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Empecé a evitarte porque eso me resulta más fácil que no mirarte cuando te tengo delante. Y quien dice mirarte dice comerte con los ojos, para qué nos vamos a engañar. Además, me siento como una acosadora.
Ya no soy una cría, que no deje de soñar despierta a todas horas no quiere decir que no sepa distinguir fantasía de realidad. Y aunque la fantasía que alimento todas las noches tiene tu nombre, la realidad es que no hemos cruzado más palabras que saludos de cortesía entre vecinos.
Como casi siempre coincidimos en el ascensor ahora subo y bajo por las escaleras. Ya no te veo, pero por lo menos los escalones han conseguido con mi culo y mis piernas lo que no han hecho semanas de sentadillas. Aun así eso no me compensa no verte, no compartir contigo ese espacio mínimo e íntimo que nos brindaba el ascensor.
Me gustaba cuando había más gente porque eso quería decir que había menos espacio, la excusa perfecta para acercarme a ti, aunque nunca me atreví a hacerlo lo suficiente como para ni siquiera rozarte, pero sí para olerte: a limpio y recién duchado cuando nos encontrábamos por la mañana y a sudor y cansancio al final del día.
La sabiduría popular es sabia, de ahí el nombre, por eso viendo que evitar encontrarme contigo no era suficiente para no pensar en ti decidí poner en práctica el dicho que más me convenía en ese momento: lo mejor para olvidar es el alcohol.
Así que en la cena de empresa decidí dejar mis habituales cervezas con limón para pasarme al vino tinto y el chupito de despedida lo cambié por un gin lemon. Fue una mala decisión... o no.
Acostumbrada a las escaleras no pensé en coger el ascensor aunque ya era muy tarde y sabía que no me encontraría contigo. En lo que sí pensé es en el tiempo que hacía que no te veía y si volvería a recaer si por una vez cogía el ascensor a la misma hora que tú. Me extrañó no llegar demasiado cansada a mi piso, pero no le di importancia porque iba pensando en ti y porque el alcohol me hacía sentir como si estuviera en un barco; mareada y andando de lado a lado. No me sorprendió no acertar con la llave a la primera, ni a la segunda, ni a la... ¡espera! No, esta es la llave ¿porqué no puedo abrir la puerta? Y como si Alí Babá hubiera dicho «ábrete Sésamo», la puerta se abre y apareces tú.
Continuará...
Mi Otra Yo