martes, 28 de febrero de 2017

¿Y si fuera cierto?

En más de una ocasión he oído que el cuerpo sintomatiza las preocupaciones, los problemas, las situaciones dolorosas, el estrés, en enfermedades.

En el último libro que he leído para el Club de Lectura dos de sus protagonistas, padre e hijo, padecen el mismo cáncer, a la misma edad. Los dos eran médicos y personas de confianza del rey, por lo que tenían que ser discretos, guardar secretos, callar muchas cosas. El cáncer lo tenían detrás de la rodilla izquierda.
Una de mis compañeras de Club comentó que un cáncer en esa parte del cuerpo (en la parte de atrás del cuerpo, en un lugar escondido como es detrás de la rodilla) es propio de personas que tienden a callarse las cosas, a guardarse todo dentro... y aunque ya había oído explicaciones similares muchas veces, aunque por circunstancias el tema del cáncer está más presente en mi vida, algo hizo clic dentro de mí y pensé: "¿Y si fuera cierto? Yo me lo guardo todo ¿quiere decir eso que algún día trendré cáncer? ¿Si cambio y cuento todo lo que se me pasa por la cabeza me puedo librar de la posibilidad de tener cáncer?"
Hace cuatro días de la reunión del Club y se me acumulan las preguntas, las dudas, las suposiciones:
¿De verdad se puede tener cáncer por callarte las cosas, por una forma de ser, a fin de cuentas?
¿Por qué tiene cáncer gente que se cuida, lleva una vida sana?
¿Por qué no tienen cáncer por ejemplo personas que no se cuidan, que viven a base de excesos?
¿Por qué han tenido cáncer N y S? Ellas son diferentes, piensan y creen en cosas diferentes, y aún así sufren la enfermedad.
Como vivimos, lo que comemos, lo que respiramos, como sentimos... se supone que todo tiene que ver, o no. En lo que creemos, en lo que no creemos. Como asimilamos y aceptamos las cosas. Como las rechazamos o luchamos contra ellas.

Pues este es el tema que me está dando en qué pensar estos días. Puede ser por la edad, puede ser porque gente a la que quiero ha sido "elegida" para padercer esta enfermedad.


Siempre he sido una persona reservada. Los años y malas experiencias me han hecho pensar que no está mal ni es malo ser así, me han hecho aceptarme. Tengo gente en la que confiar, con la que me abro, con la que puedo hablar de cualquier cosa. Tengo la inmensa suerte de que mi mejor amigo, mi marido, el padre de mis hijos, mi amante, mi compañero, es la misma persona. Tengo muchas conocidas con las que hablar de cualquier cosa. Tengo amigas con las que sincerarme, quedar a tomar un café y hablar como si fuera ayer la última vez que nos vimos, aunque en realidad sean semanas o meses. Y después las tengo a ellas cuatro, esas que el tiempo, las risas y las lágrimas han hecho hermanas, esas que me hacen sentir libre y necesitarlas a partes iguales. Esas con las que hablar de cualquier cosa; con las que sincerarme; a las que no veo tanto como me gustaría, pero pase el tiempo que pase parece que fue ayer; esas a las que cuento lo que le no contaría a nadie más; esas con las que quiero estar, cuanto más, mejor.
Y aún así siempre queda algo, siempre queda mucho. Soy de pensar antes de hablar, por lo que muchas veces me encuentro que ya no es el momento de decirlo. Me gusta rumiar, hablar conmigo misma, pero al fin y al cabo es guardarlo, callarlo, no soltarlo. Muchas veces no lo digo porque no lo necesito, otras porque creo que no hay que decirlo, y algunas porque se pasa el momento.

Pero ¿de verdad hay enfermedades que son la manifestación de nuestros problemas, nuestros pensamientos, nuestros miedos...?

martes, 7 de febrero de 2017

¿Y si no sirve de nada?

¿Y si no sirven de nada todos los libros que me he comprado, todos los libros que he leído? ¿Y si no sirven de nada todas las charlas a las que he ido, todos los artículos que he buscado y estudiado? ¿Y si no sirve de nada haberme rodeado de cierta gente y haber hecho ciertas cosas? ¿Y si... ?
Me lo estoy planteando muy seriamente con mi hijo pequeño.

Como madre me preocupa lo que hagan mis hijos, las decisiones que tomen en el futuro. Y las de ahora, claro, pero como el futuro sólo puedo imaginármelo, y a veces tiendo a ser alarmista, me da miedo lo que imagino.
Dicen que lo importante es la base. O puede ser que con una mala base tienes casi el 100 por 100 de posibilidades de que tus decisiones no sean las adecuadas. Pero ¿alguien me puede asegurar que con una buena base las decisiones sean las correctas? O mejor aún ¿qué se considera una buena base?

Estos días, mi pequeño, es un pequeño gran demonio. Intento ponerme en su lugar, pensar en lo de "quiéreme cuando menos lo merezca que será cuando más lo necesite", que si se portan mal es que necesitan más atención, que si pegan hay que decir "no se pega", y sobre todo no pegar como él. Intento pensar en todo lo que he leído, en lo que he oído y me ha parecido tan lógico y acertado en el momento de escucharlo, intento hacer memoria por si me olvido algo, algún detalle, el que sea, pero no lo consigo. Estos días son de tensión y enfados constantes, de hacer cosas que no me gustan, que no he tenido que hacer con el mayor. Cosas que pienso que no tendría que hacer, que no están bien, y a las que acudo como último recurso.
Hay un límite. Puedo intentar entenderlo, ponerme en su lugar, pero en algún momento él se tiene que encontrar con las consecuencias de sus actos. Y él es el que hace que esas consecuensias sean cada vez más duras, menos comprensivas.
¿Por qué, si en casa ni se le pega, desprecia, grita o trata mal él lo hace con nosotros? Hace un tiempo hubiera pensado que necesita más amor (si fuera posible darle más del que le damos), pero hoy me siento tan desgastada que lo que pienso es que necesita mano dura.

viernes, 3 de febrero de 2017

Si tiene que pasar, pasará

Y sí, está muy bien eso de disfrutar el momento, de no aferrarse a nada, de que quien se ha ido es porque no se tenía que quedar... pero la práctica no es tan fácil. Como en todo.
Cuando te acostumbras a alguien, a su presencia, a compartir tiempo, cuando convives, es difícil, cuando termina la relación, pensar que era lo que tenía que pasar. Y aceptarlo.

He tenido grandes decepciones con personas que consideraba amigas, hasta que conociéndonos mejor hemos descubierto que no somos tan afines como creíamos. Y aunque lo que queda es la decepción y la sensación de tiempo perdido, no las echo de menos. A quien echo de menos es a las personas de las que me ha separado el tiempo, la distancia, el cambio de vida de cada parte.
Cuando algo termina mal, tenía que terminar. Y punto.

Me pregunto

Me pregunto por quien sufren las personas que no tienen hijos, cuales son sus preocupaciones y si ellos se preguntan los mismo sobre los que sí que los tenemos ... aunque en nuestro caso la respuesta es obvia: sufrimos y nos preocupamos por nuestros hijos, y pensamos prácticamente a todas horas en ellos.
Y me lo pregunto con sincera curiosidad, no en plan "que vida tan vacía deben de tener" o "esos sí que deben de disponer de dinero y libertad para ellos solos, que envidia".
Y sí, yo debería de saber en qué piensan porque también he tenido una vida antes que esta, una vida en la que tener en cuenta sólo a mi pareja, en la que disponer de tiempo y dinero para mí sola, una vida sin hijos.
Lo que recuerdo de aquella etapa de mi vida es el silencio y la libertad, sobre todo. ¿Por qué me preocupaba yo esos días? Pues supongo que por algo, pero la verdad es que no lo recuerdo.
Antes de tener pareja, antes de querer a alguien, antes de querer compartir todo con él, imaginaba que mi vida sería tranquila, que viviría sola en una casa pequeña llena de silencio y libros.

Los amigos o conocidos que tengo alrededor y no tienen hijos porque no quieren, porque no pueden o por cualquier otra razón que yo no conozco, tienen mascota. Hasta cierto punto no entiendo la dedicación que le dan a las mascotas, no son hijos, pero por otra parte lo veo normal, porque los quieren como si lo fueran. Supongo que necesitamos tener a alguien a quien querer, a quien cuidar, por quien preocuparnos.


Y me pregunto, siempre me pregunto...