"Me cuesta creer que hay quien decide por nosotros, que no sirve de nada lo que hagamos, ni las decisiones que tomemos a lo largo de la vida, porque puede llegar "ese", el que manda, y decidir que se te quiere llevar con él.
Más de una vez, ante una fatalidad, ante una situación como la de una madre de familia, con dos hijos de 7 y 10 años a la que se le diagnostica una enfermedad mortal y que le dan fecha para su muerte, he oído esta frase de consuelo: "Se la lleva porque tiene algo mejor para ella, ahora estará en un lugar mejor".
Y yo me pregunto ¿dónde estará mejor que aquí con sus hijos, con su marido y la gente que la quiere?
Es una forma de consolarse, supongo. Lo que pasa es que no concibo esa explicación. Casi prefiero el "es que le tocaba", y punto. Y ya ni me pregunto por qué le tocaba.
Realmente me gustaría tener esa convicción, esa fe en que las cosas pasan porque alguien lo decide. Y sobre todo me gustaría no culpar a ese alguien de lo malo que pasa en la vida, asumir que si hay hambre, dolor y muerte es porque tiene que haberla.
Porque ¿puede alguien, tiene ese derecho, hacernos sufrir por nuestro bien?
Yo prefiero pensar que lo bueno que me pasa, lo que tengo y hay en mi vida, es porque me lo he trabajado, porque mi forma de ser me ha llevado a donde estoy, y porque mis decisiones, al ser más o menos acertadas, me han traído hasta aquí.
Y pensando esto, también debería de pensar que lo malo que me pase, que lo que me haga sufrir, me lo he buscado yo también... Pues ahí me es más difícil explicarme
¿Realmente no sirve de nada lo que hacemos, o no hacemos, durante nuestra vida?
Me parece bien creer en algo, en alguien, no veo nada malo en ello (siempre que no llegue a la obsesión), y creo que es necesario para poder levantarse y seguir adelante cuando la vida nos tumba de un golpe. Porque incluso el que no cree, cree en algo, cree que no cree en nada".
A veces, cuando me releo, me gusta lo que leo, cómo pienso. Incluso aunque haya cambiado de opinión, de pensamiento, me gusta si considero que está bien escrito, que lo entiendo y me traslada al momento en el que lo escribí. En ocasiones puedo llegar a recordar el motivo por el que escribí esas líneas.
En esta ocasión sigo pensando igual, aunque de una forma más calmada. Me sigue costando creer ciertas cosas, pero las acepto como me acepto (o lo intento) a mí misma. Entiendo que hay quien está tan convencido como yo, pero de lo contrario.