Son muchas cosas, todas pequeñas quiero pensar, pero no por su tamaño insignificantes, al contrario... Porque quizás si fueran más grandes intentaría solucionarlas antes, no dejaría que se acumularan hasta este punto.
Estoy en un punto en el que no puedo hablar las cosas, solo echarlas en cara, no puedo pedir ayuda, sólo enfadarme porque no saben interpretar mis señales de socorro.
¿De quién es la culpa? ¿Alguien la tiene?
Nadie me ha dicho que no tenga que pedir ayuda, pero nadie me ha enseñado a pedirla...
Estos días estoy aprendiendo de mi hijo mayor mucho más de lo que yo le he enseñado.
Estos días mi hijo pequeño está llevando mi paciencia hasta límites insospechados, de hecho, creo que ya no me queda ni una pizca, y que todo lo que creí haber aprendido con el primero no me está sirviendo de nada con el segundo.
Todo lo que me pasa por la cabeza son incoherencias y contradicciones.
La razón más poderosa por la que no quiero hablar: se que todo pasará, que esto es un momento puntual en el que han coincidido muchas cosas, y que no me ha cogido en mi mejor momento.
¿Y cómo en momentos como este de agobio, agotamiento y fastidio sigo con la estúpida esperanza de tener alguna vez otro hijo...?
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