Todos tenemos algo que nos hace especiales pero que no solemos ver en nosotros mismos, aunque sí lo vemos en las personas a quienes queremos y apreciamos.
Con el tiempo he aprendido la importancia de hacerle saber a los demás lo bueno que vemos en ellos, y aunque poco a poco me animo y atrevo a hacerlo, es con mi marido y sobre todo con mis hijos con quien más lo hago.
De mi hijo mayor me gusta mucho lo poco que le duran los enfados, y parece que hasta el día que se lo dije él mismo no había sido consciente de ello. Es algo de lo que nos habíamos dado cuenta su padre y yo hace mucho, pero nunca le había dicho que eso me gustara de él.
«Me gustaría que los enfados me duraran tan poco como a ti, es algo que admiro. A mí me duran mucho, y me doy cuenta de que el tiempo que paso enfadada es tiempo perdido», le dije.
Recuerdo que estábamos delante del ascensor, los dos solos, y lo curioso es que creo que me hizo más bien a mí que a él que se lo dijera.
De mi hijo pequeño me gusta la sed de saber que tiene, el interés y el esfuerzo que pone en hacer las cosas bien.
Me costó darme cuenta de porqué cada vez que hace deberes tiene el diccionario al lado y he de decir que me sorprendió mucho el por qué. Resulta que de vez en cuando me preguntaba cómo se separaban en sílabas ciertas palabras, y era para cuando no le cabía una palabra en la línea de la libreta, separarla bien. Hasta que descubrió que en el diccionario de castellano que tenemos en casa además de la definición y más información de cada palabra está cómo se separa en sílabas. Ahora en vez de preguntarme busca en el diccionario la palabra que tiene que separar.
Me sorprendió mucho y se lo hice saber. Primero ya que se preocupara por cómo se separan las palabras, y segundo que pudiendo seguir preguntándomelo a mí decidiera averiguarlo él mismo.