lunes, 30 de diciembre de 2019

Lo que me quita tiempo de lectura

Últimamente lo único que leo son los subtítulos de las series asiáticas a las que me he aficionado ¿eso cuenta como tiempo de lectura? 😕
Espero que así sea, porque hay tantas, tantísimas, que tengo lectura para rato 😆 

domingo, 29 de diciembre de 2019

Sabía lo que tenía que hacer

Sabía que necesitabas consuelo, creía saber lo que esperabas de mí, pero aun así no te lo pude dar.
Después de tantos años, tú sigues sin verlo y yo sin poder decírtelo.
Supongo que será así siempre.


Mi Otra Yo

jueves, 26 de diciembre de 2019

Necesito una excusa

Pienso que deberíamos demostrar nuestros buenos sentimientos hacia los demás en cualquier ocasión, que siempre es buen momento para hacer un regalo o tener un detalle con aquellos que nos importan, pero eso no quiere decir que lo haga, que no necesite de excusas para hacerlo. Por eso, aunque intento salirme de las fechas marcadas, soy de las que agradece los cumpleaños, las navidades o los días de San Valentín para hacer regalos: necesito de ese tipo de justificaciones para ser detallista.
Con el paso del tiempo y proponiéndomelo cada vez me cuesta menos y lo disfruto más. ¿Que tendría que salir de mí de forma natural? Pues no lo sé, porque el caso es que muchas veces lo pienso pero no lo hago, y lo que necesito es ese pequeño empuje para hacer lo que pienso que me gustaría hacer sin una fecha marcada de por medio, solo porque sí, porque me apetece.

domingo, 22 de diciembre de 2019

No te olvido

Te escribí en un papel para no olvidarte y te guardé bien para no perderte, tanto que ahora no te encuentro. Pero tampoco te olvido.

Mi Otra Yo


jueves, 19 de diciembre de 2019

La desgana es contagiosa

Yo soy muy fácil de contagiar en cuanto a desgana se refiere, así que huyo de situaciones y personas que puedan contagiarme.
De normal ya tengo un pequeño enfrentamiento conmigo misma para no desanimarme, así que me esfuerzo por ver las cosas de colores más claros que oscuros. Me debato entre lo que se dice de que también nos debemos permitir sentir tristeza de vez en cuando (por lo de reconocer nuestras emociones) y esas frases motivadoras para darse confianza a una misma y ver la vida de color de rosa (¿y a las que no nos gusta el rosa?) que no dejo de leer en sobres de azúcar, libretas, tazas para el desayuno y mil artículos más.
Tan sencillo es arrastrarme al lado oscuro en lo que a ánimo se refiere como difícil es llevarme al mundo de los osos amorosos (¿alguien los recuerda?), y es que la alegría excesiva me repele. Las frases guais, las palabras inventadas que pretenden ser molonas y los emojis para expresar sentimientos sustituyendo las frases al pie de fotos que son pasteles de felicidad me fastidian bastante, la verdad.

Resumen: no soy la más divertida en las fiestas, pero si te tengo confianza acabas echándote unas risas conmigo. Y la desgana es solo en cuanto a ánimo se refiere, ya que las ganas de comer no las pierdo nunca.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Amnesia

Hasta ahora, los libros que había leído de Federico Axat me habían enganchado desde el principio. Amnesia no ha sido una excepción.



Siempre se me ha dado muy mal anticiparme a las historias, adivinar asesinos o finales, pero ni remotamente hubiera podido imaginar el final de este libro. No me ha sorprendido no predecir tanto giro inesperado, aunque sí que hayan tantos. 
¿Cómo afectaría a la sociedad la creación de una píldora que consigue hacer olvidar? Sería estupendo poder borrar de nuestra memoria recuerdos traumáticos ¿pero qué pasaría con todo el dinero que mueven los antidepresivos o los tratamientos que se podrían evitar gracias a esa píldora milagrosa?

Sin duda leeré más libros de este autor.

domingo, 15 de diciembre de 2019

La verdad

Tú que me conoces sabes que nunca miento.
Pero si te digo la verdad, a veces lo hago.
¿O me creerías si te dijera que no miento nunca?


Mi Otra Yo

jueves, 12 de diciembre de 2019

36 minutos sin pensar en nada

Algunas mañanas en vez de quedarme en el gimnasio salgo a correr a la pista de atletismo. Digo correr como podría decir trotar, la verdad, pero para mí lo que cuenta es que me lo propongo y lo hago, y que poco a poco voy aguantando más, aumentando la distancia y el tiempo.
Ahora mismo consigo dar 10 vueltas completas a la pista, unos 36 minutos más o menos. Es mucho tiempo, seguro, pero cuando consigo terminar me siento como Rocky Balboa en aquella escena después de subir unas escaleras corriendo.
La forma de respirar afecta a cuánto tiempo pueda correr, así que me concentro en la respiración y en no descontarme en las vueltas que llevo. Pero para eso necesito no pensar en nada más, y no es fácil, la verdad.
36 minutos no son tanto según para qué cosas, pero me resultan una barbaridad para estar sin pensar en nada más que no sea la respiración y contar.
En cuanto me descuido empiezo a planear el día, y me descuento. Me centro y a los cinco minutos estoy pensando en lo que haré de comer, y me doy cuenta de que ya no controlo la respiración porque me ahogo. Me vuelvo a centrar, cuento las vueltas y respiro bien, hasta que algo vuelve a meterse en mi cabeza y hace que me distraiga otra vez.
Así que cada día que salgo a correr me esfuerzo por hacer como mínimo 10 vueltas, rebajar el tiempo y no pensar en nada durante 36 minutos.

lunes, 9 de diciembre de 2019

La biblioteca secreta

La biblioteca secreta es el segundo libro que leo de Haruki Murakami. Y aunque el tema de este segundo no tiene nada que ver con el primero, me deja el mismo regusto amargo. Será por su forma de escribir y de contar las cosas que me quedo con esa sensación.



Este es un libro cortito, con unas cuantas ilustraciones tan bonitas como oscuras e inquietantes.
Con unas descripciones estupendas, el autor consigue que sientas la sorpresa y la angustia que se apoderan del joven protagonista cuando descubre lo que de verdad se oculta en el sótano de la biblioteca a la que tantas veces había acudido.
Creo que tengo una mente demasiado racional como para disfrutar como se merece de tanta fantasía, o de este tipo de fantasía más concretamente.

Tengo otros dos libros de Murakami esperando a ser leídos, si ya con el tercero se vuelve a repetir la misma sensación, tengo claro que este autor lo leeré en momentos muy concretos.

domingo, 8 de diciembre de 2019

Cada uno con sus zapatos


Imagen extraída de internet
«Pues no, tú lleva tus zapatos que yo llevaré los míos.
No necesito andar tu camino para saber lo duro que puede ser.
No tengo que convencerte de lo que me cuesta caminar el mío».


Mi Otra Yo

jueves, 5 de diciembre de 2019

Lo que los hace especiales

Todos tenemos algo que nos hace especiales pero que no solemos ver en nosotros mismos, aunque sí lo vemos en las personas a quienes queremos y apreciamos.
Con el tiempo he aprendido la importancia de hacerle saber a los demás lo bueno que vemos en ellos, y aunque poco a poco me animo y atrevo a hacerlo, es con mi marido y sobre todo con mis hijos con quien más lo hago.

De mi hijo mayor me gusta mucho lo poco que le duran los enfados, y parece que hasta el día que se lo dije él mismo no había sido consciente de ello. Es algo de lo que nos habíamos dado cuenta su padre y yo hace mucho, pero nunca le había dicho que eso me gustara de él. 
«Me gustaría que los enfados me duraran tan poco como a ti, es algo que admiro. A mí me duran mucho, y me doy cuenta de que el tiempo que paso enfadada es tiempo perdido», le dije.
Recuerdo que estábamos delante del ascensor, los dos solos, y lo curioso es que creo que me hizo más bien a mí que a él que se lo dijera.

De mi hijo pequeño me gusta la sed de saber que tiene, el interés y el esfuerzo que pone en hacer las cosas bien.
Me costó darme cuenta de porqué cada vez que hace deberes tiene el diccionario al lado y he de decir que me sorprendió mucho el por qué. Resulta que de vez en cuando me preguntaba cómo se separaban en sílabas ciertas palabras, y era para cuando no le cabía una palabra en la línea de la libreta, separarla bien. Hasta que descubrió que en el diccionario de castellano que tenemos en casa además de la definición y más información de cada palabra está cómo se separa en sílabas. Ahora en vez de preguntarme busca en el diccionario la palabra que tiene que separar.
Me sorprendió mucho y se lo hice saber. Primero ya que se preocupara por cómo se separan las palabras, y segundo que pudiendo seguir preguntándomelo a mí decidiera averiguarlo él mismo.

lunes, 2 de diciembre de 2019

Finalmente juntos

Después de una época de lectura de libros que no convencen, me hacía falta algo como Finalmente juntos, de Josie Lloyd y Emlyn Rees.



Me ha parecido divertida, con los dramas justos, fácil de leer y bien escrita. Sin pretensiones.
Me ha enganchado lo suficiente como para poder leerla en dos días, pero aunque tiene segunda parte, he de decir que no me matan las ganas de saber cómo sigue la historia.
La recomiendo si no tienes nada más que leer y no te apetece nada complicado.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Ceder o poner de mi parte

«Debe de haber una diferencia entre ceder y poner de mi parte, pero a veces no consigo encontrarla.
Compartir la vida con alguien consiste en hacer eso continuamente, y me pregunto con cual de las dos opciones dejamos de ser nosotros mimos para ser el otro, para complacerlo.
Si pienso eso, no compensa. Prefiero pensar que el otro también cede y pone de su parte. No solo voy a perder yo».

Mi Otra Yo

jueves, 28 de noviembre de 2019

Prohibido hacer planes

Después de tantos años hay días en los que todavía me frustro y me enfado cuando hacer planes no sirve de nada. Planes basados en horarios, ocupaciones y aficiones principalmente del resto de los miembros de la casa. Me ayudo de un gran calendario y una agenda, aunque últimamente voy incorporando también las alarmas del móvil.
Hay semanas muy tranquilas que se componen de lo de siempre: trabajo, clases, estudio, una extraescolar y algún recado extra como mucho. Y según los horarios de los demás planifico los días de los cuatro. Pero otras semanas son como un reto de adaptación e improvisación que ponen a prueba mi capacidad de organización.
Aunque mi reacción a los imprevistos y a los cambios de última hora no sea siempre la adecuada, hace tiempo que acepté que es lo que hay, que mi vida (ahora mismo) es esta y que durante un tiempo que a veces se me hace demasiado largo mis planes entran con calzador y dependen de los planes de mi familia.

Pero algunos días... algunos días son una mierda, en serio.
Siento que no hay manera de aprovechar el tiempo, que si no llegamos a todo y más es solo culpa mía. Algunos días son una lucha entre la necesidad de tiempo para mí, saber y estar segura de que lo merezco y la obligación de hacer mi trabajo y sentir la culpa de que los ratos que me dedico son a costa de robarle tiempo a mi familia.

lunes, 25 de noviembre de 2019

En un rincón del alma

Lo que me atrajo del libro En un rincón del alma, de Antonia J.Corrales, fue el título y el paraguas rojo que aparece en la portada.



Jimena compartía el don de su padre, y eso la hacía especial, pero no pudo evitar ser ignorada por su madre desde siempre, hasta el punto de que esa carencia de atención la marcara y la hiciera vagar sin rumbo por su propia vida.
Amistad, amor y un paraguas rojo con el que protegerse no fueron suficiente para que la vida la compensara con lo que se merecía, ser feliz.

Ha sido una lectura fácil y rápida, de la que esperaba más, la verdad.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Olvidos ¿imperdonables?

Ayer fue el cumpleaños de mi suegro y olvidamos felicitarlo porque a mí se me pasó.
Sí, se me pasó a mí que soy su nuera y no a mi marido, que es su hijo. En casa yo soy la de la memoria, y no porque tenga mucha, sino porque me hago una de papel. Y el caso es que el lunes leí en esa memoria que al día siguiente era su cumpleaños, pero me costó lo mismo leerlo que olvidarlo. 
Me ha sabido muy mal el olvido. Primero por de quien me he olvidado, y segundo por el olvido en sí, por la pérdida de memoria, de capacidad.
¿Que pasa si ya no es suficiente una memoria de papel?
Esta mañana nada más acordarme le he mandado un whatsapp para disculparme y decirle que esta tarde le llamamos y le felicitamos todos. Me ha dicho que «tranquila, que no pasa nada». Lo sé.

Me pregunto cuantos olvidos más estarán por llegar, y cuantos serán imperdonables.

lunes, 18 de noviembre de 2019

No tendremos fotos



Imagen extraída de internet


Estoy de acuerdo con el texto de la imagen, pero también es cierto que muchos recuerdos vuelven gracias a la foto.

En casa no somos muy de fotos y últimamente pienso que quizás en el futuro me arrepienta. Me imagino recurriendo a los recuerdos gracias a las fotografías en papel, esas que se heredan guardadas en una caja o pegadas en cualquier orden en un álbum. No me veo buscando en un disco duro externo, o en el dispositivo en el que sea que se guarden las fotos dentro de 20 años. No me imagino pasándoles a mis hijos todas las fotos de su infancia en una memoria usb.
Sea como sea, siento que acumular recuerdos en imágenes es una de mis tareas como madre, por eso me obligo a hacerlas, y aun así me lamento porque creo que no hago las suficientes.
Cada vez nos hacemos menos fotos, sobre todo juntos, por dos motivos: a ninguno de los cuatro nos gusta, y me cuesta mucho interrumpir momentos. La mayoría de las veces hacer una foto conlleva protestas y dejar de hacer lo que estamos haciendo. Así que llegado el momento ya me da igual si en la foto no salimos bien, si alguno no posa o sale borrosa; supongo que el recuerdo del momento es lo que cuenta ¿no?

No solo las fotos nos traen el recuerdo de algunos momentos, también los objetos pueden recordarnos una foto en concreto.
Me ha pasado hace poco al tender la ropa con una camiseta que tengo de cuando estaba embarazada de mi primer hijo. Al estenderla para colgarla y ver lo vieja que está me ha recordado un par de fotos que me hice con mi sobrino mayor estando embarazada y llevando esa camiseta. He recordado las fotos y el momento, el lugar y el calor que hacía esa tarde de sol.

jueves, 14 de noviembre de 2019

En caliente

Si la gente tiene que describirme dice que soy prudente, que pienso y mido lo que digo, que reflexiono antes de hablar.
Echo la vista atrás y me doy cuenta de que siempre han dicho eso de mí, y dicen que al final somos como dicen que somos. 
Aun así, si me comparo con hace unos años, pienso que he cambiado en el aspecto de que he ido a más. Y hay momentos en los que tengo la certeza de que no me hace ningún bien, que pensarlo todo tanto hace que arrastres más tiempo del necesario ciertos pensamientos.
A veces me gustaría tener una personalidad explosiva, de las que dicen lo que sienten en el momento y ya está. A la gente que conozco y es así parece que no le duran nada los enfados, que saben pasar página antes, que no le dedican más esfuerzo del necesario a cosas que no valen la pena. Aunque también pienso que ese tipo de personalidad puede hacer mucho daño a los que tienes cerca cuando te dejas llevar.
He escrito muchas veces en caliente, me ayuda a calmarme y ver la cosas de otra manera, pero nunca lo he publicado. Además, como prefiero hacerlo en papel, cuando lo releo ya más calmada siento que ya no tiene sentido copiarlo y publicarlo. De hecho, si alguna vez lo he intentado he corregido tanto que después no se parece en nada a lo que me llevó a desahogarme, aunque pueda revivir el momento que me llevó a escribirlo.
Cuando hablamos enfadados lo hacemos sin medir las consecuencias, sin tener en cuenta cómo puede afectar a los demás, ni siquiera se nos pasa por la cabeza que los equivocados seamos nosotros. Incluso aunque tengamos razón no utilizamos las mismas palabras que cuando estamos calmados. Si es el enfado el que habla lo que queremos es herir, imponernos, desahogarnos ante todo.

martes, 12 de noviembre de 2019

Morir de viejos

En la última semana han fallecido tres personas en mi ciudad (puede que alguna más que yo no sepa), y con dos de ellas he tenido relación en algún momento de mi vida. Tenían entre 40 y 55 años.
Hace unos años esas edades se me antojaban lejanas, de viejos, de personas que ya tenían la vida vivida... pero ahora, en mis 42, puedo confirmar que no podía estar más equivocada.
Hoy simplemente se me ocurre pensar que es un lujo morir de viejos.

lunes, 11 de noviembre de 2019

Banda sonora con sorpresa

Me gustó tanto la serie coreana Something in the rain que he vuelto a verla. 

                   


En esta ocasión he sido más consciente de la banda sonora, a la que no le presté la suficiente atención la primera vez. Y ha sido al buscar información en internet cuando me he llevado la sorpresa: una de las canciones la canta Bruce Willis. Sí, el Bruce Willis que todos conocemos. 
Por los comentarios que he leído en YouTube no he sido la única sorprendida.

jueves, 7 de noviembre de 2019

Mi vida lejos de mí

De Ainhoa Berganza y Ana Guiu, con Eider Madariaga.



Me gustó mucho el título y también la frase que lo acompaña: «Una novela que demuestra que siempre estamos a tiempo de recuperar nuestra vida». Y aunque la historia va de lo que comenta esta frase, no me ha gustado.
Las autoras se dedican, entre otras cosas, al coaching individual y de equipos, y dicen que con esta historia real y cotidiana han querido acercar este concepto cada vez más de moda a todo el mundo. 
La historia real y cotidiana que narran queda bastante lejos de lo que es mi vida, pero eso no quiere decir que no exista, que la vida de alguien no sea así.
Para empezar, no creo que la protagonista tenga una vida tan mala (que eso no quiere decir que ella se sienta a gusto con ella, claro está), y para continuar, me parece muy poco creíble que si te va tan mal tu matrimonio que te decides a engañar a tu marido con un antiguo amor, es muy poco probable que cuando le pidas la separación actúe de una forma tan correcta, educada y formal como en la novela. Vamos, que como marido y padre deja mucho que desear, pero como marido en trámites de divorcio es perfecto, siendo el más comprensivo  del mundo y poniéndole todas las facilidades posibles.
Para mí el objetivo del libro es vender lo que puede hacer un coach por ti, y me parece muy bien, pero a mí no me ha gustado. No lo recomiendo.


lunes, 4 de noviembre de 2019

Turrones en octubre

Navidad cada vez me apetece menos; tantas luces, tanto adorno y cancioncilla en bucle hacen que creas vivir en otro planeta. Como si el mundo se parara y los problemas no existieran durante esos días, para después desaparecer todo de golpe y pegarte un bofetón contra la realidad.
A mediados de octubre ya había en los supermercados chocolatinas de Halloween y turrones, y la verdad es que me dio bajón verlos. Cada vez los ponen antes. Y teniendo en cuenta que para esas fechas donde yo vivo todavía se podía ir a la playa por el  buen tiempo que hace, pues como que contrasta más todavía.
Es adelantar demasiado las cosas. Alargar demasiado ciertas temporadas.

jueves, 31 de octubre de 2019

El rumor del oleaje

Esta ha sido una lectura obligada del Club de Lectura.



Obligada y repetida, ya  que la leímos hace años. Pero me ha gustado más esta vez, he disfrutado mucho de las descripciones, que creo que es lo mejor del libro. La historia nos habla sobre el amor entre dos jóvenes que por culpa de un falso rumor pasa de ser un amor difícil a ser un amor prohibido. Con final feliz, eso sí.
La estupenda descripción de los protagonistas y sus ocupaciones, los paisajes, los ambientes y la cultura japonesa, hace que sea fácil escuchar el rumor del oleaje entre el que viven sus gentes.

lunes, 28 de octubre de 2019

Quiero finales felices

Me gustan los dramas, si el final es feliz.
Por eso, a mí me gustan los spoilers. De hecho soy yo la que los pido, porque los necesito. 
El saber el final no va a hacer que deje de leer el libro o ver la película, ni siquiera lo tengo en mente mientras la historia avanza, y puedo llegar al final y sorprenderme igual que si no lo hubiera sabido, pero sin sufrir.
No llevo bien la tensión, la intriga, sufrir, no saber... pero hay gente que no lo entiende. Les pides por favor que te digan cómo termina la película y no te lo quieren decir para no estropearte el final.
«Pero ¡¿qué me vas a estropear si te lo estoy pidiendo yo?!»
Aunque he encontrado la solución, porque en cuanto dices que no quieres que  nadie te haga spoiler salen voluntarios hasta de debajo de las piedras.

jueves, 24 de octubre de 2019

Demasiado bien

A veces las cosas van tan bien que te hace desconfiar.
Y no es que vayan bien, lo que pasa es que no van tan mal.
Simplemente hay períodos en los que no se acumulan problemas, en los que no hay nada externo que sume preocupaciones. O que ya nos hemos acostumbrado a las que tenemos, sean muchas o pocas.
Sea lo que sea, esa forma de pensar no es más que una forma de llamar a los problemas, pensando en ellos cuando no existen.
Entonces un día pasa algo que nos hace preocuparnos, estar mal: «¿ves?, ¡ya sabía yo que algo tenía que pasar!».
¡Claro que algo tiene que pasar! La vida no es una calle sin pendiente: a veces hay que clavar los talones para dejar de acelerar, para tomar el control e imponer el ritmo. Otras veces se hace tan duro el día a día que necesitamos algo de lo que agarrarnos para seguir subiendo.
Lo que no tiene sentido es invocar a los problemas preocupándonos antes de que existan.

lunes, 21 de octubre de 2019

La sorprendida he sido yo

Esta semana le he confesado a mi hijo mayor que los Reyes Magos no existen, o que le he estado mintiendo, que viene a ser lo mismo.

Aprovechando un rato en el que el pequeño estaba en una extraescolar y nos habíamos quedado solos le pregunto:
- «R ¿quien crees que son los Reyes Magos?»
- «¿Por qué me lo preguntas?»
- «A ver, dime, ¿tú quien crees que son?
Sin dejar de mirarme a los ojos y con una media sonrisa pone su mano en mi hombro, como si el adulto fuera él, y me contesta:
-«Tranquila mamá, que ya sé que sois vosotros»

Y así, con una simple frase, me ha quitado un gran peso de encima. 

jueves, 17 de octubre de 2019

Lo que esconde tu nombre

Esta era una lectura pendiente que gracias a que una amiga me ha dejado el libro he podido tachar de una lista que no hace más que crecer.





He leído otros libros de Clara Sánchez y, como este, me han gustado. Escribe y describe bien, es agradable leerla.

Julián es uno de los miles de republicanos españoles  que entraron en un campo de concentración. Después de sobrevivir a Mauthausen se dedicó a intentar vivir, además de perseguir y localizar a nazis de alta graduación para llevarlos ante los tribunales.
Pese a la historia, no me ha parecido un libro duro de leer. Puede ser porque aunque sepa que lo que se relata ha sucedido, de un modo u otro, no es una historia real.

Me quedo con dos cosas.
Por un lado, lo que se comenta en algún momento, lo injusto de la vida. Injusto que muriera tanta gente, aunque la palabra «injusto» se queda corta si pensamos en cuántos de los responsables huyeron y pudieron disfrutar de una buena vida, o de la vida, simplemente.

Lo segundo con lo que me quedo:
«Probablemente delante de mí, con pantalones vaqueros, un chubasquero y una gorra de marinero muy usada andaba ahora mismo tozudamente, como queriendo anclarse en la vida todo lo que pudiese, el Carnicero de Mauthausen. En aquel lugar que olía a carne quemada y donde los seres como Heim eran los señores de la vida y la muerte dejé de creer en Dios o dejó de gustarme. Si el dios de los campos verdes, de los ríos como el Danubio, de las estrellas y de las personas que te llenan de felicidad también era el dios de Heim, de las cámaras de gas y de los que sienten placer haciendo sufrir a los demás, ese dios no me interesaba, se llamase como se llamase en las miles de religiones del mundo. Un dios de cuya energía salía el bien y el mal al mismo tiempo no me inspiraba confianza, así que empecé a vivir sin él esta vida que yo no había pedido. Y ni en los peores momentos lo he invocado en mis pensamientos, y a todo el mundo le aconsejaría que pasara lo más desapercibido posible ante él».

Es un libro que recomiendo porque me ha gustado, aunque no me haya marcado especialmente.

lunes, 14 de octubre de 2019

Frases que no me gustan

Hay frases que a mí no me gustan. No sé explicar el porqué, y reconozco que son frases que explican muy bien lo que quieren decir, pero me resisto a utilizarlas. 
«Muero de amor», «no me da la vida», «me bajo de la vida», «a full» o «in love», son algunas de ellas.
Sin embargo hay una que la utilizo más de lo que me gustaría y que describe lo que siento cuando veo las faltas de ortografía que hace mi hijo mayor: «me sangran los ojos».
Es algo superior a mí. 
No es como cuando hay que aceptar algo de la forma de ser de alguien, de su carácter, una característica de su personalidad. No puedo y no quiero aceptar que haga tantas faltas, que no haga todo lo posible para no hacerlas, que le de tan igual y que no entienda la importancia que tiene escribir bien.

jueves, 10 de octubre de 2019

«Cada maestrillo tiene su librillo»

Y a los padres nos vuelven locos.

La semana pasada conocí a la tutora de mi hijo en 1º de ESO. Nos dijo que ella no era partidaria del móvil en las aulas, ni siquiera en el centro, que si lo tenían mejor lo dejaran en casa, y que por su puesto los padres controláramos el tiempo que pasaban con él.
A los dos días mi hijo viene contentísimo porque en una de las asignaturas, en la que la profesora está de baja, la sustituta les había dejado ver vídeos durante toda la clase. Y después, en inglés, habían podido hacer los ejercicios escuchando música del móvil.
De momento ya tiene tres profesoras con opiniones diferentes respecto a los móviles.

Me ha pasado con el mayor, y también con el pequeño, que durante el mismo curso y respecto al mismo niño los profesores nos «aconsejaban» cosas diferentes.
Unos que les ayudes a hacer los deberes, otros que no. Unos que les compruebes la mochila para que no se dejen nada, otros que no. Mientras uno alaba ciertos aspectos en su carácter, el otro te pide que hables con el niño para que cambie. Que son niños y necesitan tiempo para serlo, pero que se acostumbren desde pequeños a dedicar tiempo al estudio, que no pueden estar todo el día sin hacer nada. 

Entre ese punto medio, tan difícil de encontrar, y el sentido común, que es el menos común de los sentidos, nos encontramos haciendo lo que podemos. 

lunes, 7 de octubre de 2019

Mil soles espléndidos

Mil soles espléndidos, de Khaled Hosseini, es el próximo libro a comentar en el Club de Lectura.




Al igual que Cometas en el cielo, me sonaba el título, pero no sabía que pertenecían al mismo autor, del que no había leído nada hasta ahora. Y la verdad es que me ha gustado tanto cómo está escrito que cuando tenga oportunidad quiero leerlo también.

Aunque es triste, recomiendo su lectura, que nos confirma que en las guerras pierden siempre los mismos, que las mujeres, en la cultura que sea y en la medida que sea, siempre salimos perdiendo. 
Pese a que triunfe el amor, para mí no es una historia con final feliz.

jueves, 3 de octubre de 2019

No tengo prisa

No tengo prisa porque mis hijos crezcan.

Cuando yo era pequeña recuerdo pasar horas y horas en la calle, jugando y haciendo cosas que no me puedo imaginar haciendo a mis hijos sin que me de un síncope.
Tengo 4 años más que mi hermano, y en cuanto yo pude hacerme cargo de él, o en cuanto él pudo seguirme, recuerdo llevarlo conmigo y estar pendiente de que no le pasara nada.

Hay niños de la edad de mi hijo (11 años) que sé que hace tiempo ya que van solos a todas partes, que pasan muchas horas en la calle y que lo raro es verlos con sus padres.
Y aunque me pregunto si mi hijo no debería de empezar a volar ya, porque es lo que veo en muchos otros, pienso que es demasiado pronto. Pero no puedo evitar lo inevitable. Así que de momento va saliendo alguna tarde, y mientras él va tanteando la sensación de libertad, yo voy tanteando cuánto tiempo más puedo tenerlo cerca.

lunes, 30 de septiembre de 2019

Una educación

Una educación, de Tara Westover, es el último libro que he leído.
Lo recomiendo; me ha gustado mucho.



Este es el último párrafo del libro:
«Aquella noche la llamé y no contestó. Me abandonó. Se quedó en el espejo. Las decisiones que tomé a partir de entonces no fueron las que ella habría tomado. Fueron las de una persona cambiada, las de un ser nuevo. El desarrollo de un nuevo yo.
Podéis llamarlo transformación. Metamorfosis. Falsedad. Traición.
Yo lo llamo educación».

Tara nos cuenta su vida, nos habla de su familia, de la educación que (no) tuvieron, del mundo en el que vivían, que no era el mismo que el del resto.
Me sorprende que alguien pueda vivir como lo hizo ella, que todavía haya gente que viva así. Me maravillan y emocionan sus ganas de aprender, su capacidad para no solo ponerse a la altura, sino para sobresalir.
Y se me plantean muchas preguntas. ¿Cómo podemos hacer tanto daño a quien se supone que queremos? ¿Cómo podemos negar nuestras responsabilidades dejando en manos de Dios, en este caso, las consecuencias de nuestros actos? ¿Cómo pueden anularnos hasta hacernos sentir que somos nosotros los que estamos locos? ¿Cómo podemos aguantar que nuestra familia nos humille y nos haga sentir que no somos nada?

El conocimiento da poder, seguridad en uno mismo, tranquilidad y empatía hacia los demás. Hace que puedas escuchar otras opiniones sin sentirte atacado simplemente porque no comparten tu opinión.

jueves, 26 de septiembre de 2019

¿Casualidad?

Seguro que no: seguro que estamos controlados, fichados, programados, incluso inducidos, y somos de lo más predecibles en cuanto utilizamos internet, las redes sociales y todo lo que sea de lo que puedan almacenar información sobre nosotros, nuestros gustos, nuestras aficiones y cualquier aspecto de nuestra vida. 
Aún así, me sorprendió la casualidad.

Ahora lo explico...
Los últimos libros que he tomado en préstamo en la biblioteca son: «Alguien como tú», «Alguien como yo», «La juguetería mágica», «Una educación» y «El tatuador de Auschwitz».
En las últimas páginas de «El tatuador...» aparece una página web que podemos consultar si queremos saber más sobre la historia que se narra. Así que voy a dicha página y elijo la opción «imágenes», donde aparecen fotos de la escritora de la novela, de los protagonistas, de la portada del libro y otra que no conozco pero que me llama la atención, algo me suena: en una imagen antigua aparece un niño rubio en un columpio. Es un libro, de título «Educated», y la autora es Tara Westover. Pincho en esa imagen y me lleva a otra página en la que puedo ver que es uno de los libros que también compraron a quien les interesó el del tatuador.


                   
Imagen extraída de internet
Imagen extraída de internet



El libro de la derecha es el que cogí en la biblioteca, y estaba en la sección de novedades, junto con el del tatuador. Estoy segura de que sino hubiera sido por eso no lo habría cogido.
No deja de ser curioso.

Da un poco de miedo, de todas formas, darse cuenta de lo controlados que estamos. Pero he de decir que a mí en concreto esta forma de manipulación me facilita mucho las cosas en You Tube con las listas de reproducción de música 😄

lunes, 23 de septiembre de 2019

La juguetería mágica

Lo primero que me atrajo, sin dudarlo, fue la portada.


El título me hacía pensar en algo infantil, aunque la ilustración para nada lo es. Después de leer la sinopsis me pudo la curiosidad más que el tema, así que me lo llevé a casa.
No está mal. Un poco oscuro debido a esa atmósfera gótica de la que hablan en la contraportada, pero bien escrito.
No he podido evitar tener presente durante toda la lectura la película Una serie de catastróficas desdichas, supongo que por la descripción tirando a fantástica de los lugares y por el tío de la protagonista.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Yo no contaba nada

Mi mayor ha empezado este año primero de ESO.
Empezó nervioso pero ilusionado: nuevo centro, nuevos compañeros y nuevas experiencias. Estaba mentalizado porque las situaciones nuevas le ponen nervioso, así que la primera semana la pasó inquieto, pero de «nervios buenos».
Esta segunda semana que ya termina los nervios han cambiado, y hasta ayer por la noche no me contó porqué: hay un chico en su clase que le insulta y le dice que le va a pegar. Por lo que comenta mi hijo es la actitud normal del otro chico, porque se mete con más compañeros, pero eso a él no le tranquiliza, claro.
Hablamos antes de irse a dormir, y aunque intenté tranquilizarle no sé si lo conseguí. Pero yo estaba (y estoy) nerviosa y preocupada, para qué mentir, aunque intenté que no me lo notara.
Mientras intentaba leer un poco antes de dormir lo escuché roncar, e inconscientemente suspiré. Sentí como si hubiera estado conteniendo la respiración sin darme cuenta. Fue como pensar que si él dormía, descansaba, y entonces también podía relajarme yo. 

Yo también tuve mis cosas, mis problemas y situaciones de las que quise huir, pero nunca contaba nada. A mi padre nunca en la vida le he contado una preocupación. Y contarle algo a mi madre era conseguir el efecto contrario al que  necesitaba: en vez de calmarme y hacerme sentir segura su reacción lograba que me arrepintiera de haberle contado nada.
Quizás por eso empecé a escribir, porque aunque no soluciona los problemas, por lo menos los alivia.

Entiendo que no podré evitar que mis hijos sufran, pero me gustaría. Supongo que lo único que puedo hacer es acompañar, apoyar y observar. Pero duele.

jueves, 12 de septiembre de 2019

El reloj interior

Este pasado mes de agosto he faltado muchos días al gimnasio. Y han sido muchas las noches que me he dejado la bolsa preparada y el despertador puesto, pero cuando ha sonado al día siguiente lo he apagado y he seguido durmiendo.
Esta semana he vuelto a madrugar, y debe de ser que lo he interiorizado mucho, porque me he despertado todos los días antes de que sonara el despertador.
¿Cómo es posible? Ni siquiera miro el reloj cuando me despierto, no me gusta darme cuenta de que falta poco para que suene, así que simplemente me quedo en la cama, con los ojos cerrados, esperando...
Y eso es lo que pasará a partir de ahora, con la rutina, que la mayoría de días en los que tenga el despertador puesto, me despertaré antes de que suene. Sin embargo, en fin de semana, como no lo tengo puesto a esa hora, no me despierto.
No deja de asombrarme cómo la mente se adapta o se relaja. 
Eso sí, no me atrevo a no poner el despertador, no vaya a ser que entonces no me despierte.

viernes, 6 de septiembre de 2019

No me oigo pensar

Ya no pido silencio, sé que es misión imposible. Solo pido poder oírme mientras pienso. Que los demás no piensen en voz alta. Que no interrumpan mi diálogo interior.

Cuando no están los echo de menos. El silencio se puede tocar, la casa se hace grande y las cosas no cambian solas de lugar.

No son ellos, soy yo, lo sé. A estas alturas del verano estamos saturados los unos de los otros, pero mientras mi energía mengua la de ellos parece que se alimenta de mí.

No sé qué espero con más ganas, si las vacaciones de verano o la vuelta a la rutina. De todas formas, estoy convencida de que cada fase existe para echar de menos la otra, y también para disfrutarla.

martes, 3 de septiembre de 2019

No es una historia más

Sin añadir ni quitar nada, Heather Morris cuenta la historia de amor entre Lale y Gita.
Lale conoció a Gita en Auschwitz, cuando tuvo que volver a tatuarle el número de identificación.


Foto extraída de internet


Lo que me llamó la atención de este libro fue el título. Como con La catadora, volví a pensar en el millón de historias que hay dignas de contar y de las que nunca sabremos nada.
De hecho en el prólogo hacen mención a ello, a que cada una de las víctimas del Holocausto era una persona con una historia extraordinaria que merecería ser contada, pero que nunca conoceremos.

A veces leemos sobre algo en varias ocasiones y no nos provoca nada, hasta que un día lo vuelves a leer pero lo digieres diferente. Esta vez ha sido cuando leía sobre las cenizas que caían sobre el campo de concentración, procedentes de los crematorios. Esta vez he pensado que esas cenizas eran personas unos minutos antes. Siempre lo he sabido, pero ha sido ahora cuando la evidencia me ha conmocionado.


En la mayoría de las historias que he leído sobre Auschwitz hay un nombre que se repite incluso más que el de Hitler, es el de Josef Mengele. 
En algunos puntos de esta historia me ha parecido reconocer nombres y situaciones que en otras novelas se han comentado por encima.
Recomiendo su lectura.

viernes, 30 de agosto de 2019

Impactante

Me ha quedado el mismo regusto amargo después de ver la serie de televisión surcoreana «Love Alarm» que me quedó cuando terminé de leer el libro «Al final mueren los dos».
La serie trata sobre una aplicación llamada «Love Alarm» que permite saber si en un radio de 10 metros hay alguien enamorado del usuario. 
Con esta aplicación no hay coqueteo, aproximación, miradas, ni incertidumbre. Una alarma suena en cuanto alguien a quien le gustas se encuentra a diez metros de ti, así que todo lo demás sobra, porque si tú haces sonar también la alarma de la otra persona ya está todo dicho. 
Pero ¿qué pasa cuando haces que suene la alarma de alguien y ese alguien no hace sonar la tuya?

Con todos los avances que tenemos al alcance de nuestra mano parece que nos esforzamos en imaginar futuros desoladores, tristes y despersonalizados. Porque al final todo lo que se crea para acercar a las personas y crear relaciones humanas acaba consiguiendo lo contrario, relaciones frías e impersonales, que quizás nunca hubieran surgido sino hubiera sido gracias a internet.
Me impacta lo posibles que son algunas cosas antes impensables. Cuantas tonterías, estupideces y locuras se hacen relacionadas con internet, las redes sociales, los «me gusta» y lo que quiero que vean/crean/piensen de mí.
Es un poco triste pensar que cada vez llegamos a más personas sin salir de casa. Ganamos conocidos y perdemos contacto físico. Filtramos tanto lo que mostramos  que a veces no tiene nada que ver con lo que realmente somos.
Todo tiene su lado bueno y su lado malo, por supuesto, pero tendríamos que tener más presentes a los que podemos tocar con solo alargar la mano, y tocar de verdad, no con un clic. Así todo lo que está ahí fuera sería algo más que añadir a nuestra vida, algo que sumara, y no acabaría siendo la realidad virtual en la que aislarnos.

miércoles, 28 de agosto de 2019

Me repito

Hay cosas que te acompañan en cada mudanza y que se salvan de todas las limpiezas de armarios que haces a lo largo de tu vida.
En la última limpieza que he hecho estos días he encontrado textos que escribí hace fácilmente más de 25 años.

No puedo decir que escribo desde siempre, porque aunque no recuerdo la época en la que empecé, sí recuerdo la época en la que todavía no lo hacía. Lo que sí recuerdo hacer desde siempre es hablar conmigo misma, que al fin y al cabo es lo que hago también cuando escribo.
Escribí mucho durante la adolescencia, con los primeros amores, cuando empecé a experimentar las posibilidades que ofrecía la libertad con el grupo de amigas. Mis escritos se hicieron más intensos y reales cuando me enamoré del que hoy es mi marido y durante unos años se transformaron en largas cartas que nos mandábamos para sentir más corta la distancia que nos separaba.
Cuando tuve claro que quería ser madre el tema de mis lecturas se centró en el embarazo, la crianza y la educación, en ese orden. Mi mente me pedía saber todo lo posible, encontrar a gente a quien leer y me pudiera guiar. También escribía, pero mucho menos. Sin embargo con el paso de los años he necesitado leer cualquier cosa que no tuviera nada que ver con la crianza, así de empachada he terminado del tema.
Mis hijos han crecido, necesitan menos de mí y yo he ido recuperando tiempo que dedico a la lectura, y otra vez a escribir.
Sigo hablando conmigo misma, quizás más que nunca. Y también escribo, mucho y casi en cualquier sitio. Eso me lleva a sentir que a veces, cuando voy a escribir en el blog, me repito. Lo que pasa realmente es que lo he escrito en algún cuaderno, o que llevo tanto dándole vueltas al tema que ya me parece haber escrito sobre él.

Me pregunto si la lectura y la escritura van necesariamente de la mano. Pienso, y quizás me equivoco, que todo el que escribe también lee, pero no todo el que lee también escribe.
Creo que en mi caso la escritura y la lectura llegaron a la vez a mi vida, y aunque han habido épocas en las que alguna de las dos facetas la he tenido abandonada, siempre he permanecido ligada a las palabras. Ya sea al escribirlas o al leerlas me dan seguridad, y con ellas puedo aferrarme a la realidad o evadirme de ella por igual.

lunes, 26 de agosto de 2019

Reconocer

Me cuesta hacer cumplidos o halagar a la gente, igual que me cuesta recibirlos. En todo caso creo que es algo en lo que me tengo que esforzar más, aunque me cueste horrores.

Hace un año que sigo en Instagram a un chico y una chica que conocí el año pasado en las fiestas patronales de mi ciudad. Gracias a esta red social he podido estar al día de las creaciones en miniatura de él y de los dibujos de ella.
Para mí tiene mucho de valentía el esforzarte en hacer bien algo que te gusta y mostrárselo a la gente. Trabajar para ser mejor que bueno y poder ganar dinero con ello, ya que al fin y al cabo es un reconocimiento que te paguen por lo que haces, sobre todo si es arte.
Este año he vuelto a verlos en diferentes eventos y me he atrevido a, de una manera u otra, reconocerles su trabajo, decirles que me gusta lo que hacen.
En una exposición de maquetas pude dirigirme a él y su compañera, hacerles algunas preguntas, interesarme por su trabajo, decirles directamente que me gusta mucho lo que hacen y que gracias a Instagram soy consciente de todo el tiempo y dedicación que hay detrás de cada maqueta. 
En otro evento pude acercarme a la caseta en la que la chica de los dibujos los mostraba y vendía a quien los quisiera comprar. También le dije que estaba al día de su trabajo gracias a Instagram, y le compré un par de marca páginas decorados con sus ilustraciones que tuvo el detalle de dedicarme.
Quiero pensar que les gustó mi gesto, que les hizo bien, y después que les hiciera sentir mejor.

Me siento satisfecha por haber hecho algo que me cuesta hacer, que estoy convencida que está bien y que quiero hacer más a menudo. Quisiera que con el tiempo no tuviera que forzarme a hacerlo, que fuera algo natural en mí.
Además me ha servido para sacarme una espinita que tenía clavada y eso, quieras que no, alivia.

sábado, 24 de agosto de 2019

Que lo disfruten

Esta semana son las fiestas patronales de la ciudad donde vivo, como en muchas otras ciudades. Hay damas, actos, eventos y un sinfín de actividades que tienen ocupadas a las damas, a la gente que forma parte de comisiones, a las peñas, a la gente del ayuntamiento y seguramente mucha más gente que ni imagino.
Lo mismo pasa en marzo, con las fallas, aunque hay que decir que tanto para las fiestas de agosto como para las fallas se trabaja todo el año, no solo en los días señalados.
No soy devota de ninguna de estas dos fiestas, aunque disfruto de algunas cosas de las que se organizan, y tengo claro que nunca en la vida (cruzo los dedos, porque dicen que nunca se puede decir nunca) seré dama, fallera o nada que se le parezca. Pero admiro a quien quiera serlo, a quien le guste y pueda sonreír mientras le miran, a quien aguante asistir a eventos vestida de gala y con tacones, además de sesiones de maquillaje y peluquería. Admiro también a quienes dedican su tiempo a que todo esto funcione, y no me refiero precisamente a la gente del ayuntamiento, que esos cobran, sino a voluntarios, peñas, comisiones y todo aquel que lo haga porque vive por y para las fiestas de su pueblo.
Por todo esto, y aunque me toque la moral los cierres de calles y otros inconvenientes, de verdad que espero que lo disfruten.