Mi chico pequeño ya tiene dos años y sigue tomando teta. Por eso desde que nació siempre hemos dormido juntos y hasta hace poquito no nos habíamos separado durante mucho tiempo. De todas formas, hasta ahora, aunque no estuviéramos juntos siempre estábamos cerca, por lo que si me necesitaba no tardaría más de 10 minutos en estar con él.
La situación ahora es esta: si estoy yo, me prefiere a mí y a la teta antes que a todo lo demás. Si no estoy, se divierte con quién esté, come de lo que le den y no pregunta por mí (ni por la teta). Pero claro, nunca habíamos estado separados todo el día, desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la noche, ni tan lejos el uno del otro, ya que estábamos a dos horas de distancia...
Y he de decir que hemos superado la prueba, y he de confesar que he sentido liberación y pena ¿a partes iguales?
Ha sido tranquilizador descubrir que puedo ausentarme durante un tiempo relativamente largo sin sentir el nerviosismo y la preocupación de si llegaré a tiempo para darle el pecho o de si estará bien porque me necesite o no. Seguramente podría haber probado antes a separarnos tanto tiempo, pero ni ha sido necesario ni he querido.
Y siento pena y lástima porque esto es una señal más de que mi chico pequeño está creciendo...
Y como la sensación es agridulce, intentaré disfrutar de las dos cosas: aprovecharé esta libertad con la que me he encontrado, y seguiré disfrutando de nuestros momentos de teta.
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