No me gusta la gente, de verdad, pero en los últimos tiempos no hago más que encontrar a personas que me hacen dudar de esto. No me gusta la gente, pero sí algunas personas. A otras las soporto.
¿Odio a alguien? Por supuesto. Después de buscar en el diccionario el significado de la palabra, lo corroboro. Me niego a abandonar esta coraza que tanto me ha costado construir. ¿Dónde queda entonces todo el esfuerzo que he invertido en seguir adelante? Siento que he pasado de ser el Grinch a Papá Noel. Unas veces pienso que, de ser así, he perdido el tiempo. Otras, asumo que he evolucionado, como los Pokémon. Pero es que hay cosas que antes consideraba de iluminados y que ahora me creo.
La gente no cambia. Yo, he cambiado. Me siento tan segura como desconcertada ante estas dos afirmaciones.
Quien viva en una capital está acostumbrado a invertir una cantidad considerable de tiempo para desplazarse, pero yo no. El núcleo
urbano de la ciudad donde vivo lo puedes cruzar en media hora andando,
quizás un poco más, por eso significa tanto para mí que Chema y Dorotea (y Laura en
su día) dedicaran la mañana del sábado a pasar un rato conmigo.
Hace casi cuatro años os hablé aquí de cómo imaginaba que sería quedar con algunas de las personas que he conocido gracias al blog. ¿Lo estaría manifestando sin saberlo?
Lo más importante de los casi tres días que pasé en Madrid a principios de abril es que estuve sola; ir de concierto, que hiciera buen tiempo, pasear, no perderme, visitar lugares preciosos e interesantes, volver a encontrarme con Chema y conocer a Dorotea... Todo suma, por supuesto, pero disfrutar de mi compañía, ir a mi ritmo y estar pendiente única y exclusivamente de mí, me ha sentado tan bien que ahora tengo la necesidad de repetir.
La única pega que le puedo poner al ratito que compartí con Chema y Dorotea es que me supo a poco. El resto: perfecto. Me lo pusieron todo tan fácil que todavía no encuentro palabras para agradecerlo. Creo que hacíamos un trío muy bien avenido y el ambiente fue agradable y distendido.
Nos recuerdo desde fuera y todavía me emociono. Me veo como una chiquilla nerviosa que todavía no se cree lo que está viviendo. Habladora como solo soy con alguien a quien conozco desde hace tiempo, y es que en realidad así era.
¿Tenéis un recuerdo vuestro en el que os guste lo que veis? A mí me gusta el que guardo de aquel día.
¿Por qué la foto de un bombón? Os preguntaréis (o no). Porque además de ser el mejor que he tomado en la vida, era tan dulce como todo lo que viví.