Y a los padres nos vuelven locos.
La semana pasada conocí a la tutora de mi hijo en 1º de ESO. Nos dijo que ella no era partidaria del móvil en las aulas, ni siquiera en el centro, que si lo tenían mejor lo dejaran en casa, y que por su puesto los padres controláramos el tiempo que pasaban con él.
A los dos días mi hijo viene contentísimo porque en una de las asignaturas, en la que la profesora está de baja, la sustituta les había dejado ver vídeos durante toda la clase. Y después, en inglés, habían podido hacer los ejercicios escuchando música del móvil.
De momento ya tiene tres profesoras con opiniones diferentes respecto a los móviles.
Me ha pasado con el mayor, y también con el pequeño, que durante el mismo curso y respecto al mismo niño los profesores nos «aconsejaban» cosas diferentes.
Unos que les ayudes a hacer los deberes, otros que no. Unos que les compruebes la mochila para que no se dejen nada, otros que no. Mientras uno alaba ciertos aspectos en su carácter, el otro te pide que hables con el niño para que cambie. Que son niños y necesitan tiempo para serlo, pero que se acostumbren desde pequeños a dedicar tiempo al estudio, que no pueden estar todo el día sin hacer nada.
Entre ese punto medio, tan difícil de encontrar, y el sentido común, que es el menos común de los sentidos, nos encontramos haciendo lo que podemos.