jueves, 30 de junio de 2022

Hasta que lo pruebas

El primer coche que me gustó como para desear tener uno fue el Volkswagen Golf, así que en cuanto me pude permitir un coche nuevo fui al concesionario con la intención de salir de allí con uno. En aquel entonces el último modelo era el Volkswagen Golf 25 aniversario y había uno en concreto de un color azul eléctrico precioso. En cuanto me senté en el asiento del conductor supe que no quería conducir ese coche: incómodo y sin encanto en el interior no necesité ni probarlo en carretera. 
Algo parecido me pasó también con el modelo Touareg de la misma marca. Me gustaba lo suficiente como para tenerlo en cuenta si me cambiaba de coche  pero en una feria de muestras tuve la oportunidad de mirarlo bien y sentarme y oye, otro coche que borré de mi lista de posibles.
Este es un claro ejemplo de esas cosas que te gustan por lo que parecen o te imaginas, pero sin conocerlas o haberlas probado.
Y eso me pasa precisamente con tocar el tambor, tener unas zapatillas Vans o hacer un viaje en autocaravana, que me gustaría hacerlo. No sé si alguna vez tendré ocasión y puede que el día que lo haga (si lo hago) descubra que no era para tanto. 
Pero bueno, habrá que probarlo para saberlo ¿verdad?

Imagen de Internet

lunes, 27 de junio de 2022

El año de Gracia

Después de pasar sus años de juventud en contra de la voluntad familiar en un seminario, el protagonista pierde todo el interés por seguir ahí cuando muere su padre y decide volver a casa. Lo que no espera es que su hermana Gracia, en un intento por hacerle más fácil la vuelta a la vida «normal», le ragale un año donde él puede vivir a costa de ella antes de establecerse.
 
Imagen de Internet
 
 
Entre la pandemia y que últimamente los libros que teníamos para leer en el club de lectura no me habían gustado hacía mucho tiempo que no asistía a una reunión pero el último, para mi sorpresa, me ha gustado. Me ha gustado en plan «es raro pero entretenido». La historia tiene unos giros tan inesperados que no puedes evitar seguir leyendo para saber cómo termina eso tan exraño que acaba de pasar.
Esta frase en la contraportada del libro resume muy bien la sensación que queda después de su lectura: «Una original e inquietante aventura que nos hace desear un buen fuego y, afuera, tras los cristales, una magnífica noche de tormenta».
Si a lo anterior le sumamos que es de esos libros pequeños con una letra y un color de papel agradable a la vista, es una lectura que no está mal para pasar el rato.

miércoles, 22 de junio de 2022

Curiosidad

 En algunos casos la curiosidad mató al gato,
en otros, rompió matrimonios.

Mi Otra Yo

jueves, 16 de junio de 2022

Canción de amor

 

                                                                                                       Ilustración de @henn_kim. Instagram

 «Canción de amor». 
Henn Kim.
 
Tú pones la música y yo la letra.
 
Mi Otra Yo 

lunes, 13 de junio de 2022

Cosas que creo que necesito


Ilustración de @minweee. Instagram
 
Durante mucho tiempo necesité planificar las comidas, planificarlas en plan escribir con una semana de antelación lo que íbamos a comer y cenar durante los próximos siete días. Por economía, por facilitar el momento de la compra, por no tener que pensar cada día en qué cocinar y no repetirme demasiado. Con el tiempo me fui relajando y el primer día que me pilló sin menú planeado casi me da un patatús. Otro día, sin embargo, me di cuenta de que llevaba tiempo sin colsultar la libreta donde lo apuntaba y el mundo no se había terminado. Me sigue fastidiando tener que hacer de comer todos los días, pero ya no me supone una tortura planificarme a dos días vista sin tenerlo apuntado. Además, resulta que con o sin planificación me repito lo mismo, porque entre lo que no les gusta y lo que les gusta tanto que lo comerían todos los días al final las posibilidades son bastante limitadas.

En el embarazo de mi hijo mayor, hace ya más de catorce años, creé un documento de Excel con todos los libros que tenía en casa. Quería tener registrado lo que había leído y lo que leería, y de cada libro apuntaba la fecha de su lectura, título, autor, sinopsis, si era mío, regalado o tomado en préstamo de la biblioteca y mi valoración. Durante mucho tiempo lo llevé tan al día que cuando empezaba la lectura de un libro ya había anotado todo, a falta de la valoración, que lo hacía en cuanto terminaba de leerlo. Y necesitaba hacerlo porque si me saltaba alguna parte de toda esa rutina sentía que me faltaba algo. Llegó un momento en el que cuando iba a registrar un libro me daba cuenta de que no lo había hecho con el anterior, así que aprovechaba y apuntaba el que acababa de leer y el que se me había pasado apuntar. Ya no lo hago. Ha llegado un punto en el que ya no tengo esa necesidad y puedo empezar y terminar un libro sin pensar en nada más que disfrutar de su lectura.

En un escaparate, en una red social, alguien que lo está leyendo... Cuando veo un libro y hay la más remota posibilidad de que me pueda interesar, necesito apuntármelo en algún lado.
 
Según el tipo de ropa que lleve a veces cambio de bolso. Y según por lo que cambie de bolso sé que la situación no me lo va a permitir, pero aun así necesito llevar siempre los auriculares, por si acaso. Nunca se sabe cuándo se va a presentar la oportunidad de aislarme del mundo eligiendo yo la música.
 
Un libro, o muchos. Una de las cosas buenas de las tecnologías es poder llevar encima muchísimos libros sin sentir el peso y el espacio que ocupan. Así que al principio en papel y desde hace tiempo ya en el móvil yo hace años que no salgo de casa sin un libro. Porque sí, porque lo necesito. 

El móvil tiene bloc de notas pero yo prefiero apuntar las cosas en un cuaderno. Seguramente la mayoría de cosas que apunte no me acordaré de consultarlas tanto si están en papel como en digital, pero de todas formas me parece que tiene más consistencia si lo escribo yo de mi puño y letra. Y claro, al cuaderno que necesito llevar siempre le acompaña un bolígrafo.
 
¿Puede pesar algo que no llevamos encima? Ese «creo que me dejo algo» que te hace registrar el bolso mil veces y palparte los bolsillos mientras recitas con los ojos cerrados todo lo que sueles llevar al salir de casa porque la falta de un peso con el que siempre cargas te hace sentir más ligera y a la vez sentir incluso más ese peso que no llevas. Y es más un peso mental que físico.
 
Buscando definiciones de la palabra «necesidad» he encontrado esta:
«Necesidad es el estado de un ser en que se halla en carencia de un elemento, y su consecución resulta indispensable para vivir en un estado de bienestar corporal pleno».
 
Y es así como lo siento.
¿Que podría vivir sin hacer todo eso que yo necesito hacer? Sí. ¿Que no me siento tranquila ni mental ni físicamente hasta que lo hago? Por supuesto. ¿Que igual que he tenido unas necesidades que han desaparecido ahora tengo otras que seguramente desaparecerán también? Seguro que sí.
 

jueves, 9 de junio de 2022

La ducha

—Bueno, tengo que colgar, que voy a ducharme. 
—¿Tan pronto?
—Llevamos casi una hora hablando y todavía no he cenado. Si quieres me ducho, ceno y cuando termine te vuelvo a llamar.
—O podrías ducharte mientras seguimos con la conversación.
—Sí hombre. ¿Y qué más?
—¿Por qué no? ¿Nunca has mantenido una conversación mientras te duchabas con alguien que estuviera fuera de la ducha?
—Claro que sí, pero era mi pareja y estaba aquí, no al teléfono.
—¿Y qué más da que yo no sea tu pareja? Y por si no te acuerdas, cosas más íntimas hemos hecho por teléfono.
—Lo sé. No hace falta que me lo recuerdes.
—¿Qué pasa, tan desagradable te resulta recordarlo?
—No es eso, y lo sabes. Además, fuiste tú el que sugirió que era mejor no repetirlo y no hablar de ello.
—¿Y si ahora me arrepiento?
—Pues te aguantas.
—Va, en el rato que llevamos discutiendo ya estarías dentro de la ducha.
—Ya casi lo estoy. Mientras hablamos lo he preparado todo, solo me falta desnudarme y meterme dentro.
—O sea, que estabas dispuesta a hacerlo desde el principio.
—Nada de eso. Simplemente intento aprovechar el tiempo mientras hablamos, pero voy a colgar ya.
—¡Espera! Por favor, no hace falta que hablemos mientras te duchas. Simplemente déjame escucharte y ya está. Ni te enterarás de que estoy ahí. Te lo prometo.
—Eres muy raro. ¿Lo sabes?
—Sí, ya me lo has dicho muchas veces. Pero te gusta, no lo niegues.
—¿Y qué se supone que vas a hacer mientras me ducho?
—Nada. Sentarme cómodamente en mi sofá e imaginar que estoy en la habitación de al lado, en vez de al otro lado del teléfono. Si quieres hasta te puedo enviar una foto del sofá.
—Vale.
 
Imagen de Internet 
 
 
—Ahora envíame tú una de tu ducha.
—No pienso hacerlo. Con escucharme ya tienes sufiente. 
Si tú supieras que nunca tengo suficiente...
—¿Qué has dicho? No te he escuchado bien.
—Nada, nada. Que puedes empezar cuando quieras.
—Recuerda, ni una palabra. Yo te aviso cuando podamos seguir hablando. ¿De acuerdo?
—¡A sus órdenes!
—¡Qué gracioso!
 
Deja de hablar y lo que escucho me hace imaginar que se está quitando la ropa. Llegaba de trabajar cuando la he llamado, así que seguro que lleva unos vaqueros y una camiseta. Nada de sudadera ni chaqueta, ya me ha dicho que hoy allí tenían buen tiempo. 
Se oye el agua caer y  nada más. Supongo que está esperando a que esté como a ella le gusta, hirviendo.  Lo sé porque una vez, hablando de las muchísimas cosas que no tenemos en común, salió el tema de la temperatura del agua en la ducha: a ella le gusta lo más caliente que pueda aguantar su cuerpo y yo la prefiero cuanto más fría mejor. Me gustaría saber cómo nos las arreglaríamos si compartiéramos la ducha.
El sonido ha cambiado, debe de haberse metido debajo del chorro de agua. ¿Habrá comprobado la temperatura con el pie, con la mano? Da igual, yo me la imagino con la cabeza inclinada hacia atrás, apartándose el pelo mojado de la cara con los ojos cerrados.
Bien, es de las que cierra el grifo para enjabonarse. No soporto a esa gente que no lo hace, que deja el agua correr incluso mientras se enjabona. Oigo cómo abre y cierra el champú, y si afino mucho el oído casi puedo escuchar cómo se frota el pelo hasta hacer espuma. Otra vez el agua, ahora para aclararse. Silencio y el clac de una tapa. ¿Algún otro producto para el pelo o ha pasado ya al gel? Tendré que esperar para averiguarlo. Se escucha el agua, no demasiado tiempo, y vuelve a cerrar el grifo. ¡Clac! Eso quiere decir que lo de antes era suavizante, acondicionador, mascarilla o lo que sea que utilice para cuidar el pelo que ahora intenta llevar ondulado, como realmente lo tiene. El otro día me contó que estaba cansada de pelear con su pelo para llevarlo liso, cuando no lo es.  Ahora debe de estar enjabonándose el cuerpo.
Hace rato que he puesto el teléfono en altavoz para poder tenerlo lejos de mi boca. Me preocupa que pueda oír mi respiración cada vez más agitada. Le he dicho que no haría nada mientras la escuchaba y eso es lo que estoy haciendo, pero hay una parte en concreto de mi cuerpo que tiene vida propia.
Abre el grifo y esta vez está más tiempo bajo el agua, pero tampoco demasiado. Supongo que hoy ha sido más rápida de lo normal. ¿Se habrá sentido incómoda? Si es así me lo dirá. ¿O se habrá excitado, aunque sea un poco? Esto seguro que no lo reconocerá, es demasiado vergonzosa. 
Hace casi un año que nos conocimos por Internet. Durante mucho tiempo hablamos por correo electrónico, pero llegó un día en el que los dos confesamos que nos gustaría poder comunicarnos de una manera más inmediata y pasamos a los mensajes de WhatsApp. La primera vez que hablamos por teléfono los dos estábamos nerviosos. Después de habernos escrito durante tanto tiempo y habernos contado cosas tan personales sentíamos como si nos conociéramos de toda la vida, pero escuchar nuestras voces era casi como ponernos rostro. Curiosamente  a los dos nos pareció que la voz y la forma de hablar del otro correspondía a su forma de escribir. Ella habla como escribe, correcta, sin faltas de ortografía ni de respeto. Y aunque le cuesta soltarse, cuando lo hace es de lo más graciosa. Siempre se lo digo, pero nunca me cree.
El agua ha dejado de caer. Los sonidos que llegan me hacen pensar que está recogiendo la ducha. Ni en una situación como esta deja nada donde no deba de estar. No sé que usa para secarse, pero en mi imaginación utiliza una toalla para recogerse el pelo y otra para secarse el cuerpo, que deja envuelto cuando termina, quedando sus hombros y sus piernas al descubierto.
—¿Sigues ahí? Ya he terminado. —me dice.
Estaba tan concentrado fantaseando que su voz me sorprende y siento como si me hubiera pillado haciendo algo que no debiera.
—Aquí estoy. ¿Qué tal? No ha sido para tanto ¿no?
—La verdad es que no, pero me he sentido un poco incómoda. —lo sabía—. Todo el tiempo he tenido la sensación de que tenía que darme prisa para no hacerte esperar.
—Tranquila, no tengo prisa. Además, he disfrutado de tu ducha. Hubiera preferido compartirla contigo, pero bueno, qué le vamos a hacer. No se puede tener todo. —no necesito tenerlo todo, contigo me conformo. Lo pienso, pero no se lo digo. ¿Y por qué no se lo digo? Porque soy un cobarde, tan simple como eso y cuando las cosas se ponen serias se me da mejor huir que dar la cara.
 —Escucha, me acaba de llegar un WhatsApp de un amigo diciéndome que viene a mi casa —mentira, pero no se me ocurre otra excusa—. ¿Te importa si hablamos en otro momento? Ya sé que he sido yo el que ha insistido en seguir con la conversación, pero es que ya está de camino y no le puedo decir que no.
—Ah... bueno. —me responde descolocada—. ¿Está todo bien? ¿Pasa algo?
—No pasa nada, de verdad, pero es que debe de estar al caer y no quiero hacerle esperar porque me ha dicho que tiene algo importante que contarme.
—Lo entiendo. Hablamos en otro momento.
—Mañana te llamo. Que descanses. Besos.
—Besos.

Necesito colgar porque no está todo bien y sí pasa algo. Le he dicho que no iba a hacer nada mientras la escuchaba, me hubiera parecido una falta de respeto lo contrario, pero no puedo aguantar más. En el mismo lugar desde el que la he acompañado mientras se duchaba cierro los ojos e intento reproducir en mi mente los sonidos y silencios que he escuchado. Trato de imaginar que las manos que repartían el jabón por su cuerpo eran las mías, no las suyas. Y que las manos con las que ahora me alivio son las suyas, no las mías.
Porque sí, ahora me arrepiento. Lo que en su día me parecieron razones lógicas para no arriesgarme ahora me parecen excusas ridículas propias de alguien que le tiene más miedo a lo que siente que a la posibilidad de que no funcione. Por eso cada vez que nos encontramos en una situación en la que además de haberla provocado yo, siento que ser solo amigos me sabe a poco, me bloqueo.
Mañana, cuando la llame, se lo confieso. De esta vez no pasa. Seguro.
 
Mi Otra Yo


lunes, 6 de junio de 2022

La foto

 

 
Antes de esta foto hay casi mil intentos, planes, espera, expectación, ganas de quedar y nervios. Obligaciones, familias, trabajos, gente, problemas y a veces días de mierda. Enfermedades, preocupaciones, dudas e incertidumbre. Necesidad de compañía.

Durante esta foto hay fiesta, alegría, risas, lágrimas, confianza, comodidad, aprovechar el tiempo. Hablar sin parar sobre salud, música, lectura, sexo o cualquier cosa que nos venga a la mente. Compartir sueños, ilusiones y amistad hasta el infinito.
 
Después de esta foto hay despedidas y promesas de volver a repetirlo. Sentirse afortunadas y agradecerlo. Una sonrisa tonta permanente y abrazos que curan penas. El alivio de haber compartido los problemas aunque no los hayamos solucionado.

jueves, 2 de junio de 2022

De tu cuello al cielo (2ª parte)

 
Ilustración de animecouples_s. Instagram
 
Pensaba que esos ruidos formaban parte de la película con la que me había quedado dormido, pero no. Tardé unos segundos en centrarme y darme cuenta de que estaban intentado abrir la puerta de la entrada. Despacio y sin hacer ruido me acerco para ojear por la mirilla y solo puedo distinguir la coronilla de alguien empeñado en abrir a toda costa. Cuando abro la puerta de golpe dispuesto a cantarle las cuarenta a quien sea que quiera entrar en mi casa caes sobre mí al intentar meter la llave en la cerradura otra vez.
Antes de quedarme dormido estaba pensando que después de dos semanas hoy por fin te he vuelto a ver: yo salía del ascensor en el mismo momento en el que tú te dirigías a la puerta de la calle del edificio desde las escaleras. Ha sido un instante, pero lo suficiente para ver la parte que más me gusta de ti cuando te puedo mirar de espaldas.
Ahora te tengo entre mis brazos y no me lo creo.
—¿Qué haces? —te pregunto, pero sin soltarte.
—Intento abrir la puerta. —respondes mientras miras mis labios.
—Ya lo he visto, pero ¿porqué la de mi casa? —acabo de decidir que no voy a soltarte en la vida. Hueles tan bien y eres tan blandita que no te quiero dejar ir.
—Porque me he equivocado. 
Ahora me estás mirando el cuello, estoy seguro. Joder, hueles tan bien...
—¡¿Me acabas de morder en el cuello?! 
Seria y con los ojos muy abiertos me miras pero no dices nada. Yo bajo las manos hasta tu cintura y no protestas. Me hago el valiente y las deslizo hasta tus caderas. Te acerco más a mí y no me importa que sientas lo emocionado que estoy. Si esto es un sueño no me quiero despertar.
—Quiero hacerlo otra vez. —dices, mientras te pones de puntillas y muerdes mi labio inferior.
Tu aliento huele a alcohol y me pregunto si es eso lo que te hace actuar así. Por eso te lo pregunto a ti también.
—¿Estás borracha?
—Un poquito, lo justo para atreverme pero no lo suficiente como para no saber lo que hago.
No necesito saber más.
Me agacho lo justo para agarrarte por detrás de los muslos y levantarte. Cierro la puerta con el pie dando un portazo y te llevo hasta el sillón en el que me había quedado dormido, sentándome contigo sobre mí y dejando que te acomodes mientras nos miramos a los ojos. Tu sonrisa me invita a seguir y necesito abrazarte para saber que no es un sueño. Cierro los ojos y te aspiro.
Te incorporas presionando mi sexo con tu cuerpo sin dejar de mirarme y eso me gusta. Me gusta y me anima. Por eso, cuando sujetándote de las caderas me froto contra ti y gimes mientras me clavas los dedos en los hombros, no dudo en inclinarme hacia ti y agarrarte el culo con las dos manos mientras meto la lengua en tu boca, que ya está abierta esperándome.
Solo puedo decir una cosa, todo lo que vino después supera con creces la mejor de mis fantasías.

Mi Otra Yo