Me enfada, y me molesta, que mi chico mayor no comparta casi nunca con su hermano pequeño. Siempre es el pequeño el que piensa en el mayor, el que cuando vamos a algún sitio no se olvida de su hermano para comprarle algo, el que le guarda chucherías de las bolsas de cumpleaños que le dan en el cole...
Hasta que el mayor hace algo que me recuerda lo tierno que es, los detalles que puede tener, y que me hacen olvidar esas cosillas que no me gustan...
El sábado se vino conmigo a comprar, y de la primera tienda cogió un bombón que había en una bandeja para los clientes. A la segunda tienda ya no quiso entrar y me esperó en la puerta. Cuando salgo me cuenta que no se había comido el bombón, que se lo había dado al señor que había en la puerta pidiendo limosna.
Aún con lo que he comentado al principio, no me sorprendió que hiciera eso, es propio de él.
Ya hace tiempo, un día que me acompañaba a hacer recados, me pedía dinero para dárselo a todo aquel que veía pidiendo limosna. Le expliqué que nosotros ayudábamos a gente necesitada de otras formas, y que aunque lo sentía mucho por los que veía en la calle pidiendo, no me gustaba darle dinero a gente que no sabía si se lo gastaría en comida, bebida, o tenía que dárselo a un tercero porque fuera parte de una organización o algo así. Lo entendió, y lo único que me pidió fue que intentáramos no pasar por delante de la gente que estaba pidiendo, que le daban lástima.
En esos momentos es cuando me doy cuenta de que en ese cuerpo tan grande para su edad, en esos modales tan bruscos y excesivos a veces, en esa fuerza que se tiene cuando no tienes más preocupaciones que la de hacer y decir lo que sientes en cada momento, sigue estando el niño de los ojos nobles.