En más de una ocasión he oído que el cuerpo sintomatiza las preocupaciones, los problemas, las situaciones dolorosas, el estrés, en enfermedades.
En el último libro que he leído para el Club de Lectura dos de sus protagonistas, padre e hijo, padecen el mismo cáncer, a la misma edad. Los dos eran médicos y personas de confianza del rey, por lo que tenían que ser discretos, guardar secretos, callar muchas cosas. El cáncer lo tenían detrás de la rodilla izquierda.
Una de mis compañeras de Club comentó que un cáncer en esa parte del cuerpo (en la parte de atrás del cuerpo, en un lugar escondido como es detrás de la rodilla) es propio de personas que tienden a callarse las cosas, a guardarse todo dentro... y aunque ya había oído explicaciones similares muchas veces, aunque por circunstancias el tema del cáncer está más presente en mi vida, algo hizo clic dentro de mí y pensé: "¿Y si fuera cierto? Yo me lo guardo todo ¿quiere decir eso que algún día trendré cáncer? ¿Si cambio y cuento todo lo que se me pasa por la cabeza me puedo librar de la posibilidad de tener cáncer?"
Hace cuatro días de la reunión del Club y se me acumulan las preguntas, las dudas, las suposiciones:
¿De verdad se puede tener cáncer por callarte las cosas, por una forma de ser, a fin de cuentas?
¿Por qué tiene cáncer gente que se cuida, lleva una vida sana?
¿Por qué no tienen cáncer por ejemplo personas que no se cuidan, que viven a base de excesos?
¿Por qué han tenido cáncer N y S? Ellas son diferentes, piensan y creen en cosas diferentes, y aún así sufren la enfermedad.
Como vivimos, lo que comemos, lo que respiramos, como sentimos... se supone que todo tiene que ver, o no. En lo que creemos, en lo que no creemos. Como asimilamos y aceptamos las cosas. Como las rechazamos o luchamos contra ellas.
Pues este es el tema que me está dando en qué pensar estos días. Puede ser por la edad, puede ser porque gente a la que quiero ha sido "elegida" para padercer esta enfermedad.
Siempre he sido una persona reservada. Los años y malas experiencias me han hecho pensar que no está mal ni es malo ser así, me han hecho aceptarme. Tengo gente en la que confiar, con la que me abro, con la que puedo hablar de cualquier cosa. Tengo la inmensa suerte de que mi mejor amigo, mi marido, el padre de mis hijos, mi amante, mi compañero, es la misma persona. Tengo muchas conocidas con las que hablar de cualquier cosa. Tengo amigas con las que sincerarme, quedar a tomar un café y hablar como si fuera ayer la última vez que nos vimos, aunque en realidad sean semanas o meses. Y después las tengo a ellas cuatro, esas que el tiempo, las risas y las lágrimas han hecho hermanas, esas que me hacen sentir libre y necesitarlas a partes iguales. Esas con las que hablar de cualquier cosa; con las que sincerarme; a las que no veo tanto como me gustaría, pero pase el tiempo que pase parece que fue ayer; esas a las que cuento lo que le no contaría a nadie más; esas con las que quiero estar, cuanto más, mejor.
Y aún así siempre queda algo, siempre queda mucho. Soy de pensar antes de hablar, por lo que muchas veces me encuentro que ya no es el momento de decirlo. Me gusta rumiar, hablar conmigo misma, pero al fin y al cabo es guardarlo, callarlo, no soltarlo. Muchas veces no lo digo porque no lo necesito, otras porque creo que no hay que decirlo, y algunas porque se pasa el momento.
Pero ¿de verdad hay enfermedades que son la manifestación de nuestros problemas, nuestros pensamientos, nuestros miedos...?
Hace cuatro días de la reunión del Club y se me acumulan las preguntas, las dudas, las suposiciones:
¿De verdad se puede tener cáncer por callarte las cosas, por una forma de ser, a fin de cuentas?
¿Por qué tiene cáncer gente que se cuida, lleva una vida sana?
¿Por qué no tienen cáncer por ejemplo personas que no se cuidan, que viven a base de excesos?
¿Por qué han tenido cáncer N y S? Ellas son diferentes, piensan y creen en cosas diferentes, y aún así sufren la enfermedad.
Como vivimos, lo que comemos, lo que respiramos, como sentimos... se supone que todo tiene que ver, o no. En lo que creemos, en lo que no creemos. Como asimilamos y aceptamos las cosas. Como las rechazamos o luchamos contra ellas.
Pues este es el tema que me está dando en qué pensar estos días. Puede ser por la edad, puede ser porque gente a la que quiero ha sido "elegida" para padercer esta enfermedad.
Siempre he sido una persona reservada. Los años y malas experiencias me han hecho pensar que no está mal ni es malo ser así, me han hecho aceptarme. Tengo gente en la que confiar, con la que me abro, con la que puedo hablar de cualquier cosa. Tengo la inmensa suerte de que mi mejor amigo, mi marido, el padre de mis hijos, mi amante, mi compañero, es la misma persona. Tengo muchas conocidas con las que hablar de cualquier cosa. Tengo amigas con las que sincerarme, quedar a tomar un café y hablar como si fuera ayer la última vez que nos vimos, aunque en realidad sean semanas o meses. Y después las tengo a ellas cuatro, esas que el tiempo, las risas y las lágrimas han hecho hermanas, esas que me hacen sentir libre y necesitarlas a partes iguales. Esas con las que hablar de cualquier cosa; con las que sincerarme; a las que no veo tanto como me gustaría, pero pase el tiempo que pase parece que fue ayer; esas a las que cuento lo que le no contaría a nadie más; esas con las que quiero estar, cuanto más, mejor.
Y aún así siempre queda algo, siempre queda mucho. Soy de pensar antes de hablar, por lo que muchas veces me encuentro que ya no es el momento de decirlo. Me gusta rumiar, hablar conmigo misma, pero al fin y al cabo es guardarlo, callarlo, no soltarlo. Muchas veces no lo digo porque no lo necesito, otras porque creo que no hay que decirlo, y algunas porque se pasa el momento.
Pero ¿de verdad hay enfermedades que son la manifestación de nuestros problemas, nuestros pensamientos, nuestros miedos...?