Una conversación de las que surgen para salir del compromiso y romper un silencio incómodo puede hacer que te plantees una de las decisiones más importantes que has tomado hasta ahora.
No me sirvió de mucho todo lo que tenía planeado antes de tener hijos para cuando llegara ese momento.
De hecho, en mi caso, tengo que reconocer que soy de esas que cambiaron de opinión cuando tuvieron a su hijo en brazos. Que algo que no tiene que ver con la mente, con lo que no se puede razonar, me hizo plantearme si todo lo que había oído hasta ese momento era lo que quería para mi familia.
Tenía claro que para darle un futuro a mi hijo tenía que volver al trabajo lo antes posible, y que quien se encargara de su cuidado y educación tenían que ser guarderías y colegios, porque los abuelos lo iban a malcriar. No puse en duda que lo que hace falta para dar a un hijo todo lo necesita es dinero.
Nosotros cambiamos de opinión en el último momento, y decidimos cambiar esa decisión: creímos que lo que nuestro hijo necesitaba no era dinero, sino mi tiempo y mi presencia, mi disponibilidad absoluta.
En la conversación que nombraba al principio una conocida me comentaba que lo que ella y su marido hacían era pensando en el futuro de su hijo: a corto plazo querían que fuera fallero mayor infantil, y a la larga que fuera a la universidad. Para eso hace falta dinero, por eso ahora trabajaban todo lo posible y necesitaban ayuda o apoyo para ocuparse del niño mientras ellos trabajan. Invierten en su futuro.
Entonces yo lo pienso, y hay épocas en la que cuestiono diariamente nuestra decisión, porque quizás pensando en su presente no nos estamos ocupando de su futuro. O quizás precisamente estando ahora con ellos es cuando les estamos ayudando a reforzar su camino.
Esa conocida y yo, ellos y nosotros, hemos tomado una decisión de la que saldrán perjudicados o beneficiados nuestros hijos, el tiempo lo dirá.
Nosotros cambiamos de opinión en el último momento, y decidimos cambiar esa decisión: creímos que lo que nuestro hijo necesitaba no era dinero, sino mi tiempo y mi presencia, mi disponibilidad absoluta.
En la conversación que nombraba al principio una conocida me comentaba que lo que ella y su marido hacían era pensando en el futuro de su hijo: a corto plazo querían que fuera fallero mayor infantil, y a la larga que fuera a la universidad. Para eso hace falta dinero, por eso ahora trabajaban todo lo posible y necesitaban ayuda o apoyo para ocuparse del niño mientras ellos trabajan. Invierten en su futuro.
Entonces yo lo pienso, y hay épocas en la que cuestiono diariamente nuestra decisión, porque quizás pensando en su presente no nos estamos ocupando de su futuro. O quizás precisamente estando ahora con ellos es cuando les estamos ayudando a reforzar su camino.
Esa conocida y yo, ellos y nosotros, hemos tomado una decisión de la que saldrán perjudicados o beneficiados nuestros hijos, el tiempo lo dirá.
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