Me gusta La Vecina Rubia.
Y aunque al principio solo veía de ella el color rosa y el brilli brilli, cosas que en un principio me tiran un poco para atrás, poco a poco han calado en mí los consejos del conejito ortográfico, los arcoíris y ese pelazo que sirve tanto para esconder cerebro debajo como para donarlo a personas que lo necesitan.
Porque, con todo lo que corre por internet, con esas influencias que no siempre son buenas y tenemos al alcance de un clic y sin salir de casa, me parece estupendo que alguien utilice la redes sociales para fomentar la buena escritura, la solidaridad y visibilizar lo que se siente cuando perdemos a alguien querido.
Y aquí están otra vez esas diferencias en las que tanto pienso, y esas cosas en común a las que prefiero prestar atención.
Me quedo con lo que me gusta de La Vecina Rubia. Lo que no me gusta, de lo poco que conozco de ella, no es lo suficientemente molesto como para no apreciar lo que compartimos.
Y aquí están otra vez esas diferencias en las que tanto pienso, y esas cosas en común a las que prefiero prestar atención.
Me quedo con lo que me gusta de La Vecina Rubia. Lo que no me gusta, de lo poco que conozco de ella, no es lo suficientemente molesto como para no apreciar lo que compartimos.
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