miércoles, 17 de julio de 2019

Empezar de cero

En el móvil, en el cuaderno que llevo en el bolso, en libretas y hojas sueltas que tengo por casa... Si leo u oigo hablar sobre un libro que me interesa me lo apunto, por si tengo la oportunidad de comprarlo o leerlo de la biblioteca, a la que a veces llevo una lista de libros de la que toman nota para tenerlos en cuenta cuando tienen que comprar libros nuevos.
Mirando la lista de novedades de la biblioteca por internet vi un título que me pareció interesante, y que de hecho me era familiar, pero no sabía por qué. Cuando fui a preguntar por él para tomarlo en préstamo me dijeron que era uno de los que habían tomado nota de la última lista que llevé, ¡y yo ni me acordaba!
Antes me preocupaba, ahora ya me hace gracia (mejor reír que llorar) descubrir este tipo de olvidos.
El caso es que no recuerdo el momento ni el lugar en el que apunté el título del libro, pero ha valido la pena. Ya en las primeras páginas, en «Una nota del editor», lo que leo me atrapa.
¿Conoces esa sensación? La de que lo que vas a leer te va a encantar. La de que va a ser un libro que te va a marcar. Y, aunque después no se cumpla, tú ya lo has sentido. Ya has sentido el placer y las ganas imaginando lo que está por llegar. Y cuando lo terminas, cuanto más te ha gustado el libro, mayor es el bajón final. No necesariamente porque no te guste el desenlace, sino porque ha terminado.
Ahora mismo se me ocurre que un buen libro puede mucho en común con el sexo, con el sexo consentido y disfrutado, claro. Cuando buscas y decides el libro es como cuando empieza el tonteo, el tanteo, y se produce el acuerdo por las dos partes de lo que va a suceder. La lectura de las primeras páginas te gusta, te emociona y te hace acelerar el ritmo cada vez un poco más; esas páginas son las caricias que van palpando el cuerpo, preparando el terreno y recibiendo respuesta. Estás inmersa en la lectura, en la historia, puedes sentir en tu ser lo que sienten los personajes, lo vives, sufres, disfrutas, lloras, ríes, amas, odias; es tan intenso que desapareces de donde estés para zambullirte en el libro. En esos momentos tu cuerpo y el de tu amante son uno, ya sabéis lo que quiere el otro, dais y recibís todo lo que haga falta, habéis creado un  universo en el que no existe nadie más. Las últimas páginas anuncian esa subida de montaña rusa que estabas esperando, esa sensación completamente física que te hace salir de tu ser para observarte desde fuera, para evadirte de todo lo que no seáis vosotros. Y el final, el punto más alto, la felicidad, el desahogo, el final del recorrido, de la carrera, el clímax que precede al éxtasis: los fuegos artificiales. Se acabaron las páginas, terminó el acto, tu cuerpo se relaja, sonríes.

Sin darme cuenta me he desviado del tema. Sigamos con lo que estaba.
El libro del que quiero hablar es No sabes lo que me cuesta escribir esto. La historia de cómo recuperé el lenguaje, de Olivia Rueda. 


Olivia, la protagonista, nos cuenta su historia en primera persona. 
Hace ocho años sufre un ataque de epilepsia y a partir de ahí los médicos descubren una malformación en su cerebro. Después de sopesar varias posibilidades decide operarse, porque igual que en 40 años esa malformación, ese tigre dormido hasta ahora, nunca había hecho acto de presencia, podía seguir dormido o volver a despertar sin previo aviso. La tercera operación no fue bien y despierta con media parte de su cuerpo paralizada y afásica. Así que Olivia, montadora de documentales de profesión, no puede comunicarse hablando o escribiendo.
En el libro nos cuenta cómo era todo antes de que el tigre despertara, y cómo y cuánto ha trabajado para aprender a hablar y escribir de nuevo.
No es un libro feliz, pero consigue que sonrías en algunos momentos.
Comparto algunos fragmentos que copié para tenerlos cerca, para poder consultarlos de vez en cuando y recordarme lo rápido que puede pasar todo, y para no olvidar el miedo que siento al pensar qué pasaría si no pudiera expresarme.

«Hablar es muy difícil. Explicar por qué no puedes hacerlo lo es todavía más».

«Lo noto al hablar. Quiero que esto se entienda bien: no es que me despierte de la operación atontada, sin saber lo que es una casa, un caballo, un botón, una factura, unas primarias o una broma. Pero se me pierden las palabras con las que llamamos a esas cosas. Y eso es algo trágico. Mucho. Porque cuando conocemos algo, lo definimos de una manera. Cuando descubrimos algo nuevo, lo primero que hacemos es ponerle un nombre para referirnos a ello. Las cosas que conocemos tienen su nombre. Pues imagínate que los nombres de todo lo que conoces se esfuman de un plumazo.¿Cómo te quedas?».

«El odio no es selectivo, arrasa con todo. La rabia, el asco y el miedo que genera mi situación hacen que odie todo el rato muy fuerte, sin distinción. Y eso es agotador. Odiar tu cara, tu lengua que se ha vuelto tonta y perezosa, tus ojos siempre al borde del llanto. Odiar a tu pareja, que se desvive cariñoso por sacarte una sonrisa cuando lo que quieres es que te deje en paz. Odiar a los enfermeros, a los amigos que te visitan y luego vuelven a sus vidas normales llenas de obligaciones... ».

«Intentar comunicarme con los demás se ha convertido en una humillación».

En una pequeña parte del libro el que habla es el marido de Olivia.

«Todo sucedió muy deprisa, apenas pude reaccionar a lo que estaba ocurriendo. Crees que te has hecho a la idea de lo peligrosas que son estas intervenciones, que estás preparado psicológicamente para lo peor después de meses y meses de calibrar todas las posibilidades, de hablar horas y horas con Olivia sobre su cabeza, su vida, los niños, nuestra vida. Pero no».

«Antes de marcharme busqué los ojos de Olivia en un último intento y los abrió por primera vez: preciosos. Me ofreció una mirada cansada pero intensísima. Me temblaron las piernas».

Esto que comparto es una pequeña parte de todo lo que copié.  Os recomiendo leer el libro porque leer estos fragmentos sueltos no hacen justicia a lo impactante que es. Por lo menos para mí lo ha sido.

¿Imagináis lo que sería no poder hablar, leer o escribir después de haber estado haciéndolo durante la mayor parte de nuestra vida?

5 comentarios:

  1. me apunto ese libro, porque me fascina cómo funciona la mente humana. algo había leído de que una lesión en el hemisferio cerebral izquierdo, donde se encuentra el lenguaje, puede afectar al habla y a la escritura. y si es en el hemisferio derecho, puedes tener problemas para reconocer rostros, por ejemplo...
    gracias por la recomendación. besos!

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    1. La primera vez que leí sobre la afasia de Broca fue en la trilogía de La ciudad blanca. Te la recomiendo también.
      Besos.

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  2. Oí hablar de él cuando salió, pero no sé si estoy en el momento adecuado para sumergirme en sus páginas.

    Me ha gustado mucho el comienzo, aunque te fueras por las ramas. Creo que con algunos libros tenemos química y con otros no, más allá de su calidad literaria. Está muy relacionado con tu descripción.

    Un abrazo.

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    1. Es cierto, no todos los momentos son buenos para leer ciertos libros.
      Besos.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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