No me pides ayuda, pero me preguntas qué haría yo en tu situación.
Ni quiero, ni puedo, decirte lo que tienes que hacer. Demasiada responsabilidad.
Sabes que actúas como yo no lo haría, dices cosas que yo no diría ¿de verdad necesitas preguntarme qué pienso?
Te gusta sufrir, es lo que creo.
No concibo que alguien haga algo que sabe le va a hacer daño, que tiene comprobado que no es bueno para su salud y después se sorprenda del resultado.
No me gusta, que además, le eches la culpa a otros. Pueden haber empezado la situación, pero sólo está en tu mano no hacer lo que estás haciendo.
Hemos podido comprobar, tú y yo, que aunque te diga lo que yo haría, que aunque te diga lo que tienes que hacer, al final haces lo que quieres, aún sabiendo que te va a doler.
Siento verte sufrir, más de lo que te imaginas, pero he llegado a la conclusión de que no se puede ayudar a quién no se quiere dejar ayudar.
Con los años me has hecho creer que te gusta vivir así, tener siempre alguien y algo por lo que sufrir, sentirte víctima. Y aunque me desconcierta, también entiendo que sólo una persona tan fuerte como tú puede vivir siempre con tanto sufrimiento. Sólo alguien tan fuerte puede llevar tanto peso sobre sus espaldas. Pero ¿vale la pena?
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