miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿Sabemos lo que queremos?

A veces estoy convencida de que no. Si pasa esto quisiéramos lo otro, y cuando pasa nos gustaría que fuera en otro momento; la cuestión es quejarse.
Afortunadamente no pienso siempre así, pero hay momentos en los que no puedo evitar ser una quejica descontenta, aunque se me pase pronto.

Hasta hace bien poquito Rodrigo ha sido bastante despegado. Tanto que nunca ha tenido problemas en quedarse con mis padres o mis suegros, a veces incluso era él quien pedía quedarse; así yo podía ir a la peluquería, hacer recados, o incluso salir alguna noche a cenar con mi marido. Porque esa era otra, si íbamos a cenar a casa de los abuelos muchas veces quería quedarse a dormir con ellos.
Yo me preocupaba y pensaba "¿será que mi hijo no me quiere?". Pero bueno, si estaba conmigo estaba bien, y si estaba con los abuelos también, así que desde bien pequeño tuve que asumir que mi hijo era "independiente y despegado", tanto que incluso se destetó el sólo a los ocho meses.

Todo esto ha cambiado desde que estoy embarazada, y es que su apego hacia mí crece a la vez que mi tripa. Ahora se ha vuelto a despegar un poquito, pero desde este verano más o menos que no quiere quedarse a dormir con los abuelos, ni durante el día tampoco. Si alguna vez lo he tenido que dejar con ellos porque tenía algo que hacer a lo que no me lo podía llevar había que explicarle porqué se quedaba con ellos y que ha dormir estaría conmigo. Y aunque hace poco se quedó otra vez a dormir en casa de mis padres porque él quiso, ya no es lo mismo que antes.
En casa hay días que puede resultar agotador (sobre todo cuando está cansado o tiene sueño), porque puede pasarse un buen rato diciendo "mama, mama, mama, mama, maaaamaaaa,...) y así sin parar, y da igual que yo le responda, le pregunte que quiere, que le pasa o lo coja en brazos, no sale de ahí.
Y claro, acostumbrada al Rodrigo de antes ahora hay ocasiones en las que me siento un poco agobiada, pero en el fondo me gusta que me prefiera a mí.
Así que ya ves, primero me preocupa que se quede bien con los demás, y ahora me agobia que no me quiera perder de vista.

Estos últimos días está volviendo a cambiar su comportamiento, no sé si por cansancio, porque se está poniendo enfermo o porque por mi tripa ya no puedo hacer todo lo que hacía antes de igual manera. El caso es que cuando está conmigo está muy pegado y mimoso, pero cuando está mi madre siempre quiere irse a casa de la yaya, y después del cole me dice que no quiere venir a casa con la mama.
Supongo que será otra etapa, y estoy segura de que hay un motivo, sino varios, para su comportamiento.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Compartir

Desde hace unos días que Rodrigo no comparte. Supongo que es una etapa, que todavía tiene que aprender, pero el caso es que últimamente comparte sus cosas menos que nunca.
Lo llevo y lo recojo del colegio con su triciclo, y cuando salimos a las cinco, una amiga con su hijo, Rodrigo y yo, llevamos a otra niña con su madre.
Cuando Rodrigo se baja del triciclo y alguno de los otros dos aprovecha para subirse se enfada y se pone a llorar, y a veces intenta bajar al otro niño a la fuerza. Antes me ponía más de la parte del otro que de la de mi hijo, y le decía a Rodrigo que tiene que compartir, que un ratito él, un ratito el otro... y así.
Ahora pienso que lo que estaba haciendo no era enseñarle a compartir, sino obligarle, porque en cuanto se bajaba y se subía otro yo le decía que sino quería que se lo quitaran que no se bajara.
Conforme pasan los días he ido viendo la situación de otra manera, y poniéndome más en el lugar de Rodrigo.
El triciclo es de él, con lo que lo llevo y lo traigo del colegio. Si me pongo en su lugar, quizás a mí tampoco me apeteciera dejarlo porque vengan otros niños conmigo, "que se traigan el suyo" podría llegar a pensar. Y ¿por qué no puedo bajarme y subirme cuando quiera si es mío? ¿Acaso yo dejo mi coche a todo el mundo o me bajo con miedo por si alguna de mis amigas se sube a él y se lo lleva?
Sigo afinando mi opinión respecto al tema de compartir. Por que si lo que quiero es que aprenda, creo que no está mal que no se suban al triciclo si él no quiere, aunque no lo utilice en ese momento, es suyo y tienen que respetar su decisión. Como él tendrá que respetar a los demás cuando traigan algo y no se lo quieran dejar. Le costará una rabieta y unos lloros, seguro, pero aprenderá a base de experimentar cómo te sientes cuando no te dejan algo, y no porque yo le diga que si él no deja nada, tampoco le dejarán a él.
Porque, claro, ¿qué piensa el niño que se sube al triciclo en cuanto Rodrigo se baja aún sabiendo que no quiere dejarlo, y después todavía se molesta cuando le hacen bajar?
Sólo ellos saben lo que sienten cuando les quitan algo que es suyo, o cuando no pueden conseguir algo que desean. Aunque quizás no es tan diferente de lo que sentiríamos nosotros en su misma situación.
Hay otras maneras de enseñar a compartir, pero esta es la que he elegido yo en esta situación, ¿me estaré equivocando?

Más momentos

Esta madrugada Rodrigo se ha dado la vuelta dormido, se ha puesta cara a mí, y a la vez que ponía su mano sobre mi cara me ha dado un beso; todo esto dormido.
Estos momentos, estas muestras de cariño, no tienen precio. Son la recompensa a todos los esfuerzos, la cura de todos los males, el agradecimiento a mi dedicación, una declaración de amor...

martes, 16 de noviembre de 2010

Hoy

Hoy quisiera ser depredadora, fiera hambrienta, cruel y sin entrañas que se alimenta de sus iguales y de las crias de éstas.
Hoy quisiera ser salvaje, mamímero sin civilizar al que tienen miedo por sus reacciones desproporcionadas.
Hoy quisiera ser mal educada, persona vulgar con la que no se puede mantener una conversación porque no entra en razones y solo utiliza gritos y palabrotas para expresarse.

No quiero ser otra persona, pero hoy quisiera ser diferente a como soy.

Hoy soy una madre herida y dolida porque no la han atacado a ella directamente, y sin embargo han despreciado lo que más valor tiene para ella.
Hoy soy una madre arrepentida de no tener mal genio, por no perder los nervios delante de mi hijo agrediendo a otro adulto.
Hoy he llorado porque he hecho llorar a mi hijo intentando hacerle entender que los adultos a veces somos crueles con seres indefensos, pensando que lo que hacemos es defender a los nuestros.
Hoy me decepciona ver como los adultos condenamos a los niños con nuestras acciones, cómo les ofrecemos errores y malos comportamientos de los que aprender y ningún dialogo o razón para pensar. Como nos defendemos mordiendo sin pararnos a pensar si hemos pisado nosotros primero.
Hoy estoy enfadada conmigo misma por no saber sacar fuerzas de flaqueza para rugir y sin embargo me debilito ante la maldad humana.
Hoy cambiaría lágrimas por gritos, nervios por rabia, angustia por ceguera.
Hoy vuelvo a desconfiar de la gente, a mirar de reojo a mi alrededor, a sentir que me observan y me juzgan.
Hoy, y siempre, prefiero sufrir yo a que sufra él.

sábado, 13 de noviembre de 2010

El llanto de un bebé

Esta semana una de mis vecinas a dado a luz una niña, y aunque todavía no la he oído llorar, reconozco que tengo ganas. Y no por el placer de oírla llorar y punto, sino porque me recuerda a cuando Rodrigo era bebé.
Recuerdo hace año y medio, cuando la vecina de abajo tuvo un niño, que me dormía oyéndolo llorar y se me dibujaba una sonrisa en los labios.
Me venían a la memoria esas días en los que llegamos a casa del hospital, siendo padres recientes, y nos daba miedo que el bebé llorara. Miedo por no saber lo que le pasaba, por no saber consolarle, por si molestaba a los vecinos, jajaja. Ahora me río.
Casi tres años después lo veo todo diferente, tengo ganas de volver a encontrame en esa situación, creo que la disfrutaré más, seré más consciente.
Y soy consciente de que eso lo digo ahora que no estoy recién parida, que no tengo sueño acumulado, y que sólo tengo que ocuparme de un niño de casi tres años. Pero bueno, ahora se lo que me espera, aunque después sea diferente a como fué con Rodrigo.
No recuerdo durante cuanto tiempo tuvo Rodigo ese llanto de bebé, porque además no ha sido demasiado llorón, pero no puedo evitar recordar esos primeros meses cada vez que oigo ese llanto pontente y a la vez indefenso, intenso y angustioso en ocasiones.
El llanto de un bebé consigue que mi instinto maternal tiemble, que mis brazos añoren mecer a esas criaturas pequeñas e indefensas que poco piden pero todo necesitan.

viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Cómo son?

Pues no sé como enfocarlo, ni siquiera como titularlo.
No es que esperara que Rodrigo fuera igual que yo, de hecho, hay cosas que no me gustan de mí que preferiría que él no heredara. Y tiene otras que yo no tengo y que estoy encantada de verlas en él: es sociable y cariñoso como yo no soy.
Pero ¿puedo yo ser objetiva con mi hijo?
Observo a otras madres, a sus hijos, y me gusta pensar que los quieren tanto como yo al mío. Pero no basta con querer a tu hijo, también hay que respetar cómo es y cómo no es. Y supongo que todas sabemos como son nuestros hijos, algunas no lo respetan del todo, y muchas no reconocen lo que no les gusta.
¿Y acaso nos gusta como somos nosotras mismas? ¿O queremos que ellos sean lo que nosotras no somos, lo que quisiéramos ser?
Yo misma me sorprendo cuando Rodrigo hace algo que yo no haría. Y me cuesta pararme a pensar que él todavía no sabe, que tiene que tropezar, caer y levantarse. Que seguramente su forma de afrontar las cosas sea diferente a la mía. Que aunque yo huya de las multitudes, los problemas y los enfrentamientos, a él le puede gustar tener gente alrededor, no importarle meterse en líos y ser valiente y enfrentarse a lo que no le gusta.
Que si yo sufro cuando un niño le rechaza o le pega puede que lo que el siente en esa situación no sea lo mismo, o que no le afecte tanto como a mí, o quizás lo pase incluso peor que yo, que para eso es el que lo sufre. Pero la vida es larga, y va a tener que sufrir y sentir muchas cosas, tanto malas como buenas.

Ahora que los niños entran sin llorar a clase las madres (también hay padres, claro) estamos más tranquilas, más simpáticas diría yo, y hablamos más entre nosotras.
En los dos meses escasos que llevamos de colegio se van formando grupos entre los niños, y creo que su equivalente entre las madres; no sé si me explico.
Pero claro, las razones por las que un niño se hace amigo de otro pueden ser bastante diferentes a las de los adultos, o quizás no tanto. El caso es que sino pasa nada grave, yo creo que no habría que intervenir demasiado en los asuntos de los niños. Y mucho menos ser las madres las que juzgan a otro niño que no es "tan amigo de su hijo".
Yo sé como es Rodrigo, y sé como actúa en su casa, con su familia y su entorno más cercano, pero también veo que crece, aprende y cambia.
Desde que va al colegio ha aprendido a decir malo, tonto, pegar, escupir y dar alguna que otra patada, entre otras cosas buenas y útiles, por supuesto. Y no es que antes fuera un santo, pero estas son algunas de las cosas que sólo hace desde que va al colegio. Mi hijo es fuerte, muy fuerte y grande para su edad; y a veces eso es una desventaja, si puede llamarse así.
Supongo que para las madres de algunos compañeros de Rodrigo lo que mi hijo será es bruto, pero bueno, yo me guardo mi opinión sobre sus hijos.
Y me pregunto, ¿puede afectarles a los niños, puede afectar a la relación entre ellos lo que cada madre piense de cada compañero de su hijo? Está claro que si la madre le va diciendo al hijo que Fulanito es malo, Menganito un pegón, Perico tonto y Antón un llorón, es lo que ellos van a pensar de los compañeros. Pero si no dicen/hacen nada explícito, ¿son los niños capaces de ver las miradas de sus madres hacia sus compañeros, hacia las madres de esos compañeros?
Seguramente me estoy liando, pero necesitaba decirlo, escribirlo. Supongo que cuando ordene lo que pienso y analice lo que veo podré explicarme mejor.

Me gustaría, pero no lo cambio.

Hay cosas que no puedo hacer con Rodrigo, o mejor dicho, que no puedo hacer como yo quisiera, o como estaba acostumbrada a hacerlo.
Ahora ya no voy a un restaurante y disfruto tranquilamente y sin levantarme de la mesa más que para ir al baño; ahora me como el plato frío o se lo come él si hace falta.
Cuando voy a comprar con él tengo presente la posibilidad de hacerlo entre carreras por los pasillos del supermercado, dejándome lo menos importante o llevándome algo que no está en la lista de la compra.
Si vamos al parque lo hago mentalizada de que cuando yo diga "nos vamos" hay un 99% de posibilidades de que no lo hagamos a la primera, ni a la segunda,...
Ahora los paseos, los recados, el camino hacia el colegio y cualquier salida de casa son a su ritmo.
Si me encuentro por la calle a alguien y me entretengo hablando la conversación dura el tiempo que Rodrigo encuentre otra cosa más interesante que hacer.
Hace tiempo que no veo películas, no me queda tiempo ni ganas.
Ya no tengo la casa todo lo limpia y ordenada que quisiera.

¿Y porqué siempre vemos lo que no tenemos o no podemos hacer? Hay un momento para cada cosa; aceptemos y disfrutemos de lo que tenemos ahora, es nuestra recompensa. Lo que tenga que llegar, ya llegará.

Si me apetece salir a un restaurante y comer tranquila lo hago cuando Rodrigo se queda con mis padres o mis suegros. Y sino surge la oportunidad, pues no pasa nada, ya surgirá.
Si voy a comprar con él ya se lo que hay, así que no me enfado con el niño porque no me deja concentrarme en la lista de la compra.
Lo mismo cuando vamos al parque. Si me pongo en su situación hay que reconocer que toca mucho las narices tener que irte de un sitio en el que te lo estás pasando estupendamente cuando alguien te lo diga, y no cuando a tí te apetezca. Por eso lo hacemos poco a poco y con tiempo. Unos minutos antes de la hora que me quiero ir se lo voy avisando y le voy explicando lo que vamos a hacer; y aunque, como es normal, el siempre quiere quedarse más, con el tiempo voy comprobando que el método funciona, y que cada vez cuesta menos iniciar el camino de vuelta.
Es increíble la de cosas que se pueden mirar, tocar, saltar, pisar, rodear, subir y bajar en el tayecto que hay de casa a cualquier lugar. Sino fuera por Rodrigo, no me hubiera dado cuenta.
Más de una vez he ido de paseo con alguien que se ha encontrado a otro alguien y se han parado a hablar. Alguna vez no me ha interesado la conversación, o simplemente no me apetecía pararme, pero por eso que llamamos educación he esperado con mala gana e impacientemente que terminaran de hablar para poder seguir disfrutando del paseo y la compañía de mi acompañante. Y lo que realmente me hubiera gustado decir es "ya hablarás en otro momento, ahora estás conmigo" (suena a egoismo y mala educación ¿no?)
Si alguna vez intento ver una película mientras el duerme, la dejo a medias y sin problemas cuando me llama porque se ha despertado. Muchas veces me quedo dormida con él, sin acordarme siquiera de que lo que estaba viendo.
Desde que ni me obsesiona, ni me quita el sueño (antes me lo quitaba, os lo aseguro) la limpieza de la casa, soy más feliz, disfruto más de las visitas y de los niños que vienen a casa. Quiero aclarar que limpio, y aunque sea muestra de poca modestia, tengo una casa limpia y ordenada que ya quisieran algunas. Pero antes no conseguía concentrarme en disfrutar porque centraba toda mi atención en todo lo que se podía manchar, y he descubierto que cuanto menos te obsesionas, menos se mancha. Ahora tengo marcas de dedos por todos lo muebles de la casa, también de algún golpe con los juguetes, manchas de esas que sólo los que tienen hijos saben cómo es posible que hayan llegado hasta ahí, y juguetes en cada rincón de la casa.
Vamos, que tengo un niño de casi tres años, y eso se hace notar.
No cambio nada de lo que tengo o no tengo en estos momentos, esta es mi vida y así soy feliz.

jueves, 11 de noviembre de 2010

"YIYO"

Cuando elegimos el nombre de Rodrigo una de las cosas que nos gustaban es que, como mucho, le podrían llamar Rodri.
Aunque, bueno, hay gente con mucha imaginación, así que nunca se sabe por donde te pueden salir.
El caso es que ha sido el propio Rodrigo el que ha encontrado esa otra forma de llamarse. Claro está que todavía no habla ni demasiado ni bien, y que Rodrigo es algo complicado para decirlo bien a la primera, así que él se llama "Yiyo". Y para que mentir, nos hace muchísima gracia.
Yo le llamo por su nombre, que para eso lo tiene, pero supongo que será Rodrigo el que con el tiempo decida como quiere que le llamen.
¿Será "Yiyo" uno de esos nombres que aparecen durante la infancia y ya se quedan con uno para siempre?
Pues no lo se, de momento, tiempo al tiempo.

martes, 2 de noviembre de 2010

¿Por si se acostumbran?

"Por si se acostumbran, para que no nos toreen, para que sepan quien manda, ..."
Pues no sé cuál es el motivo de que nos cueste tanto hacer lo que un niño quiere sin tener miedo a estar dominados por sus deseos para el resto de nuestras vidas.

Cada día me doy cuenta de la cantidad de peticiones que no le satisfacemos a un niño porque ..., pues no sé, porque son peticiones tan absurdas que lo más fácil sería complacerlas sin más, porque nos lo piden y punto.
Y es que si te paras a pensar somos más complacientes con cualquier adulto, desconocido incluso, que con un niño que nos pide algo.
Hay miles de ejemplos, tontos y diarios, y aunque todo no sea tan exagerado a como lo explico ahora mismo, sí que es bastante absurdo.
Un adulto te puede vacilar y gastarte una broma haciendo siete veces que te va a dar algo y retirarlo cuando estás a punto de cogerlo, si un niño te lo hace dos veces seguidas piensas que te toma por el pito del sereno.
Te agacharás las veces que sean necesarias (o no, pero se lo dirás de buenas maneras) a recoger lo que se le cae a un adulto, totalmente capaz de agacharse él, pero la etapa en la que los niños experimentan con tirar las cosas y verlas caer está llena de reproches tipo "si lo vuelves a tirar ya no te lo doy", "¿qué te has pensado, que estoy aquí para recoger lo que tú tires?", "¡si vuelves a tirarlo lo tiro a la basura!"
Si vas caminando con alguien por la calle y te pide dar un rodeo casi seguro que le dices que sí, a no ser que tengas prisa. Si te pide el niño que cambies de acera en la calle porque al otro lado hay escaparates, o porque le apetece y ya está, seguro que siempre tienes prisa, que no se puede ir por ahí ¿? o se tiene que ir por aquí ¿?. Hay muchas situaciones de este tipo, también peores, también menos graves. Y no terminaría nunca de nombrarlas todas.
Les reprochamos las cosas en un tono que no nos permitiríamos con alguien de nuestro tamaño, por si se enfada u ofende. ¿Qué pasa, que un niño de dos años no se puede sentir dolido porque le gritemos, no se puede asustar porque un gigante que mide metro y medio más que él le grite desde las alturas con cara de enfado?
Abusamos de nuestra superioridad física en todo momento; cuando jugamos y los cogemos de mil maneras aunque ellos no quieran, cuando los agarramos fuerte de un brazo para evitar que hagan algo (esto vale para evitarles un peligro, aunque a veces el peligro somos nosotros mismos), cuando estrujamos su cara para darles mil besos que ya nos han dicho que no quieren,... Y después nos ponemos como locos si en un intento de soltarse de nosotros una de sus manos chocan con nuestra cara, accidentalmente o no.
A veces creo que los niños somos nosotros, en lo de actuar sin pensar lo que hacemos. Ellos están aprendiendo, experimentando, comprobando el efecto de sus acciones; nosotros ya sabemos todo eso, pero seguimos comportándonos como niños, sin serlo, y no dejándoles ser a ellos lo que son, niños.
Pensamos que si no hacen EXACTAMENTE lo que nosotros queremos, ya están haciendo lo que les da la gana. Hay miles de maneras de andar el camino, no podemos pretender que anden como nosotros, sin enseñarles con el ejemplo, sólo indicándoles lo que "hacen mal".
¿Por qué le exigimos a los niños un comportamiento que ni siquiera nosotros tenemos?
¿La paciencia también se enseña? ¿Será que a nosotros no nos la han enseñado, o que la hemos perdido con los años?
Supongo que hay que decir que a cierta edad hay que dejarles claro blabla, blabla, blabla, pero ¿quién decide esa edad? O mejor dicho, ¿por qué cada vez es más corto el período en el que son niños y pueden actuar y comportarse como tal?

A mí me pasan cosas de estas con mi hijo, más de las que quisiera. Y aunque me voy dando cuenta, lo que quiero es evitarlas, darme cuenta antes de hacerlas.
Quiero disfrutar del niño que es, de las limitadas explicaciones que me puede dar, de los sentimientos y emociones que de momento puede manejar. No quiero exigirle a él algo que sé que todavía no es capaz de hacer sobre todo cuando yo no soy capaz de pedir explicaciones, de exigir comportamientos, a personas de mi tamaño y edad.
No quiero ver en esos ojos oscuros la incomprensión de porqué le digo/hago/pido eso incomprensible para él, para su mente todavía por formar.
Quiero que su vida sea lo que tiene que ser ahora: amor, caricias, abrazos,besos, sentimientos a flor de piel, juegos, descubrimientos, libertad, tonos de voz agradables,...
Porque si un niño no se merece todo lo bueno y todo el tiempo del mundo ¿quién se lo merece?

viernes, 29 de octubre de 2010

Ordenando pensamientos

Tengo muchas ideas en la cabeza, y me rondan muchas cosas sobre las que escribir; pero no consigo ordenarlas y encontrar tiempo para mí.
Debería ser fácil solucionar esto, sobre todo sabiendo el motivo. Y es que desde hace un tiempo cada vez que me "paro" a hacer algo que me atañe sólo a mí (aunque si me afecta a mí afecta a los demás, porque si me hace bien y me siento bien los demás también lo estarán), en cuanto me dedico más de dos minutos, ya me parece una pérdida de tiempo.
Tengo muchas cosas que hacer, llevar una casa y tener un hijo es lo que tiene, pero siempre deberíamos encontrar unos minutos cada día para nosotros mismos, porque el trabajo de la casa nunca se termina, siempre estará ahí. Y sin embargo nosotros necesitamos las cosas en un momento en concreto, y si lo vamos dejando pasar vamos perdiendo algo, y llega un momento en el que el saco de cosas que quisiera/me gustaría/necesitaría hacer está tan lleno que da pereza empezar a vaciarlo. Entonces lo escondes en un rincón, y sigues ocupándote primero de los demás, y abres un saco nuevo que empiezas a llenar, hasta que un día tropiezas con alguno de los escondidos (siempre hay más de uno) y te vuelve a recordar que TÚ también existes, que también necesitas tiempo.
Así que la culpa y la responsabilidad de no tener tiempo para mí es sólo mía, de nadie más. Y aunque me quejo de no tener ese tiempo (que lo quiero y lo necesito), también reconozco que YO he decidido no sacrificar MIS momentos, sino posponerlos. Porque ahora lo que tengo son NUESTROS momentos, esos que no cambio por nada, ni siquiera por el placer de pasar dos horas seguidas leyendo un libro, porque los momentos de ahora con Rodrigo, con César y con Rodrigo, son ahora; no se volverán a repetir estas circunstancias, los casi 3 años de Rodrigo, el que sea el único niño de la casa, disfrutar con su madre del embarazo de su hermano, que sus padres todavía tengan energía suficiente para correr detrás de él y poder levantarlo hasta el cielo en brazos...
Me quejo porque es lo que tengo, lo que me queda. Pero me quejo con una sonrisa en los labios y en el corazón, porque se lo que tengo, lo que me espera, lo que tendré, que lo he elegido yo y tengo una familia con quien compartirlo.
Así que aunque me siga quejando, es más lo que disfruto. Pero me propongo ir vaciando esos sacos poco a poco, más que nada, para que no se me acumule el trabajo.

domingo, 24 de octubre de 2010

Descubierta

Soy seguidora de algunos blogs, y aunque no puedo estar todo lo al día que quisiera en su lectura, hago lo que puedo.
Hace poco la chica que escribe uno de estos blogs que leo decidió dejar de escribir porque gente de su entorno se había enterado de la existencia del blog.
Me apenó mucho su decisión de dejar de escribir (aunque al final se lo ha pensado y sigue escribiendo) pero la entendí.

Casualmente en esos días algunos conocidos me dijeron que sabían de este blog.


Está claro que no es difícil enterarse de estas cosas, de hecho, es muy fácil, pero no sé porqué no esperaba que "me descubrieran" tan pronto. El caso es que si cuando escribo pienso en los que me conocen me siento incómoda.
Una de las cosas que más me frenaban a la hora de escribir un blog era ésta, que supieran quién soy. Pero después de sopesar pros y contras, de pensármelo mucho y de preguntarme siempre ¿y por qué no?, me decidí por lo arriesgado y atrevido (en mi caso) y opté por escribir. Total, si pasaba algo que no me gustara siempre podría dejarlo.
¿Y que sepan quién soy no me gusta? Pues no es que no me guste, es que me incomoda.
No pretendo comentar lo que escribo aquí con los que me conocen cuando me ven por la calle, igual que no comento ni explico todo lo que pienso.
Hablar es fácil, se puede hacer con cualquiera y en cualquier sitio. Pero a veces no te apetece hablar; a veces necesitas dar forma a unos pensamientos, a unos sentimientos muy concretos que primero tienes que ordenar para poder expresarlos.
Siempre me ha gustado escribir porque te da la oportunidad de pensar lo que dices ;aunque eso no quiere decir que no te equivoques, que no tengas que rectificar después.
Escribir es sentir el placer de una conversación larga e intensa.
Si no quería que supieran que tengo un blog no es porque tenga nada malo que decir, no es mi intención ofender a nadie. Pero escribir te da la libertad que no tienes cuando hablas cara a cara con una persona, cuando interpretas gestos en su cara y tonos en sus palabras. Cuando tienes que volver a repetir algo porque no te entienden, o cuando pierdes el hilo de la conversación porque te han interrumpido.

Me gusta mucho escribir, llevo muchos años haciéndolo. Y la maternidad, internet y los blogs le han dado para mí una dimensión nueva.
Conoces a otras madres, comentas sus experiencias y ellas comentan las tuyas. Y con el tiempo descubres que has hecho amigas a base de hablar con ellas mientras las lees, mientras te leen.
Así que de momento seguiré escribiendo. Personalmente me aporta mucho más el hacerlo que dejarlo porque me sienta incómoda.
Porque,en este caso, la balanza se decanta claramente por lo bueno. Cuando escribo me siento/a bien, necesito hacerlo, hago amigas, siento que un poco devuelvo lo que yo tomo de las demás, me obligo a hablar conmigo misma y a enfrentarme a mis cosas... Y lo menos bueno ..., pues muy poco, demasiado poco como para dejar esto tan pronto.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Complacer a los demás

Nunca me ha gustado que me llamen la atención, que me digan que he hecho algo mal, que he hecho algo que no está bien. Y no por el hecho de equivocarme, sino por no haber sabido complacer a la otra persona.
Quizás esto tiene que ver con algún complejo de la infancia, con ser "la hija mayor, buena, sensata y la que todo lo hace bien".
Con los años una aprende que hay muchas formas de hacer las cosas, que el resultado es el mismo aunque el camino que se tome sea diferente. Y esto es algo que me lo aplico a mí y a los demás también, porque yo también he tenido que aprender que todo no se puede hacer a mi gusto, y que es tan buena mi forma de hacer como la de los demás.
Así que ahora vivo más tranquila. Tan tranquila como que antes, si hacía un bizcocho y alguien me decía simplemente que en vez de poner limón pusiera almendra, me sabía mal no haber acertado a la primera, y entonces o hacía todos los bizcochos de almendra, o no hacía más. Ahora no pasa nada, si te apetece un bizcocho de almendra, tranquilo, que el siguiente te lo hago a tu gusto. O quizás no, y lo sigo haciendo como a mí me gusta, que es con limón. Es un ejemplo muy simple, pero se puede aplicar a cualquier momento de la vida cotidiana.
Ahora cocino mucho más que antes, porque me apetece y lo hago a gusto; veo los programas de la tele que me apetecen (cuando puedo) sin sufrir porque sé que no le gustan a mi marido; doy mi opinión, incluso aunque no me la pidan, siendo consciente de que me puedo equivocar, o que puede haber alguien que opine lo contrario.

Cuando me quedé embarazada de Rodrigo casi vuelvo a caer en el error de querer complacer a todo el mundo. De seguir todos esos consejos que no pides y te dan sobre el embarazo. Cuando nació mi hijo tuve que ser más fuerte todavía para no dejarme llevar por el miedo y el desconocimiento de ser madre reciente y primeriza y hacer todo lo que me decían.
Pero ahora estoy más débil, me siento más vulnerable. Y es que se me ha juntado el segundo embarazo con el comienzo de Rodrigo en el colegio.
En este embarazo, como en el anterior, yo sabía que sería niño, aunque también sabía que personas de mi entorno importantes para mí querían niña (como ya pasó en el embarazo de Rodrigo). Y en un momento de descuido y abandono, se presentó aquí la Mari de antes, la que quiere complacer para no sentirse mal por no conseguir lo que los demás esperan de ella, y esa, la otra Yo, consiguió durante un tiempo que yo también quisiera (eso creía) niña.
¿Y qué sentí cuando en la segunda ecografía me confirmaron que sería niño? Alegría y alivio.
Estos días (han sido dos), cuando la profesora de Rodrigo me habla del niño o me dice lo que "tengo que hacer" me vuelvo a sentir un poco como antes, pero sólo un poco, porque estoy volviendo a retomar mi filosofía de vida, la que me hace feliz y consigue que disfrute de mi hijo tal y como es, no como a una profesora le gustaría que fuera (él y los otros 24 niños de la clase).
Hay que educarlo: mi hijo está educado. Convive perfectamente y en armonía en mi casa con nosotros, y en el resto de ambientes que frecuentamos con la gente que ya conoce. A ella no la conoce, como a ninguno de sus 24 compañeros.
Tienes que decirle cuando tiene que estar quieto, sentado, hacer caso...: en mi casa está quieto y sentado cuando hay/quiere/tiene que estarlo. A mí me hace caso, yo le explico las veces que haga falta cómo y porqué en casa se hacen las cosas de esta manera. Yo no tengo (ni quiero) que enseñarle como se hacen las cosas en el colegio, para eso está ella.
Es muy bruto: Rodrigo es muy fuerte. Tiene mucha fuerza, y que dé gracias de que además de eso no es violento y no tiene mala idea ( con menos de 3 años ¿se pueden tener malas ideas?). Además, yo soy bruta y su padre es bruto, ¿cómo tiene que ser el niño?.
Tienes que hablarle bien y no hacerle caso, aunque tú le entiendas, hasta que no diga bien las palabras: intento ponerme en su lugar, señora. Resulta que Rodrigo hasta hace bien poco no mostraba interés por hablar, pero en cuestión de dos meses ha avanzado mucho (para como es él, no comparado con los demás), y ahora repite, a su manera, todo lo que oye. Y si tú le dices que repita o rectifique algo él lo hace, lo intenta. Y vuelvo a lo de siempre, si Rodrigo fuera del 2008 y no del 2007, hubiera llegado al colegio hablando como hablamos los mayores. Pero claro, entiendo (lo intento) que entender a 25 niños pequeños, cada uno de una madre, y algunos incluso de otro país, debe de ser duro y difícil. Pero bueno, deben de ser complicaciones propias del oficio, yo trabajaba construyendo barcos y tampoco era fácil.
Las cosas que me preocupan a mí, como que se coma el almuerzo y haga pis, no le dan problemas a ella, así que tengo que ser yo la que pregunta, porque sino no me dice que come rápido y bien, y que hace pis en el baño.
Con todo esto quiero decir que cuando la profesora me dice "estas" cosas, no me siento mal con Rodrigo, ni mucho menos. Mi hijo es como es, y su casa y su familia son su castillo y su mundo, así que no voy a hacerle vivir como en el colegio para que ella esté más contenta. Yo soy la que ve y vive cuántas cosas nuevas está superando en dos semanas: ya no se hace pis ni de día ni de noche, intenta entender lo que le dice su cuerpo para hacer caca en el baño y no en los pantalones, aprende palabras nuevas cada día, está aprendiendo que aunque esté en el colegio yo siempre voy a ir a buscarlo, y que cuando se sienta triste porque mamá y papá no están tiene que recordar que puede pensar siempre en nosotros porque nos lleva en la cabeza y en el corazón: en la cabeza para pensar en nosotros siempre que quiera, y en el corazón porque nos quiere.
Pero claro, esto lo veo yo porque soy su madre, como cada madre verá lo de su hijo.
Ella es la profesora, la que trabaja con ellos, la que ve lo que hay que mejorar para que su trabajo sea más fácil.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Ser diferente

Las diferencias nos hacen únicos, especiales, diferentes, al fin y al cabo. Un día lo descubres, y puede que no estés preparado para defender esas diferencias, para disfrutarlas, para aceptarlas.
Recuerdo cuando de jovencita buscaba pasar lo más desapercibida posible dentro de un grupo de jovencitas con la misma intención, así que el resultado era todo lo contrario.
Llevábamos todas el mismo estilo de ropa, de calzado, de complementos, de peinado,.... Vamos, como ahora cuando vas a la moda (y a la moda me refiero estar al día con lo último, lo más nuevo).
Quería que en casa se me respetara como persona diferente y separada de la familia, mientras que en la calle quería ser tan diferente que al final terminaba siendo como mis amigas, como el resto, como todas.
Si llamabas la atención por ser más alta, menos delgada, demasiado simpática, poco sociable,..., ya no sabías que hacer con eso.
Me costó tiempo, y considerarme adulta, para darme cuenta del tesoro que se tiene cuando se es diferente. Bueno, más que cuando se es diferente, cuando valoras lo que te hace diferente. Y me refiero a cosas tan tontas y banales como las nombradas más arriba, no a algo que pueda causar complejos o problemas graves en la persona que lo sufre.
Cuando eres joven buscas ser aceptada a toda costa, y eso es lo que te lleva a ser lo que eres, o a parecer lo que quieres ser. Afortunadamente llega un momento, y una edad, en la que te aceptas a tí, a tu cuerpo, a tus peculiaridades, y haces de ello una bandera, porque tú eres así.
Desde hace tiempo me fijo en lo diferente, en lo particular, y sigue siendo difícil encontrarlo. Sin embargo es más común ver rebaños (con todo el respeto) de niñas con un aspecto tan parecido que parece calcado, de niños con un comportamiento tan predecible que te los imaginas ensayando delante del espejo. Y me refiero a niñ@s sin ánimo de ofender, que yo también he sido una de ell@s. Lo que pasa es que ahora, en la lejanía, y con mi edad, lo veo como cosas de niños, cosas propias de la inocencia, de la edad del descubrir, de la emoción de lo nuevo.
Aunque todavía es pronto, todavía queda mucho tiempo, me pregunto de cuáles será Rodrigo: de los niños guapos y vestidos a la moda, de los que parece que no les interesan nada más que no sean los amigos y los videojuegos, de los deportistas, de los macarras,... O de los especiales, los únicos, de los que son como son a contra corriente, porque están seguros y orgullosos de sí mismos. De los que han recibido en su casa y su familia todo el respeto y el apoyo necesario para entender que ser diferente no es malo, que hay que respetar esas diferencias y, en todo caso, disfrutar de ellas, de la variedad que nos dá la vida.
Todavía es pronto.
Y para mí siempre será RODRIGO.

viernes, 17 de septiembre de 2010

¡Hay que empezar a educarlo ya!

Al final Rodrigo ha empezado hoy el colegio. No quería hablar todavía del tema, tenía pensado esperar un par de semanas para comentar algo más definitivo, por si la cosa no iba bien con lo del control de esfínteres y se quedaba en casa durante más tiempo.

Pero bueno, hoy ha ido, y cuando le he preguntado a la profesora que tal y me ha contestado... me he quedado tan parada con lo que me ha dicho, no me lo esperaba (como supongo que no te esperas algo que no te gusta) en absoluto, de hecho, después incluso de hablarlo con familiares que llaman a preguntar qué tal el primer día y con alguna amiga, todavía flipo un poco, todavía le doy vueltas al asunto.
Yo: "¿Qué tal?"
Profesora: "Uyyyy, no me ha hecho ningún caso. Cuando había que sentarse no se quería sentar, cuando había que comer no quería comer, ¡y me ha hecho la burla!"
Yo: "¿La burla?"- le pregunto yo, supongo que con cara de pasmada.
Profesora: "¿A ti no te la hace?"
Yo:"Pues no"
Profesora: "Pues te lo digo para que lo sepas. Y ha llorado, cuando le he reñido y le he dicho que eso no podía ser. Hay que empezar a educarlo ya."
Me sabe mal no tener mejor memoria y poder reproducir las palabras exactas, aunque aún así cada uno le puede dar su interpretación.

A mí me preocupaba que se quedara llorando, y no lo ha hecho. Ha entrado la mar de contento, y cuando ha visto la alfombra tan grande que había al fondo que era como un circuito, se ha tirado de cabeza y allí se ha quedado.
Me preocupaba que se hiciera pis encima, y no se lo ha hecho. No ha querido orinar antes de ir al cole, así que justo antes de entrar al aula ha dicho "pis", le he llevado corriendo al baño y entonces ha hecho. Cuando le he preguntado a la profesora me ha dicho que le ha pedido un par de veces, no sabe si porque de verdad quería hacer pis, o por entretenerse un rato, pero que no me puede decir si ha hecho porque no lo ha visto. Bueno, si Rodrigo le pide aunque sea por entretenerse, supongo que también le pedirá cuando tenga de verdad.
He pasado por el colegio después de un recado, y como era la hora del patio me he parado a mirar. Lo he visto tirarse unas cuantas veces por una escultura que hace de tobogán, otra parado en lo alto, mirando a lo lejos (por un momento hubiera jurado que me había visto) y parecía que llamaba a papá o mamá, y otra llorando y buscando consuelo. Entonces lo ha atendido un chico (profesor de refuerzo durante el primer trimestre) y le ha acompañado de la mano hasta donde estaba antes jugando. Y ya me he ido porque no quería ver más.
También me preocupaba que estuviera llorando a la hora de la salida, y pensaba que cuando me viera se echaría a mis brazos, aunque no fuera llorando. Pues ni una cosa ni otra. Me he acercado cuando esta ya sentado en un murito en el que esperan a esa hora, le he llamado y se a puesto ha jugar con los pies en la tierra y a pasear el saco del almuerzo por el suelo. Eso sí, cuando he dicho su nombre me ha mirado y ha dicho "mmamma", mientras sonreía.
Así que claro, cuando me ha dicho que tengo que empezar a educarlo me he quedado parada, confundida, con cara de tonta, sorprendida, y alguna cosa más.

Creo que la base de la educación de un niño parte de casa, que todo el trabajo no es del colegio, pero entonces ¿para que lo llevo?, ¿qué quiere decir con que tengo que educarlo?, ¿que le haga caso el primer día a alguien a quién no conoce, en un lugar extraño, con otros 20 niños a los que tampoco conoce? Seguro que muchos niños hacen caso a la primera, y me parece muy bien, pero el mío "da un poco más de trabajo", al menos en ese aspecto.

Con la intención de conocer mejor a los niños, nos dieron unas hojas con preguntas sobre varios temas: carácter del niño, estado de salud general, información sobre los padres... Una de esas preguntas era si "el niño se mueve mucho, si está siempre en marcha". Pues el mío SI, SI y SI.
Niños pequeños, algunos ni de tres años, como el caso del mío, muchos no han ido nunca a guardería, con un desarrollo normal, partiendo de que cada niño tiene su ritmo, ¿cómo tienen que ser/les gustaría que fueran los niños a las profesoras?

Tengo dos amigas y compañeras las cuales sus hijos empiezan el cole también este año (en el mismo que Rodrigo), y tampoco han ido nunca a guardería.
La hija de una de ellas es un mes mayor que Rodrigo, hace tiempo que no lleva pañal y que habla estupendamente bien, y le han dicho a su madre que es una quejica, que se pasa el día quejándose. Quizá es que para su edad habla estupendamente bien y sabe lo que quiere y lo que no.
El hijo de mi otra amiga es ocho meses mayor que el mío, es muy inteligente para su edad y muy observador. No lleva pañal hace tiempo y habla bastante bien. Rodrigo es de acción, mientras que este niño es más de observar. Así que como tampoco es muy hablador con quien no conoce y se queda mirando a los otros niños le ha dicho a su madre que si sigue así se lo tendrá que mirar.
Y supongo que no será a los únicos tres a los que les habrán encontrado "pegas".
Bueno, para no querer hablar del colegio creo que me he extendido bastante, así que intentaré volver a mis intenciones iniciales y no sacar el tema hasta que todo esté más estable, por así decirlo.

domingo, 12 de septiembre de 2010

No tiene precio

Si no durmiera con mi hijo, no sabría lo que me pierdo.
Que se gire durante la noche,en mitad de su sueño, hacia mi y me acaricie la cara mientras pasa su brazo sobre mi cuello.
Le gusta el contacto y esté en la postura que esté, siempre nos toca a su padre o a mi con alguna parte de su cuerpo.
No tienen precio los momentos que pasamos jugando antes de que se duerma, o las veces que ganduleamos cuando se despierta.
Tampoco tienen precio ninguno de los días que me regala desde hace ya más de dos años y medio.
Ha cambiado mucho físicamente desde que nació, y mientras duerme es el momento del día en el que más se parece a cuando era un bebé.
Me llama de tres formas cuando se despierta: ¿Maaamaaa, Maaamaaa?, medio dormido todavía y preguntando; ¡MAMA, MAMA!, gritando como si llevara media hora llamándome; y últimamente dice ¡Mama, quí (aquí)!, como si yo no supiera donde está.
Nunca pensé que dormiría con mi hijo, que dormiríamos tres en la misma cama, y ahora estoy impaciente por que seamos cuatro.
Pienso que me perdería todas estas cosas si no durmiera con él, por eso estoy contenta de hacerlo.
Mi sueño es diferente desde que él nacio, y mejor desde que duerme a mi lado. Por circunstancias (todas tontas y sin fundamento, como que nunca querrá dormir solo) no empezamos a practicar el colecho hasta que Rodrigo cumplió más o menos el año. Y ahora es una de las cosas de las que no me preocupa pensar qué pasará en el futuro, sin embargo si que me preocupa pensar en cómo hacerle dejar el chupete (para eso nadie de mi entorno me mete prisa, para ellos está bien y es normal llevar chupete con más de dos años y medio).

Quiero dejar aquí algo que ya he leído en varias ocasiones y no me gustaría perder: "Cuando duerme una madre junto al niño, duerme el niño dos veces; cuando duermo soñando en tu cariño, mi eterno sueño meces." Unamuno

viernes, 10 de septiembre de 2010

Todavía más

Rodrigo es mi hijo. Le quiero, le adoro, le sueño, le añoro. He disfrutado tanto de él y estoy tan segura de que todavía lo voy a disfrutar más que ya tengo claro cómo van a ser muchas de las cosas con el segundo. Rodrigo me va mostrando el camino a seguir con el bebé que viene, ya me ha dejado claras muchas cosas y ahora está enseñándome otras.
Con Rodrigo he descubierto cuánto me gusta y lo bueno que es abrazarle, hablarle, besarle, cogerle en brazos, dormir y jugar con él.
Al bebé que viene le voy ha abrazar, hablar, besar, coger en brazos, dormir y jugar con él todavía más.

martes, 7 de septiembre de 2010

No con pañal

No con pañal, es la frase resumen de la reunión del Lunes.
Han pasado dos días y la verdad es que lo que voy a decir de lo que pensé aquella noche y lo que pienso ahora es lo mismo pero con otras palabras. Cuando se está tranquila y pensar en el tema ya no te hace llorar se ven las cosas de otra manera, puedes pintarlas de otro color.
Después de la reunión lloré, como también lloré en algún momento del día siguiente, ¿porqué?. No fue porque pensara que mi hijo es más lento que los demás, ni porque me avergonzara decir que con dos años y ocho meses todavía lleva pañal, ni porque se me cayera el mundo encima pensando que entraría más tarde de "lo que le toca", no fue por nada que responsabilizara al niño de esta situación. Lloré porque me sentía mal conmigo misma por no haber "sabido enseñarle a tiempo a dejar el pañal". Incomprensible.
En momentos así me doy cuenta de hasta dónde ha calado todo lo que he oído durante mi vida, de cómo das por supuesto que si coges al niño en brazos demasiado se mal acostumbra, de que si duerme en tu cama no lo sacarás nunca de ahí, de que si le escuchas y le das explicaciones de el porqué de las cosas te está dominando..., ¿pero alguna vez se nos dice algo que no sea malo? Nunca se nos propone dar cariño, calor, comprensión, amor, ..., al contrario, hay que evitar toda práctica de ese tipo de emociones.
El caso es que Rodrigo se va a quedar conmigo en casa, hasta que esté preparado para controlar esfínteres y no lleve pañal. ¿Me molesta? No ¿Me supone algún problema? Tampoco ¿Durante cuánto tiempo? Como he dicho antes, hasta que esté preparado.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Momentos

En poco más de dos años y medio he pasado de pensar "nunca se me va a olvidar" a pensar "no quiero que se me olvide nunca".
Son tantas cosas las que compartes con un hijo, tantos momentos del día, que parece imposible poder recordarlo todo. Para eso existen los diarios, los blogs, las agendas...
Una vez leí: "quien no tiene memoria, se hace una de papel". Aunque en estos tiempos y con lo que avanza la tecnología muy pocos se conforman ya con un lápiz y un cuaderno.
Aunque se intente retener cada instante, ya sea en fotos, en vídeo o escribiéndolo, no siempre se pueden plasmar las emociones y la complicidad de ese momento, aún así, yo quiero dejar aquí constancia de uno.
Ahora Rodrigo se levanta más tarde que de costumbre, así que si no lo despiertas después no duerme la siesta y casi a la hora de cenar se pone un poco tonto por el sueño. Si veo que a las diez y media no se a levantado lo despierto, me echo con él en la cama, le hablo y le acaricio.
Hoy, como ayer, se ha dado la vuelta y me ha dado su conejito (quiero hablar de él y del chupete en otro momento) para que le acaricie la espalda con las orejas del muñeco. Ayer por ejemplo yo estaba echada en mi lado de la cama, y cuando me pasé al de su padre para tenerlo frente a mí me dijo que no, que ese era el sitio de papá. Aunque hoy estaba echada en el sitio de mi marido no me ha dicho nada, y cuando me he pasado a mi lado de la cama él se ha dado la vuelta, se ha puesto de espaldas a mí y me ha dado el muñeco para que siguiera con la sesión de caricias.
Me ha hecho gracia que no se quejara por haberme cambiado de sitio, me ha sorprendido su reacción, y cuando le he dicho que es un pillín se ha reído y me ha dicho que sí.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Colegio y pañal

Estos días hay un tema que me preocupa por encima de todo lo demás, y es que Rodrigo empieza el colegio la semana que viene y todavía lleva pañal.
No quiero explicar ahora todo lo que llevo pensando estos días porque prefiero esperar a la reunión que hay el Lunes y hablar primero con la profesora. No quiero cortar la cabeza de quién no tiene culpa ni sentirme culpable por haber tomado una decisión que me costó mucho meditar.
Me han comentado muchas cosas sobre el tema y casi ninguna me gusta. Siempre he oído que tienes que llevarlo al colegio ya sin pañal, pero a mí nadie del centro me lo ha especificado mientras hacíamos la matrícula. No creo tener que dar por cierto todo lo que oiga por la calle sino me lo confirman en el colegio, ¿tendría que haberlo preguntado yo antes? Ahora ese antes será el Lunes.
En esta edad unos meses más o menos marcan mucha diferencia, ¿no se tiene en cuenta que un niño sea de principio o de final de año?
Tengo una amiga profesora en el mismo colegio que es la "que peor me lo pinta", estoy segura que sin esa intención, y me explica lo faltos que van de personal y porqué piden que los niños no lleven pañal. Que una profesora no puede hacerse cargo de 25 niños si además tiene que limpiarles el pis y la caca, que necesitarían a alguien de refuerzo para ayudarlas en esas tareas...
Pero yo no soy profesora y no estoy en su situación.
Soy la madre de Rodrigo, nacido a final de año y que parece no estar preparado todavía para controlar los esfínteres, la que decidió respetar lo máximo posible su ritmo a la hora de dejar el pañal. Soy la que se aferra a la decisión que tomó (siempre de acuerdo con mi marido) y a la vez se arrepiente de haberla tomado, la que piensa que no ha insistido lo suficiente con eso de ir con la fregona detrás del niño.
¿Tendré que arrepentirme de la decisión tomada? La vida está llena de decisiones, unas veces aciertas de pleno, otras no tanto pero el resultado no es tan malo, y en algunas ocasiones la cagas. Así que ahora a esperar y tirar para delante con las consecuencias, que para eso somos adultos responsables de nuestras decisiones. O eso espero.

domingo, 29 de agosto de 2010

Lactancia prolongada

He leído un post sobre lactancia prolongada, es del blog Maternidad Continuum, y me gustaría hablar del tema.
Muy a mi pesar Rodrigo se destetó con casi 8 meses. Unas veces pienso que por cosas que hice mal, otras por cosas que no hice bien. Pero no voy a hablar aquí del destete, lo haré otro día.
Quiero hablar de la lactancia materna prolongada que no hemos tenido, de cómo influyó en mi opinión sobre la lactancia prolongada de otras madres que conozco.

Tengo amigas que conocí en el taller de lactancia de mi ciudad. Con el tiempo hemos ido creando vínculos y proyectos en común, como una asociación y una revista.
Las edades de los hijos e hijas de estas amigas oscilan entre los dos meses y los casi tres años y medio. Sólo dos niñas de casi dos años se han destetado ya (una cuando su madre se quedó embarazada, suponemos por el cambio de sabor en la leche, y la otra porque lo decidió así), el resto siguen lactando, incluido el de los casi tres años y medio.
Cuando alguna me comentaba que lo de la lactancia ya se les estaba haciendo largo y pesado yo les decía que no sería para tanto, que aguantaran un poquito más, que era bonito y que esperaran a que l@s niñ@s decidieran dejarlo.
Pero claro, yo no soy objetiva. Yo se (creo saber) lo que hubiera hecho de estar en su situación, pero no lo estoy. No sé lo que es no dormir una noche del tirón durante tres años, ni que te pidan teta "en el momento menos oportuno", o que te usen de chupete o cualquier cosa que te haga pensar en el destete. Yo no he tenido que irme a trabajar cuando mi hijo todavía es pequeño y andar con el sacaleches arriba y abajo. Para los fumadores hay lugares específicos para sus "necesidades", ¿alguna empresa tiene un lugar apropiado para sacarte la leche tranquila y cómodamente?

Yo quería que mi hijo viniera corriendo, me levantara la camiseta y me dijera "mamá, teta", poder darle el pecho en cualquier lugar y cualquier postura, seguir disfrutando de esos intercambios de miradas en las que no cabía nadie más. Pero no ha sido así.
Durante nuestra lactancia he disfrutado de un entorno respetuoso, pero por conversaciones que he tenido con varias personas durante estos años he descubierto que de haber mamado Rodrigo durante más tiempo sí que hubiera tenido que enfrentarme a situaciones y comentarios desagradables. A opiniones de gente que cree que tiene la razón, pero que ni sabe ni entiende.
No sé qué pasará esta segunda vez. Si tendré que enfrentarme a alguien que haga algún comentario molesto. Tampoco sabría decir cual sería mi reacción... Mejor esperamos, a ver que pasa, o que no pasa.


Aunque no he tenido esa lactancia prolongada que me hubiera gustado, disfrutamos de otras muchas cosas y otros muchos momentos, de abrazos y de mimos en los que no hay teta de por medio, de besos y caricias infinitas en las que tampoco cabe nadie más.

Es cierto que me muero de ganas por volver a dar el pecho, volver a disfrutar de ese vínculo único que se crea entre la madre y el niño. Pero también estoy loca de contenta con Rodrigo, con todo lo que me da cada día y que me hace estar cada vez más segura de que estamos encontrando y construyendo el camino para nosotros, para nuestra familia que crece.

lunes, 23 de agosto de 2010

Cuando llegó el instinto II

Enredando, enredando he borrado otra entrada con este título. Yo puedo ver lo que escribí, pero no consigo que se vea en el blog nada que no sea el título.
Así que de una manera supongo que no muy profesional, he copiado y pegado.

"Yo creo que el instinto maternal me llegó de golpe.
Antes de querer ser madre los bebés no me llamaban la atención. No sabía
que hacer cuando tenía uno en brazos, no tenía gracia para cogerlos y tampoco
les hacía monadas para verlos reír porque me sentía ridícula. Ni me interesaban
ni mucho menos pensaba en ser madre en un futuro.
Siempre he tenido amigas que como yo digo "han sido madres antes de tener
hijos". Son esas amigas que disfrutaban en compañía de niños, que sabían como
tratarlos y que tenían muy claro que algún día ellas tendrían uno.Cuando me casé
ya vivíamos en la que hoy es nuestra casa (bueno, la que estamos pagando).
Tiene tres habitaciones: nuestro dormitorio, la habitación donde está el
ordenador y todos mis libros, y la habitación de todo lo demás; la de la plancha
cuando hay que planchar, la de los invitados cuando viene alguien, la de los
puzzles cuando nos dió por montar puzzles...
El caso es que cuando pensaba en utilizar esa tercera habitación para un
niño...uffff, me entraban hasta calores. ¿Y dónde iba a guardar todo lo que
tenía allí? Pues donde lo tengo guardado ahora, ni más ni menos.
Vamos, que no quería tener niños y le encontraba pegas y peros a todo lo
que tuviera algo que ver con ello.

Nos casamos en Abril del 2006 y todo perfecto. Hasta que a finales de ese
mismo año me compro un libro que habla sobre el embarazo y el primer año de vida
de los bebés.
Yo soy la primera sorprendida al leer los cambios que sufriría mi cuerpo al
quedarme embarazada y darme cuenta que no sólo no me asustan, sino que me
apetecen. Y entonces también empiezo a ver otros cambios en mi actitud de los
que no me había percatado hasta ese momento: miro a los bebés por la calle y me
sonrío, me paro en los escaparates de tiendas de puericultura, pienso en la
habitación que ocupará el bebé cuando llegue y los cambios que sufrirá la casa
cuando empiece a caminar y me siento preparada para ello.Antes de hablarlo con
mi marido, César, me lo pensé muy bien. Suelo pensar mucho las cosas antes de
hacerlas, sobre todo si son decisiones tan importantes como la de ser
madre.
Y aquí llegó el primer enfrentamiento entre lo que se oye, se vende y te
dicen, con lo que mi cuerpo, mi mente y mi corazón me pedían.
Era tan buen o mal momento como cualquier otro para tener hijos, y ante
cualquier duda o problema material o económico que me dificultaba tomar la
decisión, mi cuerpo, mi mente y mi corazón me decían que podría con todo, que lo
importante era querer, y querer poder, sobre todo. Le encontraba solución a
todos los inconvenientes que pudiera encontrar, así que ya era el
momento...
Y después de hablarlo a eso nos pusimos. Así que me quedé embarazada en
Marzo del 2007 y en Diciembre llegó Rodrigo."

domingo, 15 de agosto de 2010

Necesitar no es poder

Pensé que lo necesitaba, que me sentaría bien ver por escrito lo que ocupa mi cabeza, pero quizá no es el momento.
Soy un torrente de emociones y pensamientos, me encuentro en un tira y afloja con lo que quiero y necesito y con lo que tengo y puedo hacer.
Pierdo el tiempo y la oportunidad pensando y buscando la manera de hacerme entender bien, cuando a veces no me entiendo ni yo misma.
Voy hacia adelante, creciendo con Rodrigo y enfrentándome a los retos y dudas que me plantea. Y también vuelvo atrás y me escondo dentro, necesitando sentir lo que este embarazo me pide, queriéndole dar a este segundo lo que le dí al primero, sin privar de nada al que ya está aquí.
Me encuentro en situaciones y con sentimientos que ya había leído de otras madres, y aunque a veces alivia saber que no soy la única, otras no consuela la comparación.
Voy a esperar, como siempre, a respirar hondo y dejar pasar la tormenta, a ver las cosas más claras para poder entenderlas primero yo, y así ver si las puedo explicar a los demás.
Y seguro que volveré a pensármelo, mil, dos mil veces, pero no me presionaré, no pensaré que lo hago para los demás, sino que lo hago para mí. Lo haré cuando pueda, que será cuando lo necesite.

viernes, 13 de agosto de 2010

Cuando llegó el instinto

Yo creo que el instinto maternal me llegó de golpe.

Antes de querer ser madre los bebés no me llamaban la atención. No sabía que hacer cuando tenía uno en brazos, no tenía gracia para cogerlos y tampoco les hacía monadas para verlos reír porque me sentía ridícula. Ni me interesaban ni mucho menos pensaba en ser madre en un futuro.
Siempre he tenido amigas que como yo digo "han sido madres antes de tener hijos". Son esas amigas que disfrutaban en compañía de niños, que sabían como tratarlos y que tenían muy claro que algún día ellas tendrían uno.
Cuando me casé ya vivíamos en la que hoy es nuestra casa (bueno, la que estamos pagando).Tiene tres habitaciones: nuestro dormitorio, la habitación donde está el ordenador y todos mis libros, y la habitación de todo lo demás; la de la plancha cuando hay que planchar, la de los invitados cuando viene alguien, la de los puzzles cuando nos dió por montar puzzles...El caso es que cuando pensaba en utilizar esa tercera habitación para un niño...uffff, me entraban hasta calores. ¿Y dónde iba a guardar todo lo que tenía allí? Pues donde lo tengo guardado ahora, ni más ni menos.
Vamos, que no quería tener niños y le encontraba pegas y peros a todo lo que tuviera algo que ver con ello.

Nos casamos en Abril del 2006 y todo perfecto. Hasta que a finales de ese mismo año me compro un libro que habla sobre el embarazo y el primer año de vida de los bebés.
Yo soy la primera sorprendida al leer los cambios que sufriría mi cuerpo al quedarme embarazada y darme cuenta que no sólo no me asustan, sino que me apetecen. Y entonces también empiezo a ver otros cambios en mi actitud de los que no me había percatado hasta ese momento: miro a los bebés por la calle y me sonrío, me paro en los escaparates de tiendas de puericultura, pienso en la habitación que ocupará el bebé cuando llegue y los cambios que sufrirá la casa cuando empiece a caminar y me siento preparada para ello.
Antes de hablarlo con mi marido, César, me lo pensé muy bien. Suelo pensar mucho las cosas antes de hacerlas, sobre todo si son decisiones tan importantes como la de ser madre.
Y aquí llegó el primer enfrentamiento entre lo que se oye, se vende y te dicen, con lo que mi cuerpo, mi mente y mi corazón me pedían.
Era tan buen o mal momento como cualquier otro para tener hijos, y ante cualquier duda o problema material o económico que me dificultaba tomar la decisión, mi cuerpo, mi mente y mi corazón me decían que podría con todo, que lo importante era querer, y querer poder, sobre todo. Le encontraba solución a todos los inconvenientes que pudiera encontrar, así que ya era el momento...

Y después de hablarlo a eso nos pusimos. Así que me quedé embarazada en Marzo del 2007 y en Diciembre llegó Rodrigo.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Presentación

Quería que mi primera entrada en el blog fuera una presentación y una explicación de los motivos o razones que me llevan a escribir aquí.

Me llamo Mari Carmen, tengo 33 años y un hijo de algo más de dos años y medio. También estoy embarazada, de 15 semanas.
Quiero escribir este blog para poder explicar cómo he cambiado y todo lo que siento desde que soy madre. Para poder disfrutar también aquí de la maternidad y de mi segundo embarazo.
Para devolver de alguna manera todo lo que aprendo y disfruto de los blogs de otras madres a las que leo. Madres a las que ahora considero amigas, aunque no las conozca personalmente. Poco a poco quiero hablar de ellas, de las que he conocido y de las que seguro iré conociendo.
Y también para hablar un poco de todo, porque al fin y al cabo la vida es eso, un poco de todo.