La convivencia conlleva aguantar ruidos molestos de los demás, y que ellos aguanten los nuestros.
El edificio de enfrente ha instalado una señal acústica y luminosa a su garaje. Cada vez que se abre la puerta un pitido te avisa durante 50 segundos. Lo mismo cuando se cierra. Alguien debe de trabajar a turnos, porque a las cinco y media de la mañana ya se oye el pitido.
Mis vecinos de enfrente viven más fuera que dentro de casa, y puedo saberlo porque cada vez que cierran la puerta pegan tal portazo que tiemblan las paredes. A las ocho menos cuarto de la mañana él acompaña el portazo con sus silbidos. Al medio día y por la noche, tirando a tarde, el portazo viene acompañado por las protestas de su hija. Como llegan tarde a casa, la niña ensaya tarde con el clarinete.
Mi vecino de arriba toca el piano, cosa que me encanta, casi siempre a la misma hora, sobre las siete de la tarde. Tiene una terraza grande en la que suele organizar cenas con amigos, con los que mantiene conversaciones animadas a veces hasta tarde. Es madrugador, por eso cuando yo no madrugo oigo la cisterna de su baño, que queda cerca de mi habitación.
Mis vecinos de abajo tienen dos niños y son ruidosos, como los míos. La niña es pequeña y casi todas la noches llora antes de dormirse. Algunas mañanas antes de irse al colegio también. Suelen acostarse tarde. Por lo menos el padre y el niño son aficionados al fútbol, y cuando gana su equipo el padre pega tales gritos y golpes que mis hijos se asustaron las primeras veces. Tienen un perro pequeño que cuando está solo no deja da ladrar, de igual que sea mientras trabajan durante el día que cuando salen de noche. La madre y yo tenemos algo en común: a veces gritamos a los niños.
Los vecinos de enfrente de mis vecinos de abajo son de fuera, pero jubilados, por lo que están aquí a menudo. Él es sordo, así que grita mucho cuando habla. Ella grita también para que él la oiga. Esta vecina y la del primero comparten un patio de luces (con los vecinos de los portazos que casi nunca están en casa) que está conectado a la escalera del bloque a través de ventanas grandes, así que aunque a nadie nos interese su conversación nos enteramos igual.
Nosotros somos cuatro en casa, y somos bastante ruidosos. Mi marido y mi mayor hablan muy alto, y el pequeño se pasa el día trotando de aquí para allá. También gritan cuando juegan juntos. Yo, como la vecina de abajo, también grito a los niños.
Yo tengo una vecina que está ensayando para la pasarela flamenca, todos los días a patir de la once de la noche
ResponderEliminarUfff...
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