viernes, 7 de septiembre de 2018

Por los pelos

Ayer se le cayó un diente a mi hijo pequeño. Me lo había dado para que se lo limpiara, así que cuando me fui a la cama se lo dejé preparado en la mesa de su habitación. Se lo dije antes de irme a dormir.
Esta mañana me he levantado temprano para ir al gimnasio y cuando he llegado todavía dormían los niños. Durante todo el verano se han levantado cuando han querido, pero esta semana empiezo a despertarlos un poco antes cada día para que el madrugón del primer día de clase les pille algo más acostumbrados.
Empiezo por el pequeño: le acaricio el brazo, le doy un beso, lo muevo un poco... nada, le cuesta. Pero en el momento que abre los ojos me doy cuenta de que el diente no está en la mesa, que debe de estar debajo de la almohada, ¡¡y a mí se me ha olvidado ponerle el dinero!!
Como quien no quiere la cosa le doy un beso de buenos días y salgo de la habitación a ver si localizo un billete de 5 €, con la suerte de que justo cuando lo encuentro él decide ir al baño, así que yo puedo entrar en la habitación y hacer el cambiazo. A todo esto he tenido suerte porque el mayor todavía no se ha despertado y no me ha visto...

Esta vez me he librado por los pelos, pero tendré que estar más atenta para el próximo diente.
Mientras, me quedo con un sentimiento agridulce: aliviada porque una vez más el ratoncito sigue siendo eso, un ratoncito que viene a llevarse los dientes. Y preocupada porque para mí este despiste es seguir por la cuesta abajo de la pérdida de facultades.