lunes, 17 de octubre de 2016

No puedo explicarlo

No puedo explicarlo, y ni siquiera sé si vale la pena intentarlo.
Siento un nudo en el pecho, y siento que no es suficiente para el momento. Las lágrimas están ahí, de momento fácilmente controlables.
¿Cómo puedes hacer para sentirte como piensas que deberías hacerlo? ¿Cómo no sentirte mal por no sentirte como crees que deberías hacerlo?
Es todo imitación. No te lo planteas hasta que te llega el momento. De pronto recibes una noticia, te sientes de una manera y crees que deberías sentirte de otra.
Y realmente me siento mal, quizás no por lo que debería de sentirme así, pero me siento mal. Y pienso que quizás no se merece que me sienta mal, que no se lo ha ganado. Pero... ¿cuánto podemos equivocarnos? ¿Cómo tiene que ser de grande lo que hagamos mal para que borre todo lo que hemos hecho bien? ¿De qué valen todos los esfuerzos si con una equivocación vamos a pasar de ser dios a ser el demonio? ¿Y si no es una equivocación, y si son más? ¿Por qué tengo que poner yo de mi parte si no ponen de su parte los demás?
Las lágrimas están aquí. ¿Me han podido, o les he dejado?
¿Por qué no puedo sentirme así, como sea que me siento, y punto?
¿Por qué siempre debo?
No ha cambiado nada, simplemente han pasado los minutos, el nudo se ha deshecho y las lágrimas han desaparecido. El problema sigue ahí, la noticia 


¿Podría haber sido todo mejor? Probablemente sí, si lo hubiéramos intentado.
¿Podría haber sido todo mejor? Pues no: hicimos lo que consideramos adecuado en cada momento, con las circunstancias que nos rodeaban, con los recursos que teníamos, con lo que llevábamos a nuestras espaldas y con lo que decidimos recoger por el camino.

¿Y por qué no soy como vosotros? ¿Y por qué pienso que debo serlo, que os lo debo?

Asoman a mi mente palabras que no quiero escribir, imágenes que no me atrevo a reconocer. Curioso que lo que no queremos que pase luche por salir y no somos capaces de soñar e insistir en lo que queremos que se nos conceda.
¿Soy así porque me tocaba o porque me habéis hecho? ¿Cuánto hay de cada cosa?
Quiero elegir mis sufrimientos. Sé que hay que sufrir, es la condición del amor, pero quiero elegir por quién sufrir y cómo sufrir.

Lucho para no repetir el patrón. Me esfuerzo cada día para no caer en lo que yo considero errores. Y lo estoy logrando, lo sé: lo veo cada mañana al levantarme, y lo agradezco cada noche antes de dormirme.

La vida sigue, unos se van y otros se quedan, pero la vida sigue. Ellos eligen, yo elijo, aunque no sea lo mismo.


Han pasado unas semanas desde que escribí lo de arriba. No ha sido tan grave, pero en aquellos momentos lo era. Ahora no sé si me lo tomé yo así o es que la persona que me lo contó tiende a darle a todo un tinte trágico.
No lo publiqué en su día, no recuerdo porqué. Hoy lo hago.

viernes, 14 de octubre de 2016

No termina de gustarme, pero... tiene toda la razón del mundo

Un día descubrí este blog:

Fue a través de facebook, pero no recuerdo el tema, la entrada o la publicación que me llevó a él.
Lo leo cuando me interesa el título de lo que publica, porque una vez vi uno de sus vídeos y no me gustó. ¿Por qué no me gustó? Pues no lo tengo muy claro: porque me gusta las cosas que dice, y que las diga, pero... supongo que es algo parecido a lo que me pasa con Tom Hanks o Brad Pitt, que pienso que son muy buenos actores pero como personas no terminan de convencerme.
Difícil de explicar después de todo, cosas de cada uno, al fin y al cabo.

El caso es que aquí pienso que tiene mucha razón.
¿Cuántas amistades no se han hecho o deshecho por los hijos?
Si echo la vista atrás veo a mucha gente con la que antes me veía a diario y desde que tengo hijos, poco a poco, nuestros caminos han ido tomando direcciones diferentes. Unos porque no han tenido hijos y sus ritmos y rutinas son diferentes, otros porque criamos de formas diferentes y cada encuentro suponía tensión y no disfrutar de la compañía.
También he conocido a gente estupenda, que es la que me rodea en estos momentos, gracias a mis hijos y una forma de criar común. Aunque pienso que tiene que ver mucho como es la persona, porque aunque hay diferencias insalvables, también se puede pensar diferente siendo respetuosos e intentar quedarnos con lo bueno, con lo que nos une, en vez de buscar el enfrentamiento y ataque a todo lo que no es como a nosotros nos gusta.

Y bueno, la familia es la familia, es con la que tienes que estar bien por encima de gustar a los demás o no, de adaptarte a cosas que realmente no son para nosotros.
No somos perfectos, ni lo buscamos, pero todo es perfecto cuando estamos juntos: las risas, las discusiones, las dudas, el cansancio, las frustraciones... Cuando llega la noche y estamos en casa los cuatro, cuando lo último que veo antes de dormir son sus caras relajadas y tranquilas mientras duermen...

miércoles, 12 de octubre de 2016

Eso que tienen los abuelos

"Los padres están para educar, y los abuelos para malcriar"
Siempre lo he oído y nunca lo he puesto en duda, pero desde hace casi nueve años que lo estoy comprobando, y últimamente teniéndolo más presente.
Aunque bueno, también hay casos y casos. Yo solo conocí a mi abuela materna y no la recuerdo como una abuela malcriadora (al contrario, me llevaba más recta que mi madre), pero la quise con locura y la recuerdo con nostalgia.

Pero es cuando ves a tus padres hacer con tus hijos cosas que contigo nunca han hecho cuando te das cuenta de que puede que ellos quieran recuperar el tiempo que no pudieron dedicarnos a nosotros, que también pueden ser tiernos y divertidos, y que se están resarciendo dándole a nuestros hijos todos los besos y abrazos que no nos dieron a nosotros.
A mi eso no me va a pasar, no me va quedar el remordimiento de los besos y abrazos no dados a mis hijos. No me va a quedar ni un "te quiero" sin decir.

Y me da la sensación de que es más fácil ser buena abuela que buena madre. Pero lo entiendo. Los abuelos de mis hijos, como padres, fueron todo lo buenos que pudieron, pero todavía son mejores abuelos.
Que duren muchos años esas cosas que hacen los abuelos y a los padres nos molestan tanto, pero que son la alegría de mis hijos. Que tenga que discutir con los niños para llevármelos de casa de sus abuelos en vez de tener que obligarlos a ir a verlos. Porque cada beso y abrazo que ellos reciben, los recibo yo también.

Tanto hay que agradecer a los abuelos. Empezaron a sacrificarse por sus hijos desde el primer instante y lo siguen haciendo a través de los nietos.
No tengo prisa por llegar, pero sí curiosidad por saber lo que pensaré y sentiré si algún día soy abuela.