Están esas cosas que siempre nos dolerán más a nosotras que a ellos.
Están esas cosas que por más que intentamos comprender, por más que intentamos ponernos en su lugar, nunca podemos llegar a entender cómo puede dolerles tanto.
La vida está y estará llena de esas cosas. Las que nos duelen a nosotras y a ellos, las que nos duelen más a nosotras que a ellos, las que aunque intentamos entender, sólo las sufren ellos.
Daría lo que fuera para que no sufrieran nunca en su vida ni un solo desengaño, ni un abandono o un desplante; y aún así sé que no lo conseguiré, que no está en mi mano.
Pero está en mi mano que no lo sufran de mi parte.
Verlos desde fuera, desde lejos, es muchas veces sufrir. Y también disfrutar. Pero tengo más facilidad para el sufrimiento. Y tengo que aprender que mis reacciones y sentimientos no son los suyos. Que cuando los veo en una situación cabe la posibilidad de que lo que ellos sienten no sea lo mismo que yo sentiría. Que su reacción es diferente. Que su forma de desenvolverse sea otra.
Hay días en los que escribiría con sangre que ser madre es sufrir, por todo, por cualquier cosa, y aún así recomendaría a cualquiera que fuera madre. Y aún así no me atrevería a decirle a nadie que no tuviera hijos.
Por suerte la vida está llena de días, todos diferentes, y todos mezclados, así que tengo la certeza de que mañana será otro. Y no pido que sea mejor, solo quiero que llegue.
A veces pienso que sufrir por los demás es una manera de no enfrentarse al sufrimiento propio...