domingo, 29 de agosto de 2010

Lactancia prolongada

He leído un post sobre lactancia prolongada, es del blog Maternidad Continuum, y me gustaría hablar del tema.
Muy a mi pesar Rodrigo se destetó con casi 8 meses. Unas veces pienso que por cosas que hice mal, otras por cosas que no hice bien. Pero no voy a hablar aquí del destete, lo haré otro día.
Quiero hablar de la lactancia materna prolongada que no hemos tenido, de cómo influyó en mi opinión sobre la lactancia prolongada de otras madres que conozco.

Tengo amigas que conocí en el taller de lactancia de mi ciudad. Con el tiempo hemos ido creando vínculos y proyectos en común, como una asociación y una revista.
Las edades de los hijos e hijas de estas amigas oscilan entre los dos meses y los casi tres años y medio. Sólo dos niñas de casi dos años se han destetado ya (una cuando su madre se quedó embarazada, suponemos por el cambio de sabor en la leche, y la otra porque lo decidió así), el resto siguen lactando, incluido el de los casi tres años y medio.
Cuando alguna me comentaba que lo de la lactancia ya se les estaba haciendo largo y pesado yo les decía que no sería para tanto, que aguantaran un poquito más, que era bonito y que esperaran a que l@s niñ@s decidieran dejarlo.
Pero claro, yo no soy objetiva. Yo se (creo saber) lo que hubiera hecho de estar en su situación, pero no lo estoy. No sé lo que es no dormir una noche del tirón durante tres años, ni que te pidan teta "en el momento menos oportuno", o que te usen de chupete o cualquier cosa que te haga pensar en el destete. Yo no he tenido que irme a trabajar cuando mi hijo todavía es pequeño y andar con el sacaleches arriba y abajo. Para los fumadores hay lugares específicos para sus "necesidades", ¿alguna empresa tiene un lugar apropiado para sacarte la leche tranquila y cómodamente?

Yo quería que mi hijo viniera corriendo, me levantara la camiseta y me dijera "mamá, teta", poder darle el pecho en cualquier lugar y cualquier postura, seguir disfrutando de esos intercambios de miradas en las que no cabía nadie más. Pero no ha sido así.
Durante nuestra lactancia he disfrutado de un entorno respetuoso, pero por conversaciones que he tenido con varias personas durante estos años he descubierto que de haber mamado Rodrigo durante más tiempo sí que hubiera tenido que enfrentarme a situaciones y comentarios desagradables. A opiniones de gente que cree que tiene la razón, pero que ni sabe ni entiende.
No sé qué pasará esta segunda vez. Si tendré que enfrentarme a alguien que haga algún comentario molesto. Tampoco sabría decir cual sería mi reacción... Mejor esperamos, a ver que pasa, o que no pasa.


Aunque no he tenido esa lactancia prolongada que me hubiera gustado, disfrutamos de otras muchas cosas y otros muchos momentos, de abrazos y de mimos en los que no hay teta de por medio, de besos y caricias infinitas en las que tampoco cabe nadie más.

Es cierto que me muero de ganas por volver a dar el pecho, volver a disfrutar de ese vínculo único que se crea entre la madre y el niño. Pero también estoy loca de contenta con Rodrigo, con todo lo que me da cada día y que me hace estar cada vez más segura de que estamos encontrando y construyendo el camino para nosotros, para nuestra familia que crece.

lunes, 23 de agosto de 2010

Cuando llegó el instinto II

Enredando, enredando he borrado otra entrada con este título. Yo puedo ver lo que escribí, pero no consigo que se vea en el blog nada que no sea el título.
Así que de una manera supongo que no muy profesional, he copiado y pegado.

"Yo creo que el instinto maternal me llegó de golpe.
Antes de querer ser madre los bebés no me llamaban la atención. No sabía
que hacer cuando tenía uno en brazos, no tenía gracia para cogerlos y tampoco
les hacía monadas para verlos reír porque me sentía ridícula. Ni me interesaban
ni mucho menos pensaba en ser madre en un futuro.
Siempre he tenido amigas que como yo digo "han sido madres antes de tener
hijos". Son esas amigas que disfrutaban en compañía de niños, que sabían como
tratarlos y que tenían muy claro que algún día ellas tendrían uno.Cuando me casé
ya vivíamos en la que hoy es nuestra casa (bueno, la que estamos pagando).
Tiene tres habitaciones: nuestro dormitorio, la habitación donde está el
ordenador y todos mis libros, y la habitación de todo lo demás; la de la plancha
cuando hay que planchar, la de los invitados cuando viene alguien, la de los
puzzles cuando nos dió por montar puzzles...
El caso es que cuando pensaba en utilizar esa tercera habitación para un
niño...uffff, me entraban hasta calores. ¿Y dónde iba a guardar todo lo que
tenía allí? Pues donde lo tengo guardado ahora, ni más ni menos.
Vamos, que no quería tener niños y le encontraba pegas y peros a todo lo
que tuviera algo que ver con ello.

Nos casamos en Abril del 2006 y todo perfecto. Hasta que a finales de ese
mismo año me compro un libro que habla sobre el embarazo y el primer año de vida
de los bebés.
Yo soy la primera sorprendida al leer los cambios que sufriría mi cuerpo al
quedarme embarazada y darme cuenta que no sólo no me asustan, sino que me
apetecen. Y entonces también empiezo a ver otros cambios en mi actitud de los
que no me había percatado hasta ese momento: miro a los bebés por la calle y me
sonrío, me paro en los escaparates de tiendas de puericultura, pienso en la
habitación que ocupará el bebé cuando llegue y los cambios que sufrirá la casa
cuando empiece a caminar y me siento preparada para ello.Antes de hablarlo con
mi marido, César, me lo pensé muy bien. Suelo pensar mucho las cosas antes de
hacerlas, sobre todo si son decisiones tan importantes como la de ser
madre.
Y aquí llegó el primer enfrentamiento entre lo que se oye, se vende y te
dicen, con lo que mi cuerpo, mi mente y mi corazón me pedían.
Era tan buen o mal momento como cualquier otro para tener hijos, y ante
cualquier duda o problema material o económico que me dificultaba tomar la
decisión, mi cuerpo, mi mente y mi corazón me decían que podría con todo, que lo
importante era querer, y querer poder, sobre todo. Le encontraba solución a
todos los inconvenientes que pudiera encontrar, así que ya era el
momento...
Y después de hablarlo a eso nos pusimos. Así que me quedé embarazada en
Marzo del 2007 y en Diciembre llegó Rodrigo."

domingo, 15 de agosto de 2010

Necesitar no es poder

Pensé que lo necesitaba, que me sentaría bien ver por escrito lo que ocupa mi cabeza, pero quizá no es el momento.
Soy un torrente de emociones y pensamientos, me encuentro en un tira y afloja con lo que quiero y necesito y con lo que tengo y puedo hacer.
Pierdo el tiempo y la oportunidad pensando y buscando la manera de hacerme entender bien, cuando a veces no me entiendo ni yo misma.
Voy hacia adelante, creciendo con Rodrigo y enfrentándome a los retos y dudas que me plantea. Y también vuelvo atrás y me escondo dentro, necesitando sentir lo que este embarazo me pide, queriéndole dar a este segundo lo que le dí al primero, sin privar de nada al que ya está aquí.
Me encuentro en situaciones y con sentimientos que ya había leído de otras madres, y aunque a veces alivia saber que no soy la única, otras no consuela la comparación.
Voy a esperar, como siempre, a respirar hondo y dejar pasar la tormenta, a ver las cosas más claras para poder entenderlas primero yo, y así ver si las puedo explicar a los demás.
Y seguro que volveré a pensármelo, mil, dos mil veces, pero no me presionaré, no pensaré que lo hago para los demás, sino que lo hago para mí. Lo haré cuando pueda, que será cuando lo necesite.

viernes, 13 de agosto de 2010

Cuando llegó el instinto

Yo creo que el instinto maternal me llegó de golpe.

Antes de querer ser madre los bebés no me llamaban la atención. No sabía que hacer cuando tenía uno en brazos, no tenía gracia para cogerlos y tampoco les hacía monadas para verlos reír porque me sentía ridícula. Ni me interesaban ni mucho menos pensaba en ser madre en un futuro.
Siempre he tenido amigas que como yo digo "han sido madres antes de tener hijos". Son esas amigas que disfrutaban en compañía de niños, que sabían como tratarlos y que tenían muy claro que algún día ellas tendrían uno.
Cuando me casé ya vivíamos en la que hoy es nuestra casa (bueno, la que estamos pagando).Tiene tres habitaciones: nuestro dormitorio, la habitación donde está el ordenador y todos mis libros, y la habitación de todo lo demás; la de la plancha cuando hay que planchar, la de los invitados cuando viene alguien, la de los puzzles cuando nos dió por montar puzzles...El caso es que cuando pensaba en utilizar esa tercera habitación para un niño...uffff, me entraban hasta calores. ¿Y dónde iba a guardar todo lo que tenía allí? Pues donde lo tengo guardado ahora, ni más ni menos.
Vamos, que no quería tener niños y le encontraba pegas y peros a todo lo que tuviera algo que ver con ello.

Nos casamos en Abril del 2006 y todo perfecto. Hasta que a finales de ese mismo año me compro un libro que habla sobre el embarazo y el primer año de vida de los bebés.
Yo soy la primera sorprendida al leer los cambios que sufriría mi cuerpo al quedarme embarazada y darme cuenta que no sólo no me asustan, sino que me apetecen. Y entonces también empiezo a ver otros cambios en mi actitud de los que no me había percatado hasta ese momento: miro a los bebés por la calle y me sonrío, me paro en los escaparates de tiendas de puericultura, pienso en la habitación que ocupará el bebé cuando llegue y los cambios que sufrirá la casa cuando empiece a caminar y me siento preparada para ello.
Antes de hablarlo con mi marido, César, me lo pensé muy bien. Suelo pensar mucho las cosas antes de hacerlas, sobre todo si son decisiones tan importantes como la de ser madre.
Y aquí llegó el primer enfrentamiento entre lo que se oye, se vende y te dicen, con lo que mi cuerpo, mi mente y mi corazón me pedían.
Era tan buen o mal momento como cualquier otro para tener hijos, y ante cualquier duda o problema material o económico que me dificultaba tomar la decisión, mi cuerpo, mi mente y mi corazón me decían que podría con todo, que lo importante era querer, y querer poder, sobre todo. Le encontraba solución a todos los inconvenientes que pudiera encontrar, así que ya era el momento...

Y después de hablarlo a eso nos pusimos. Así que me quedé embarazada en Marzo del 2007 y en Diciembre llegó Rodrigo.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Presentación

Quería que mi primera entrada en el blog fuera una presentación y una explicación de los motivos o razones que me llevan a escribir aquí.

Me llamo Mari Carmen, tengo 33 años y un hijo de algo más de dos años y medio. También estoy embarazada, de 15 semanas.
Quiero escribir este blog para poder explicar cómo he cambiado y todo lo que siento desde que soy madre. Para poder disfrutar también aquí de la maternidad y de mi segundo embarazo.
Para devolver de alguna manera todo lo que aprendo y disfruto de los blogs de otras madres a las que leo. Madres a las que ahora considero amigas, aunque no las conozca personalmente. Poco a poco quiero hablar de ellas, de las que he conocido y de las que seguro iré conociendo.
Y también para hablar un poco de todo, porque al fin y al cabo la vida es eso, un poco de todo.