lunes, 28 de febrero de 2022

Hasta los cojones del pensamiento positivo


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En la página 26 ya quería dejar de leer, pero como no es la primera vez que un libro que no me gusta de primeras al final me termina gustando le he querido dar otra oportunidad. Pues de la página 40 ya no he pasado.
De lo poco que he leído hay dos cosas que no me gustan: la forma de plantearlo y las palabrotas.
Lo primero puede que sea inevitable y lógico hasta cierto punto. Si escribes un libro con un título como Hasta los cojones del pensamiento positivo, es normal que hables mal de ese tipo de pensamiento. ¿Pero para vender peras es necesario hablar tan mal de las manzanas? Si a ti te gustan las peras, dedícate a hablar de sus propiedades, de lo buenas que están y de lo feliz que te hacen. Y ya está. Pero no te dediques a mostrarme lo malas que (crees) son las manzanas y el daño que hacen. Es cuestión de gustos y necesidades, y todo es respetable.
Lo segundo creo que no es necesario. Para mí utiliza tacos en exceso. A ver, que cada uno habla como quiere y me parece muy bien, pero considero que en según qué momentos o para qué cosas ese tipo de lenguaje sobra. Es más, me parece incluso forzado, porque al final me da la impresión de que de tan guay y enrollado que quiere parecer queda forzado. Vamos, que al final está haciendo lo mismo que los del lenguaje positivo pero con palabrotas, que se está pasando.

Dejo aquí un par de párrafos que me han parecido interesantes y con los que estoy de acuerdo:

«Esta obsesión con tener que ser positivo todo el rato y cuidar cada palabra que te dices, cambiándola por algo más chupi o descafeinado, te hace bastante más daño del que puedes creer, casi tanto como estar amargado y siendo un victimista que chapotea en su propia mierda autocomplaciente y que solo ve lo negativo de la vida».

«... pero el dolor forma parte inherente del hecho de estar vivos. La vida conlleva dolor y malestar, algo natural, y no debemos buscar la manera de hacerlo desaparecer, sino de afrontarlo y manejarlo, decidiendo cómo queremos posicionarnos ante él. Ya lo dice el refrán: "Ser feliz es muy sencillo, lo difícil es ser sencillo"».


Todo es bueno en su punto justo ¿verdad? ¿Y cuál es ese punto? Pues para cada uno será diferente, pero ni es sano vivir en los mundos de Yupi constantemente ni regocijarse en la tristeza eternamente. Creo que es igual de necesario permitirnos sentirnos mal (y compadecernos si es necesario) como buscar un punto de vista optimista (o fantástico si hace falta) que nos ayude a ver las cosas de un color que nos alegre el día. ¿Un poco de cada, no?

jueves, 24 de febrero de 2022

Promesas


Foto de Lau


Las promesas que nos hacemos a nosotros mismos son las más difíciles de romper porque nos han vendido la idea equivocada de que una promesa no debe de romperse nunca. Las promesas, sobre todo las que hacemos cuando estamos heridos, no deberían de tener tanto peso en nuestra conciencia. Las hacemos para no volver a sufrir, en un momento concreto y por unas circunstancias muy precisas. Es imposible que todo eso se repita, así que no tiene sentido aferrarse a una promesa que pertenece a otro tiempo, otra persona, otra situación.
Aunque es comprensible.
Buscamos algo a lo que aferrarnos que nos dé seguridad y un punto de referencia. Un lugar en el que escondernos cuando tenemos miedo, una certeza en la que basarnos cuando dudamos. 

Mi Otra Yo

lunes, 21 de febrero de 2022

Almendra

¿Creéis que se puede adivinar el sexo de un escritor o su nacionalidad por cómo está escrito un libro? Yo creo que en ocasiones sí.
A veces la temática es la primera y más evidente pista, pero después está la sensibilidad, el punto de vista, los detalles, lo directo o sutil del lenguaje. 
Quizás porque últimamente me estoy centrando más en autores japoneses y coreanos, porque mi mente e incluso mi cuerpo me piden algo diferente a lo que había leído hasta ahora, porque hace tiempo que la gran mayoría de lo que veo y escucho es asiático... Sea por lo que sea, necesito lo que este «tipo» de lectura me hace sentir.


Almendra es una novela que nos cuenta de una manera muy sencilla cómo siente, o mejor dicho cómo no siente, el protagonista.


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«El diagnóstico de los médicos fue alexitimia, que es la incapacidad para expresar los sentimientos. No podía ser síndrome de Asperger por lo claros que eran los síntomas y por mi escasa edad. Además, no representaba otros problemas de desarrollo, así que descartaron cualquier trastorno autista. En realidad, lo que tengo no es tanto incapacidad para expresar sentimientos como dificultad para sentirlos. No tengo problemas para armar frases o comprenderlas, como les ocurre a las personas que tienen dañadas las áreas de Broca y Wernike, implicadas en la producción del lenguaje. No experimento del todo los sentimientos, ni tampoco puedo leerlos correctamente en los demás y confundo unos con otros. Los médicos concluyeron que había nacido con las almendras de mi cerebro demasiado pequeñas y que, además, no había una comunicación fluida entre el sistema límbico y el lóbulo frontal».
Las amígdalas cerebrales de Yunjae son demasiado pequeñas, por eso el día que pierde a su madre y su abuela no solo pierde a esos dos familiares, también pierde a las personas que le han ayudado hasta ahora a interpretar a los demás. Afortunadamente y casi contra todo pronóstico conoce a tres personas que cada una a su manera lo guían y lo ayudan a seguir creciendo y desenvolviéndose entre el resto del mundo.

Se supone que es un problema y una carga no poder saber el porqué de las reacciones y los sentimientos de los demás, por eso me parece muy interesante la explicación que le da su amiga de porqué a veces lo contrario tampoco es bueno:
«Mira, no siempre es bueno llegar a comprender los sentimientos. A veces pueden ser muy traicioneros. El mundo te parecería completamente diferente si los tuvieras. Te darías cuenta de que aun las cosas más pequeñas que te rodean pueden herirte como armas afiladas, que una palabra o una expresión de cara pueden pincharte como espinas. Pongamos los guijarros de la calle. No pueden sentir, pero tampoco pueden ser dañados porque no son conscientes de nada. Pero, si se dieran cuenta de que son pateados, pisoteados, aplastados y rotos cientos de veces al día por la gente, ¿cómo crees que se sentirían?».


Me gustan las descripciones sencillas que con pocas palabras logran que imagines una escena a la perfección o que puedas ser capaz de sentir lo mismo que sus personajes porque creo que es sumamente difícil conseguir eso.
«A veces lo que abre el apetito no es tanto el sabor de la comida como el ambiente que lo rodea a uno».
«Goni lanzó una interjección de fastidio e hizo un brusco movimiento con la cabeza haciendo sonar los huesos del cuello. A continuación, empujó uno y otro lado del interior de sus mejillas con la lengua, esbozó una sonrisa sardónica y finalizó con un escupitajo».
«Era un ser que manifestaba su dolor con todo el cuerpo».
«Me costaba reconocer que lo que más me gustaba era lo que peor se me daba».
«Mi cuerpo se estaba desarrollando más rápido que mi cabeza, pero lo sentía inútil y molesto como un abrigo en pleno verano».
«Lo vi tan atemorizado que comprendí lo que quería decir "muerto de miedo". Tenía la expresión de alguien que trata de respirar desesperadamente en un lugar sin oxígeno. Así me miraba».
Esta novela ha tenido muchas de esas descripciones sencillas, aquí os he dejado solo unas pocas.
Os recomiendo la lectura de este libro no solo por el tema del que trata, sino también por la sensibilidad y sencillez con la que lo aborda.


Este ha sido uno de esos libros en los que he marcado muchos pasajes. De unos más, de otros menos, siempre hay algo que me interesa recordar de casi todos los libros que leo, ya sea una palabra, un concepto, una frase bonita o interesante... Pero en este había párrafos enteros que quiero tener la posibilidad de volver a leer siempre que quiera.
Durante todos estos años he pasado por varias fases a la hora de marcar lo que me interesa de los libros que tengo porque no me gusta rayarlos. Al principio apuntaba en una hoja el título del libro y después la página y la línea en la que se encontraba lo que me gustaba. Durante un tiempo subrayé lo más flojito que podía (con lápiz, por supuesto) para que se viera pero sin dañar mucho la hoja las líneas, pero no me sentía cómoda. Ahora utilizo paréntesis porque se pueden ver bien y no tengo que rayar demasiado.
Hace tiempo que he visto en Internet que hay quien utiliza post it de colores y me parece curioso cómo queda el libro después porque a simple vista puedes apreciar si has marcado muchas cosas o no.

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¿Vosotros marcáis los libros? ¿Cómo lo hacéis?



jueves, 17 de febrero de 2022

More than words

En cuanto sentías mi dedo índice tras tu oreja cerrabas los ojos y sonreías: los dos sabíamos lo que venía a continuación. Sin apenas tocarte, rozándote, deslizaba el dedo desde ese punto por la línea de tu mandíbula hasta llegar a la barbilla, esperando permiso para seguir. Nunca me lo negaste. Que echaras tu cabeza hacia atrás y dejaras totalmente al descubierto tu cuello era la señal que necesitaba. Por eso seguía hacia abajo deteniéndome un instante en tu nuez de Adán;  en ese momento siempre sonreías porque sabías cuánto me gustaba besarla y el esfuerzo que me suponía contenerme. Con esa contención mi dedo se desviaba hacia una de tus clavículas hasta llegar a ese hombro sobre el que tantas veces había descansado, el que te mordía si la postura lo permitía cuando me hacías tocar el cielo. Allí, como quien quiere abarcar más, posaba la mano para acariciar ese brazo que tanto me gustaba, el que tenía la fuerza justa para dominarme cuando yo quería o para guiarme cuando lo necesitaba. El cosquilleo en mis dedos anticipaba el momento en el que los entrelazara con los tuyos, ese acoplamiento perfecto que se repetía con otras partes de nuestros cuerpos.

Acción-reacción, eso pasaba cuando ponías tus manos en mis caderas. Nuestros cuerpos, como polos opuestos, eliminaban la distancia entre ellos. Una mirada y una sonrisa tuya eran la petición que estaba deseando, por eso no me entretengo en levantar los brazos para decirte que te he entendido. Sin dejar de mirarme a los ojos, tus manos dibujaban mis costados mientras seguían mis curvas para quitarme lo que fuera que llevara puesto. Y antes de sentir frío tu pecho desnudo me daba calor a la vez que tus manos bajaban por mi espalda hablándome a través de la piel de tus dedos. Te gustaba meter la nariz entre el hueco de mi cuello y el hombro y aspirar mi olor porque decías que tu jabón en mi cuerpo olía mejor. A mí me gustaba cómo se me erizaba la piel de todo el cuerpo cada vez que lo hacías y cómo iba en aumento ese calor que nacía de dentro a fuera de mi cuerpo.

Nos amábamos tanto que necesitábamos más que palabras para demostrarlo.

Mi Otra Yo




 

lunes, 14 de febrero de 2022

Un acto de valentía

Yo, que me considero muy cobarde, me he propuesto ser más valiente. Pero las grandes cosas se consiguen poco a poco, así que he hecho un trato conmigo misma e iré de uno en uno. Cada día haré algo que requiera de mi esfuerzo y valentía, algo a lo que normalmente reaccionaría corriendo en sentido contrario.
Este acto de superación no tiene nada que ver con el año nuevo (que por otro lado ya no es tan nuevo), ni que he vuelto a cumplir años y el tema me agobia (¿a quién puede agobiarle hacerse vieja e ir perdiendo facultades?), ni que siento que en mi vida no hay emoción, ni sal, ni pimienta, ni nada que la haga una montaña rusa de emociones (otra cosa que me da miedo, las montañas rusas).
Lo hago porque sí, porque quiero, porque puedo, y porque últimamente me da más miedo pensar en lo que no he hecho que en atreverme a hacerlo.
Todavía no he planificado ese acto de valentía que haré cada día y ya me pongo nerviosa. Quiero hacer una lista que vaya de menos a más, quiero plantearme objetivos reales para no rendirme a la primera, quiero conseguir esto y superarme, sentirme orgullosa de mí misma.
¡Ufff, qué nervios!
Empecemos. Yo creo que una semana está bien ¿no? Siete días, siete miedos que superar, siete retos a los que enfrentarme. Pero hoy es lunes y todavía no tengo la lista, así que hoy la hago y empiezo el próximo lunes. ¡Decidido!

Domingo por la noche. Estoy nerviosa. Mañana será el primer día del resto de mi vida como persona valiente que se enfrenta a lo que no le gusta, que planta cara a los vecinos desconsiderados, que pide respeto, que no deja que se le cuelen, que le cuelga el teléfono a aquella amiga que siempre la llama mientras está comiendo, aunque sabe que odia oírla masticar.
Bueno, ánimo y al toro o al ruedo o como se diga.

🎵Hoy puede ser un gran día, planteatelo así🎵
Motivación, energía, una buena ducha y a por el primer reto. ¡Tú puedes!
Bueno, pues a lo que iba, una ducha mientras escucho música y a empezar la semana.
Y en eso estoy, duchándome, cuando no sé por qué el agua fría llega a sustituir a la caliente sin previo aviso y me quedo debajo del chorro de agua, congelada literal y metafóricamente hablando. Y pienso, ¿por qué no? Esto también es un acto de valentía.

Mi Otra Yo

sábado, 12 de febrero de 2022

Tendrías que estar contenta

Hay frases que da igual quién las diga y la intención que tenga, 
siempre suenan a reproche.
«Tendrías que estar contenta» es una de ellas.

Mi Otra Yo

jueves, 10 de febrero de 2022

Dame tiempo


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Dame tiempo para creerme lo que nos está pasando.
Dame tiempo para convencerme de que contigo no tiene por qué salir mal.
Dame tiempo para reconocerme a mí mismo que me estoy reprimiendo porque tengo miedo.
Dame tiempo para descubrir que querer cumplir una promesa y poder hacerlo son cosas diferentes. Que a veces no poder cumplirla no es fallar, es aceptar que estaba empeñado en algo que no puede ser.
Dame tiempo para darme cuenta que ese daño que creo que sentiré si esto no sale bien no será mayor que el que me estoy haciendo ahora mismo.
Dame tiempo para reaccionar y comprender que el tiempo se acaba, que yo soy el único que puede decidir si quiere vivirlo o dejarlo pasar y preguntarme después cómo hubiera sido. 

Mi Otra Yo

lunes, 7 de febrero de 2022

Estamos muertos

Para quienes sean fanáticos del cine de terror y de las películas de zombis más en concreto seguramente encuentren en este drama fallos y detalles que no convencen, pero a mí me ha gustado mucho.
Por si es de interés de alguien, el drama está basado en el Webtoon del mismo nombre.

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El virus Jonas es creado por un científico que lo único que busca es ayudar a su hijo para que se enfrente a los matones del instituto que abusan de él. Como os podéis imaginar, el experimento se le va de las manos...

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Hasta yo que no soy demasiado de fijarme en los detalles en este tipo de cine porque bastante tengo con la angustia y el miedo he podido ver fallos e inconsistencias.
Pero tampoco soy muy exigente y quedo más que satisfecha con las rápidas carreras de los zombis, las contorsiones imposibles de cuerpos  acompañadas de los crujidos de huesos y las escenas de sangre y vísceras. 
Hay una novedad, al menos para mí, y son los «mediombis», que son aquellos a los que muerden pero no terminan de convertirse, por lo que en un primer momento no te das cuenta de que son zombis. Después está lo de siempre: los humanos que son más malos que los zombis, los buenos que mueren y no deberían de morir, los actos heroicos...
Quizás miedo no, pero sí he sentido angustia y tensión. Por suerte en algún momento también me he podido reír un poco y como no, llorar.

Los dramas coreanos no son de segundas temporadas pero conforme van ganando popularidad en el público occidental eso va cambiando. Este final queda tan abierto que casi hace necesaria una segunda temporada para saber cómo sigue la vida de los protagonistas que han logrado sobrevivir al virus.
Yo os lo recomiendo.

jueves, 3 de febrero de 2022

Antes de que se enfríe el café

Si te dijeran que existe una cafetería desde la que puedes viajar en el tiempo ¿qué harías? Seguramente, como muchas otras personas, irías hasta allí para poder volver al pasado e intentar cambiar unas cuantas cosas de tu presente. O quizás irías al futuro para saber si debes de cambiar tu forma de actuar.
Ahora hace falta saber si serías de los pocos que después de conocer las reglas que hay que cumplir para poder hacer ese viaje todavía estarías dispuesto a intentarlo.

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Esta es una de esas veces en las que me alegro de no haber dejado un libro porque no me ha atrapado desde el principio.
Cuando leí las reglas tan restrictivas que había que cumplir para viajar en el tiempo pensé que para poco o nada serviría ese viaje, pero ya la primera historia me demostró que estaba equivocada y que no hay que dar nada por hecho.
Porque a ver, con unas reglas como estas ¿quién puede pensar que vale la pena viajar en el tiempo?
1. Si quieres viajar al pasado, únicamente puedes volver a hacerlo en esa cafetería para encontrarte con alguien que hubiera estado allí.
2. Aunque vuelvas al pasado, por mucho que te esfuerces, el presente no cambiará.
3. Si en el asiento en el que se vuelve al pasado hay una persona, solo puedes sentarte en él cuando esta se levante.
4. Mientras estés en el pasado, no podrás levantarte ni moverte del asiento.
5. Únicamente puedes permanecer en el pasado el tiempo que tarda en enfriarse un café. 
Estas son las reglas básicas, pero ya sabemos que siempre existe una letra pequeña.

De los cuatro viajes de los que nos habla la historia los tres primeros los hacen para viajar al pasado y el último al futuro. Cada una de las personas que hace ese viaje conoce muy bien las reglas y sabe que no podrá conseguir precisamente lo que quiere, pero lo que no esperan es que algo sí cambiará.

El argumento me ha parecido original y he podido aprender algo de todas las historias que nos cuenta la novela. Sin duda es un libro que recomiendo.

«El alma lo es todo. Por muy duro que sea el presente y por mucho que este no cambie, si el alma se transforma, todo podrá superarse».


Buscando más información sobre la novela he visto que también hay una película, pero no tengo intención de verla. Me he quedado muy satisfecha con el libro y no quisiera mezclar lo que yo he imaginado con lo que me pueda mostrar la pantalla.

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