sábado, 13 de noviembre de 2010

El llanto de un bebé

Esta semana una de mis vecinas a dado a luz una niña, y aunque todavía no la he oído llorar, reconozco que tengo ganas. Y no por el placer de oírla llorar y punto, sino porque me recuerda a cuando Rodrigo era bebé.
Recuerdo hace año y medio, cuando la vecina de abajo tuvo un niño, que me dormía oyéndolo llorar y se me dibujaba una sonrisa en los labios.
Me venían a la memoria esas días en los que llegamos a casa del hospital, siendo padres recientes, y nos daba miedo que el bebé llorara. Miedo por no saber lo que le pasaba, por no saber consolarle, por si molestaba a los vecinos, jajaja. Ahora me río.
Casi tres años después lo veo todo diferente, tengo ganas de volver a encontrame en esa situación, creo que la disfrutaré más, seré más consciente.
Y soy consciente de que eso lo digo ahora que no estoy recién parida, que no tengo sueño acumulado, y que sólo tengo que ocuparme de un niño de casi tres años. Pero bueno, ahora se lo que me espera, aunque después sea diferente a como fué con Rodrigo.
No recuerdo durante cuanto tiempo tuvo Rodigo ese llanto de bebé, porque además no ha sido demasiado llorón, pero no puedo evitar recordar esos primeros meses cada vez que oigo ese llanto pontente y a la vez indefenso, intenso y angustioso en ocasiones.
El llanto de un bebé consigue que mi instinto maternal tiemble, que mis brazos añoren mecer a esas criaturas pequeñas e indefensas que poco piden pero todo necesitan.

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