jueves, 31 de octubre de 2019

El rumor del oleaje

Esta ha sido una lectura obligada del Club de Lectura.



Obligada y repetida, ya  que la leímos hace años. Pero me ha gustado más esta vez, he disfrutado mucho de las descripciones, que creo que es lo mejor del libro. La historia nos habla sobre el amor entre dos jóvenes que por culpa de un falso rumor pasa de ser un amor difícil a ser un amor prohibido. Con final feliz, eso sí.
La estupenda descripción de los protagonistas y sus ocupaciones, los paisajes, los ambientes y la cultura japonesa, hace que sea fácil escuchar el rumor del oleaje entre el que viven sus gentes.

lunes, 28 de octubre de 2019

Quiero finales felices

Me gustan los dramas, si el final es feliz.
Por eso, a mí me gustan los spoilers. De hecho soy yo la que los pido, porque los necesito. 
El saber el final no va a hacer que deje de leer el libro o ver la película, ni siquiera lo tengo en mente mientras la historia avanza, y puedo llegar al final y sorprenderme igual que si no lo hubiera sabido, pero sin sufrir.
No llevo bien la tensión, la intriga, sufrir, no saber... pero hay gente que no lo entiende. Les pides por favor que te digan cómo termina la película y no te lo quieren decir para no estropearte el final.
«Pero ¡¿qué me vas a estropear si te lo estoy pidiendo yo?!»
Aunque he encontrado la solución, porque en cuanto dices que no quieres que  nadie te haga spoiler salen voluntarios hasta de debajo de las piedras.

jueves, 24 de octubre de 2019

Demasiado bien

A veces las cosas van tan bien que te hace desconfiar.
Y no es que vayan bien, lo que pasa es que no van tan mal.
Simplemente hay períodos en los que no se acumulan problemas, en los que no hay nada externo que sume preocupaciones. O que ya nos hemos acostumbrado a las que tenemos, sean muchas o pocas.
Sea lo que sea, esa forma de pensar no es más que una forma de llamar a los problemas, pensando en ellos cuando no existen.
Entonces un día pasa algo que nos hace preocuparnos, estar mal: «¿ves?, ¡ya sabía yo que algo tenía que pasar!».
¡Claro que algo tiene que pasar! La vida no es una calle sin pendiente: a veces hay que clavar los talones para dejar de acelerar, para tomar el control e imponer el ritmo. Otras veces se hace tan duro el día a día que necesitamos algo de lo que agarrarnos para seguir subiendo.
Lo que no tiene sentido es invocar a los problemas preocupándonos antes de que existan.

lunes, 21 de octubre de 2019

La sorprendida he sido yo

Esta semana le he confesado a mi hijo mayor que los Reyes Magos no existen, o que le he estado mintiendo, que viene a ser lo mismo.

Aprovechando un rato en el que el pequeño estaba en una extraescolar y nos habíamos quedado solos le pregunto:
- «R ¿quien crees que son los Reyes Magos?»
- «¿Por qué me lo preguntas?»
- «A ver, dime, ¿tú quien crees que son?
Sin dejar de mirarme a los ojos y con una media sonrisa pone su mano en mi hombro, como si el adulto fuera él, y me contesta:
-«Tranquila mamá, que ya sé que sois vosotros»

Y así, con una simple frase, me ha quitado un gran peso de encima. 

jueves, 17 de octubre de 2019

Lo que esconde tu nombre

Esta era una lectura pendiente que gracias a que una amiga me ha dejado el libro he podido tachar de una lista que no hace más que crecer.





He leído otros libros de Clara Sánchez y, como este, me han gustado. Escribe y describe bien, es agradable leerla.

Julián es uno de los miles de republicanos españoles  que entraron en un campo de concentración. Después de sobrevivir a Mauthausen se dedicó a intentar vivir, además de perseguir y localizar a nazis de alta graduación para llevarlos ante los tribunales.
Pese a la historia, no me ha parecido un libro duro de leer. Puede ser porque aunque sepa que lo que se relata ha sucedido, de un modo u otro, no es una historia real.

Me quedo con dos cosas.
Por un lado, lo que se comenta en algún momento, lo injusto de la vida. Injusto que muriera tanta gente, aunque la palabra «injusto» se queda corta si pensamos en cuántos de los responsables huyeron y pudieron disfrutar de una buena vida, o de la vida, simplemente.

Lo segundo con lo que me quedo:
«Probablemente delante de mí, con pantalones vaqueros, un chubasquero y una gorra de marinero muy usada andaba ahora mismo tozudamente, como queriendo anclarse en la vida todo lo que pudiese, el Carnicero de Mauthausen. En aquel lugar que olía a carne quemada y donde los seres como Heim eran los señores de la vida y la muerte dejé de creer en Dios o dejó de gustarme. Si el dios de los campos verdes, de los ríos como el Danubio, de las estrellas y de las personas que te llenan de felicidad también era el dios de Heim, de las cámaras de gas y de los que sienten placer haciendo sufrir a los demás, ese dios no me interesaba, se llamase como se llamase en las miles de religiones del mundo. Un dios de cuya energía salía el bien y el mal al mismo tiempo no me inspiraba confianza, así que empecé a vivir sin él esta vida que yo no había pedido. Y ni en los peores momentos lo he invocado en mis pensamientos, y a todo el mundo le aconsejaría que pasara lo más desapercibido posible ante él».

Es un libro que recomiendo porque me ha gustado, aunque no me haya marcado especialmente.

lunes, 14 de octubre de 2019

Frases que no me gustan

Hay frases que a mí no me gustan. No sé explicar el porqué, y reconozco que son frases que explican muy bien lo que quieren decir, pero me resisto a utilizarlas. 
«Muero de amor», «no me da la vida», «me bajo de la vida», «a full» o «in love», son algunas de ellas.
Sin embargo hay una que la utilizo más de lo que me gustaría y que describe lo que siento cuando veo las faltas de ortografía que hace mi hijo mayor: «me sangran los ojos».
Es algo superior a mí. 
No es como cuando hay que aceptar algo de la forma de ser de alguien, de su carácter, una característica de su personalidad. No puedo y no quiero aceptar que haga tantas faltas, que no haga todo lo posible para no hacerlas, que le de tan igual y que no entienda la importancia que tiene escribir bien.

jueves, 10 de octubre de 2019

«Cada maestrillo tiene su librillo»

Y a los padres nos vuelven locos.

La semana pasada conocí a la tutora de mi hijo en 1º de ESO. Nos dijo que ella no era partidaria del móvil en las aulas, ni siquiera en el centro, que si lo tenían mejor lo dejaran en casa, y que por su puesto los padres controláramos el tiempo que pasaban con él.
A los dos días mi hijo viene contentísimo porque en una de las asignaturas, en la que la profesora está de baja, la sustituta les había dejado ver vídeos durante toda la clase. Y después, en inglés, habían podido hacer los ejercicios escuchando música del móvil.
De momento ya tiene tres profesoras con opiniones diferentes respecto a los móviles.

Me ha pasado con el mayor, y también con el pequeño, que durante el mismo curso y respecto al mismo niño los profesores nos «aconsejaban» cosas diferentes.
Unos que les ayudes a hacer los deberes, otros que no. Unos que les compruebes la mochila para que no se dejen nada, otros que no. Mientras uno alaba ciertos aspectos en su carácter, el otro te pide que hables con el niño para que cambie. Que son niños y necesitan tiempo para serlo, pero que se acostumbren desde pequeños a dedicar tiempo al estudio, que no pueden estar todo el día sin hacer nada. 

Entre ese punto medio, tan difícil de encontrar, y el sentido común, que es el menos común de los sentidos, nos encontramos haciendo lo que podemos. 

lunes, 7 de octubre de 2019

Mil soles espléndidos

Mil soles espléndidos, de Khaled Hosseini, es el próximo libro a comentar en el Club de Lectura.




Al igual que Cometas en el cielo, me sonaba el título, pero no sabía que pertenecían al mismo autor, del que no había leído nada hasta ahora. Y la verdad es que me ha gustado tanto cómo está escrito que cuando tenga oportunidad quiero leerlo también.

Aunque es triste, recomiendo su lectura, que nos confirma que en las guerras pierden siempre los mismos, que las mujeres, en la cultura que sea y en la medida que sea, siempre salimos perdiendo. 
Pese a que triunfe el amor, para mí no es una historia con final feliz.

jueves, 3 de octubre de 2019

No tengo prisa

No tengo prisa porque mis hijos crezcan.

Cuando yo era pequeña recuerdo pasar horas y horas en la calle, jugando y haciendo cosas que no me puedo imaginar haciendo a mis hijos sin que me de un síncope.
Tengo 4 años más que mi hermano, y en cuanto yo pude hacerme cargo de él, o en cuanto él pudo seguirme, recuerdo llevarlo conmigo y estar pendiente de que no le pasara nada.

Hay niños de la edad de mi hijo (11 años) que sé que hace tiempo ya que van solos a todas partes, que pasan muchas horas en la calle y que lo raro es verlos con sus padres.
Y aunque me pregunto si mi hijo no debería de empezar a volar ya, porque es lo que veo en muchos otros, pienso que es demasiado pronto. Pero no puedo evitar lo inevitable. Así que de momento va saliendo alguna tarde, y mientras él va tanteando la sensación de libertad, yo voy tanteando cuánto tiempo más puedo tenerlo cerca.