jueves, 6 de enero de 2011

Al final... siempre coches

Desde bien pequeño Rodrigo ha mostrado un claro interés por una clase de juguetes: coches, o en su defecto, casi cualquier cosa que lleve ruedas.
Recuerdo cuando bien chiquitín nos juntábamos con otras madres y sus hij@s, y mientras que el resto no sabía ni como hacer rodar los coches, Rodrigo sabía perfectamente para que servían esas cosas redondas tan curiosas que tanto le han fascinado desde siempre, las ruedas.
A mi marido también le encantan los coches, y tiene una colección de esos que se miran pero no se tocan, que de vez en cuando es asaltada por Rodrigo, que mira con las manos. A mí tampoco me desagrada nada el tema, así que se puede decir que el niño lo lleva en la sangre.

Mi gran afición son los libros, la lectura. Y aunque desde siempre he intentado inculcársela a mi hijo también, me he dado cuenta de que de momento me tienen ganada la batalla los coches.
Siempre me ha visto leer, está acostumbrado a ver libros por casa y el tiene estanterías habilitadas para los suyos. Y aunque mis libros están mucho más accesibles que los coches de su padre, nunca lo he pillado cogiendo uno con la cara de pillo y satisfacción que pone cuando consigue hacerse con uno de los coches prohibidos (¿tendrá algo que ver eso, que sean prohibidos?)
Uno de mis lugares favoritos para perderme en el tiempo son esas librerías que tienen de todo, libros, libretas, colores, material de escritorio, pinturas,... , y tengo que contenerme para no comprarle algo a Rodrigo cada vez que voy a una.
Al principio me decía a mí misma que "ya le interesarán estas cosas, lo compro ahora y después ya lo tendrá". He intentado que tenga en casa las cosas necesarias para hacer lo mismo que en el colegio: pintura para pintar con las manos, los lápices de colores triangulares que dicen son mejor para aprender a cogerlos, acuarelas, tijeras y cartulinas de colores, plastilina,... Y cada vez parece que sale un poquito más de él pasar algún rato haciendo alguna de estas actividades, pero al final casi siempre me encuentro que me quedo yo toda encantada pintando y el ¿qué hace?, pues lo de siempre, jugando con coches.

Me he dado cuenta que tiene un carácter, unos gustos y unas preferencias muy concretas desde muy pequeño, ¿que no son las mismas que las mías? No me importa. Y me encanta ir por la calle y ver como con sólo tres años se sabe casi todas las marcas de los coches, la memoria que tiene para eso, cómo con una vez que se lo expliqué sabe distinguir perfectamente entre llanta y tapacubo.
Yo seguiré ahí, ofreciéndole el mundo de los libros y las letras, proponiéndole pasar ratos pintando, recortando o jugando con pegatinas, sin agobiar, sin imponer, pero haciéndoselo posible y estando disponible cada vez que a él le apetezca.

Y ¿a qué venía todo esto?... A que después de la variedad de regalos que ha tenido este año (parchís, una cocinita con sus accesorios correspondientes, juegos varios de mesa más didácticos, entre otros) al final siempre termina con un coche en la mano, haciéndolo rodar por alguna de las pistas que le regalaron cuando cumplió el año o paseándolo por el sofá imaginándo que son montañas, para terminar metiéndolo en un garaje que antes era la caja uno de esos juegos didácticos, con números y letras que a mí me gustan tanto.

1 comentario:

  1. También recuerdo la época de los dinosaurios, aunque la de los coches todavía les dura, pero de otra forma, claro.

    Besos.

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