Cada vez que alguno de vosotros avisáis de que os vais a ausentar un tiempo o incluso de que dejáis este espacio no lo entiendo, pero lo agradezco. Y os odio, un poquito.
No lo entiendo porque siento que estáis dando unas explicaciones que no son necesarias, que podríais dejar de escribir sin más. Ya tendréis bastante con dejarlo como para además rendir cuentas.
Lo agradezco porque me he acostumbrado a vosotros, formáis parte de mi vida y llevo muy mal que me quiten algo que me gusta. Que me priven del placer de pasar, cuando me apetezca, un rato con vosotros.
Os odio, un poquito, porque me siento abandonada. Si tenéis el detalle de informar de vuestra desaparición me enfado, pero os comprendo. Cuando no avisáis me pilláis por sorpresa, os voy echando en falta y después de menos.
Siempre he pensado que a mí no me pasaría, lo confieso. Que si desapareciera de aquí sería porque yo quisiera, no porque las circunstancias me obligaran a elegir desaparecer. Tengo la impresión de que sueno un poco dramática y eso que no es la primera vez. Pero sí es la primera que lo hago teniendo tantas amistades.
Me sorprendió que algunos preguntarais por mí, pero vuestra preocupación me templó el corazón y descubrí que me hacía falta. A nadie le hace daño una muestra de afecto espontánea, resultado de años de intercambio de confidencias y de encuentros que no piden nada a cambio.
¿Por qué me sorprendió? Porque siempre he sido así; siempre he pensado que es fácil olvidarme. ¿Por qué? Me esfuerzo en pasar desapercibida y no destacar. Y aunque hace ya un tiempo que no me importa que se me oiga, que se sepa que estoy aquí, no había previsto que esto es lo que podría pasar, que hubiera gente que me viera. Y
pese a que es muy lógico pensar que si a mí me entristece dejar de
leeros os puede pasar lo mismo conmigo, nunca contemplé esa posibilidad.
Me era más fácil entender que alguien abandonara el blog porque no le apeteciera escribir que porque no tuviera tiempo. Mientras lo escribo me digo a mí misma lo estúpida que soy, como si a lo largo de mi vida no hubiera tenido que dejar de hacer cosas que me gustan por falta de tiempo.
Ahora entiendo el porqué de quien ha tenido el detalle de dedicar al resto un «nos vemos pronto» o un «hasta siempre, ha sido un placer». También comprendo a quien decide no despedirse.
Creo recordar que me costó bastante elegir el nombre del blog, pero no podría haber sido más acertado. En trece años he cambiado mucho, pero mi capacidad de asombro sigue intacta en mí. No pasa día en el que no pueda decir «quién me lo iba a decir».
Me ha sorprendido haber desaprovechado el tiempo y no cumplir con los objetivos que me había marcado. No voy de sobrada, realmente creí que podría hacerlo.
Lo que no me ha sorprendido es echaros de menos, sentir que me pierdo parte de vuestra vida. Tampoco el alivio que he sentido al no poder pasar por aquí. Quizás es contradictorio, pero algo me dice que más de uno lo entiende.
Si yo fuera uno de vosotros sé lo que me diría, los consejos y ánimos que me dedicaría. Insistiría en la recomendación de no sentirme mal por no llegar a todo. Me recordaría que soy humana y que de vez en cuando se necesita parar, bajar el ritmo o lo que sea que el cuerpo pida.
Podemos desaparecer y al final todo el mundo se acostumbraría a nuestra ausencia, es triste pero cierto (quizás triste no, pero cierto seguro). Sí que de vez en cuando vendríamos a la mente de alguien, pero ¿cómo era aquello de que «no morimos mientras sigamos en el recuerdo de los demás?». Pues eso, aun así hay que tener en cuenta que en algún momento no quedará nadie que nos recuerde, por lo que será como si desapareciéramos tantas veces como personas nos hayan conocido, como si en realidad no hubiéramos existido nunca.
Recuerdo alguno de los blogs que en su día leía y dejaron de publicar. Sé que hay más, pero el tiempo ha conseguido que los olvide. De algunos llegué a conocer los motivos por los cuales se lo dejaban y de otros nunca supe si fue por algo importante o simplemente porque se cansaron.
Rectifico: también es importante dejar algo porque te cansas de ello, sobre todo si seguir haciéndolo es una obligación que te hace sentir mal.
Me agobia saber que volverá a pasar, que algunos de los que hacéis que todo esto sea más llevadero dejaréis este espacio, pero lo acepto aunque no lo lleve bien. Y hay épocas, como esta, en las que os entiendo mejor que nunca.
Las palabras, que tanto daño pueden hacer, siempre han conseguido darme lo que nada más puede hacerlo. Ya sean las que yo escribo o las que leo en vuestros textos y me dicen tanto de vosotros; de vuestras penas y alegrías, preocupaciones o logros, gustos y disgustos. Las de los libros que devoro y tienen el poder de llenarme, incluso las de los que no termino porque no son lo que necesito. Las que dejo, poblando libretas y hojas de papel que nunca faltan por casa, a la espera de encontrar otras con las que poder decir lo que quiero contar.
Nunca dejará de hacerme falta la palabra, aunque lo que me falte sea el tiempo para compartirla.
Quizás algún día esta se convierta en una casa fantasma llena de confidencias olvidadas y conversaciones trasnochadas. O simplemente desaparezca y no deje rastro de su existencia. De momento, mientras siga habitada, sois bienvenidos.