y la pastilla del hierro. Y en ese momento, ante esa visión de fondo verde con un vaso y dos puntitos blancos sobre ella, mi mente hizo clic. Y juro que pude oírlo.
Incluso me enfadé, en serio, y pensé que no estaba dispuesta a tener que tomarme dos pastillas cada mañana.
Ya ves, después de tantos años tomándome una pastilla ¿qué más daba que durante unos meses fueran dos? Total, si con la edad seguro que me tengo que tomar pastillas para otras cosas ¿de verdad compensaba dejar de tomar una pastilla que me evitaba sangrar y sufrir durante todos los meses, entre otras cosas?
Da igual, el clic había pasado, y la decisión estaba tomada.
Así que aquí estoy, mi marido con la vasectomía hecha y yo descubriendo cuánto puede una costumbre hacer raíces en nosotros sin darnos cuenta. Ayer, primer día que no me tomé la pastilla, tuve que esforzarme en no prepararla sobre la bandeja verde, al lado del café con leche, porque mi mente la buscaba, le faltaba algo.
Y qué cosas, antes de sangrar ya estoy empezando a "sufrir". Por varias razones no quiero volver a utilizar tampones y me he comprado una copa menstrual que estoy intentando aprender a utilizar antes de tener mi primera regla (no es la primera, lo sé, pero después de tantos años es como si lo fuera). Pero la verdad es que la experiencia no está siendo nada buena.
No me apetece (casi) todo lo que conlleva esta decisión, pero lo necesito.
Necesito olvidarme de tener siempre al día la receta de la píldora, ir a la farmacia, que sea lo primero en lo que piense a la hora de hacer la maleta si nos vamos fuera, que todas las mañanas sea lo que acompañe al desayuno...
He leído testimonios de mujeres que después de tomar la píldora durante muchos años al dejarla han descubierto que "no eran ellas", que ciertos aspectos de su vida estaban condicionados por las hormonas que estaban tomando.
De todos modos, compense o no, ahí voy, de cabeza a un mar de sangre, calor en el vientre y dolor en todo el cuerpo. O al menos eso es lo que yo recuerdo.
Quizás vuelva contando que ahora es diferente. Que ya no me duele tanto, y que he conseguido aprender a utilizar la copa menstrual, que ojalá hubiera dejado el píldora antes.
Desde entonces solo la he dejado para quedarme embarazada, que además es algo que no me costaba demasiado. Así que si le restamos el tiempo de quedarme, el de estar, y el de después, quitamos dos años y medio, por lo que redondeando he estado tomando una píldora cada mañana, cada día de mi vida, durante 16 años y medio. Ahora mismo eso me parece demasiado tiempo.
Mis reglas siempre han sido dolorosas, largas y abundantes, así que cuando después del primer parto pasé a tomar una píldora anticonceptiva compatible con la lactancia que hacía que no tuviera la regla cada mes pensé que "para esto está la ciencia. No voy a volver a tener la regla en mi vida". Y vi recompensados mis miles de retortijones, mis horas de estar en la cama hecha un ovillo por culpa del dolor.
Pero poco a poco algo dentro de mí, primero en voz baja y después cada vez más alto, me iba diciendo que estaba cansada de la píldora, que aún con todo lo que ello conllevaría (me duele solo de recordarlo), quería volver a tener la regla.
Pero hay un antes y un después, un momento que marcó la diferencia, un clic que hizo que me decidiera a pedir a mi marido que se hiciera la vasectomía, algo que ya hacía mucho tiempo que se había ofrecido a hacerse.
El verano pasado, o el anterior, tuve anemia y el médico me recetó hierro durante unos meses.
Una mañana, como todas, me preparo la bandeja donde desayunamos en la cocina, con el café con leche, la píldora y la pastilla del hierro. Y en ese momento, ante esa visión de fondo verde con un vaso y dos puntitos blancos sobre ella, mi mente hizo clic. Y juro que pude oírlo.
Incluso me enfadé, en serio, y pensé que no estaba dispuesta a tener que tomarme dos pastillas cada mañana.
Ya ves, después de tantos años tomándome una pastilla ¿qué más daba que durante unos meses fueran dos? Total, si con la edad seguro que me tengo que tomar pastillas para otras cosas ¿de verdad compensaba dejar de tomar una pastilla que me evitaba sangrar y sufrir durante todos los meses, entre otras cosas?
Da igual, el clic había pasado, y la decisión estaba tomada.
Así que aquí estoy, mi marido con la vasectomía hecha y yo descubriendo cuánto puede una costumbre hacer raíces en nosotros sin darnos cuenta. Ayer, primer día que no me tomé la pastilla, tuve que esforzarme en no prepararla sobre la bandeja verde, al lado del café con leche, porque mi mente la buscaba, le faltaba algo.
Y qué cosas, antes de sangrar ya estoy empezando a "sufrir". Por varias razones no quiero volver a utilizar tampones y me he comprado una copa menstrual que estoy intentando aprender a utilizar antes de tener mi primera regla (no es la primera, lo sé, pero después de tantos años es como si lo fuera). Pero la verdad es que la experiencia no está siendo nada buena.
No me apetece (casi) todo lo que conlleva esta decisión, pero lo necesito.
Necesito olvidarme de tener siempre al día la receta de la píldora, ir a la farmacia, que sea lo primero en lo que piense a la hora de hacer la maleta si nos vamos fuera, que todas las mañanas sea lo que acompañe al desayuno...
He leído testimonios de mujeres que después de tomar la píldora durante muchos años al dejarla han descubierto que "no eran ellas", que ciertos aspectos de su vida estaban condicionados por las hormonas que estaban tomando.
De todos modos, compense o no, ahí voy, de cabeza a un mar de sangre, calor en el vientre y dolor en todo el cuerpo. O al menos eso es lo que yo recuerdo.
Quizás vuelva contando que ahora es diferente. Que ya no me duele tanto, y que he conseguido aprender a utilizar la copa menstrual, que ojalá hubiera dejado el píldora antes.
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