miércoles, 27 de febrero de 2013

Liberación y pena

Mi chico pequeño ya tiene dos años y sigue tomando teta. Por eso desde que nació siempre hemos dormido juntos y hasta hace poquito no nos habíamos separado durante mucho tiempo. De todas formas, hasta ahora, aunque no estuviéramos juntos siempre estábamos cerca, por lo que si me necesitaba no tardaría más de 10 minutos en estar con él.
La situación ahora es esta: si estoy yo, me prefiere a mí y a la teta antes que a todo lo demás. Si no estoy, se  divierte con quién esté, come de lo que le den y no pregunta por mí (ni por la teta). Pero claro, nunca habíamos estado separados todo el día, desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche, ni tan lejos el uno del otro, ya que estábamos a dos horas de distancia...
Y he de decir que hemos superado la prueba, y he de confesar que he sentido liberación y pena ¿a partes iguales?
Ha sido tranquilizador descubrir que puedo ausentarme durante un tiempo relativamente largo sin sentir el nerviosismo y la preocupación de si llegaré a tiempo para darle el pecho o de si estará bien porque me necesite o no. Seguramente podría haber probado antes a separarnos tanto tiempo, pero ni ha sido necesario ni he querido.
Y siento pena y lástima porque esto es una señal más de que mi chico pequeño está creciendo...
Y como la sensación es agridulce, intentaré disfrutar de las dos cosas: aprovecharé esta libertad con la que me he encontrado, y seguiré disfrutando de nuestros momentos de teta.

martes, 26 de febrero de 2013

Aficiones

Siempre me ha gustado leer, y de todo lo que recuerdo que siempre me haya gustado, es lo único que sigo haciendo, aún con el poco tiempo que tengo para mí desde que soy madre. También me gusta pintar, escribir y ver películas, pero de momento, son aficiones aparcadas a la espera de tener más tiempo.
Desde que soy madre me gustan cosas que antes no me llamaban la atención, y que para mi sorpresa no se me dan del todo mal, como la cocina o el punto de gancho. Y ahora intento hacer mis pinitos con las manualidades que encuentro apropiadas para la edad de mi chico el mayor, y para mi satisfacción descubro que soy más creativa e imaginativa de lo que creía.
No recuerdo ningún libro de los leídos en el colegio pero sí de los de instituto, como "El Camino", "La Venganza de Don Mendo" o "La Celestina".
Del libro que no me olvidaré nunca es del que me hizo darme cuenta (y esto fue en el año 95) realmente de lo que me apasiona leer, del que me hizo descubrir el ansia por seguir con la lectura, y la dulce decepción que se siente al terminar un libro que te gusta, porque independientemente de que el final nos guste o no, el libro tiene un fin. Ese libro fue "El mundo de Sofía", de Jostein Gaarder.

Un día, hace algo más de tres años y medio, descubrí que en la biblioteca de la ciudad donde vivo había formado un Club de Lectura y me apunté. Me vino muy bien porque era una época en la que desde hacía ya unos meses sólo leía sobre embarazo, maternidad, crianza, educación... y, aunque lo hacía muy a gusto, empezaba a cansarme. Tenía en casa libros sobre otros temas, pero parecía que me hacía falta "una obligación" para leerlos, ya que sino siempre terminaba leyendo los que aunque me interesaban, también empezaban a saturarme.
El Club de Lectura consiste en reunirnos una vez al mes para comentar la lectura de un libro que nos han dado previamente en la biblioteca. Y es emocionante, y muy gratificante, poder hablar de un libro con varias personas a las que les gusta leer tanto como a tí. También es curioso descubrir cómo a veces todos coincidimos en la opinión sobre una lectura, y otras las opiniones son tan diferentes y dispares como asistentes ese día a la reunión.

Estoy contenta por haberme apuntado al Club de Lectura. Con el paso de los años, si miro atrás, veo todas las cosas buenas que me ha portado: la lectura de libros buenísimos que a mí nunca se me hubiera ocurrido leer, conocer a personas con las que nunca hubiera coincidido por la diferencia de edad y los diferentes ambientes en los que nos movemos, tener ese ratito para mí una vez al mes, que nada tiene que ver con mi vida diaria, ese momento de desconexión.
Como detalle, decir que yo soy la más joven del Club, y para qué mentir, me gusta ser "la xiqueta, la joveneta" de la reunión ;-)

jueves, 21 de febrero de 2013

Su primera decepción

Mi chico mayor está en tercero de infantil, curso que, menos unos poquitos, todos terminarán con seis años.
Cuando es el cumpleaños de alguno de los niños de la clase es un día muy especial por varias razones: el cumpleañero lleva el almuerzo (que siempre suele ser dulce), le hacen una corona con el número de los años que cumple y se la firman, y lo más importante y lo que más le gusta a mi chico, ese día no hacen ficha. Lo que si que hacen es dedicarle cada uno un dibujo libre, después los grapan todos juntos y se lo entregan como regalo.

Ayer por la tarde mi hijo salió del cole con la cara congestionada y los ojos hinchados y rojos de llorar... pero no me quería explicar lo que le había pasado.
Fue D, el niño que ayer cumplió los años (y uno de los mejores amigos de mi hijo), quién me explicó lo que había pasado. Resulta que cuando D tenía que elegir quien le diera el regalo, eligió a otro en vez de a mi chico...
Son cosas de niños, pero no son una tontería, para ellos es su vida, su forma de sentir y de entender las cosas, con los derechos y obligaciones que creen tener en cada momento sobre cada uno de sus amigos. Viven en otro mundo, en el suyo, y es inútil entrometerse cuando están en el parque y deciden que uno de ellos no juega porque en ese momento no les gusta, o cuando se enfadan porque no les han guardado el sitio en la fila... Se hacen daño, sin querer, y tienen que aprender cómo no hacerlo, cómo ponerse en el lugar del otro...
Ayer me tuve que contener para no decirle lo primero que desde mi condición de adulto me pasaba por la cabeza: que no pasaba nada, que había elegido a otro y ya está, que S también es amigo de D y por eso lo había elegido, y así un millón de tiritas más que no hubieran conseguido consolarle.
Entre lo que me contó el otro niño, lo poco que me quiso contar mi hijo (que estaba triste y se sentía mal porque D no lo había elegido a él. Tan sencillo como eso) y lo que oí hablaban entre ellos me ha quedado claro que para mi chico lo de ayer fue importante (en estos tres años nunca había llorado por eso): él estaba seguro de que lo elegiría para darle el regalo por su relación, porque en su día había elegido a D para que le diera el suyo, porque juegan siempre juntos, en el colegio y en el parque, porque a veces el uno va a casa del otro para jugar un rato.
Su amigo D lo vio tan triste que sólo alcanzaba a decirle que cuando tuvo que elegir no lo vio, que no se enfadara.
Como madre, me lo imagino esperando el momento, seguro de que lo iba a elegir a él y viendo como elegía a otro. Me lo imagino haciendo pucheros, llenándosele los ojos de lágrimas, sentado en su silla, escondiendo la cabeza entre los brazos y echándose a la mesa para llorar. Pues qué voy a decir, que se me parte el corazón, sin más.
También tengo en cuenta que pudo haber sido de otra forma, pero viendo la cara que tenía al salir, no me la imagino.
No será lo peor que le pase en la vida, pero para él sin duda fue lo peor del día.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Lo mejor de cada día: la noche

Normalmente soy yo la que arropa a los niños cuando se destapan mientras duermen. Mi chico mayor recibe bien el calor, y cuando lo tapas en medio de la noche sonríe agradecido y se acurruca debajo del nórdico. Mi chico pequeño es otra historia; si no está bien dormido lo más probable es que se despierte y aún encima se enfade...
Pero esta noche me han arropado a mí, y ha sido como una caricia.Como el pequeño había tomado de la teta derecha me había quedado dormida sobre ese lado. En un momento, noto que me tapan el hombro izquierdo y ajustan la ropa de la cama para dejarme bien tapada: era mi chico mayor, que dormía a mi espalda, tapándome, como hago yo con él... y entonces he sonreído, como hace él cuando yo lo arropo. No hace falta explicar cómo me he sentido.


Dicen que el momento de irse a dormir debería de ser siempre relajado, a la misma hora y temprano, a ser posible. En nuestro caso siempre es divertido, unas veces entre juegos y otras entre cuentos, siempre a partir de la misma hora y muy a mi pesar, nunca temprano. Quiero decir que para mí temprano son las nueve de la noche, y nosotros no conseguimos acostarnos nunca antes de las diez. Y además, hay que puntualizar que acostarse no quiere decir precisamente dormir, por lo que aunque una noche consigamos acostarnos a las diez (o incluso antes), es seguro que no nos dormiremos en cinco minutos.
Los días en los que nos acostamos "antes" (más cerca que lejos de las diez) los niños juegan un rato con su padre en la cama a hacerse cosquillas, saltar, esconderse entre las sábanas, escapar de la araña,... y cuando voy yo a dormirlos me encuentro con que la cama está peor a la hora de acostarme que a la de levantarme ;-), y que los niños además necesitan unos minutos de reposo para poder calmarse y dejar de reírse.
El día que se ha hecho tarde no hay juegos, pero sí el cuento que ellos elijan. El pequeño se duerme con la teta, no con el cuento, así que es el mayor el que marca el momento de apagar la luz.

Tengo conocidas para las que la hora de irse a dormir es una tortura porque ya saben que habrá gritos y lágrimas, que se tendrán que levantar las cuatro o cinco veces que se despierte el niño durante la noche, y que a la mañana siguiente arrastrarán sueño y mal humor. Pero bueno, supongo que les merece la pena, porque después presumen (literalmente) de que ellas están tranquilas a partir de las nueve y pueden hacer, o no hacer, lo que les da la gana.
Ellas han hecho su elección, y yo la mía.
Hace mucho tiempo que los niños no se duermen a la vez o lo suficientemente pronto como para que a mí me queden ganas de ponerme a ver la tele. No me importa, prefiero el ajetreo y la alegría de la que disfrutamos para irnos a dormir, la tranquilidad que tengo porque si el pequeño se despierta para pedir teta me tiene al lado, y si el mayor tiene una pesadilla o ganas de ir al baño yo me he dado cuenta incluso antes de que él abra los ojos.
Me gusta cuando estoy leyendo un cuento y el mayor pasa de preguntarme mil veces la misma cosa a quedarse dormido antes de pasar la página. O cuando apagamos la luz y todavía está despierto. Entonces tengo al pequeño cogido de la teta, con su cabeza apoyada en el brazo, y veo a Rodrigo a mi lado, mirando la oscuridad, tranquilo, y cómo cada vez que parpadea le cuesta más abrir los ojos, hasta que el final ya no los abre porque se ha quedado dormido, a mi lado. Es muy probable que a esas alturas el pequeño también esté dormido. Entonces oigo sus respiraciones, reposadas, serenas, y no me quiero levantar, prefiero disfrutar de la noche, mi noche.

jueves, 7 de febrero de 2013

Para siempre

En los últimos años he podido vivir de cerca varias rupturas sentimentales. Alguna de esas rupturas no me han sorprendido, es más, era cuestión de tiempo que antes o después las personas implicadas tomaran esa decisión. Sin embargo otras no solo me han sorprendido, sino que además me han dolido por el vínculo que me une a esas personas.
Aún así, tanto las rupturas esperadas como las no deseadas, me han hecho pensar...
Yo quiero estar siempre con César, toda mi vida, hacerme mayor, y después vieja, a su lado. Pasear cogiditos de la mano, con la lentitud propia de los abuelos, mientras la vida pasa veloz a nuestro alrededor.
Está claro que la vida da muchas vueltas, que nunca se sabe lo que puede pasar, y que igual que ahora estamos bien y ni siquiera puedo llegar a imaginar mi vida al lado de otra persona, todo es posible. Pero por eso mismo, porque todo es posible, yo pido pasa el resto de mi vida con él.

Ya antes de tener hijos oía la frase: "A mis hijos los parí, mientras que a mi marido lo encontré en la calle". Pues sí, eso es verdad, pero no le doy ni el mismo valor ni el mismo significado que le dieron en su día las que me lo dijeron.
Sin mi marido yo no tendría los hijos tan maravillosos que tengo, y alguno más que espero tener. Nadie me entiende y me aguanta como él, ni tampoco he conocido a la persona que se complemente tanto conmigo. Lo quiero más que a nadie, y también le odio más que a nadie cuando me enfado con él....
Y creo que no hay que comparar, que no es comparable el amor hacia tu pareja del amor hacia tus hijos...

Quiero que el día de mañana nuestros hijos tengan sus vidas, sean felices, con familias o sin ellas, que puedan tener su vida y ser independientes, además de tener la seguridad de que a sus padres los van a tener siempre. Que tengan la tranquilidad de poder volver a casa y encontrar a sus padres que se apoyan mutuamente, y que se quieren y comprenden como siempre han visto.


Hace días, semanas, que empecé a escribir esta entrada. No me falta la inspiración, pero sí el tiempo y cumplir (después de hacer) una lista de prioridades que nunca llega.
En estos días ha pasado algo que recordaré toda la vida, como un mal recuerdo, además, pero que ha servido para demostrarme una vez más que César es la persona que quiero a mi lado durante toda mi vida, ya sea larga o corta.