jueves, 31 de enero de 2019

Carta para papá

Hoy mi marido ha recibido carta de nuestro hijo pequeño.
Como ya hiciera el mayor en su día, los niños de segundo curso han enviado a casa una carta al miembro de la familia que ellos elijan. Mi hijo mayor también se la envió a su padre.
Y así, de primeras, lo primero que pienso es que hay que joderse: se pasan el día conmigo, los llevo y los traigo, los acompaño al médico y extraescolares, les ayudo con los deberes, se quedan conmigo en casa si están enfermos, y cuando hay que enviar una carta a alguien de la familia eligen a su padre, sin dudar.
Pero me encanta.
Y precisamente porque están siempre conmigo echan de menos a su padre. Son conscientes de que lo ven menos, y por eso mismo se pelean más, porque no se tienen cogida la medida. Por eso el primero en el que piensan es  en él.

miércoles, 30 de enero de 2019

El tío del pito

No lo conozco, pero no lo soporto. Y cada vez que oigo el pito de su coche despierta en mí una rabia de esas que les digo a mis hijos que hay que controlar, por las que no hay que dejarse llevar y decir y hacer cosas de las que después puedas arrepentirte.
En verano es peor.
Vivimos en una calle peatonal por la que en un principio solo pueden circular los coches que se dirijan al garaje de nuestro edificio. Y no es el caso de este hombre.
Suele entrar a la calle por la parte de arriba, se para delante de la que debe de ser la ventana de su casa, y llama a la persona que tiene que recoger tocando el pito. Pero no una ni dos veces, y no se espera a ver si tiene respuesta.
Pi, pi, pipipi, piiiiiiiii, pipipi, pi, pi, piiiiiiiiiiiii... y no, no suena como una canción, suena más bien como "soy un toca-cojones que los tiene tan grandes que no es capaz de bajar del coche para llamar al timbre. Y voy a estar así, quemando el pito, hasta que bajes o te asomes a la ventana a decirme que ya bajas".
Y si a lo molesto que es el sonido del pito le sumas el no entender porqué no se baja del coche primero y llama al timbre, o porqué no lo toca un par de veces y se espera a ver si obtiene respuesta, en mi cabeza me monto unas películas llenas de violencia y sangre. 
Para el que piense que es tan fácil como bajar y decirle que es muy molesto lo que hace y explicarle otras opciones, como hacemos con los niños para corregir su conducta, ya le digo que no. Que tiene toda la pinta de viejo que ha hecho toda la vida lo que le ha salido de los huevos y va a seguir igual, que por uno le entra y por otro le sale.
Ay, cuánto me gustaría ser impulsiva, valiente, de carácter explosivo, espontánea y sin pizca de arrepentimiento.

martes, 29 de enero de 2019

El tamaño de los problemas

Supongo que es por la edad de mis hijos que ahora el dicho que más me toca escuchar es "hijos pequeños problemas pequeños, hijos grandes problemas grandes".
Y la verdad, no es que pensara que una vez que se hicieran grandes desaparecerían los problemas, pero sí que sería más difícil perder el sueño, que la preocupación sería menor. Pero bueno, ya veo, ya me avisan de que no es así.
Ahora ya no me tomo esta clase de predicciones a broma, sobre todo según quien y cómo te lo dice. 
Antes, ignorante de mí, pensaba que qué iban a saber los demás, que a mí no tenía por qué pasarme igual, que de hecho no me pasaría. Y la prueba la tengo en casa, con una diferencia de 3 años. Los problemas que me trae el pequeño ya los he pasado con el mayor, y aunque no les quito la importancia que tienen, a mí ya no me afectan como la primera vez. Sin embargo siguen siendo los problemas que me presenta el mayor los que me ponen nerviosa, me alteran el estómago y hacen que mi sueño no sea tranquilo.

lunes, 28 de enero de 2019

Nos miramos

Todas miramos. Más o menos, con mayor o menor disimulo, de reojo, pero nos observamos entre nosotras mismas.
Pensé que pasaría vergüenza y apuro en la ducha del gimnasio. Y aunque tampoco es que me sienta como si fuera vestida, la verdad es que no me siento desnuda en el sentido de desprotegida.
Tiene mucho que ver la actitud del resto, la naturalidad con la que realizas un acto cotidiano, aunque sea en presencia de cuatro o cinco personas más.
A veces miro, por curiosidad, y descubro esa misma mirada en las demás. Nunca he visto comparación, desprecio, reproche, superioridad.
Y es que todas somos perfectas, a nuestra manera. Porque siendo iguales, teniendo lo mismo, cada una es única. Caderas anchas, piernas largas, hombros anchos, espalda fuerte, brazos musculosos, vientes que han albergado vida, pechos pequeños, nalgas caídas, muslos juntos, cuerpo jóvenes, adultos, mayores...

sábado, 26 de enero de 2019

Estudiar en compañía

Hoy he encontrado un vídeo en internet para estudiar en compañía: consiste en que alguien se graba mientras estudia, y tú puedes tener ese vídeo puesto mientras estudias (o haces lo que te da la gana, vamos, que cada uno necesita compañía para cosas diferentes).
¿Habrá algo sobre lo que no haya nada en internet? ¿Cómo vivíamos antes sin internet? 
Parece que cada vez nos relacionamos menos físicamente, todo es a distancia, pero seguimos necesitando compañía lo suficiente como para grabar vídeos de este tipo unos, y ver vídeos de este tipo otros.

viernes, 25 de enero de 2019

No son horas

Algunas noches, algún hijo de vecino, se pone a tocar el clarinete. Y no son horas.
No son horas, no porque sea tardísimo, pero está en ese límite en el que seguro que es tarde para escuchar la radio a todo volumen, o para estar haciendo obras en casa, pero no para tocar el clarinete.
Sé que no va a estar más de 15 minutos, y tampoco es un sonido que me desagrade, pero no son horas.
Y pienso que no son horas porque considero que un hijo de vecino que no tiene ni 10 años a esas horas debería estar en la cama leyendo, o relajado, o tirado en el sofá, o peleando porque no se quiere ir a dormir, pero no ensayando.
Y como soy curiosa y me gusta imaginar, intento adivinar qué es lo que tendrá que hacer durante todo el día para terminarlo ensayando a esas horas. Cuántas cosas tendrá que hacer que no le dejan llegar antes a casa y acabar con sus tareas a una hora más temprana.

jueves, 24 de enero de 2019

Recuerdos encadenados

Cuando ando de cara al sol y siento el calor en la cara me gusta cerrar los ojos y ver a través de los párpados ese color naranja cálido.
En esos momentos me viene a la mente la frase de una canción de Pastora, o lo que recuerdo de ella más bien, que dice algo así como "cierro los ojos y lo veo todo naranja".
Y encadeno ese recuerdo con el de mi marido cuando decía que le gustaba esa frase, en la época en la que escuchábamos esa canción, que ya hace mucho que pasó.
Y vuelvo a encadenar otro recuerdo, el de una persona a la que quise mucho, y sigo queriendo, pero que ya no está en nuestras vidas porque así lo decidió. A ella también le gustaba esa frase, y los cuatro que éramos inseparables en aquellos tiempos, sabíamos cómo iba a ser la conversación en cuanto sonaba esa canción en el equipo de música.
Y si el momento lo permite sigo encadenando recuerdos, todos buenos, que hacen que a la vez que tengo los ojos cerrados y lo vea todo naranja sonría con nostalgia.

miércoles, 23 de enero de 2019

Charlas inspiradoras

Sergi Cambrils estudió Bellas Artes, y se dedicaba exclusivamente a la pintura hasta que hace algo más de 5 años descubrió el efecto terapéutico que la escritura tenía en él. Ahora ha publicado un libro de microrrelatos.

Las circunstancias en las que inició el viaje, y algunas de sus vivencias ocurridas durante todos esos años, es lo que nos cuenta Manel Saltor, actualmente profesor de Mindfuldness y meditación Vipassana, en su libro. 
Comentaba Manel que fue escribiendo el libro cuando pudo curar cosas en él que creía superadas, olvidadas, y que se manifestaron físicamente mientras escribía.

Las cosas no pasan porque sí, sin esfuerzo. Y aunque estas dos personas han hecho algo que  a ellos les ha llegado por casualidad y que yo siempre he querido hacer, tiene más recompensa trabajar por ello que simplemente desearlo.
Su caso me confirma el poder de la escritura, de las palabras, de poder compartir y hacer sentir a los demás a través de pensamientos, experiencias, historias. Su poder es grande, tanto en quien lo lee como en quien lo escribe. Libera, alivia, hace grande, da poder, cura... mil cosas y todas buenas. Al menos para mí. 

sábado, 19 de enero de 2019

Tres de tres

En estas dos últimas semanas he conseguido ir a tres eventos que me interesaban.
Estas cosas suelen hacerlas en horario de tarde, que es cuando estoy con los niños, y como mi marido nunca tiene hora fija de llegada a casa, la mayoría de veces tengo que dejar pasar la oportunidad porque no puedo ir.
Y quiero ir, pero no puedo, aunque ahora me estoy planteando si ese "quiero" no debe ir acompañado de un "quiero y hago todo lo posible", en vez de un "quiero pero no puedo".
Así que he tirado un poco de egoísmo, de adaptar los quehaceres de todos para que yo pudiera asistir a todo lo que he asistido estas dos semanas. Y aunque habrá días en los que no sea posible, en los que lo de los demás será verdaderamente más importante que lo mío, en esta ocasión, con un poco de implicación por parte de todos, ha sido posible.
Me voy a proponer que sea la primera de otras muchas veces, de dejar de lado los remordimientos por complicarles un poco el día, por no hacerlo todo tan cómodo que no se dan cuenta siquiera de cuánto han podido hacer gracias a cómo organizo nuestras vidas.
Voy a empezar a hacer que mi vida, y mis cosas, también tengan cabida en sus horarios, que ellos vean que somos cuatro, que todos queremos cosas distintas, y que todos tenemos que adaptarnos.

viernes, 18 de enero de 2019

Segundas oportunidades

Me gusta pensar que hay segundas oportunidades. Son necesarias para corregir errores, y todo el mundo tiene derecho a equivocarse y poder volver a intentarlo.
Estoy pensando en esas parejas que no consiguen hacer lo que tenían pensado, que era pasar el resto de su vida juntos.
¿Existe la media naranja? ¿No existe? Quizás a veces no encontramos a nuestra mitad a la primera, tardamos un poco, o tardamos tanto que no llegamos a tiempo de coincidir.
¿Somos la mitad de alguien? Hay quien dice que no, que llevan tanto tiempo vendiéndonos eso de la otra mitad que creemos que si no compartimos la vida con alguien no estamos completos.
Conozco, ya sea en persona o de vista, a algunas personas que han rehecho su vida después de una ruptura. 
En ocasiones la ruptura ha sido dura, porque una de las dos partes ha sido engañada, en ocasiones simplemente (si puede ser simple) se ha terminado el amor (qué triste suena esto, nunca debería terminarse el amor).
Cuando, después de lo que crees que ha sido media vida y con una hija en común, descubres que tu pareja te engaña ¿cómo se asimila eso? ¿llega a asimilarse alguna vez? En esta situación creo que está más que justificado convertirse en una persona desconfiada, y dolida. Creo, me imagino, que debe de ser como sentir que todo lo que has vivido ha sido una mentira, y desde ese momento no puedes dejar de recopilar recuerdos y buscar en qué momento te mentía y en cual no.
Cuando se confunde el cariño con el amor que ya se ha terminado, cuando en vez de amantes somos dos buenos amigos que conocemos el cuerpo del otro y sabemos qué le gusta, cuando lo único que nos hacemos es compañía... ¿el amor se acaba en un momento en concreto o simplemente se va extinguiendo?

No me imagino mi vida sin él, mi amigo, amante, padre de mis hijos, marido, todo. Y aun así sé que nada ni nadie puede asegurarme que vaya a ser para siempre. Por eso, mientras dure, será el amor de mi vida, mi media naranja.

jueves, 17 de enero de 2019

Soy cobarde

Soy cobarde, y aunque no lo esconda, tampoco me gusta reconocerlo.
Huyo de los conflictos y enfrentamientos, y si no puedo evitarlos, lo paso francamente mal.
Cuando veo vídeos de esos de experimentos sociales en los que se pone a prueba a la gente tengo claro que yo no sería la primera en reaccionar, ni la más valiente, ni la más fuerte.
Me gustaría ser impetuosa y echada para delante, de contestación rápida e ingeniosa. Agresiva si hiciera falta. Me gustaría ser justamente lo que no soy.

miércoles, 16 de enero de 2019

Hoy estamos, pero mañana quien sabe

Hoy mi madre ha cumplido 60 años, y hoy entierran a un chico de 42.
Esos años de diferencia son toda una vida, una vida que este chico ya no va a vivir, y una vida que espero que mi madre sí que viva.
Deja mujer y dos hijos. Bueno, no deja, se quedan, porque él no ha decidido dejarlos, él no ha decidido irse.
Igual que estamos, dejamos de estar. 
Algunas personas son conscientes de que juegan constantemente a la ruleta rusa, de que tienen una suerte que no se merecen y hace tiempo que les tendría que haber tocado la bala.
Otras se esfuerzan, dedican su vida y energía a vivir lo máximo posible, lo mejor posible, y no siempre tienen recompensa sus esfuerzos.
No importa como vivas tu vida, solo que la vivas como tú quieras, o que al menos intentes hacerlo.

martes, 15 de enero de 2019

Prefiero que me miren a los ojos

Siempre había pensado que si alguien no te mira a los ojos cuando te habla es porque tiene algo que ocultar. Pero que si alguien quiere mentirte muy conscientemente y a la vez intentar que no se le note, te va a mantener más la mirada que cualquier otro.
Esta semana me ha ocurrido algo que ha hecho que me replanteara si lo que pensaba era cierto, así que he buscado información y he visto que estaba equivocada. Hay gente con fobia social, o que si se centra en lo que quiere decir no puede centrarse en mirar también al otro. Gente tímida e insegura que simplemente no puede mantenerle la mirada a su interlocutor, y que para nada tiene intención de mentir u ocultar algo.
No es la primera vez que hablo con alguien que no me mira mucho a los ojos, que evita el contacto visual, aunque de forma discreta. Pero sí es la primera vez que hablo con alguien que de los 10 minutos que duró la conversación yo creo que no me miró a los ojos ni 7.
Suena exagerado, pero es que lo fue, lo suficiente como para sentirme incómoda. Nunca había hablado con nadie que evitara mirarme de una forma tan evidente, que hablara hacia a ti casi como si no estuvieras, pero sin tener la sensación de que te ignora.
Y esa situación fue la que me hizo pensar en este tema. La chica no me miraba, pero su actitud no se ajustaba con lo que yo creía hasta ahora. A ella también se la notaba incómoda, apurada, y en ningún momento tuve la impresión de que pudiera evitar su comportamiento. 

lunes, 14 de enero de 2019

Luces de hogar

Me gusta cuando es de noche, da igual que sea porque ha anochecido o porque todavía no se ha hecho de día, y se ven encendidas las luces de las casas.
Me hacen pensar en hogar, calidez, calma, familia, casa, bienestar, felicidad, recogimiento... Me gusta.
Supongo que me gusta porque a mí me encanta estar en mi casa, y pienso que a los demás les pasa lo mismo con la suya.
Mi casa es el castillo que me protege, la cueva en la que me refugio.
Me gustaría que todo el mundo sintiera lo mismo hacia su casa porque creo que es importante sentirse bien donde uno vive, esas cuatro paredes que crean un mundo, el que cada uno, o cada familia, quiera crear. Y aun así sé que hay casas que no son hogares, que son infiernos en los que se tiene que intentar vivir porque no se tiene otro sitio a donde ir.

viernes, 11 de enero de 2019

Depende del profesor

A veces los niños no cambian tanto, lo justo y lo propio por la edad, pero según los ojos que lo miren, según quien te lo cuente, parece que no hablan de la misma persona.

Me ha gustado mucho la valoración personal que ha hecho esta evaluación el profesor de mi hijo mayor. No han sido grandes alabanzas, simplemente reconocimiento de sus capacidades y de las cosas buenas de su forma de ser: lo ha descrito como persona.
Y con la descripción que ha hecho, me demuestra que lo conoce y que valora de él su trabajo y su esfuerzo.

Es curioso cuanto cuenta cómo digas las cosas, el orden en que las digas y cómo las enfoques.
Si primero te dedicas a echarme la bronca y después me acaricias la espalda, pues como que prefiero que mantengas las distancias y te guardes la mano donde te diga. Pero si primero demuestras que me conoces, me observas y sabes que lo intento, si valoras lo bueno que hay en mí, y después me animas a mejorar y a pulir algunas cosillas para ir mejor todavía, ni siquiera hace falta la caricia, porque siento que estoy ante alguien que me valora y a quien importo.

Hay profesiones en las que debería de contar también el trato humano, la empatía, que te gusten las personas, y no solo la nota.

jueves, 10 de enero de 2019

Personajes públicos

Está claro que cada uno muestra lo que quiere, y no tiene por qué ser verdad, claro. Tanto en la vida real como en las redes sociales.
Es estas últimas, por cierto, nada nos obliga a ver, seguir o aguantar a nadie que no nos guste o nos caiga bien, que no nos interese o simplemente alguien a quien no queramos dedicarle tiempo. No como en las relaciones reales, en las de carne y hueso, en las que tenemos que relacionarnos con vecinos, conocidos, compañeros de trabajo, familiares... con los que quizás quisiéramos no tener nada que ver.

Las redes sociales, internet, tiene cosas buenísimas, muchas, pero también otras muy malas. Para mí, una de ellas es que fomenta la cobardía. Te puedes esconder detrás de una pantalla y un teclado para insultar, acosar, menospreciar y herir a alguien a quien ni siquiera conoces. Alguien a quien no tienes obligación de ver o leer.
Sigo a muchas personas en Facebook o Instagram, personas que por un motivo u otro me interesan, pero no pierdo tiempo con gente que no me aporta nada, ni siquiera con famosos muy conocidos que no me gustan, y mucho menos les falto al respeto.
Cristina Pedroche, por ejemplo. No la sigo, pero es inevitable oír hablar de ella después de Noche Vieja, o toparte con artículos llenos de las críticas que recibe por cómo viste ese día.
Pues mira, cada día esta chica me cae mejor, porque hace lo que le da gana (y como ella lo dice, quiero creer que es cierto). ¿A mí qué más me da cómo vaya vestida? ¿Su forma de vestir es motivo para insultarla? ¿Es menos mujer por enseñar un cuerpo que cuida y del que está orgullosa? ¿Es una mujer objeto por tener un físico deseable?
Y no creo que lo que ella hace esté mal, quienes están mal son los que se dedican a tirar mierda encima de los demás, vete tú a saber porqué motivo.
Recuerdo otro ejemplo, el de una chica de las primeras ediciones de Operación Triunfo, que comparte su vida en redes sociales. Había gente que se dedicaba a decir en su perfil que su niña era fea... pues no lo entiendo, la verdad. Y no me sirve eso de que si eres un personaje público y vives de tu imagen te expones a eso. ¿En serio? ¿Ser famoso da derecho a los demás a insultarlos? Muy triste tiene que ser la vida de alguien para dedicarse a eso.
Y no digo que tengas que estar de acuerdo en cómo viven los demás su vida, en lo que exponen o no al resto del mundo, en que puedas pensar que un bebé es más o menos bonito, pero de ahí a faltar, hay un trecho muy largo.
¿Harían lo mismo si no estuvieran detrás de una pantalla, si tuvieran que dar la cara y enfrentarse en persona?

miércoles, 9 de enero de 2019

Me gusta que la gente se guste

Me gusta que la gente se guste. 
Que disfrute mostrándose en redes sociales, contemplándose en fotos, compartiendo, exhibiendo su vida... De hecho creo que esa es la gente más fotogénica, la que mejor queda en imágenes.
Y aunque me gusta que la gente se guste, no me gusta toda la gente que se gusta, porque algunos se gustan demasiado.
En serio, admiro a la gente que se gusta. A mí me gustaría gustarme más.

lunes, 7 de enero de 2019

¿Quién decide?

"Me cuesta creer que hay quien decide por nosotros, que no sirve de nada lo que hagamos, ni las decisiones que tomemos a lo largo de la vida, porque puede llegar "ese", el que manda, y decidir que se te quiere llevar con él.
Más de una vez, ante una fatalidad, ante una situación como la de una madre de familia, con dos hijos de 7 y 10 años a la que se le diagnostica una enfermedad mortal y que le dan fecha para su muerte, he oído esta frase de consuelo: "Se la lleva porque tiene algo mejor para ella, ahora estará en un lugar mejor".
Y yo me pregunto ¿dónde estará mejor que aquí con sus hijos, con su marido y la gente que la quiere?
Es una forma de consolarse, supongo. Lo que pasa es que no concibo esa explicación. Casi prefiero el "es que le tocaba", y punto. Y ya ni me pregunto por qué le tocaba.

Realmente me gustaría tener esa convicción, esa fe en que las cosas pasan porque alguien lo decide. Y sobre todo me gustaría no culpar a ese alguien de lo malo que pasa en la vida, asumir que si hay hambre, dolor y muerte es porque tiene que haberla.
Porque ¿puede alguien, tiene ese derecho, hacernos sufrir por nuestro bien?
Yo prefiero pensar que lo bueno que me pasa, lo que tengo y hay en mi vida, es porque me lo he trabajado, porque mi forma de ser me ha llevado a donde estoy, y porque mis decisiones, al ser más o menos acertadas, me han traído hasta aquí.
Y pensando esto, también debería de pensar que lo malo que me pase, que lo que me haga sufrir, me lo he buscado yo también... Pues ahí me es más difícil explicarme
¿Realmente no sirve de nada lo que hacemos, o no hacemos, durante nuestra vida?
Me parece bien creer en algo, en alguien, no veo nada malo en ello (siempre que no llegue a la obsesión), y creo que es necesario para poder levantarse y seguir adelante cuando la vida nos tumba de un golpe. Porque incluso el que no cree, cree en algo, cree que no cree en nada".

A veces, cuando me releo, me gusta lo que leo, cómo pienso. Incluso aunque haya cambiado de opinión, de pensamiento, me gusta si considero que está bien escrito, que lo entiendo y me traslada al momento en el que lo escribí. En ocasiones puedo llegar a recordar el motivo por el que escribí esas líneas.
En esta ocasión sigo pensando igual, aunque de una forma más calmada. Me sigue costando creer ciertas cosas, pero las acepto como me acepto (o lo intento) a mí misma. Entiendo que hay quien está tan convencido como yo, pero de lo contrario.

domingo, 6 de enero de 2019

Como tiene que ser

Estas navidades hemos visitado a unos amigos que han sido padres hace un mes escaso. Es su primera hija.
Estaban encantados, contentos, cansados pero felices. Contemplaban a la niña mientras la tenían en brazos. Nosotros también pudimos cogerla. Para lo único que la niña protestó fue para pedir teta. En todo momento había unos brazos acunándola, sosteniéndola, dándole calor.
Era todo tan... como tiene que ser, es lo único que se me ocurre.
No ha sido como a otros padres recientes que hemos visitado. Comprensible, después de todo, ya que cada uno tiene unas circunstancias diferentes.
Fue una de esas visitas de las que te llevas más de lo que tú das, por cómo te hacen sentir.
Les deseo que sigan igual, en esa nube para tres que los envuelve en un abrazo. Con esa felicidad sin fin que te pinta una sonrisa incansable en la cara y te llena los ojos de lágrimas de emoción ante cualquier regalo.

sábado, 5 de enero de 2019

"¡Estábamos en un descanso!"

Es una de las pocas cosas por las que discutimos cada vez que lo hablamos. Cada uno explicamos nuestro punto de vista, mil veces, y seguimos sin entender el del otro.
Lloré en aquel capítulo de Friends, no por la discusión con quien es hoy mi marido, y en aquel momento era mi novio, sino por lo triste que me pareció.
Mi marido pensaba como Ross, yo como Rachel... y seguimos pensando igual. En alguna ocasión hemos vuelto a tantear el tema: "¿Sigues pensando igual?" Nos hemos preguntado. "Sí". Hemos respondido. No hay nada más que hablar.

Hoy hemos tenido una de esas diferencias de opiniones en las que aunque no tratemos de convencer al otro, intentamos explicar por qué creemos que tenemos razón. Nos repetimos como un disco rayado hasta que alguno de los dos se da cuenta de que los niños nos miran asombrados y nos preguntan si estamos discutiendo. Les decimos que no, que estamos intercambiando opiniones.
Es algo más que un intercambio de opiniones. Están acostumbrados a vernos hablar, a conversar, a escuchar los argumentos del otro, pero esto es diferente. Nos repetimos, alzamos la voz, nos volvemos a repetir, ninguno termina haciendo una broma.
Nos pasa pocas veces, pero de vez en cuando nos pasa.

viernes, 4 de enero de 2019

La decisión correcta

Borrador de un borrador.

Hace meses empecé a escribir esto:

"Necesito tomar distancia y alejarme de personas, situaciones y proyectos que aunque los emprendí con muchas ganas e ilusión, hace tiempo que se han convertido en obligaciones que me aportan más malestar y preocupación que satisfacción.

Tengo la sensación de que huyo, pero no me lo voy a recriminar, mi cuerpo y mi estado de ánimo me lo piden. Hace tiempo que pienso en ello, que mantengo una lucha con mi mente, mi tiempo, mi familia, mi forma de pensar y de hacer las cosas. Lo que más me ha frenado es que tengo en cuenta la posibilidad de que después me arrepienta, de que eche de menos a las personas con las que me relaciono gracias a esto. Que no sepa qué hacer con el tiempo que ahora se esfuma como por arte de magia, que incluso acabe metida en otras cosas que me absorban tanto o más que lo que ahora quiero dejar atrás.
Me preocupaba la decisión hasta que la he tomado, entonces, de golpe, he sentido un gran alivio, y eso me hace pensar que no estoy equivocada".

Tomé la decisión correcta. Y ahora, después de unos años, vuelvo a estar en el mismo lugar, pero no en la misma situación. Las personas con las que comparto camino son distintas, y yo, aunque la misma, cuento con la experiencia del repetir, de no volver a repetir lo que en aquella ocasión me sobrepasó.
Eché de menos a las personas de aquel entonces, pero no me arrepentí en ningún momento de la decisión que tomé. Y sí, acabé metida en otras cosas que también absorbían mi tiempo, pero ya estaba escarmentada y me lo tomé de otra forma.
Aun así tengo que tener cuidado de no volver a repetir errores, porque muchas veces hay que obligarse a hacer algo, o a no hacerlo. Lo primero es nuestra vida, nuestra familia y nuestra casa, y el tiempo que sobre es el que hay que dedicar a lo demás, no al contrario. No puedo con todo, no llego a todo, ya lo he comprobado demasiadas veces.



jueves, 3 de enero de 2019

Hacer balance

En estas fechas, lo que toca es hacer balance del año que ha terminado, y volver a reescribir la lista de propósitos. Y digo reescribir porque muchos de esos propósitos serán los mismos que nos hicimos para el año que hemos terminado, y que se han quedado sin cumplir.
Estas fechas no me gustan. Son tan intensas, con tantas luces, con tanta música típica de la época, se respira tanto amor y bondad en el aire solo porque es Navidad, que el contraste es demasiado fuerte cuando terminan.
Y aunque pienso que el espíritu que flota en el aire estos días deberíamos de tenerlo durante todo el año, también entiendo que no sea así.
Las personas necesitamos fechas, motivos, excusas para hacer cosas, demostrar sentimientos (por suerte todas las personas no, pero sí la mayoría, yo incluida). Y viéndolo desde el lado práctico es más fácil reunirte con la familia que tienes lejos si todos tenemos fiesta el mismo día.
Otra excusa (o fecha) que utilizamos para demostrar amor es el día de San Valentín.
Y sí, es una lástima necesitar excusas para hacer algo que debería ser una actitud: regalar algo, agradecer, expresar nuestros sentimiento es voz alta.
¿Y por qué hacemos balance a final o a principio de año? ¿Por qué no hacemos balance el día de nuestro cumpleaños, o cualquier otro día, por ejemplo? Necesitamos un inicio y un final, algo que marque nuestras decisiones, o nuestros propósitos.