miércoles, 29 de mayo de 2019

Algunos libros, cuando los prestas, ya no vuelven

"Los libros tienen su orgullo; cuando se prestan, no vuelven nunca"
Theodor Fontane.

Hace muchísimo que leí esta frase, pero no la he olvidado. De hecho la he sufrido en un par de ocasiones. Siempre me digo que tengo que dejar de prestarlos, pero al final siempre caigo.
Si hablamos de libros o me piden alguna recomendación no puedo evitar ofrecer los que yo tengo si pienso que les pueden servir.
Ahora mismo tengo prestados uno a una amiga (que creo que ni se acuerda de que lo tiene) y cuatro a otra (que sí se acuerda y estamos pendientes de quedar para que me los devuelva).
Uno de los que presté y no me devolvieron es Al amigo que no me salvó la vida, de Hervé Guivert. Me lo volví a comprar, porque dejé de tener relación con la persona a la que se lo presté y no tuve ocasión de reclamárselo.
Y bueno, aunque no he aprendido a dejar de prestarlos, sí que he aprendido a reclamarlos cuando ha pasado un tiempo prudencial. Algo es algo.

Ayer fui a una charla cuyo tema era El físico en la adolescencia. Conociendo los trastornos alimentarios. Muchas de las cosas que se comentaron me sonaban porque ya había leído sobre ello, por eso al llegar a casa busqué un libro que recordaba tener sobre ese tema.
Tengo un par de estanterías llenas de libros y suelo recordar dónde está cada uno, más o menos, y de este libro me acordaba perfectamente del título, incluso de la portada.


Me costó encontrarlo porque llegué tarde a casa, sobre las diez, y todavía tenía que cenar. Además, hace relativamente poco hice limpieza y doné a la biblioteca algunos libros, con lo que al hacer espacio otros han cambiado de sitio. Así que a la segunda vuelta lo primero que pensé es que lo había prestado, pero no recordaba a quien. Me di cuenta de que iba acelerada, y pensando más despacio recordé que este no lo había prestado, que tenía que estar. Y estaba. 
Lo primero que suelo hacer cuando cojo un libro de los que tengo en casa es mirar la fecha que les escribo en la primera hoja, junto con mis iniciales, del día que me los compré o me los regalaron. Y este me lo compré en 1999. Además, también encontré, guardadas en la cubierta, un par de cartulinas llenas de apuntes. Así que la costumbre de tomar notas mientras leo me viene de lejos.

martes, 28 de mayo de 2019

¿Su presente o su futuro?

Una conversación de las que surgen para salir del compromiso y romper un silencio incómodo puede hacer que te plantees una de las decisiones más importantes que has tomado hasta ahora.

No me sirvió de mucho todo lo que tenía planeado antes de tener hijos para cuando llegara ese momento.
De hecho, en mi caso, tengo que reconocer que soy de esas que cambiaron de opinión cuando tuvieron a su hijo en brazos. Que algo que no tiene que ver con la mente, con lo que no se puede razonar, me hizo plantearme si todo lo que había oído hasta ese momento era lo que quería para mi familia.
Tenía claro que para darle un futuro a mi hijo tenía que volver al trabajo lo antes posible, y que quien se encargara de su cuidado y educación tenían que ser guarderías y colegios, porque los abuelos lo iban a malcriar. No puse en duda que lo que hace falta para dar a un hijo todo lo necesita es dinero.
Nosotros cambiamos de opinión en el último momento, y decidimos cambiar esa decisión: creímos que lo que nuestro hijo necesitaba no era dinero, sino mi tiempo y mi presencia, mi disponibilidad absoluta.

En la conversación que nombraba al principio una conocida me comentaba que lo que ella y su marido hacían era pensando en el futuro de su hijo: a corto plazo querían que fuera fallero mayor infantil, y a la larga que fuera a la universidad. Para eso hace falta dinero, por eso ahora trabajaban todo lo posible y necesitaban ayuda o apoyo para ocuparse del niño mientras ellos trabajan. Invierten en su futuro.
Entonces yo lo pienso, y hay épocas en la que cuestiono diariamente nuestra decisión, porque quizás pensando en su presente no nos estamos ocupando de su futuro. O quizás precisamente estando ahora con ellos es cuando les estamos ayudando a reforzar su camino.
Esa conocida y yo, ellos y nosotros, hemos tomado una decisión de la que saldrán perjudicados o beneficiados nuestros hijos, el tiempo lo dirá.

lunes, 27 de mayo de 2019

Cuando te regalan palabras

Hay descubrimientos que son regalos, o al menos yo así los considero.
Hace poco Alicia, de La mandrágora, me hizo un regalo sin quizás ella saberlo descubriéndome la palabra "nefelibata".
Aunque me dijo su significado no pude evitar buscarla en internet, y así llegué a una página en la que explican qué significan exactamente circunspecto, nefelibato y taciturno.
Así he descubierto que si tengo que describirme, podría decir que soy una persona circunspecta.

También considero un regalo descubrir que hay gente como Susy, que comparte mi poca pereza a la hora de buscar una palabra en medio de la lectura porque le llama la atención, sea por lo que sea.
Seguro que ella entiende el gozo que sentí cuando en el año 1997, con dinero de mis primeros sueldos, me compré "El pequeño Larousse ilustrado" de casi 1800 páginas.

domingo, 26 de mayo de 2019

De vez en cuando pasa

Lo que me llevó a hablar de los ruidos con los que convivimos fue la señal acústica que instalaron en el garaje de enfrente de mi casa.
Quien peor llevaba lo del pitido era mi marido, que tiene un oído muy sensible y algunos sonidos pueden llegar a desquiciarle. Pero incluso yo, que soy de oído duro y que a veces aguanto demasiado por no protestar, empezaba a ponerme tensa solo de pensar en el verano que nos esperaba, con las ventanas abiertas, y la puerta del garaje abriéndose y cerrándose a todas horas.
Pero a veces la solución es fácil, y más rápida de lo que uno piensa. Pero insisto, solo a veces.

Un día mi marido pasó por la policía local con un vídeo del pitido en funcionamiento, sobre las 14:15h, para preguntar si era normal que estuviese tan alto. Le dijeron que no, y que en cuanto pudieran se acercarían al edificio a preguntar. Tomaron  nota del teléfono de mi marido para llamarle en cuanto hubieran contactado con el presidente de la escalera. A las 17:15 h ¡del mismo día! le llamaron para decirle que ya habían contactado con el presidente, y que él se pondría en contacto con el administrador para solucionar el problema.
No sabemos a qué hora lo hicieron, pero esa misma tarde dejó de sonar el pitido.
Igual que hay días en los que parece que todos se han puesto de acuerdo para complicarte la vida, hay otros en los que parece que todos se han puesto de acuerdo para hacértela más fácil. Policía, vecinos, presidente de la escalera, administrador del edificio, la empresa que se encarga de instalar esos ruidos infernales, las constelaciones, los astros, la suerte, el horóscopo y la casualidad han logrado que mi marido (y el resto también, pero protestábamos menos) pueda dormir tranquilo desde ese mismo día.

sábado, 25 de mayo de 2019

Los fines de semana no me sientan bien

Los fines de semana no me sientan bien: es lo que pienso muchos lunes.
De lunes a viernes tenemos una rutina, un ritmo que seguimos arrastrados por horarios, colegio, extraescolares, reuniones y todas esas cosas propias de entre semana.
Tienes ganas de que llegue el viernes porque ya se ven los días de cambio de rutina, sin madrugar, sin horarios y de hacer cosas diferentes. 
Y aunque entre esas cosas diferentes a mí me encanta la de no tener que salir en todo el día de casa, me doy cuenta de que con dos niños de 11 y 8 años lo mejor no es pasar todos los fines de semana entre cuatro paredes.
Pero resulta que tengo que tirar de los dos niños y de mi marido para salir, hacer cosas diferentes, ir aquí y allá entre protestas, aunque cuando termine el día todos digan que al final se lo han pasado bien. 
Y lo que pasa es que al final yo paso el fin de semana enfadada, molesta y arrepintiéndome del esfuerzo mental y físico que supone (¿exagero?) hacer algo en familia, porque incluso quedándonos en casa tengo que obligarles a que hagamos cosas juntos.
Por eso a veces volver a empezar la semana es un alivio.
¿Pasa esto todos los fines de semana? No.
¿Será que mis expectativas son demasiado altas? Quizás.
¿Seguiré intentando que hagamos cosas en familia, tanto dentro como fuera de casa? Por supuesto.

viernes, 24 de mayo de 2019

Aprendo palabras

Me gustan los libros con los que aprendo, no solo por el tema del que tratan, sino también por las palabras que utilizan.
Si alguna palabra no la conozco la busco en el diccionario, y aunque por el contexto pueda saber lo que significa, la busco igualmente para confirmarlo. Las apunto en un papel que acompaña al marca páginas, donde también anoto frases, párrafos o cualquier cosa que me llame la atención y crea que merezca recordar o tener apuntada. 
Algunos libros los termino sin haber escrito nada sobre ese papel, con otros sin embargo necesito más de uno. Estos últimos son los que más me gustan.

"El taller de los libros prohibidos", de Eduardo Roca, es el último que he leído. Me ha gustado mucho y he disfrutado más aprendiendo palabras y anotando varios párrafos.

"Lorenz caminaba por las calles húmedas sin prisa, perdido siempre entre el discurrir de sus pensamientos. Cuando empujó la pequeña puerta de madera de la librería de Johann Buchmann, se adentró en un mundo diferente. Era el mundo abierto de lo posible, de la imaginación hecha realidad por medio de la escritura. En el interior se sentía comprendido y escuchado. Fuera de ese lugar, su vida se espesaba en los errores del pasado. Allí, en cambio, el silencio recorría cada espacio y los movimientos se amortiguaban por encima del papel que parecía cubrirlo todo: las paredes estaban formadas por filas de libros que no dejaban ver qué había detrás. Lorenz pasó el dedo índice de su mano izquierda por los lomos de una de las estanterías cercanas. Era un gesto habitual que nadie notaba y que a él le proporcionaba un vínculo físico con el mundo de la imaginación".

-"No te lo dije antes, pero ten cuidado Lorenz. Los libros únicos siempre llevan inherente una maldición. Algunos los persiguen para eliminarlos definitivamente; otros para multiplicarlos. Ambos personajes son peligrosos, pero desconfía sobre todo de los primeros. Son nuestros enemigos. Contra los segundos no se puede luchar".

"No se reunían para cambiar el mundo. Ellos ya vivían en un  mundo diferente, habitado por los libros y el saber, sin más dioses que el progreso y la búsqueda".

"Había vuelto a cruzar el umbral de un mundo enigmático y cambiante, el de la librería. Se dejó llevan por el espíritu de aquel lugar empapelado en libros que relataban historias lejanas sobre gente admirable".

"Junto a él, también creció una especie de quemazón por el peso intangible de las expectativas creadas".

"Las dimensiones de su mundo, reducido a las letras, iban adquiriendo visos de realidad durante las largas semanas de aislamiento. Así, el choque con la auténtica verdad era difícil. Y se sentía fascinado al ver la gente sudando a pesar del frío, sucia a pesar del río y el agua cercanos, pestilentes por vocación pudiendo escoger el mundo irreductible e higiénico de un buen libro. O quizá no podían escoger y él tenía una misión que realizar. Esa era su razón de ser y necesitaba la confrontación periódica con la ciudad para darse cuenta de la fuerza de sus principios".

"En la cara, esquirlas de metal y el negativo de las irregularidades de la ropa en forma de arrugas evidenciaban que el sueño había sido profundo".

-"Pero no, no es el sufrimiento el que lleva al lector a ciertos libros, sino acaso el mal consejo o el poco esfuerzo en el buscar. En cualquier caso aquí estoy yo, para orientar a aquel que tenga curiosidad en saber. El mundo del libro es un proceloso mar en el que se puede perder fácilmente el rumbo sin un buen punto de referencia que nos guíe".

-"Por supuesto Yago. También viajo constantemente, solo que las playas a las que arribo son de papel y tinta".

"El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona" Aristóteles

-"Yo a tu edad también pasaba muchos días desconsolada. Es una de las condiciones de la juventud: todo lo que sientes es muy grande, ¿verdad?"

"A cualquier hijo le resulta embarazoso el llanto de su progenitor; le desalienta asistir al derrumbe de la mayor protección con la que creía contar".

"No había mejor manera de superar los problemas que enfrentándose a ellos"

-"Un mundo lleno de libros, ¡de todo tipo y en cualquier lugar! Ese es el mundo que quiero para mi hija: un mundo donde la verdad esté al alcance de todos".

"especular" "prolijidad"
"vitela"
"Renania"
"turíbulo"
"áspid"
"píxides"
"pantocrátor"
"soliloquio"
"opalanda"
"amanuenses"
"vernácula"
"emolumentos"
"allende"
"bürgermeister"
"ingente"
"apócrifa"
"sinergia"

jueves, 23 de mayo de 2019

Si me lo pienso, no me sale

Gracias a las clases de mecanografía a las que me apuntaron cuando tomé la comunión me defiendo escribiendo en el ordenador sin mirar el teclado. Lo hago a una velocidad aceptable, y no me equivoco demasiado, hasta que pienso en lo que estoy haciendo. Entonces pierdo las letras, y mi dedos se equivocan.

Algo parecido me pasa con las maniobras en el coche.
La rampa de mi garaje es muy muy jodida, en serio. Tienes que tenerle muy bien tomadas las medidas al coche o ser capaz de parar en medio de la cuesta y rectificar la trayectoria: lo que significa hacer marcha atrás con una inclinación considerable. Bueno, o que te de igual rayar el coche de vez en cuando.
Lo hago, meto y saco el coche del garaje, pero si pienso en la maniobra no me siento capaz de hacerlo. De hecho soy incapaz de reproducir la maniobra en mi mente, aunque en el momento de hacerlo lo hago sin pensar.

miércoles, 22 de mayo de 2019

Una palabra me persigue

La palabra "anemia" me persigue. O eso me parece a mí.

El año pasado tuve anemia, cosa que arreglé tomando hierro. Pero mi médico está convencido de que volveré a tener en cuanto vuelva a sangrar en las menstruaciones. No lo pongo en duda, pero tampoco me lo creo. O no me lo creía.

Hay dos épocas al año en las que se me cae mucho el pelo, y ahora estoy en una de ellas.
El caso es que incluso para mí, se me está cayendo más pelo de lo normal. Pensaba que podía ser porque llevaba el pelo más largo de lo habitual y quizás no lo cuidaba bien, además de que no soy demasiado cuidadosa al cepillarme.
Fui a cortármelo y hablando con la peluquera de pelos (¿de qué sino?) me dijo que había notado que tengo menos cantidad en la parte de arriba de la cabeza. Yo le contesté que serían cosas de la edad (si mi médico puede utilizar esa explicación para casi todo lo que me pasa, yo también), y ella me dijo que no, que por la edad no se cae el pelo. "¿Por qué entonces?", le pregunté yo. "Por estrés, por anemia..." me respondió. ¡Otra vez la palabra!

Así que por si acaso,  porque con la edad me voy haciendo más precavida (y miedosa), he cogido cita con el médico para darle una alegría y que me mande análisis. A ver si al final voy a tener eso que no quiero nombrar, y sin haber sangrado todavía.

martes, 21 de mayo de 2019

Yo lo habría hecho mejor

Claro que no, por supuesto. Pero eso es lo que parece si escucho lo que digo a veces.
"¡Corre!"
"¡Tira a canasta"!
"¡A por el rebote!"
"¡Encesta!"
"¡¿Cómo  pueden quitarte ese balón?!"

Todo esto lo digo emocionada mientras veo un partido de baloncesto. Y es que todo parece tan fácil desde casa...
No sudo. No me falta el aire al correr. No siento la presión de ir perdiendo, o ganando. No me afectan los silbidos de la afición contraria. No me desestabilizan los empujones de los adversarios.

Parece que todo es más fácil cuando no se sabe realmente lo que cuesta conseguirlo.

lunes, 20 de mayo de 2019

En la puerta del colegio

Hoy en la puerta del colegio he pillado una conversación entre una familia, ya al final, pero lo poco que he oído es más que suficiente.

El niño va a primero, y cuando ha terminado de explicarle algo a sus padres el padre va y le contesta:
-"Pues la próxima vez tú a la primera le metes una ostia".

Conozco al padre lo suficiente como para no sorprenderme su respuesta.
¡Qué lástima!

domingo, 19 de mayo de 2019

Volver al papel

Me gusta escribir sobre papel, pero no me gusta mi letra.
Me gusta escribir en el ordenador, pero noto que cada vez se me cansa más la vista y después me duele la cabeza.
Voy a probar una combinación: escribiré los borradores sobre papel, y quizás con la práctica mejore mi letra (¿a mi edad?), así después solo tendré que pasarlos al ordenador y estaré menos tiempo frente a la pantalla.

sábado, 18 de mayo de 2019

Vuelvo al instituto

Son fechas de matriculaciones y jornadas de puertas abiertas en colegios e institutos.
Mi mayor pasa a la ESO y me siento como si la que tuviera que ir al instituto fuera yo.
Espero que él aproveche esta oportunidad más que yo, que no terminé los estudios. 
Mis padres confiaron en mí, nunca me exigieron nada en este aspecto porque siempre me las había apañado sola y tampoco daba más problemas como para tener que controlarme. Cuando no seguí con los estudios me puse a trabajar y asunto resuelto.
Quizás hubiera necesitado que alguien me presionara, que me obligara a tener una base, unos estudios que me avalaran en un futuro.
Yo no tenía la cabeza donde la tenía que tener. Ni tampoco la motivación suficiente.
¿Les reprocho que no estuvieran encima de mí? No sé si reprochar es la palabra adecuada. Pero sí me hubiera gustado que insistieran. En aquel tiempo ellos confiaban en mis capacidades más que yo misma.
De todas formas, por encima del sentimiento de reproche hacia mis padres está el de decepción conmigo misma por no haber aprovechado la oportunidad, la confianza y la libertad de la que disfruté en esa época.
Y sobre todo el de arrepentimiento por no haber estudiado.

viernes, 17 de mayo de 2019

Ruidos

La convivencia conlleva aguantar ruidos molestos de los demás, y que ellos aguanten los nuestros.
El edificio de enfrente ha instalado una señal acústica y luminosa a su garaje. Cada vez que se abre la puerta un pitido te avisa durante 50 segundos. Lo mismo cuando se cierra. Alguien debe de trabajar a turnos, porque a las cinco y media de la mañana ya se oye el pitido.
Mis vecinos de enfrente viven más fuera que dentro de casa, y puedo saberlo porque cada vez que cierran la puerta pegan tal portazo que tiemblan las paredes. A las ocho menos cuarto de la mañana él acompaña el portazo con sus silbidos. Al medio día y por la noche, tirando a tarde, el portazo viene acompañado por las protestas de su hija. Como llegan tarde a casa, la niña ensaya tarde con el clarinete.
Mi vecino de arriba toca el piano, cosa que me encanta, casi siempre a la misma hora, sobre las siete de la tarde. Tiene una terraza grande en la que suele organizar cenas con amigos, con los que mantiene conversaciones animadas a veces hasta tarde. Es madrugador, por eso cuando yo no madrugo oigo la cisterna de su baño, que queda cerca de mi habitación.
Mis vecinos de abajo tienen dos niños y son ruidosos, como los míos. La niña es pequeña y casi todas la noches llora antes de dormirse. Algunas mañanas antes de irse al colegio también. Suelen acostarse tarde. Por lo menos el padre y el niño son aficionados al fútbol, y cuando gana su equipo el padre pega tales gritos y golpes que mis hijos se asustaron las primeras veces. Tienen un perro pequeño que cuando está solo no deja da ladrar, de igual que sea mientras trabajan durante el día que cuando salen de noche. La madre y yo tenemos algo en común: a veces gritamos a los niños.
Los vecinos de enfrente de mis vecinos de abajo son de fuera, pero jubilados, por lo que están aquí a menudo. Él es sordo, así que grita mucho cuando habla. Ella grita también para que él la oiga. Esta vecina y la del primero comparten un patio de luces (con los vecinos de los portazos que casi nunca están en casa) que está conectado a la escalera del bloque a través de ventanas grandes, así que aunque a nadie nos interese su conversación nos enteramos igual.
Nosotros somos cuatro en casa, y somos bastante ruidosos. Mi marido y mi mayor hablan muy alto, y el pequeño se pasa el día trotando de aquí para allá. También gritan cuando juegan juntos. Yo, como la vecina de abajo, también grito a los niños.

jueves, 16 de mayo de 2019

¿Dónde está el problema?

La noticia la he escuchado en la radio:
Un adolescente de 16 años se suicida  tras consultarlo en una encuesta con sus seguidores de Instagram. Preguntó si debía morir o vivir y la mayoría votó la primera opción.
¿Qué se puede decir sobre esto?
¿Dónde está el problema?
¿Son el problema las redes sociales o el uso que hacemos de ellas?
¿Que a alguien se le ocurra una encuesta así? ¿Y que además se le ocurra hacer caso del resultado?
¿Que la gente vote por la opción de muerte?
¿Por qué igual que se censuran fotos no se censuran comentarios y hay algún tipo de seguimiento si se sospecha que pueden ser peligrosos?


No sé, en serio, me he quedado sin palabras. Hay tantas preguntas que nos podemos hacer, tantas cosas que no conocemos alrededor de esta noticia... porque ¿cómo sería el entorno de esa niña? 
Si ha sido tan susceptible al resultado de la encuesta ¿no estaría tan mal como para que se notase? Sí, ya se que alguien puede estar en una depresión profunda y no darnos cuenta nadie.
Cosas así son las que hacen que te plantees hacia donde vamos, que tengas miedo al mundo, que desees meter a tus hijos en una burbuja para siempre.

miércoles, 15 de mayo de 2019

Faltas de ortografía

Mi mayor hace muchas muchas faltas de ortografía: me molesta mucho, y me preocupa más.
Hay veces en las que parece que lo que intenta es hacer el mayor número de faltas en la misma palabra.
Aunque intento controlarme, hay ocasiones en las que pierdo los nervios cuando le corrijo los deberes por este tema.
Tengo que encontrar la forma de que aplique lo que sabe, que repase, y a ver si con el tiempo y prestando atención la forma natural de escribir es sin faltas.
Entiendo que no le interesa, y he comprobado que la famosa frase "si lees mucho no haces faltas" no es cierta. Tentada estoy de hacerle copiar cada palabra que escriba mal 50 veces. Pero sé que no serviría de nada.
¿Qué puedo hacer entonces? De verdad que no quisiera que teniendo estudios, posibilidades y recursos fuera de esas personas que escribe mal pudiendo escribir bien.

martes, 14 de mayo de 2019

Serendipia

Saltando de un blog a otro llegué a Serendipia, el blog de Mónica Gutiérrez Artero, y así he descubierto sus cuatro novelas, que añado a esa lista que crece más rápido de lo que puedo abarcar. 
Volví a buscar el significado de la palabra "serendipia", cosa que hago siempre que la encuentro porque  nunca termino de recordar su significado: "Una serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental, casual o por destino, o cuando se está buscando una cosa distinta".
Gracias a esta palabra, he descubierto otra.
Serendipidad: Es la capacidad que tienen algunas personas de realizar descubrimientos de manera accidental. Para Pasteur, el azar favorece solo a las mentes preparadas. Esto diferencia al azar como oportunidad, de la buena suerte como la respuesta adecuada.
En la búsqueda, en alguna de las páginas por las que he pasado he visto que también había una película titulada "Serendipity". Intentaré verla, y espero que sea tan interesante como el significado de la palabra.

No sé si decir que mi vida está llena de serendipias (suena muy raro ¿verdad?), pero sí de casualidades y descubrimientos que a mí me encantan.
El último ha surgido del libro que estoy leyendo actualmente: El taller de los libros prohibidos.
"Pronto descubrió que con la zurda no solo era capaz de conseguir mejores resultados que con la derecha sino que además, si se lo proponía, podría llegar incluso a escribir con asombrosa perfección palabras y frases en forma especular".
Muchas veces, aunque conozca el significado de una palabra o lo pueda adivinar por el contexto, me gusta buscarla en el diccionario igualmente. Eso es lo que me ha pasado con "especular". Y de ahí he llegado a la palabra "ambulancia" y al porqué se escribe al revés, de forma especular.
Seguramente mucha gente sabe el motivo, pero yo  la verdad es que no, y tampoco recuerdo haberme parado a pensarlo. Pero bueno, tampoco descarto que en algún momento me lo hayan explicado y haberlo olvidado, que no sería la primera vez que me pasa algo así.

lunes, 13 de mayo de 2019

Quiero y no quiero

Ese quiero y no quiero cuando lees un libro que te gusta mucho.
Quiero leer rápido y terminarlo para saber qué pasa.
No quiero que termine nunca, porque quiero poder seguir leyendo toda mi vida sobre los protagonistas, sobre sus vidas.
Necesito leerlo, saber qué va a pasar.
Nunca me gustan los finales de los libros que me gustan, aunque me gusten, porque son el final.
Ansiedad por encontrar un momento para leer.
Robarle tiempo al tiempo, en cualquier lugar y de cualquier manera.
Devorar el libro y sentirte culpable porque sabes lo que va a pasar y no puedes ponerle remedio. Intentas leer despacio para que dure más, pero no lo consigues.
No entender porqué los demás no entienden la tristeza que te invade cuando terminas un libro que has disfrutado.
Esa ilusión cuando se acumulan los libros que leer sobre la mesilla de noche, libros que te apetecen todos, con muchas páginas, muchas palabras, muchas letras.
Esa sonrisa y abrir los ojos cuando un libro te atrapa en sus primeras páginas y tú piensas: "y acaba de empezar".
Leer feliz un libro porque sabes que cuando lo termines hay otro esperando, y otro, y otro.

domingo, 12 de mayo de 2019

Me felicito

Me felicito porque he conseguido descargar una canción de internet, encontrar un programa para acortarla, y lograr acortarla. 
Todo esto para que mi mayor y sus compañeros puedan bailarla en la coreografía de educación física.
Me felicito por conseguirlo yo sola, aunque necesité más tiempo del que me hubiera gustado.
Me felicito, simplemente porque cada día esto de internet me cuesta más y me gusta menos.
Felicito y agradezco a toda esa gente que dedica tiempo y esfuerzo en colgar en la red vídeos y tutoriales sobre cualquier duda o problema que te pueda surgir. Porque aunque lo hice yo sola, desde mi casa, no podría haberlo hecho sino hubiera sido por toda esa gente desconocida que comparte sus conocimientos.

sábado, 11 de mayo de 2019

El juego del "Veo Veo" y las tablas de multiplicar

Cuando mi mayor era pequeño, en el camino de vuelta a casa después del colegio yo siempre quería jugar al "Veo veo", pero él no.
Yo quería jugar a eso en concreto porque pensaba que de paso aprendía, lo que fuera, y así "adelantábamos". Una tontería como una casa, ya lo sé.
Él quería jugar a coches, y es a lo que jugábamos. Así que mientras imaginábamos que nos subíamos con ellos por las paredes aprendíamos sus marcas o a distinguir los frenos de disco de los de tambor.
Cuando tuvo que aprender las tablas de multiplicar aprovechábamos el camino de vuelta al colegio por las tardes y las repasábamos. Protestaba un poco, pero fue una manera de que las aprendiera casi sin darse cuenta.
Ahora mi pequeño es el que me pide jugar al "Veo veo", tanto, que a veces le tengo que decir que hagamos una pausa, que sobre todo a las 9 de la mañana no estoy para ese tipo de actividades mentales.
Y es él quien me pide también que repasemos las tablas de multiplicar, o si yo se lo sugiero, nunca me dice que no.

viernes, 10 de mayo de 2019

Lametones con sabor a limón

Ayer un niño de cuatro años me dio un lametón en el brazo y me dijo que sabía a limón.
Resulta que ese sabor le encanta, así que me dijo que estaba riquísima.
Es una de las cosas más curiosas y bonitas que me han dicho nunca.

jueves, 9 de mayo de 2019

El trabajo del maestro

He tenido que tener dos hijos para valorar el trabajo de los maestros.
Para que me molesten esas frases que hacen referencia a sus vacaciones de verano, de pascua o los puentes.
Lo que me ha hecho cambiar de opinión no es el recuerdo de ningún profesor que me marcara por su entrega, por su buen hacer o calidad humana.
Lo que me ha hecho cambiar de opinión es hacer yo de maestra con mis hijos para ayudarles con los deberes. Intentar que me atiendan y que me entiendan.
Y la verdad, es más difícil de lo que pensaba.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Talleres de psicomotricidad, o lo que antes aprendíamos en la calle

Hace poco me llegó a través de un grupo de whatsapp publicidad de un centro en el que estimulan la psicomotricidad infantil.
En la imagen aparece un espacio preparado y adaptado para los más pequeños, muy colorido, con cuerdas colgadas del techo para diferentes actividades, estructuras grandes y blandas para poder jugar con/en ellas y un rocódromo a medida, todo sobre un suelo mullido y confortable. Y claro, todo entre cuatro paredes.
En esta ocasión la publicidad va dirigida a niños con alguna discapacidad que necesiten atención temprana y estimulación precoz para una integración social.
Pero aun así no he podido evitar pensar en cómo han aumentado los parques infantiles, bajo techo, llenos de colchonetas, toboganes que te escupen en piscinas de bolas, estructuras llenas de obstáculos en las que los niños parecen hamters en una jaula, y todo hecho de materiales lo más blandos posibles y muy coloridos, demasiado.
Y ese pensamiento me ha llevado a recordar que todo lo que se puede hacer allí, y más, cuando yo era pequeña lo hacíamos jugando en la calle.
Trepábamos por cualquier superficie que nos lo permitiera, nos colgábamos de las ramas de los árboles, comparados con los parques de ahora, arriesgábamos nuestra vida entre atracciones de hierro y madera astillada. Si caías eras recibida por suelo de cemento de ese que te pela hasta la piel más curtida, o por una mezcla de arena, piedras y algún cristal roto que se clavaba en la carne y tú creías que te llegaba hasta el hueso.

Eran otros tiempos, lo sé.

Ahora todo es más blando, más adaptado.
Ahora vivimos en una época, en una sociedad, que parece que te empuja a vivir hacia fuera, mostrando todo en redes sociales, y fuera, ya que las facilidades son para dejar a tus hijos en  un sinfín de sitios para que tú puedas trabajar fuera de casa.
No tengo muy controlados los horarios de campus, actividades y centros donde dejar a los niños en verano y demás vacaciones, por eso me llamó la atención otra publicidad que anunciaba como novedad que el horario de campus de verano incluía también la tarde. Así podías dejar a los niños a las nueve de la mañana y recogerlos a las cuatro de la tarde.
Y oye, las facilidades se agradecen. Además, "pagando, cantando", como siempre se ha dicho.
Pero también me gustaría alguna facilidad para las que su trabajo está en casa.

lunes, 6 de mayo de 2019

"¡Bien visto árbitro!"

Me gusta más la afición del baloncesto que la del fútbol porque creo que es más moderada.
Aun así quiero aclarar que lo que sé de la afición del fútbol es lo que veo en la televisión. Y que en los partidos de baloncesto a los que voy también hay gente demasiado efusiva insultando al árbitro o a los contrarios. 
Bueno, partamos de que no hay que ser ni más ni menos efusivos insultando a alguien, y que lo considero innecesario. No lo comparto.
Eso sí, los árbitros deberían de tener algún tipo de preparación psicológica para todo lo que tienen que escuchar, porque piten lo que piten, les llueven quejas por todos los lados.

A lo que vamos, que me pierdo.
Uno de los asistentes habituales a los partidos, que suele ir solo, el último sábado que coincidimos iba con su hija, que debe de tener entre 14 y 16 años.
Es de los que normalmente se pone incluso de pie para increpar al árbitro por sus decisiones (he dicho increpar, no insultar).
Sin embargo, el día que fue con su hija cambió todas sus protestas, sus gestos y sus gritos por un: "¡Bien visto árbitro!"
Demostró su descontento con algunas decisiones arbitrales muy elegantemente, convirtiéndose en un padre del que tomar ejemplo cuando ves con tus hijos un partido.
Y oye, visto lo visto, y sabiendo que desde niños imitamos lo que vemos y tenemos en casa, me pareció bien que con su hija al lado se controlase. 
Aunque puestos a pedir podría comportarse así siempre, él, todos y todas los que dicen barbaridades, porque niños hay siempre, y no miran solo a sus padres.

domingo, 5 de mayo de 2019

Un día como otro cualquiera

En casa no somos de regalos, ni detalles. 
En días como el de hoy, no llevamos una semana preparando una manualidad sorpresa, ni hace un mes que compramos el regalo en internet por adelantado. No nos hacemos fotos en el momento de la celebración (no hacemos celebración, ni foto) y después la compartimos en redes sociales. No organizamos fiestas sorpresa. No estamos más felices ese día que el resto, y si hace falta discutimos igual.
Por lo menos, felicitamos a quien toca.
Y como mucho, si las circunstancias lo permiten, el menú es un poco diferente.
También hay que decir que necesitamos poco para celebrar algo, o para añadir un detalle diferente a la rutina. Y apreciarlo.
Me fascina la gente capaz de organizar algo para cada uno de estos días, que dedica horas y esfuerzo para el regalo, el detalle, el menú, el decorado, la fiesta, las fotos... me he cansado solo de pensarlo.
Yo soy incapaz.
Pero no me molesta todo eso, en los demás, claro. Yo no lo hago, y no veo mal que los demás lo hagan.
No me parece mal que la gente necesite de este tipo de excusas o días especiales para regalar algo. Como también pienso que cualquier día es bueno.
El que no es detallista, como nosotros, tiene el pretexto perfecto estos días para ser detallista, si quiere. El que lo es, pues simplemente será un día más para demostrar su imaginación y entrega a la hora de obsequiar a los demás.