He perdido la cuenta de las veces que he intentado escribir esta entrada y cuanto más tiempo pasa más me cuesta.
Cada vez que reviso lo que tengo escrito siento que las palabras no van a ser suficientes para explicar lo emocionante que fue para mí lo que os quiero contar. Sin embargo cuando hago memoria la emoción que siento es la misma que aquel día y los recuerdos tienen el color de esos sueños que no te puedes creer se hayan cumplido.
No son las fotos, los vídeos o los detalles comprados, es haber vivido ese momento lo que hace que seamos de una forma u otra, lo que añade instantes de felicidad a nuestra existencia y consigue pintar de otro tono nuestros días. Es nuestro esfuerzo por perseguir una ilusión lo que nos hace sentirnos orgullosos de nosotros mismos. Conseguirlo es la guinda del pastel.
Cuando en febrero del año pasado fui al concierto de la banda surcoreana The Rose no me lo podía creer y aun así sentí que todo es posible.
Yo, poco acostumbrada a vivir experiencias de ese calibre, me di por satisfecha sin darme cuenta y creo que inconscientemente pensé que había llegado a mi tope en lo que a este tipo de vivencias se refiere.
Está muy bien eso de decir en voz alta «¿te imaginas que alguna vez tal o cual grupo viniera a España y pudiera ir?». Pero otra cosa es cuando finalmente vienen y puedes ir. Cuando de verdad vas y lo disfrutas como nunca hubieras soñado.
¿Por qué detenerse ahí entonces? ¿Por qué no pedir en voz más alta todavía que venga mi banda de rock japonesa favorita? Porque me doy cuenta de que nunca he soñado a lo grande y que hasta ahora no había tenido la mentalidad de que el sueño soñado está a medio camino del sueño vivido. Que si al final no lo consigo no pasa nada, pero ya habré disfrutado imaginándolo.
No pasa siempre, estoy segura, y puede que no se vuelva a repetir, soy consciente, pero en este caso se ha cumplido y he disfrutado dos veces: soñando y viviendo el sueño.
El 3 de julio de 2023 me fui yo sola a Barcelona para ver a One Ok Rock en concierto después de haber revendido una entrada a una desconocida. Tendría que haber ido con Maki pero aunque no pudo ser así el destino puso en mi vida a Anaís, una artista y persona maravillosa que estoy segura no habría conocido de otra forma. En ese viaje, esa noche y esos dos días que pasé en Barcelona no hubo nada que hubiera hecho antes sola. Todo fue nuevo y emocionante, perfecto y maravilloso. Cuando me aparece en You Tube algún vídeo del concierto no puedo evitar sonreír y buscarme entre el público.
Hay un montón de detalles que os contaría si hubiera escrito esto antes. Iba a decir si lo hubiera escrito en su momento, pero no es cierto, su momento es este. Y ahora lo que quiero y necesito compartir con vosotros es justo esto.
Dos han sido las reacciones que he encontrado en mi entorno al compartir mi experiencia: la de asombro y alegría en unos y la de sorpresa y un recordatorio de todo lo que podría haber salido mal en otros.
La primera, como os podéis imaginar, estupenda. Gente con muchas preguntas dispuesta a escuchar mi historia y a disfrutar de mi alegría. La segunda no tanto, aunque puedo llegar a entenderla. Eso sí, no da para contar demasiado porque se te van las ganas al escuchar el monólogo de lo que le preocupa a esa persona por todas las cosas malas que te podrían haber pasado. Cosas que no se han dado porque estás ahí con una sonrisa en la cara reviviendo un momento que deseas repetir.
Para este viaje le pedí ayuda a Laura, que se ofreció cuando os conté lo del concierto de The Rose, pero también contacté con Sergio para decirle que iba a estar otra vez en su ciudad. A él no pude conocerlo en persona porque esos días iba a estar fuera pero a Laura sí. Si echo la vista atrás podría decir que no me reconozco pero que me encanta la persona en la que me estoy convirtiendo y, sobre todo, que aprecio y valoro a esa Otra Yo gracias a cuyo esfuerzo estoy aquí.
Cuando conocí a Chema en mi viaje a Madrid sentí que me encontraba con un amigo al que hacía tiempo que no veía. Era extraña la sensación de tener frente a ti a alguien sobre el que sabes tanto pero al que nunca has visto en persona.
A Laura le dije que sentía como si la hubiera conocido de dentro hacia fuera. Imaginaba que mientras los demás nos veían como dos amigas tomando algo la realidad era mucho más emocionante; como una primera cita con alguien de cuyo interior estás enamorada y solo te falta ponerle rostro.
Sin darme cuenta estoy coleccionando vivencias cuyo efecto en mí se puede apreciar incluso a nivel físico.
Acabo de darme cuenta de todo lo que he escrito y todavía no os he hablado de lo que realmente me trae por aquí, que es el concierto, y la mejor forma de explicarlo es utilizar una expresión que no suele estar en mi vocabulario: fue una puta pasada.
La compañía de Anaís, la habitación que compartimos con 24 personas más, la gente que conocimos en la cola del concierto, lo cerca que estábamos del escenario, que la banda sonara tan bien como en los vídeos que he visto cientos de veces, las horas que pasé sola desde que despedí a Anaís en la estación de autobuses por la mañana hasta que me encontré con Laura por la tarde, pasear sola por Barcelona, visitar librerías y una biblioteca, comer sola, el tiempo y la charla que compartí con Laura...
Mi intención es seguir recopilando experiencias que me hagan feliz no solo cuando las viva sino también cuando las reviva. Si estáis por aquí compartiré mi alegría con cualquiera a quien le apetezca ser feliz conmigo.