Da igual cómo, cuándo y dónde. Que lo pienses o que no. Que sea intencionado o sin querer. Que te esfuerces o que pases de todo. Siempre habrá una mitad que te apoye y otra que te pida explicaciones.
A diario hay gente excusándose por sus decisiones, cuando quien ha optado por lo contrario también pide perdón a los que piensan como los primeros. Entonces, tanto necesitamos creer que estamos haciendo bien que acabamos exponiendo una aceptación hacia nosotros mismos que no sentimos. Nos forzamos a querernos ante los demás aunque realmente nos gustaría cambiar de nosotros eso de lo que queremos convencer al resto que estamos orgullosos.
Muestro a los demás que estoy orgullosa y acepto esos quilos de más que realmente me gustaría no tener, pero es que hay que estar a gusto con uno mismo.
Tengo tanta suerte (dicen) de estar tan delgada que no puedo decir en voz alta que me avergüenza tener que comprarme la ropa en la sección de adolescentes. Cómo confesar que sueño con poder tener esos quilos que otras odian.
No voy a tener hijos, no te importa si es porque no puedo o porque no quiero, pero me convenzo a mí misma de que nunca me arrepentiré.
Siempre he querido tener familia numerosa, así que soy la mujer más feliz del mundo, pero me cansa que escondan un «estás loca» en un «qué valiente eres».
Porque te callas, porque no.
Porque no dices lo que piensas, porque sí.
Porque te conformas, porque no.
Porque eres de esta manera y no de otra.
Por cualquier cosa...
¿Por qué no nos preocupamos más por nuestra vida y menos por la de los demás?
¿Por qué no, simplemente, cerramos los ojos y miramos dentro nuestro?