martes, 30 de julio de 2019

Recomendaciones interesantes

He llegado a esta novela a través de una recomendación.


La portada me inspira lo mismo que la historia que cuenta: inquietud, desasosiego.
He leído a otros escritores nórdicos y todos tienen en común ese punto oscuro y triste. O al menos es lo que yo percibo.
No es un mal libro, ni mucho menos, pero como bien dice una amiga, es «una novela complicada». Y en mi caso no era el mejor momento para leerla.

domingo, 28 de julio de 2019

Comer no siempre es un placer

No tiene que ser fácil que en época de guerra, en la que hay restricciones y se pasa hambre, tú puedas comer de lo mejor tres veces al día y aun así no lo disfrutes.

En esta ocasión lo que me llamó la atención no fue la portada, sino el título: La catadora, de Rosella Postorino.


Esta historia está inspirada en la vida de Margot Wölk, que fue una de las 15 poco afortunadas mujeres que fueron elegidas para probar la comida de Hadolf Hitler, y así evitar que pudiera ser envenenado.
Es un libro que vale la pena leer, lo recomiendo, como también recomiendo buscar información sobre la mujer en la que está inspirada la historia, pero una vez terminada la lectura. La vida de Rosa Sauer, la protagonista del libro, podría ser tan cierta como real es la vida de la mujer en la que se ha inspirado la escritora.

Hay miles, millones de situaciones que nunca se nos ocurre plantearnos. El mundo es mucho más grande de lo que nos podemos llegar a imaginar, incluso exagerando y reconociendo que somos insignificantes, que somos un puntito tan pequeño que no se nos puede ver.
El libro me ha gustado, y aunque tiene momentos dignos de mencionar, es el final lo que más me ha impresionado.
Han pasado más de 50 años pero Rosa no puede evitar mantener ciertas rutinas impuestas: está en una cafetería y se dispone a comer, pero no empieza antes de encontrar a alguien que vaya a comer lo mismo que ella, entonces acompasa su ritmo al de la otra persona. Esa náusea familiar e inevitable que alivia apoyando las manos en su barriga, y ese tiempo de espera, de reposo después de comer, una hora.

viernes, 26 de julio de 2019

Pantalones muy cortos

He buscado en internet imágenes de «pantalones muy cortos hombre» y «pantalones muy cortos mujer» y creo que entre los más cortos de hombre y los más largos de mujer que han aparecido hay una diferencia considerable de cantidad de tela. De hecho a ellos en toda la primera página de imágenes que han aparecido a ninguno se le ve el culo. En la primera página de imágenes de ellas las primeras fotografías muestran pantalones muy muy cortos, más que los de ellos.
Yo no me pondría ese tipo de pantalones porque no tengo cuerpo para ello, considero que no estoy lo suficiente delgada para que se me vea bonita, además de que como siempre he maltratado más que cuidado mis piernas las tengo llenas de marcas.
Pero me parece muy bien, estupendo y perfecto que quien quiera llevarlos los lleve, sea más o menos delgada,  esté más o menos morena, tenga las piernas más o menos marcadas. Cada uno es libre de llevar lo que quiera, y nadie tiene nada que decir al respecto. Puedes pensar lo que quieras, por supuesto, yo por ejemplo soy de las que piensa que rayas y cuadros no pueden/deben combinarse. Pero lo  pienso, y para mí el pensamiento.
Lo que no me gusta nada son ciertas miradas que arrastran esos pantalones cortos; y el problema no lo tienen ni los pantalones ni quien los lleva, sino quien deja un rastro de babas con esa mirada.

miércoles, 24 de julio de 2019

Dichosas canciones

No sé qué tienen esas canciones, que cuanto más tontas y menos música son más se meten en tu mente.
Escuchas la letra atentamente: no tiene sentido, a veces es ofensiva, ni siquiera rima. Pero no puedes evitar reconocerla y empezar a cantarla en cuanto la escuchas en la radio.
Son perjudiciales para la salud mental, pero tienen algo adictivo, como el tabaco.
Reniegas de ese tipo de música pero no cambias el dial cuando la ponen en la radio.
No entiendes por qué tienen tanto éxito, por qué gustan tanto a la juventud de hoy en día. ¿Tan lejos estás de la juventud actual como para no poder ponerte en su lugar? Lo intentas, pero no te gustan, y aun así no puedes evitar dejarte arrastrar por el ritmo.
Dichosas cancioncillas.

lunes, 22 de julio de 2019

Historias de amor

Me es imposible no asociar la frase «Historias de amor» a una canción de OBK.


Creo que esta es la primera versión, del año 1991. ¡Pues no ha pasado tiempo ni nada! ¡Qué recuerdos!
Gracias a You Tube voy a escribir esta entrada con las canciones de OBK de fondo.
Jo, al final siempre me voy por las ramas.

Estos días he visto la película «El diario de Noha». No he leído la novela, y la película no es lo que se dice muy actual, pero entre unas cosas y otras hasta ahora no he encontrado el momento o la razón para verla.
¿Y la razón para verla ahora? Pues que me encuentro en una etapa sensiblera y romanticona, para qué engañarnos, y me apetecen este tipo de cosas.
No conocía el argumento de la película, aunque sí sabía que trata sobre una historia de amor, y siempre había oído hablar  del famoso beso, que incluso fue premiado. El final me ha sorprendido, la verdad.
¿Qué me ha parecido la película? Pues bueno, estoy segura de que la novela es mejor, aunque no tengo intención de leerla: la película no ha sido para tanto y si leyera ahora la novela me sería imposible no estar condicionada por lo que he visto, y no podría imaginar otros protagonistas que los que protagonizaron la peli.

Pero sí ¿qué sería del mundo sin el amor? ¿sin esas historias que consiguen ponerte la piel de gallina, y en ocasiones los ojos en blanco?
Debe de ser por el momento en el que me encuentro pero últimamente me pierdo en recuerdos del principio de la relación entre mi marido y yo, y eso le da un toque melancólico y especial a nuestro día a día.
¿Se puede ver de pronto con otros ojos a alguien con quien llevas conviviendo tanto tiempo? Últimamente me sorprendo con una sonrisa en los labios, reviviendo momentos vividos en algún punto desde hace 24 años.
Son varios los amigos que han reconocido que durante un tiempo, cuando se hacían cábalas de qué pareja duraría más o menos, por la nuestra es por la que menos apostaban. Tiene gracia que actualmente la nuestra sea la única que sigue unida. Aunque para ser sincera, entiendo que pensaran que no llegaríamos muy lejos juntos.
Ahora mismo tenemos una relación sólida en la que los dos hemos trabajado y los dos hemos puesto de nuestra parte. Pero también soy realista y sé que las cosas pueden cambiar, que igual que hemos llegado hasta aquí podemos separar nuestros caminos en cualquier momento. Que nada es para siempre y bla bla bla.
Ahora estamos muy bien, es lo que cuenta.

sábado, 20 de julio de 2019

Biquini nuevo

No recuerdo cuándo fue la última vez que me compré un biquini: bueno sí, hoy. Pero antes de éste hacía años que no me compraba uno. Y si hoy me he comprado otro ha sido por necesidad. Como voy tan poco a la playa o la piscina me duran mucho tiempo, y como además no me gusta comprarme ropa pues lo alargo más todavía.
Pero de hoy ya no podía pasar. El miércoles fui con los niños a la piscina y ya al ponérmelo dio las primeras muestras de que no iba a durar mucho más. Y cada vez que me metía en el agua cabía la posibilidad de que saliera sin él porque podía perderlo con cualquier impulso un poco brusco.
Así que no me ha quedado más remedio que comprarme uno porque mañana hemos quedado con unos amigos en la piscina.
La mejor decisión que he podido tomar es ir yo sola, a las 16:30h de la tarde, a Decathlon. Lo digo en serio. Había poca gente, todo estaba ordenado y era fácil buscar las tallas, y como no tenía que estar pendiente ni de marido ni de hijos, solo de mí (sí, en serio otra vez), he podido dedicar tiempo a mirar, mirar, elegir, volver a mirar, cambiar, ir al probador, probar, salir, elegir otros, volver al probador, probar, decidirme pero cambiar la talla, salir a cambiar la talla, volver a probármelo y ya está.
Ha sido duro, pero todo lo que se hace con calma y concentración al final tiene su frutos. 
No soy muy exigente con los biquinis: los busco económicos y que me queden bien. Bueno, bien visto, son pocas exigencias pero difíciles de cumplir, sobre todo teniendo en cuenta que no tengo un cuerpo de esos delgados a los que todo le queda bien.
Y es que, a ver, si a mí el biquini y la ropa me dura la tira de años porque me mantengo en un peso estable ¿cómo puede ser que cada vez necesite tallas más grandes? Cada vez veo más X en las tallas de la ropa. Para mí que cada vez hacen las tallas más pequeñas y les ponen más X. De verdad.
No soy una mujer menuda, eso es cierto. Cuando era pequeña mi madre me decía que tenía los huesos anchos, y por su puesto los sigo teniendo anchos. Soy una pieza de mujer, lo he asumido y aunque me ha costado acepto que mi cuerpo da más la sensación de que sirve para proteger a los demás en vez de que necesite protección, no sé si me explico (pero yo me entiendo, que es lo que cuenta).
Pues bueno, el caso es que empiezo a mirar por los más baratos y voy subiendo hasta que encuentro algo que me gusta, me lo pruebo y si me gusta como me queda ya está. Me da igual que lleve rallas, lunares, estampados o que sean de un color.
Pues bueno, al final en una hora estaba todo hecho, y eso que me tenía que desplazar a la ciudad de al lado. Hasta me gusta el dibujo y los colores del biquini, así que estoy más que satisfecha. Mañana a estrenarlo, y a cruzar los dedos para que me dure tanto como el otro.

viernes, 19 de julio de 2019

Morir solos

Con pocos días de diferencia he escuchado en el teledirario la noticia de que dos personas mayores han fallecido en su casa, solas.
Supongo que nadie se imagina muriendo solo, o quizás a cierta edad, viendo como es tu vida, ya te lo esperas.
No es que piense que sea normal, pero supongo que a cierta edad, si no tienes familia, o si te vales por ti mismo para vivir solo, tampoco debe de ser tan extraño. Quizás pase desde siempre pero hasta ahora no lo dijeran en las noticias.
A lo mejor todavía me queda demasiado lejos esa franja de edad en la me pare a pensar en cómo moriré, en qué circunstancias.
De momento el único futuro que me preocupa es el de mis hijos, y todavía no llego a pensar ni siquiera en cómo será cuando ya no estén en casa. El futuro más inmediato que ahora mismo me preocupa es el próximo curso, en el que mi mayor empieza el instituto y una etapa nueva de su vida.
Supongo que mientras tenemos a los hijos en casa, bajo nuestras alas, como suele decirse, toda etapa nueva para ellos lo será también para los padres. Cruzaremos los dedos y aguantaremos la respiración mientras vemos cómo se enfrentan al mundo y van abandonando poco a poco «nuestra» vida para vivir la «suya».

miércoles, 17 de julio de 2019

Empezar de cero

En el móvil, en el cuaderno que llevo en el bolso, en libretas y hojas sueltas que tengo por casa... Si leo u oigo hablar sobre un libro que me interesa me lo apunto, por si tengo la oportunidad de comprarlo o leerlo de la biblioteca, a la que a veces llevo una lista de libros de la que toman nota para tenerlos en cuenta cuando tienen que comprar libros nuevos.
Mirando la lista de novedades de la biblioteca por internet vi un título que me pareció interesante, y que de hecho me era familiar, pero no sabía por qué. Cuando fui a preguntar por él para tomarlo en préstamo me dijeron que era uno de los que habían tomado nota de la última lista que llevé, ¡y yo ni me acordaba!
Antes me preocupaba, ahora ya me hace gracia (mejor reír que llorar) descubrir este tipo de olvidos.
El caso es que no recuerdo el momento ni el lugar en el que apunté el título del libro, pero ha valido la pena. Ya en las primeras páginas, en «Una nota del editor», lo que leo me atrapa.
¿Conoces esa sensación? La de que lo que vas a leer te va a encantar. La de que va a ser un libro que te va a marcar. Y, aunque después no se cumpla, tú ya lo has sentido. Ya has sentido el placer y las ganas imaginando lo que está por llegar. Y cuando lo terminas, cuanto más te ha gustado el libro, mayor es el bajón final. No necesariamente porque no te guste el desenlace, sino porque ha terminado.
Ahora mismo se me ocurre que un buen libro puede mucho en común con el sexo, con el sexo consentido y disfrutado, claro. Cuando buscas y decides el libro es como cuando empieza el tonteo, el tanteo, y se produce el acuerdo por las dos partes de lo que va a suceder. La lectura de las primeras páginas te gusta, te emociona y te hace acelerar el ritmo cada vez un poco más; esas páginas son las caricias que van palpando el cuerpo, preparando el terreno y recibiendo respuesta. Estás inmersa en la lectura, en la historia, puedes sentir en tu ser lo que sienten los personajes, lo vives, sufres, disfrutas, lloras, ríes, amas, odias; es tan intenso que desapareces de donde estés para zambullirte en el libro. En esos momentos tu cuerpo y el de tu amante son uno, ya sabéis lo que quiere el otro, dais y recibís todo lo que haga falta, habéis creado un  universo en el que no existe nadie más. Las últimas páginas anuncian esa subida de montaña rusa que estabas esperando, esa sensación completamente física que te hace salir de tu ser para observarte desde fuera, para evadirte de todo lo que no seáis vosotros. Y el final, el punto más alto, la felicidad, el desahogo, el final del recorrido, de la carrera, el clímax que precede al éxtasis: los fuegos artificiales. Se acabaron las páginas, terminó el acto, tu cuerpo se relaja, sonríes.

Sin darme cuenta me he desviado del tema. Sigamos con lo que estaba.
El libro del que quiero hablar es No sabes lo que me cuesta escribir esto. La historia de cómo recuperé el lenguaje, de Olivia Rueda. 


Olivia, la protagonista, nos cuenta su historia en primera persona. 
Hace ocho años sufre un ataque de epilepsia y a partir de ahí los médicos descubren una malformación en su cerebro. Después de sopesar varias posibilidades decide operarse, porque igual que en 40 años esa malformación, ese tigre dormido hasta ahora, nunca había hecho acto de presencia, podía seguir dormido o volver a despertar sin previo aviso. La tercera operación no fue bien y despierta con media parte de su cuerpo paralizada y afásica. Así que Olivia, montadora de documentales de profesión, no puede comunicarse hablando o escribiendo.
En el libro nos cuenta cómo era todo antes de que el tigre despertara, y cómo y cuánto ha trabajado para aprender a hablar y escribir de nuevo.
No es un libro feliz, pero consigue que sonrías en algunos momentos.
Comparto algunos fragmentos que copié para tenerlos cerca, para poder consultarlos de vez en cuando y recordarme lo rápido que puede pasar todo, y para no olvidar el miedo que siento al pensar qué pasaría si no pudiera expresarme.

«Hablar es muy difícil. Explicar por qué no puedes hacerlo lo es todavía más».

«Lo noto al hablar. Quiero que esto se entienda bien: no es que me despierte de la operación atontada, sin saber lo que es una casa, un caballo, un botón, una factura, unas primarias o una broma. Pero se me pierden las palabras con las que llamamos a esas cosas. Y eso es algo trágico. Mucho. Porque cuando conocemos algo, lo definimos de una manera. Cuando descubrimos algo nuevo, lo primero que hacemos es ponerle un nombre para referirnos a ello. Las cosas que conocemos tienen su nombre. Pues imagínate que los nombres de todo lo que conoces se esfuman de un plumazo.¿Cómo te quedas?».

«El odio no es selectivo, arrasa con todo. La rabia, el asco y el miedo que genera mi situación hacen que odie todo el rato muy fuerte, sin distinción. Y eso es agotador. Odiar tu cara, tu lengua que se ha vuelto tonta y perezosa, tus ojos siempre al borde del llanto. Odiar a tu pareja, que se desvive cariñoso por sacarte una sonrisa cuando lo que quieres es que te deje en paz. Odiar a los enfermeros, a los amigos que te visitan y luego vuelven a sus vidas normales llenas de obligaciones... ».

«Intentar comunicarme con los demás se ha convertido en una humillación».

En una pequeña parte del libro el que habla es el marido de Olivia.

«Todo sucedió muy deprisa, apenas pude reaccionar a lo que estaba ocurriendo. Crees que te has hecho a la idea de lo peligrosas que son estas intervenciones, que estás preparado psicológicamente para lo peor después de meses y meses de calibrar todas las posibilidades, de hablar horas y horas con Olivia sobre su cabeza, su vida, los niños, nuestra vida. Pero no».

«Antes de marcharme busqué los ojos de Olivia en un último intento y los abrió por primera vez: preciosos. Me ofreció una mirada cansada pero intensísima. Me temblaron las piernas».

Esto que comparto es una pequeña parte de todo lo que copié.  Os recomiendo leer el libro porque leer estos fragmentos sueltos no hacen justicia a lo impactante que es. Por lo menos para mí lo ha sido.

¿Imagináis lo que sería no poder hablar, leer o escribir después de haber estado haciéndolo durante la mayor parte de nuestra vida?

lunes, 15 de julio de 2019

Los niños sacan sus propias conclusiones

Mi hijo pequeño tiene ahora 8 años.
Hace un par de días vio junto a su padre y su hermano la película "Atrápame si puedes".
Debió de darle qué pensar y sacó sus propias conclusiones, por lo que me comentó después:
G: "¿Papá y tú os divorciaréis alguna vez?"
Yo: "Pues espero que no ¿por qué lo preguntas?"
G: "Porque no quiero terminar siendo un delincuente, como el de la película "Atrápame si puedes".
Y: "Bueno, eso es una película. No por ser hijo de padres divorciados se va a acabar siendo delincuente".
G: "Ya lo sé, pero por si acaso".

De momento lo que deja claro es que es precavido.

domingo, 14 de julio de 2019

Me gustaría que me gustara

Me gustaría que me gustara la playa.
Vivo bastante cerca del mar, a unos 10 o 15 minutos andando según el camino que elija, así que la distancia no es la excusa para no ir.
Pero bueno, tampoco necesito ninguna excusa, la razón es que no me atrae demasiado, que a mi marido tampoco le gusta, y que entre una cosa y otra los niños tampoco nos han salido playeros.
A veces vamos a bañarnos, a pasar el rato o a pasear, y se está bien en el agua, es agradable la sensación de calor en la piel, la brisa del mar y el sonido de las olas. Pero se acaba imponiendo la incomodidad de la arena por todo el cuerpo, la masificación que hace imposible disfrutar de tu espacio, la carrera de obstáculos hasta el agua, las conversaciones de los vecinos que no dejan oír el oleaje, la colas para limpiarte la arena de los pies cuando te vas a casa.
Las pocas veces que vamos y por muchas ganas que le pongamos siempre acaba saliendo a flote nuestro poco espíritu playero para acabar diciendo que una y no más. Pero al final siempre volvemos, menos veces de las que quizás deberíamos y más de las que en realidad queremos.

sábado, 13 de julio de 2019

Libros de los que esperaba más

Lo primero que me llama la atención de un libro unas veces es el título y otras la portada. Pero lo que me hace decidir si quiero leerlo o no es el resumen de la contraportada.
Dos de los últimos libros que he leído, aun llamándome la atención todo, al final no han sido lo que esperaba.

El primero es El libro de las cosas perdidas, de John Connelly.



Lo primero que me llamó la atención fue el título. La imagen, aunque tuve que mirarla dos veces para entenderla, me encantó.
Resulta que no es un libro nuevo, ya que la fecha de la publicación original es el año 2006, pero nunca había oído hablar de él.
Trata de un niño de doce años, David, que pierde a su madre, su padre se vuelve a casar y tiene otro hijo. Se refugia en los libros y en su imaginación, donde vive y mezcla historias y cuentos que le ayudarán a enfrentarse a sus miedos.
En algunos momentos pensé que sería una historia parecida a la de Un monstruo viene a verme o I kill giants, por lo de perder a su madre y tener que adaptarse y aceptar la vida sin ella, y aunque en el fondo lo es, no se parece tanto como yo esperaba.
"Un libro para jóvenes y adultos que devolverá a los lectores a su infancia, porque «en cada adulto mora el niño que fue, y en cada niño espera el adulto que será»."  Personalmente, conmigo, no se cumplen estas palabras que encontramos en el resumen del libro ¿será que ya no mora en mí la niña que fui?


El segundo libro que no ha cumplido las expectativas que me había creado es La dependienta, de Sayaka Murata.



Aquí no sé realmente lo que esperaba encontrar porque el resumen explica muy bien de lo que trata el libro. Quizás sea por la diferencia de mentalidad, el caso es que el libro se lee, pero no engancha.
Yo no vería nada de raro, ni de malo, en que una mujer no tuviera pareja, que pudiera vivir con un trabajo por horas en una tienda que no cierra nunca, siempre que eso le haga feliz.
Seguro que hay cosas de nuestra sociedad y mentalidad que en otros países son impensables, o que no las consideran importantes.

Por suerte después de estas dos lecturas que han pasado sin pena ni gloria encontré otra que, para mí, valió la pena.
De esa hablaré otro día.

jueves, 11 de julio de 2019

Soy una borde

A veces pienso que soy una borde porque me molestan cosas que creo no deberían molestarme, pero no puedo evitarlo.
Llevo bolso prácticamente siempre, y cuando no lo hago llevo las cosas en la mano, así que no cojo nada que no sea necesario o no esté dispuesta a llevar yo. Porque lo que no hago es pedir a los demás que me lo lleven.
Por eso me molesta tanto que me pidan que les lleve algo en el bolso.

Cuando los niños eran pequeños (suena a que hace mucho tiempo, pero no hace tanto) llevaba una mochila con botellas de agua, pañales, toallitas, una muda o dos, juguetes, a veces la merienda o restos de otras meriendas y todas mis cosas dentro de un saquito para tenerlas localizadas. Mis cosas eran las llaves de casa, el monedero, una libreta y un boli, el móvil y pañuelos de papel.
La mochila no era muy grande, lo justo para llevar todo eso, pero bien colocado y encajado, como en el tetris. Si algún día tenía que llevar algo de más me tocaba coger además una bolsa.
El caso es que alguna vez, muy pocas, todo hay que decirlo, mi marido (que lleva la cartera, las llaves, el móvil y algunas veces las gafas de sol) me pide que le lleve algo en el bolso.
Como ya hemos tenido discusiones por este tema, él observa la cara que pongo cuando me lo pide y según vea sigue con la mano extendida para que coja lo que quiere que le lleve o se da la vuelta y lo lleva en la mano.
Y siempre pienso que podría ser como otras personas que he visto que cuando les piden que les lleven algo en el bolso se lo guardan y ya está. Pero no puedo.
Cuando le pregunto si tiene bolsillos libres y me dice que no, pues bueno, todavía pasa, aunque para mis adentros y mordiéndome la lengua pienso que podría llevarlo en la mano. Pero si tiene bolsillos libres y me dice que es que le molesta llevarlo en esos bolsillos... pues ahí la cosa cambia, porque ni nos entendemos ni nos ponemos en el lugar del otro. Quizás él debiera llevar alguna vez bolso, quizás yo debiera de dejar de llevarlo y salir de casa con lo mínimo.
Tengo dos bolsos, no demasiado grandes, y los llevo en bandolera. No es agradable llevarlo lleno hasta arriba por el peso, y lo que llevo ya lo hago aprovechando y repartiendo el espacio para que no me moleste.
Bueno, que sí, que me leo y parece que protesto por no tener otra cosa que hacer, pero es lo que hay.
Y que sí, que ya lo sé, que soy una borde.

martes, 9 de julio de 2019

En casa

Me encanta mi casa y estar en ella. Me quedaría para siempre y no saldría, aunque a veces lo necesito.
Según momentos y circunstancias hay que salir, no queda otra y se agradece, pero siempre agradezco más volver.
Hace tiempo, mucho tiempo, no me importaba tener la casa llena de gente; pero de eso ya hace mucho.
Ahora incluso me molestan las visitas, sobre todo según a qué horas, y más todavía si son sin avisar. Lo reconozco: no soy buena anfitriona.
Cuanto más tiempo pasamos fuera de casa y aunque nos lo hayamos pasado bien, mejor me siento en mi casa a la vuelta.
Siempre he llevado mal los cambios de planes a última hora, aunque desde que tengo hijos convivo con ello lo mejor que puedo, pero sigue sin gustarme y no siempre "cedo" a los imprevistos, sobre todo si considero que a los demás les afecta menos que yo mantenga mis planes de lo que me afecta a mí adaptarme a los de los demás.
No impongo mis gustos y preferencias, por eso me gusta que hagan lo mismo conmigo, por eso valoro y transijo más ante alguien que tiene en cuenta esas cosas.

domingo, 7 de julio de 2019

Contando aviones

Es verano y hace calor; ese calor tan característico y húmedo de aquí que te hace sudar durante todo el día y sentir la humedad pegajosa adherida a la piel. La época en la que más trabajo tiene mi marido. Los niños no tienen colegio, pero sí todo el tiempo del mundo para aburrirse.
En cuanto el tiempo lo permite comemos y cenamos en la terraza, una terraza pequeña, acogedora y bien aprovechada.
Cuando eran más pequeños esos momentos resultaban un poco caóticos entre lo que ocupaba la trona y que eran mucho más escandalosos que ahora. Cada año son más grandes y paradójicamente ocupan menos espacio y arman menos escándalo.
Este año mientras comemos y cenamos nos dedicamos a contar aviones. Siempre pasa alguno. Cuesta verlos al principio, pero una vez los tienes localizados es fácil seguir su trayectoria. Hay momentos en los que la luz del sol les hace brillar tanto que se pueden incluso distinguir las ventanillas del avión. De noche vemos las luces verdes y rojas.
Ahora que lo pienso, el año pasado nos entreteníamos con las palomas a la hora de la comida, y con los murciélagos a la hora de la cena. Este año tocan aviones.