jueves, 27 de enero de 2011

Miedo al dolor

No han faltado mujeres que me dijeran que el segundo parto se lleva mejor porque ya sabes a dónde vas; ya sabes lo que te espera; es más rápido porque como el primero hizo el camino el siguiente lo tiene más fácil para salir… y cosas por el estilo.
Y arriba he puesto mujeres, no madres, porque esto me lo han dicho muchas, tanto si han sido madres como sino, tanto si han tenido un hijo como varios. Así que supongo que esta es una de las muchas cosas que como las has oído siempre las tomas como ciertas, sin ni siquiera pararte a pensar antes de hacer cierta afirmación.
Yo todavía no se si mi segundo parto será más fácil y rápido (sea por los motivos que sea), pero os puedo asegurar que estos días previos estoy más nerviosa que en el primero, y que sigo teniendo los mismos miedos y preocupaciones que la primera vez, y eso que se supone que sé a dónde voy y lo que me espera.
Mi primer parto no fue traumático, ni de esos que cuentan que te mueres de dolor (la epidural tuvo mucho que ver). Pero aún así, cuando pienso en el momento, cuando pienso en el dolor, tengo miedo.
He leído artículos y visto vídeos en los que parir con placer, literalmente, es posible, incluso tener un orgasmo durante el parto. Claro que para que esto ocurriera el parto se ha dado en una situación muy concreta: un parto respetado, en casa, sin prisas, respetando los ritmos de la mujer y el bebé, dejando hacer a la madre pero sin dejar de atenderla en todo momento, permitiéndole seguir sus instintos y necesidades.
Es el concepto que tenemos del dolor lo que nos hace sufrir, tenerle miedo, no reaccionar bien en los momentos de sufrimiento.
Pero ahora, aquí sentada, nerviosa y ansiosa por ver la cara de Gonzalo, tenerlo en brazos y ofrecerle mi pecho, intentando darle otro sentido al dolor, no consigo alejar el miedo.
Y se, como cualquier madre, que en un parto el dolor merece la pena, que la recompensa supera con creces esas horas de contracciones, de dolores, de sufrimiento, pero…
Creo que hace falta mucho más que unos cuantos pensamientos para sentir de otra manera el dolor, para no tenerle miedo.Que hay que entrar muy adentro de una misma y borrar todo lo que tenemos grabado hasta ahora en nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestros recuerdos para sentirlo de otra manera.

domingo, 23 de enero de 2011

Esperando a Gonzalo. Pensando en Rodrigo.

Tengo muchas ganas de ver a Gonzalo, tenerlo entre mis brazos, darle el pecho y repetir todo lo que añoro de cuando Rodrigo nació.
Cuando intento imaginar cómo será todo en este segundo parto, segundo puerperio, segunda maternidad, no puedo evitar pensar en Rodrigo, en cómo ha sido todo con él.
Y casi cada pensamiento que empiezo con Gonzalo, lo termino con Rodrigo.
Cuando pienso en qué momento me pondré de parto, pienso en si sería mejor en fin de semana, para que Rodrigo pueda venir al hospital en cualquier momento, o entre semana, para que él vaya al colegio y note lo menos posible mi ausencia.
Cuando me imagino a Gonzalo dentro del cuco, moviéndolo de aquí para allá en casa, pienso en si Rodrigo no lo utilizará de coche y nos lo encontraremos haciendo carreras.
Cuando pienso en las veces que tendré que levantarme por la noche para darle el pecho, me preocupa que Rodrigo se pueda despertar y pase sueño.
Y así en casi cualquier cosa; pero supongo que es normal. Porque aunque por una parte estoy más tranquila porque cuento con la experiencia de un primer hijo, y dudas que tenía antes ya no las tengo, ahora me enfrento a la inexperiencia de ocuparme de dos niños, de no dejar de atender al mayor mientras me ocupo del pequeño.
Una amiga que tiene tres hijos (de 7, 4 y casi 3 años) me dijo que se arrepentía de “haber hecho mayor” al primero cuando llegó el segundo. Y esa debe de ser una de las cosas que se hacen sin darse cuenta, a las que te ayuda la gente con los comentarios típicos (¿todavía llevas chupete? Pues si tú eres el mayor; no llores, sólo lloran los bebés, tú ya eres grande; ¿aún no te vistes solo? Con lo grande que eres..., y como estos muchos mas) y que tú misma refuerzas cuando el mayor vuelve a reclamarte como cuando era bebé y tienes miedo de satisfacerlo por si haces mal, por si lo estás consintiendo.
Que lo hayamos convertido en el hermano mayor no quiere decir que como persona esté preparado para serlo. Que ahora tengamos en casa un bebé que necesite de cuidados y atenciones constantes no quiere decir que él deje de necesitarnos, o que tenga que aprender a lavarse los dientes y a vestirse solo de golpe, simplemente porque haya llegado el otro, por ejemplo.
Para mí Rodrigo todavía es pequeño, sólo tiene 3 años, hasta hace bien poco era un bebé. No me imagino privándole de atenciones y cariños por su edad, por su tamaño. Y ni me lo imagino, ni quiero hacerlo, así seguiré achuchándolo, besándolo y abrazándolo como he hecho desde que nació hasta ahora.

jueves, 20 de enero de 2011

¿Por qué siempre el peor de los casos?

Supongo que cuando alguien te da un consejo (lo pidas o no) lo hace con la mejor de las intenciones. O cuando te avisan, te advierten de lo que te va a pasar, según en la situación que te encuentres. Pero curiosamente la mayoría de todos esos consejos, advertencias, avisos,... son para prepararte para lo peor, para el peor de los casos. Todo tiene su parte positiva y negativa, y como lo malo llega aunque no lo llames, ¿por qué no ver lo bueno de las cosas?, ¿o no verlo todo tan malo?

Durante todo el embarazo hemos hablado del bebé a Rodrigo; le he ido explicando cosas nuevas a medida que me crecía la tripa y la situación iba cambiando. Leemos cuentos sobre el tema que le gustan mucho. Ha visto, me ha ayudado y ha jugado con el carrito, el cuco y demás cosas que hemos ido sacando de cuando él era bebé para tenerlas preparadas para su hermano... En mi opinión ha llevado estupendamente mi embarazo; nos trata a la barriga, al bebé y a mí con mucho cariño y cuidado. Habla a su hermanito, le dice "hola" y le explica las cosas de papá y mamá que no podrá coger para que no se rompan,... Es más cariñoso si cabe y no pierde la oportunidad de darme besos en la tripa, acariciármela y decirme que pronto tendremos al bebé en casa mientras sonríe y se frota las manos con gesto impaciente.
También le hablo de como nos cambiará la vida cuando Gonzalo esté en casa: que como no sabrá hablar llorará para todo, que mamá le dará leche de la teta, que lo cogeremos cuando llore para saber que le pasa, y le daremos besos y cariñitos. Pero tampoco quiero insistir mucho en este aspecto porque de momento es él quién está aquí, no he de quitarle antes de tiempo el protagonismo que después tendrá que compartir. ¿Cuántas veces nos hemos preparado para una situación que nos angustiaba, nos hemos mentalizado de lo que nos esperaba, y aún así en el momento no hemos podido dominar nuestros sentimientos? Pues eso creo que le puede pasar también a él, que por mucho que le explique, no he de extrañarme si después su reacción no es totalmente de mi agrado.


Durante el embarazo no han faltado comentarios bienintencionados que me advertían de que por muy bien que se comporte ahora, por pocos celos que demuestre, todo eso cambiará en cuanto de a luz. Sé que puede cambiar su comportamiento, mostrar celos, estar más agresivo y demandante, más llorón, y muchas otras cosas que en un principio pueden parecer negativas. Pero son al fin y al cabo reacciones normales ante la nueva situación. Pocos te animan sobre la nueva situación, o te dicen que aunque tengas el doble de trabajo todo es cuestión de organizarse, o simplemente que es el doble de todo, también de lo bueno, no sólo de lo malo. Parece que se sienten en la obligación de prepararte para lo que se te viene encima, como si quisieran abrirte los ojos por si no sabes donde te has metido. Y no es cuestión de mentir, simplemente de no ver sólo lo malo. O igual es que yo soy demasiado optimista. Pero bueno, en todo caso no me quedé embarazada sin querer, nos lo pensamos y lo hablamos antes, no es que me vaya a encontrar con algo que no esperara.
Verlo todo negro, o gris oscuro, es una actitud ante la vida, y yo hace tiempo que opté por disfrutar del resto de colores.

lunes, 17 de enero de 2011

Gonzalo

Nos ha costado pero ya nos hemos decidido; el hermanito de Rodrigo se llamará Gonzalo.
Me gusta, me encanta el nombre, y me pasa como con Rodrigo, que cuanto más lo pronuncio mejor me suena.
Y como Rodrigo no sabe decir Gonzalo le llama "Lalo", así que tendremos en casa un "Yiyo" y un "Lalo".

Disfrutando de mi estado

Me queda poco ya; el 29 de Enero es mi FPP. Así que aquí estoy, disfrutando de esta enorme tripa.

Me gusta estar embarazada, me siento bien. Se me apacigua el carácter y me encuentro con más energía. Además, me encanta verme con tripa de embarazada, y me hago gracia a mí misma cuando me veo desde fuera, con mis andares inestables de mamá pata.
Me río cuando abro la puerta del armario y choco con mi tripa, o cuando me quedo atascada al intentar pasar por algún sitio más estrecho de lo que parecía para lo que yo ocupo ahora o, simplemente, cuando llega mi barriga antes que yo...

El único momento en el que quiero dejar de tener esta enorme panza es cuando cojo a Rodrigo y me doy cuenta de que él ya pesa demasiado, y yo aguanto muy poco.
Como he tenido un embarazo tan bueno no he tenido que privarme prácticamente de nada a la hora de jugar con él, de cogerle o llevarle cuando me lo ha pedido, pero claro, ahora es más querer que poder, porque sino se puede, no se puede. Pero bueno, el lo entiende y es super comprensivo con mi estado, y si le digo que no puedo hacer algo no insiste, incluso es el quién muchas veces va con cuidado por el bebé.
De todas formas ya me queda poquito para recuperar mis dimensiones normales, llevar pantalones sin una cintura elástica de 20 cm, y poder correr y jugar como antes con mi chico.

jueves, 6 de enero de 2011

Al final... siempre coches

Desde bien pequeño Rodrigo ha mostrado un claro interés por una clase de juguetes: coches, o en su defecto, casi cualquier cosa que lleve ruedas.
Recuerdo cuando bien chiquitín nos juntábamos con otras madres y sus hij@s, y mientras que el resto no sabía ni como hacer rodar los coches, Rodrigo sabía perfectamente para que servían esas cosas redondas tan curiosas que tanto le han fascinado desde siempre, las ruedas.
A mi marido también le encantan los coches, y tiene una colección de esos que se miran pero no se tocan, que de vez en cuando es asaltada por Rodrigo, que mira con las manos. A mí tampoco me desagrada nada el tema, así que se puede decir que el niño lo lleva en la sangre.

Mi gran afición son los libros, la lectura. Y aunque desde siempre he intentado inculcársela a mi hijo también, me he dado cuenta de que de momento me tienen ganada la batalla los coches.
Siempre me ha visto leer, está acostumbrado a ver libros por casa y el tiene estanterías habilitadas para los suyos. Y aunque mis libros están mucho más accesibles que los coches de su padre, nunca lo he pillado cogiendo uno con la cara de pillo y satisfacción que pone cuando consigue hacerse con uno de los coches prohibidos (¿tendrá algo que ver eso, que sean prohibidos?)
Uno de mis lugares favoritos para perderme en el tiempo son esas librerías que tienen de todo, libros, libretas, colores, material de escritorio, pinturas,... , y tengo que contenerme para no comprarle algo a Rodrigo cada vez que voy a una.
Al principio me decía a mí misma que "ya le interesarán estas cosas, lo compro ahora y después ya lo tendrá". He intentado que tenga en casa las cosas necesarias para hacer lo mismo que en el colegio: pintura para pintar con las manos, los lápices de colores triangulares que dicen son mejor para aprender a cogerlos, acuarelas, tijeras y cartulinas de colores, plastilina,... Y cada vez parece que sale un poquito más de él pasar algún rato haciendo alguna de estas actividades, pero al final casi siempre me encuentro que me quedo yo toda encantada pintando y el ¿qué hace?, pues lo de siempre, jugando con coches.

Me he dado cuenta que tiene un carácter, unos gustos y unas preferencias muy concretas desde muy pequeño, ¿que no son las mismas que las mías? No me importa. Y me encanta ir por la calle y ver como con sólo tres años se sabe casi todas las marcas de los coches, la memoria que tiene para eso, cómo con una vez que se lo expliqué sabe distinguir perfectamente entre llanta y tapacubo.
Yo seguiré ahí, ofreciéndole el mundo de los libros y las letras, proponiéndole pasar ratos pintando, recortando o jugando con pegatinas, sin agobiar, sin imponer, pero haciéndoselo posible y estando disponible cada vez que a él le apetezca.

Y ¿a qué venía todo esto?... A que después de la variedad de regalos que ha tenido este año (parchís, una cocinita con sus accesorios correspondientes, juegos varios de mesa más didácticos, entre otros) al final siempre termina con un coche en la mano, haciéndolo rodar por alguna de las pistas que le regalaron cuando cumplió el año o paseándolo por el sofá imaginándo que son montañas, para terminar metiéndolo en un garaje que antes era la caja uno de esos juegos didácticos, con números y letras que a mí me gustan tanto.

lunes, 3 de enero de 2011

Encontrándole la gracia

Por lo general los bebés son graciosos, monos, entrañables... Por muy poco o nada que te gusten los críos un bebé siempre se mira con una pizca de ternura, como poco.
Pero llega una edad en la que conforme crecen "pierden la gracia", y te preguntas que ve la gente, que ven los padres en sus hijos de 3, 4, 5 o más años.
Pues ahora sé que lo ves todo, que tu hijo es y será siempre tu hijo, y que cada edad y cada etapa tiene su gracia, su miga, su chispa.
Rodrigo ha cumplido 3 años, y aunque ya no es un bebé, ya no tiene esa gracia de la que hablo más arriba, tiene otras muchas.
Cada etapa tiene su encanto, supongo, y no se cuál será el que tenga Rodrigo a los 15 años, pero de momento voy a disfrutar del momento que estamos viviendo.

¡A los tres años cambian!

Tengo una amiga, que su hijo tiene ocho meses más que Rodrigo, que ya me avisó de que cuando cumplen tres años los niños cambian, se hacen más movidos.
Yo pensé dos cosas. Primero, que comparado con Rodrigo su hijo (para mí) es muyyy tranquilo, y claro, con que se hubiera "espabilado" un poco a ella le podía parecer que se había convertido en un niño movido. Y segundo, ¿podía ser más movido todavía Rodrigo?
Pues no sé si es porque ha cumplido tres años, y si la palabra es movido, pero en estos días hemos notado un claro cambio en su comportamiento. Aunque yo soy más partidaria de pensar que han sido un cúmulo de circunstancias las que han propiciado este cambio y no una fecha en concreto.
Se le han juntado las actividades propias de estas fechas en el colegio, estar en casa enfermo con anginas, la celebración de su cumpleaños en casa y en el colegio, las vacaciones, pasar unos días en Zaragoza con visita a urgencias incluida, y volver a casa para seguir de vacaciones y en un ambiente totalmente festivo. Son motivos más que suficientes para estar algo alterado ¿no? Y eso sin contar con que me queda menos de un mes para dar a luz y mi barriga, más que evidente, me impide cogerlo todo lo que quisiera y jugar a ciertas cosas.
¿Le justifico, le defiendo? Pues sí; aunque a veces me pregunto si no estoy perdiendo la perspectiva, si con tanto ponerme en su lugar lo único que hago es pasarme al bando de las madres que piensan que su hijo no hace nada mal.
No, ahora en serio. ¿Tantos cambios en tan poco tiempo no son motivos suficientes para estar... llamadlo como queráis?
El problema no lo tienen los niños, lo tenemos los padres que somos los que no sabemos como reaccionar ante sus demandas, como entender lo que nos piden, lo que necesitan. Les pedimos que ..., ¡bueno, que estoy diciendo! ¡No les pedimos nada! Nos los llevamos de aquí para allá, los incluimos en celebraciones de las que no saben nada, vamos arriba y abajo visitando a familiares y amigos que ellos apenas conocen, les cambiamos los horarios y la rutina... ¿Y qué esperamos entonces?
Aquí, los pobrecitos, los mátires, no somos los padres, sino los niños, que no tienen sufiente con subirse al tren de los adultos que aún encima tienen que ponernos las cosas fáciles.

domingo, 2 de enero de 2011

¿Comprensiva o permisiva?

He buscado la definición de las dos palabras.
Comprensivo,va: Que tiene facultad de comprender o entender una cosa.
Permisivo,va: Excesivamente tolerante, que concede con facilidad.
Lo que me ha llevado a buscar otras dos, y aquí uno de los significados de cada una.
Comprender: Encontrar justificados o razonables los actos o sentimientos de otro.
Tolerancia: Respeto hacia las opiniones o prácticas de los demás.

Yo quiero ser comprensiva, pero a veces me encuentro en la duda de si no estaré siendo demasiado permisiva. ¿Y qué es lo que me plantea esa duda? Pues ahora mismo pienso que no es el comportamiento de Rodrigo, ni los resultados que veo en mi forma de tratarlo, sino los desacuerdos a la hora de hacer con mi marido y, sobre todo, que creo que no estoy haciendo NADA como pensaba que iba a hacerlo.
Me gusta lo que hago y como lo hago, lo que leo y aprendo. Me parece mucho más sensato y respetuoso para con el niño que lo que pensaba antes de ser madre. Pero es todo tan diferente a lo que pensaba...
¿Y qué pensaba? Pues muy poco, o más bien nada, de lo que pienso ahora.
Me sorprendo de lo mucho que hago ahora, de cuánto tengo en cuenta al niño como persona, de las explicaciones que le doy, de mi interés por ponerme en su lugar en las situaciones que pueden resultarle molestas o complicadas, de lo que "aguanto" de él, ... y sobre todo me sorprendo de mi paciencia.
Y no tengo más paciencia que nadie, ni lo aguanto todo, ni mantengo la compostura en todas las situaciones, pero tengo tantísima más de la que esperaba que no puedo más que asombrarme.
Y no es que me preocupe, pero a veces me pregunto que pensará la gente ante tanta paciencia, la gente que piensa como yo pensaba antes. Porque viendo lo que hago (o que no hago como los demás) muchos pueden llegar a pensar que mi hijo me domina, que lo tengo demasiado en cuenta, que le dejo hacer lo que quiere, que le doy derechos de adulto, que para qué tantas explicaciones...

Siempre me ha gustado leer, y tengo preferencia por una librería en la que si no tienen lo que me interesa, me lo piden sin problema. Desde que nació Rodrigo, y por los temas que me interesan ahora, son muchos los libros que han tenido que pedirme porque en una librería pequeña no se pueden permitir tener muchos títulos que no sean comerciales. El caso es que he hecho cierta amistad con el dueño, o más que amistad, nos tenemos cierta confianza, y supongo que fué por eso por lo que un día se atrevió a decirme que "para que leer tanto (sobre crianza y educación, que es sobre lo que más leo), si al final todos salen iguales".
No me ofendió, y sin embargo me hizo mucha gracia. "Es evidente que todos no salimos iguales, no somos iguales. Y yo estoy convencida que la forma en la que nos crían tiene mucho que ver en cómo somos de mayores, porque sino, todos seríamos iguales".
Yo sigo comprando libros allí, y el señor no ha vuelto a hacer ningún comentario al respecto. Creo que con los años hemos llegado a conocernos lo suficiente como para saber que sobre este tema pensamos diferente, y eso que creo que lo que comento más arriba es la única conversación que hemos tenido sobre el tema.

Algo que me hace pensar estos días en mi forma de hacer es que Rodrigo está especialmente movido, rebelde, agresivo, poco tratable,... Y cuando está así es más fácil que su padre y yo tengamos opiniones diferentes en como tratarlo, como afrontar la situación.
Pero bueno, ya se sabe, cuando las cosas van bien, cuando no hay problemas, todo se ve de mejor manera.