domingo, 16 de febrero de 2014

No puedo con la vida de los demás

No puedo con la vida de los demás, en serio.
Hoy no estoy harta, pero sí muy cansada, tanto, que ni fuerzas de enfadarme tengo. Y aunque he llegado a la conclusión de que no puedo, aunque así lo he decidido por mi bien, me siento mal y culpable. Me siento mal por no llegar, me siento culpable por no hacer más.
Que crean que yo puedo ayudarles no quiere decir que así sea.
Me da miedo pensar que un día pueda ser yo la que necesite ayuda, y no encuentre quien me ayude. Tengo miedo de que me paguen con la misma moneda.
Y los que nunca fallan, siempre están ahí y no me abandonan, son el miedo y la culpa.
No creo que alguien de mis características sea la persona más adecuada para ayudar a los demás, para dar consejos o decir lo que tienen que hacer.
Y por otra parte, ¿alguien me ha preguntado si puedo, si quiero? Puedo no ser capaz, tengo mis limitaciones. Y también tengo poder de decisión, tengo derecho a negarme.
Además, que ya tengo bastante con lo mío, que también estoy para que me ayuden... ¿que no lo sabías? Normal, no suelo compartir mis malos momentos. Puedes llamarlo egoísmo, vergüenza, soberbia, orgullo, miedo, culpa, como quieras. Y no vayas a creer que no lo he intentado, pero no ha funcionado.


viernes, 14 de febrero de 2014

El banquero borde

A veces, te haces una idea de como es alguien por algo en concreto, un encuentro, una coincidencia, un  momento, y te quedas con que ese alguien es así, a no ser que tengas la posibilidad de conocerlo mejor en otro ambiente y otras circunstancias.
Esto es lo que me ha pasado a mí hace poco.
Hay un señor serio y con cara agria que trabaja en un banco, y cada vez que he ido con alguna de mis amigas y nuestros hijos nos mira mal. Y no sólo a nosotras. Si en alguna ocasión he ido sola pero había en el banco alguna madre con niños, en cuanto los pequeños se hacen notar él pone mala cara, incluso se permite algún comentario. Me parece serio y antipático. Borde.
Un detalle: tiene una sección fija de opinión en una publicación local.
Aún con todo me parece un hombre culto, por eso no me extrañó coincidir con él en la presentación de un libro. Lo que si me sorprendió fue verlo aparecer en el club de lectura hace un par de meses. Y más todavía me está sorprendiendo durante las reuniones. ¿Por qué? Porque es agradable, participativo y sus opiniones me parecen muy interesantes.
Así que ¿será que tendré que cambiar mi opinión respecto a él? Pues de momento creo que no, porque una cosa no quita la otra. Puede ser todo lo simpático que quiera en el club, pero eso no quita que en su puesto de trabajo es una persona desagradable.
De todas formas tengo que reconocer que escucho sus opiniones con un interés especial, y creo que este puede ser el comienzo de una inesperada amistad.