lunes, 26 de marzo de 2018

El tema prometía

No me he terminado el último libro que tenía que leer para el Club de Lectura porque aunque el tema me parecía interesante, la forma de tratarlo no ha conseguido engancharme, de hecho su lectura se me hace aburrida.
El libro es Los enamoramientos, de Javier Marías. Y no estoy diciendo que sea malo, ni mucho menos. Y puede que si intentara leer un poco más incluso cambiara de opinión, pero hace tiempo que he dejado de forzarme a leer algo no me engancha desde el principio.

Copio algo que sí me ha gustado:
"No, no preveo que me pase nada, nada inminente ni tan siquiera próximo, nada concreto, estoy bien de salud y todo eso. Es sólo que quienes pensamos en la muerte, y nos paramos a observar el efecto que produce en los vivos, no podemos evitar preguntarnos de vez en cuando qué ocurriría tras la nuestra, en qué situación se quedarían las personas para las que significamos mucho, hasta dónde las afectaría".
La muerte. Cada vez pienso más en ella. Cada día está más cerca. Y me intriga en general cómo sigue la vida de los que se quedan. Qué será lo último en lo que piensan los que se van.

Yo también suelo "montarme mis historias". Me gusta imaginar la vida de los demás. Además, si alguna vez he tenido la ocasión de conocer en persona a alguien con quien he fantaseado, siempre suelo equivocarme, y no tienen nada que ver con lo que yo había imaginado.







domingo, 25 de marzo de 2018

No hay nada como querer

Primero elegimos las zapatillas del pequeño, y en lo que nos costó elegir las zapatillas del mayor, ya había aprendido a atarse los cordones.
Me gusta eso de él, y quiero hacerme un favor y reconocer que en eso se parece a mí. Intenta las cosas, quiere hacerlas por sí mismo, y lo intenta hasta que lo consigue, o hasta que no puede más, si es algo que se le resiste.

Sé que no hay que comparar, y no es mi intención hacerlo, pero guardé algo que nos ayudó a enseñar al mayor pensando que lo necesitaría con el pequeño.


No podía imaginar que sería él quien me dijera: "Enséñame a atarme los cordones", y que no dejara de intentarlo hasta que lo consiguió.

Con el mayor fue diferente.
En mi intención por "prepararlo", y como al crecer tan rápido pronto tendría que dejar de utilizar zapatillas con velcro, me pareció divertida la idea de la foto para enseñarle a atarse los cordones.
La primera vez fue un desastre, además de su tendencia a negarse a todo lo que sea aprender, no estaba preparado, simplemente. Así que lo dejamos correr.
La segunda vez fue la definitiva: ya estaba preparado, y resignado ante la idea de que tenía que aprender a atarse los cordones. Y no le costó mucho, la verdad. Más le costó dejar de quejarse por el engorro que le suponía todos los días ese trabajo extra.
Así que guardé para el segundo lo que en su día me fue de utilidad con el primero. Pero no me ha hecho falta.