domingo, 25 de marzo de 2018

No hay nada como querer

Primero elegimos las zapatillas del pequeño, y en lo que nos costó elegir las zapatillas del mayor, ya había aprendido a atarse los cordones.
Me gusta eso de él, y quiero hacerme un favor y reconocer que en eso se parece a mí. Intenta las cosas, quiere hacerlas por sí mismo, y lo intenta hasta que lo consigue, o hasta que no puede más, si es algo que se le resiste.

Sé que no hay que comparar, y no es mi intención hacerlo, pero guardé algo que nos ayudó a enseñar al mayor pensando que lo necesitaría con el pequeño.


No podía imaginar que sería él quien me dijera: "Enséñame a atarme los cordones", y que no dejara de intentarlo hasta que lo consiguió.

Con el mayor fue diferente.
En mi intención por "prepararlo", y como al crecer tan rápido pronto tendría que dejar de utilizar zapatillas con velcro, me pareció divertida la idea de la foto para enseñarle a atarse los cordones.
La primera vez fue un desastre, además de su tendencia a negarse a todo lo que sea aprender, no estaba preparado, simplemente. Así que lo dejamos correr.
La segunda vez fue la definitiva: ya estaba preparado, y resignado ante la idea de que tenía que aprender a atarse los cordones. Y no le costó mucho, la verdad. Más le costó dejar de quejarse por el engorro que le suponía todos los días ese trabajo extra.
Así que guardé para el segundo lo que en su día me fue de utilidad con el primero. Pero no me ha hecho falta.



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