Me ha quedado el mismo regusto amargo después de ver la serie de televisión surcoreana «Love Alarm» que me quedó cuando terminé de leer el libro «Al final mueren los dos».
La serie trata sobre una aplicación llamada «Love Alarm» que permite saber si en un radio de 10 metros hay alguien enamorado del usuario.
Con esta aplicación no hay coqueteo, aproximación, miradas, ni incertidumbre. Una alarma suena en cuanto alguien a quien le gustas se encuentra a diez metros de ti, así que todo lo demás sobra, porque si tú haces sonar también la alarma de la otra persona ya está todo dicho.
Pero ¿qué pasa cuando haces que suene la alarma de alguien y ese alguien no hace sonar la tuya?
Con todos los avances que tenemos al alcance de nuestra mano parece que nos esforzamos en imaginar futuros desoladores, tristes y despersonalizados. Porque al final todo lo que se crea para acercar a las personas y crear relaciones humanas acaba consiguiendo lo contrario, relaciones frías e impersonales, que quizás nunca hubieran surgido sino hubiera sido gracias a internet.
Me impacta lo posibles que son algunas cosas antes impensables. Cuantas tonterías, estupideces y locuras se hacen relacionadas con internet, las redes sociales, los «me gusta» y lo que quiero que vean/crean/piensen de mí.
Es un poco triste pensar que cada vez llegamos a más personas sin salir de casa. Ganamos conocidos y perdemos contacto físico. Filtramos tanto lo que mostramos que a veces no tiene nada que ver con lo que realmente somos.
Todo tiene su lado bueno y su lado malo, por supuesto, pero tendríamos que tener más presentes a los que podemos tocar con solo alargar la mano, y tocar de verdad, no con un clic. Así todo lo que está ahí fuera sería algo más que añadir a nuestra vida, algo que sumara, y no acabaría siendo la realidad virtual en la que aislarnos.
Con esta aplicación no hay coqueteo, aproximación, miradas, ni incertidumbre. Una alarma suena en cuanto alguien a quien le gustas se encuentra a diez metros de ti, así que todo lo demás sobra, porque si tú haces sonar también la alarma de la otra persona ya está todo dicho.
Pero ¿qué pasa cuando haces que suene la alarma de alguien y ese alguien no hace sonar la tuya?
Con todos los avances que tenemos al alcance de nuestra mano parece que nos esforzamos en imaginar futuros desoladores, tristes y despersonalizados. Porque al final todo lo que se crea para acercar a las personas y crear relaciones humanas acaba consiguiendo lo contrario, relaciones frías e impersonales, que quizás nunca hubieran surgido sino hubiera sido gracias a internet.
Me impacta lo posibles que son algunas cosas antes impensables. Cuantas tonterías, estupideces y locuras se hacen relacionadas con internet, las redes sociales, los «me gusta» y lo que quiero que vean/crean/piensen de mí.
Es un poco triste pensar que cada vez llegamos a más personas sin salir de casa. Ganamos conocidos y perdemos contacto físico. Filtramos tanto lo que mostramos que a veces no tiene nada que ver con lo que realmente somos.
Todo tiene su lado bueno y su lado malo, por supuesto, pero tendríamos que tener más presentes a los que podemos tocar con solo alargar la mano, y tocar de verdad, no con un clic. Así todo lo que está ahí fuera sería algo más que añadir a nuestra vida, algo que sumara, y no acabaría siendo la realidad virtual en la que aislarnos.