Algunas noches, algún hijo de vecino, se pone a tocar el clarinete. Y no son horas.
No son horas, no porque sea tardísimo, pero está en ese límite en el que seguro que es tarde para escuchar la radio a todo volumen, o para estar haciendo obras en casa, pero no para tocar el clarinete.
Sé que no va a estar más de 15 minutos, y tampoco es un sonido que me desagrade, pero no son horas.
Y pienso que no son horas porque considero que un hijo de vecino que no tiene ni 10 años a esas horas debería estar en la cama leyendo, o relajado, o tirado en el sofá, o peleando porque no se quiere ir a dormir, pero no ensayando.
Y como soy curiosa y me gusta imaginar, intento adivinar qué es lo que tendrá que hacer durante todo el día para terminarlo ensayando a esas horas. Cuántas cosas tendrá que hacer que no le dejan llegar antes a casa y acabar con sus tareas a una hora más temprana.
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