Me cuesta hacer cumplidos o halagar a la gente, igual que me cuesta recibirlos. En todo caso creo que es algo en lo que me tengo que esforzar más, aunque me cueste horrores.
Hace un año que sigo en Instagram a un chico y una chica que conocí el año pasado en las fiestas patronales de mi ciudad. Gracias a esta red social he podido estar al día de las creaciones en miniatura de él y de los dibujos de ella.
Para mí tiene mucho de valentía el esforzarte en hacer bien algo que te gusta y mostrárselo a la gente. Trabajar para ser mejor que bueno y poder ganar dinero con ello, ya que al fin y al cabo es un reconocimiento que te paguen por lo que haces, sobre todo si es arte.
Este año he vuelto a verlos en diferentes eventos y me he atrevido a, de una manera u otra, reconocerles su trabajo, decirles que me gusta lo que hacen.
En una exposición de maquetas pude dirigirme a él y su compañera, hacerles algunas preguntas, interesarme por su trabajo, decirles directamente que me gusta mucho lo que hacen y que gracias a Instagram soy consciente de todo el tiempo y dedicación que hay detrás de cada maqueta.
En otro evento pude acercarme a la caseta en la que la chica de los dibujos los mostraba y vendía a quien los quisiera comprar. También le dije que estaba al día de su trabajo gracias a Instagram, y le compré un par de marca páginas decorados con sus ilustraciones que tuvo el detalle de dedicarme.
Quiero pensar que les gustó mi gesto, que les hizo bien, y después que les hiciera sentir mejor.
Me siento satisfecha por haber hecho algo que me cuesta hacer, que estoy convencida que está bien y que quiero hacer más a menudo. Quisiera que con el tiempo no tuviera que forzarme a hacerlo, que fuera algo natural en mí.
Además me ha servido para sacarme una espinita que tenía clavada y eso, quieras que no, alivia.