Realmente a mí no me contaron que los bebés fueran de otra forma, en este aspecto yo más que mal informada llegué poco informada. Y no es que esperara otra cosa, simplemente no sabía lo que me esperaba. Así que desde que fui madre por primera vez hace más de cinco años, no hay día en el que no me sorprenda del rumbo que ha tomado mi vida y que ni en mis más irreales fantasías me podía imaginar.
Creí que había leído mucho, y que había leído lo adecuado, pero me equivoqué... Creía que llegaba preparada, y llegaba sin saber nada.
Volviendo a Ileana, me quedo con unas palabras muy concretas de su post: "No. Los bebés no son alto-demandantes. Somos nosotros los bajo-tolerantes, los bajo-pacientes, los bajo-disponibles, los bajo-respondedores. No. Los bebés no quieren que los dejes. Quieren ir contigo a todas partes, eres su ejemplo, su seguridad, su referente, su único universo.
Te guste o no te guste, así son los bebés humanos, primates, mamíferos. Si quieres comprobarlo, tan solo ten uno. Ninguna otra especie desconoce y putea tanto a sus propias crías. Si queremos un mundo un poquito más humano, bien haríamos en comprenderlo.
No son como nos lo contaron. Son infinitamente mejores y más inteligentes. Cualquiera que ve a estas crías diría: ¡qué especie tan avanzada! ¿Y cómo se convirtieron en lo que hay?"
Y es que si te paras a pensar, da miedo ser el ejemplo de alguien. Descubrir cómo eres cuando te miras en el espejo en el que se han convertido tus hijos, ver cosas que hacen, que no te gustan, y que no son más que reflejo de lo que ven. Ahí no puedes culpar a nadie, no les puedes culpar a ellos de no copiar sólo lo bueno (lo que a nosotros nos parece bueno, por supuesto).
Ellos, afortunadamente, están preparados para sobrevivir con gente tan poco preparada como nosotros. Y claro que son mejores y más inteligentes, sino, no se entiende que crezcan, maduren, y sepan andar por los caminos que les llevarán a ser mejores personas de lo que fuimos nosotros, de lo que les enseñamos nosotros.
En algún momento, en el camino, perdimos el instinto, el sexto sentido, lo que sea que hace falta para confiar en uno mismo y no dejarse llevar por la corriente, por la mayoría.
Nos defendemos del amor, de las caricias y del apego como si fueran algo malo, como si la compañía y la comprensión nos hicieran más débiles. Y sin embargo los (nos) entrenamos como si en cualquier momento tuviéramos que entrar en guerra, sufrir y desconfiar de todos nuestros semejantes.
Y aunque así fuera, aunque lo que nos espera sea la soledad, el sufrimiento y la incomprensión, ¿no es mejor enfrentarse a ello después de haber sido querido, nutrido, aceptado y comprendido?