Mi chico mayor está en tercero de infantil, curso que, menos unos poquitos, todos terminarán con seis años.
Cuando es el cumpleaños de alguno de los niños de la clase es un día muy especial por varias razones: el cumpleañero lleva el almuerzo (que siempre suele ser dulce), le hacen una corona con el número de los años que cumple y se la firman, y lo más importante y lo que más le gusta a mi chico, ese día no hacen ficha. Lo que si que hacen es dedicarle cada uno un dibujo libre, después los grapan todos juntos y se lo entregan como regalo.
Ayer por la tarde mi hijo salió del cole con la cara congestionada y los ojos hinchados y rojos de llorar... pero no me quería explicar lo que le había pasado.
Fue D, el niño que ayer cumplió los años (y uno de los mejores amigos de mi hijo), quién me explicó lo que había pasado. Resulta que cuando D tenía que elegir quien le diera el regalo, eligió a otro en vez de a mi chico...
Son cosas de niños, pero no son una tontería, para ellos es su vida, su forma de sentir y de entender las cosas, con los derechos y obligaciones que creen tener en cada momento sobre cada uno de sus amigos. Viven en otro mundo, en el suyo, y es inútil entrometerse cuando están en el parque y deciden que uno de ellos no juega porque en ese momento no les gusta, o cuando se enfadan porque no les han guardado el sitio en la fila... Se hacen daño, sin querer, y tienen que aprender cómo no hacerlo, cómo ponerse en el lugar del otro...
Ayer me tuve que contener para no decirle lo primero que desde mi condición de adulto me pasaba por la cabeza: que no pasaba nada, que había elegido a otro y ya está, que S también es amigo de D y por eso lo había elegido, y así un millón de tiritas más que no hubieran conseguido consolarle.
Entre lo que me contó el otro niño, lo poco que me quiso contar mi hijo (que estaba triste y se sentía mal porque D no lo había elegido a él. Tan sencillo como eso) y lo que oí hablaban entre ellos me ha quedado claro que para mi chico lo de ayer fue importante (en estos tres años nunca había llorado por eso): él estaba seguro de que lo elegiría para darle el regalo por su relación, porque en su día había elegido a D para que le diera el suyo, porque juegan siempre juntos, en el colegio y en el parque, porque a veces el uno va a casa del otro para jugar un rato.
Su amigo D lo vio tan triste que sólo alcanzaba a decirle que cuando tuvo que elegir no lo vio, que no se enfadara.
Como madre, me lo imagino esperando el momento, seguro de que lo iba a elegir a él y viendo como elegía a otro. Me lo imagino haciendo pucheros, llenándosele los ojos de lágrimas, sentado en su silla, escondiendo la cabeza entre los brazos y echándose a la mesa para llorar. Pues qué voy a decir, que se me parte el corazón, sin más.
También tengo en cuenta que pudo haber sido de otra forma, pero viendo la cara que tenía al salir, no me la imagino.
No será lo peor que le pase en la vida, pero para él sin duda fue lo peor del día.
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