jueves, 27 de agosto de 2020

El volumen de la ausencia




«La ausencia es un vacío que llena y ocupa espacio».
En esta reflexión Ilona me dejó el comentario de que había un libro que hablaba de eso precisamente, de la ausencia. Dicho libro se titula El volumen de la ausencia y lo escribió Mercedes Salisachs.
Sentí curiosidad por cómo se trataría el tema y busqué el libro en la biblioteca, que para mi sorpresa lo tenía, aunque hacía tanto tiempo que no lo pedía nadie prestado que estaba en archivo, a la espera de pasar definitivamente al olvido.

Quizás fuera predispuesta por cómo había llegado a él, pero he de decir que desde el principio de la lectura se percibe esa ausencia, esa falta de algo que no está pero que ocupa espacios y pensamientos.

Desde el momento en el que le notifican que le quedan cuatro meses de vida y durante cuatro horas y media, Ida nos habla de su vida, sobre todo de los últimos 12 años.
Un matrimonio infeliz, una familia que no se comunica y que descubre poco a poco que en realidad no se conocen, secretos a voces que ella es la única que no oye, un amor pospuesto durante años... Para mí ha sido una historia tremendamente triste pero muy bien escrita. Recomiendo su lectura.


Quiero compartir los fragmentos que más me han gustado.
«El único ser que en aquellos momentos contaba era Rodolfo. Rodolfo y su tristeza. Rodolfo y su secreto. «Te quiero hijo mío. Pase lo que pase te seguiré queriendo». Súbitamente me echó los brazos al cuello y rompió a sollozar. Apreté su cabeza contra mi pecho, para que siguiera llorando, para que supiera que yo estaba allí dispuesta a sufrir con él».

«No deja de ser curioso el empeño humano de asentar ideologías a fuerza de modificar los letreros callejeros».
Este libro fue escrito en 1982 y después de tantos años seguimos igual. En fin...

«Las comprendo ahora, Juan: después de esos doce años vacíos de tu presencia, pero tremendamente llenos de tu ausencia. ¿Sabías tú que también las ausencias pueden tener volumen? La tuya lo tuvo. Fue un volumen lleno de ti, de tus palabras dichas al desgaire, y de las que ni siquiera me habías dicho pero que yo adivinaba; de coloquios interminables entre tu yo lejano y mi propia soledad, siempre presente. Un volumen cada vez más hinchado de ti; de evocaciones que mientras eran aún hechos cotidianos apenas tenían dimensiones sin grosor, pero que a medida que los años transcurrían, iban creciendo y creciendo: miradas, gestos, ademanes, actitudes... »

«Una vez más, mi madre se replegaba en aquellos segundos planos que lograban hacer de ella la persona insignificante más importante del mundo».

«También la ausencia de mi madre y Jacobo fueron adquiriendo volumen: el de los sonidos que no se escuchaban, el de las preguntas sin respuesta, el de los proyectos que jamás podrían realizarse».

«La ausencia es mucho más que un espacio vacío y un tiempo sin horas».



Cuando pido un libro prestado en la biblioteca me gusta mirar la ficha de préstamos porque me da la sensación de que nos cuenta cosas del libro que no están escritas en ningún otro sitio y me gusta imaginar qué otras personas lo han leído, por qué y el impacto que habrá tenido sobre ellas su lectura.




martes, 25 de agosto de 2020

Palabras que alivian


Cuando estoy muy agobiada decirlo en voz alta me ayuda a sentirme mejor.
Aunque la palabra «agobio» es la que más se ajusta a la situación que me angustia, siempre me parece exagerada cuando la escucho fuera de mi cabeza.
Me parece excesiva por lo que significa y me hace pensar si realmente es así como me siento.
Algunas veces no es para tanto y me alivia darme cuenta. Otras veces es para tanto y más, pero decirlo también me alivia.

Mi Otra Yo

domingo, 23 de agosto de 2020

Dolor o ilusión

Prefiero el dolor de la verdad
a la ilusión del engaño.

Mi Otra Yo

viernes, 21 de agosto de 2020

Jugando con piedras





Recuerdo perfectamente lo que hicimos después de que tomaras esta foto.

Te habías quedado dormido boca abajo mientras tomabas el sol y la falta de su calor fue lo que hizo que despertaras. Haciendo la foto te diste cuenta de que yo no estaba en el agua pero antes de que pudieras buscarme me tumbé mojada de mar sobre tu espalda, que todavía conservaba el calor del sol. Resultado: tú me sentiste helada, yo te sentí ardiendo.
No pensé en el efecto secundario que siempre causa mi cuerpo sobre el tuyo y cuando te diste cuenta ya no te podías dar la vuelta sin que fuera evidente que el bañador se te quedaba pequeño por momentos.
Para hacer tiempo y que todo volviera a su tamaño me dediqué a jugar con las piedras: dibujé con ellas un camino que nacía en la parte baja de tu espalda y seguía por la columna vertebral hasta llegar a la bifurcación que me conducía a tus hombros. Esos hombros que tanto me gusta morder.
«Muérdeme», susurraste con la cabeza apoyada en tus brazos y los ojos cerrados.
Ya he perdido la cuenta de las veces que nos hemos leído el pensamiento, que nos hemos anticipado a los anhelos del otro, por eso no me sorprendió que me lo pidieras.


Mi Otra Yo



miércoles, 19 de agosto de 2020

Inconstante

No soy inconstante,
soy intermitente.

Mi Otra Yo

lunes, 17 de agosto de 2020

Desconfiar


Tanto desconfió que al final acertó.Tanto quiso no creer que al final todo lo que hacía iba destinado a que se cumpliera lo que más temía.

Cuando vives con miedo estás a la defensiva y sospechas de todo, por lo que tus (re)acciones son una respuesta a lo que temes, no a lo que de verdad está pasando. Así es como atraes aquello de lo que quieres escapar, haciéndolo presente con tu miedo.

De este modo es como se cumple aquello que temes y de lo que crees que te estás protegiendo, sin saber que tú eres quien lo causa.

«Pero ¿y las veces que he tenido razón?», me podrás decir.
«¿Te compensa?», te pregunto yo.


Mi Otra Yo



sábado, 15 de agosto de 2020

Me acordé de ti

En la misma semana tres personas con las que hacía mucho que no tenía trato me han dicho que se habían acordado de mí.
A dos de ellas las conozco personalmente y durante el curso escolar compartimos mucho tiempo porque tenemos un proyecto en común, pero entre lo del virus y el verano llevamos más de 3 meses sin vernos. La tercera la conocí por Internet hace muchos años; nos une nuestro amor por los libros y una bonita amistad que renovamos con un cruce de mensajes de vez en cuando. Esta vez ha sido ella la que ha contactado primero.
A cada una ha sido un motivo distinto el que les ha hecho acordarse de mí. Lo que me lleva a pensar en la cantidad de gente diferente con la que nos relacionamos durante nuestra vida y que o pasan de largo o dejan huella.
Cuando alguien a quien no tienes en mente te dice que se ha acordado de ti, gusta y sorprende porque hace que te preguntes lo que significas para esa persona que te tiene tan presente. Cuando la persona que te piensa es alguien a quien también tienes en tu pensamiento pues es que como poco, en algún plano de tu vida, camináis juntos.

jueves, 13 de agosto de 2020

Palabras

De palabras te visto y con palabras te desnudo.
No necesito las manos para quitarte la ropa, ni para ponértela. No vayas a pensar que te quiero siempre desnudo, pero reconozco que el único motivo por el que te quiero vestido es para poder desvestirte.
Desvestir... cuanto más despacio pronuncio la palabra más me excita el aire que escapa de mi boca con cada letra ese y más fácil es imaginar que la ropa que se desliza por tu cuerpo hace el mismo sonido. Lo has adivinado, la erre se transforma en un gruñido de ganas cuando la prenda llega al suelo.
Verte sin ropa confirma que no estaban  pensando en ti cuando dijeron por primera vez aquello de «aquí no hay de dónde agarrarse».
No te rías, que eso también me gusta.


Mi Otra Yo

martes, 11 de agosto de 2020

Motoristas con prisa

Creo que las motos llevan de serie las prisas, porque sino yo no lo entiendo.
No entiendo por qué cuando hay un atasco no se pueden quedar quietecitas, en el sitio que les toca, sin hacer zigzags peligrosos que pueden llevarse un retrovisor o un brazo. No entiendo qué necesidad hay de subirse incluso por la acera. 
Y si alguien piensa decirme que todos los motoristas no hacen lo mismo no hace falta que lo diga porque no me lo creo. 
¡Ojo! Que puede ser que todos los motoristas cagaprisas vivan en mi ciudad y en las dos vecinas, que es entre las que me desplazo últimamente. Que puede ser que haya uno, o dos, que en cuanto le toca reducir la velocidad no esté mirando cómo adelantar al coche que lleva delante. Puede, pero todavía no he coincidido con ninguno.
Por eso para mí, a día de hoy, todos los motoristas son iguales y la única diferencia entre el motorista cagaprisas y el motorista un poco menos cagaprisas son las dimensiones de su moto. 

domingo, 9 de agosto de 2020

Toma virtual

Me imagino quedando a tomar algo con las personas a las que sigo en sus blogs. También con aquellas a las que aunque no siga sí me son familiares porque coincidimos en los comentarios de esos espacios.
Algunos serán fáciles de reconocer porque utilizan una foto suya en su perfil de blogger o porque en algún momento han compartido una imagen gracias a la cual hemos podido ponerle rostro. Con el resto intentaremos adivinar, a ver si hay suerte. Y para eso hay que charlar con todos, aunque sea unos minutos.
Siempre habrán corrillos, pero no de exclusión, más bien de afinidad. Aunque iremos saltando de un grupo a otro para ponernos al día.

Porque esto de leernos, comentarnos y dedicarnos tiempo no deja de ser una relación o (de) amistad, como se quiera llamar. Y elijo quedarme con lo bueno, con esas personas por las que me apetece pasar tiempo delante de la pantalla del ordenador. Por esas personas con las que he podido crear un vínculo de cercanía o simpatía, aunque en realidad estemos muy lejos.
Me gusta la sensación de familiaridad y anticipación que siento cuando coincido con según quien. Me alegra recordar con quien me he encontrado en otros blogs aunque no nos comentemos. Me gusta poder adivinar el grado de confianza de algunos por sus comentarios.
Y sobre todo me gusta imaginar.

viernes, 7 de agosto de 2020

Selectiva con las quejas

He descubierto que sin darme cuenta me he hecho selectiva con las quejas de mis hijos. Supongo que es cuestión de supervivencia, que el subconsciente, que a veces es más consciente que yo, ha decidido que no vale la pena enfadarse por todo, ni tomárselo todo como si fuera el fin del mundo.
Ante situaciones en las que antes hubiera respondido con gritos y aspavientos ahora me sorprendo reaccionando con un original sentido del humor que los deja casi más desconcertados a ellos que a mí. 
Por eso he decidido incluir entre las cosas que no tienen explicación la de que mis hijos se peleen casi por cualquier cosa y sólo se pongan de acuerdo para llevarme a mí la contraria. No voy a darle más vueltas a ese misterio.
Mientras no haya humo ni sangre se puede aplicar el sentido del humor casi a todo lo que pueda pasar en casa. Os lo prometo por esa risilla sin sentido que me sale cuando los chiquillos la arman y que cada vez les preocupa más a ellos que a mí.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Tengo mis motivos

Sabes cuales son los motivos por los que hago lo que hago, pero los malinterpretas.
Donde yo veo miedo a perderle tú ves temor a su reacción.
Donde  yo veo necesidad de él tú ves dependencia.
Donde yo veo una muestra de amor por mí en la intensidad de sus actos tú ves violencia.
Él es el único que me quiere y me entiende: me lo demuestra cuando me pide perdón después de hacer algo que no me gusta y me suplica que nunca lo abandone. Me quiere tanto que necesita saber dónde, cuándo y con quien voy. 
Nos conocemos tan bien que sobran las palabras: una mirada suya me basta para saber qué tengo que hacer  o decir.
Yo, que antes de conocerlo no levantaba la vista del suelo y no tenía amigos, agradezco que se fijara en mí. No entiendo por qué dices que precisamente por eso me eligió, porque podía dominarme.

Tus consejos son intentos de separarnos disfrazados de buenas palabras y comprensión.
Si supieras lo que es el amor, si de verdad entendieras lo que siento, no me dirías que lo deje, que no es bueno para mí y que estoy desperdiciando mi vida.
¿No te das cuenta de que cuanto más te esfuerzas en alejarme de él yo con más fuerza me aferro?


Mi Otra Yo


Para mí y para todas mis otras yo esto que acabo de escribir no está bien; sentir así no es bueno.
Desde siempre he tendido a querer comprender por qué la gente hace lo que hace, aunque no lo comparta. Y con querer comprender no quiere decir que al final lo consiga, pero sí me gusta conocer los argumentos de los demás.
En esta ocasión lo que me ha llevado a intentar entender a alguien es algo que pasó hace unas semanas.
Una tarde, mientras veía tranquilamente la televisión, oí unos gritos que procedían de la calle. Al principio no presté mucha atención porque los gritos venían de una calle peatonal en la que hay mucho eco y se escucha casi todo, y más ahora en verano con las ventanas abiertas: hermanos discutiendo, música alta, coches y motos, madres llamando a sus hijos... Para cuando quise darme cuenta de que no eran gritos «normales» ya llevaban por lo menos cinco minutos con la discusión.
Entre lo primero que vi y lo que tardé en llamar a la policía no pasó ni un minuto. Y entre que llamé y llegó la patrulla ni diez. A los quince minutos de haber llamado estaba abajo en la calle explicándole al guardia civil lo que había visto y oído porque lo que la niña relataba no se correspondía con lo que yo había dicho y necesitaban que se lo volviera a explicar.
Y no se correspondía porque lo tergiversó de tal manera que era como si allí no hubiera pasado nada, como si hace unos minutos ella no hubiera estado arrinconada contra la pared con un energúmeno gritándole a un centímetro de la cara. Como si no la hubiera cogido de la mandíbula para obligarla a mirarlo mientras le reprochaba algo. Como si no la hubiera agarrado por detrás para llevarla en volandas a un portal.
Así que como ella no confirmó mi versión lo único que podía hacer la guardia civil era dar aviso a sus padres, porque eran menores.
Cuando el agente me dijo eso se me llenaron los ojos de lágrimas y sentí mucha rabia e impotencia, pero también pena. 

Mi rabia y mi pena llevan todo este tiempo discutiendo sobre los argumentos que esta chiquilla me pudiera dar.
Mi rabia está enfadada y no comprende. No entiende cómo la chica no aprovechó la oportunidad para denunciarlo. No concibe que deje que la traten así.
Mi pena está triste y tampoco comprende. Piensa que quizás era la primera vez que la chica se encontraba en esa situación y se vio sobrepasada. Espera que después de asimilar lo que pasó se de cuenta de que no tiene que volver a pasar.
Mi rabia se arrepiente de no haber cogido lo primero que pillara para bajar a la calle y abrirle la cabeza al chico. Y se enrabia más porque sabe que si hubiera hecho eso la más perjudicada hubiera sido yo.
Mi pena se pregunta qué pasó para que llegaran a ese punto: si es que él no entiende que eso no se hace y ella no sabe que nadie puede hacerle eso.
Mi rabia duda que fuera la primera vez que él hacía algo así, pero está segura de que no será la última.
Mi pena quiere creer que fue la primera y la última vez que él hace algo así.

Y aquí sigo, con mi rabia y con mi pena, que en lo único que coinciden es en que para ciertas conductas, no hay motivos que valgan.





lunes, 3 de agosto de 2020

A manos llenas

Se la come a manos llenas.
Se la come por fuera y también por dentro.
Se la come con los ojos, las manos y la boca.
Se la come a manos llenas y nunca se sacia porque de ella nunca tiene suficiente.
Lo que más le gusta es llenarse las manos con la carne de sus pechos y de sus caderas, después de haber paseado por sus muslos y sus brazos. Beberla y lamerla.

Mi Otra Yo