A veces los niños no cambian tanto, lo justo y lo propio por la edad, pero según los ojos que lo miren, según quien te lo cuente, parece que no hablan de la misma persona.
Me ha gustado mucho la valoración personal que ha hecho esta evaluación el profesor de mi hijo mayor. No han sido grandes alabanzas, simplemente reconocimiento de sus capacidades y de las cosas buenas de su forma de ser: lo ha descrito como persona.
Y con la descripción que ha hecho, me demuestra que lo conoce y que valora de él su trabajo y su esfuerzo.
Es curioso cuanto cuenta cómo digas las cosas, el orden en que las digas y cómo las enfoques.
Si primero te dedicas a echarme la bronca y después me acaricias la espalda, pues como que prefiero que mantengas las distancias y te guardes la mano donde te diga. Pero si primero demuestras que me conoces, me observas y sabes que lo intento, si valoras lo bueno que hay en mí, y después me animas a mejorar y a pulir algunas cosillas para ir mejor todavía, ni siquiera hace falta la caricia, porque siento que estoy ante alguien que me valora y a quien importo.
Hay profesiones en las que debería de contar también el trato humano, la empatía, que te gusten las personas, y no solo la nota.
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