lunes, 28 de noviembre de 2016

Detalles

Me enfada, y me molesta, que mi chico mayor no comparta casi nunca con su hermano pequeño. Siempre es el pequeño el que piensa en el mayor, el que cuando vamos a algún sitio no se olvida de su hermano para comprarle algo, el que le guarda chucherías de las bolsas de cumpleaños que le dan en el cole...
Hasta que el mayor hace algo que me recuerda lo tierno que es, los detalles que puede tener, y que me hacen olvidar esas cosillas que no me gustan...
El sábado se vino conmigo a comprar, y de la primera tienda cogió un bombón que había en una bandeja para los clientes. A la segunda tienda ya no quiso entrar y me esperó en la puerta. Cuando salgo me cuenta que no se había comido el bombón, que se lo había dado al señor que había en la puerta pidiendo limosna.
Aún con lo que he comentado al principio, no me sorprendió que hiciera eso, es propio de él.
Ya hace tiempo, un día que me acompañaba a hacer recados, me pedía dinero para dárselo a todo aquel que veía pidiendo limosna. Le expliqué que nosotros ayudábamos a gente necesitada de otras formas, y que aunque lo sentía mucho por los que veía en la calle pidiendo, no me gustaba darle dinero a gente que no sabía si se lo gastaría en comida, bebida, o tenía que dárselo a un tercero porque fuera parte de una organización o algo así. Lo entendió, y lo único que me pidió fue que intentáramos no pasar por delante de la gente que estaba pidiendo, que le daban lástima.
En esos momentos es cuando me doy cuenta de que en ese cuerpo tan grande para su edad, en esos modales tan bruscos y excesivos a veces, en esa fuerza que se tiene cuando no tienes más preocupaciones que la de hacer y decir lo que sientes en cada momento, sigue estando el niño de los ojos nobles.




viernes, 25 de noviembre de 2016

Hay cosas que no se hacen

Hay cosas que no se hacen, nunca, y menos si eres madre, y menos a tus hijos.

Desde que tengo conciencia que te veo hacer lo mismo, pero he tardado mucho en reconocerlo, en ponerle nombre, en enfadarme por ello. Y desde que tengo conciencia que lucho contra ello, que lo aborrezco, que no lo quiero, y que trabajo cada día para que no sea una de las cosas que herede.
Porque estás intentando dejármelo como legado, te esfuerzas en que los hilos que nos unen me aten fuerte y no me dejen ir, pero me resisto.
Agradezco que me vengan a la memoria recuerdos, situaciones, imágenes que me confirman cada día que no está mal lo que pienso, lo que está mal es lo que tú haces.
No quiero, nunca en la vida, manipular a mis hijos. Hacerles sentir que no me puedo valer por mí misma, que tienen que dedicar su vida a cuidarme, cuando lo que tengo que hacer es demostrarles que se pueden apoyar en mí. Quiero que se sientan capaces, por lo menos de intentarlo. Que puedan alejarse y volver si lo desean. Que no tengan sobre la conciencia la culpa. Que no tengan sobre la espalda el peso de mis ¿carencias?
Estoy enfadada. Me siento ofendida. Incluso sorprendida de que hagas lo que haces. No concibo ciertas cosas. Me cuesta creer que el verme feliz no lo veas como una victoria, incluso un logro tuyo. Prefieres retenerme, hundirme contigo.
Hay cosas que hace la gente y que no logro entender, pero menos si las haces tú. Menos si me las haces tú, precisamente tú.
No sé qué me reprocharán mis hijos, aunque estoy segura de que me reprocharán algo (ya lo hacen), pero no quiero que me reprochen lo mismo que yo te puedo reprochar a ti.
No cambiarás, no sé si porque no puedes o porque no quieres. No me importa. Tampoco voy a intentar cambiarte, no voy a malgastar fuerzas en que dejes de hacer algo con lo que parece que disfrutas, por increíble que me parezca. Mis fuerzas y mis energías están destinadas a ser feliz, a disfrutar, a vivir, a tener una familia sana.

Para mí es duro reconocer que la persona que me ha dado la vida no me deja avanzar, o por lo menos lo intenta. Que en vez de seguridad me entrega miedos. 
Y podría seguir soportándolo, asumir que es tu forma de vivir. No entenderlo, pero convivir con ello sin que me afecte. Años de trabajo me ha costado...
Pero has traspasado la línea, has llegado al punto de no retorno. Has hecho lo peor que podías hacer: utilizar a mis hijos para hacerme sentir culpable.
Y estoy más enfadada de lo que había estado nunca, pero también más tranquila. Acabas de darme el empujón necesario para ser capaz de reconocer algo que de momento sólo me atrevo a pensar...

En estos momentos me siento la peor hija del mundo por pensar lo que pienso. Por eso voy a hacer todo lo posible para no hacerle lo mismo a mis hijos.